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EducaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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En todo el registro bíblico se responsabiliza a la familia de la educación de los hijos. En la sociedad primitiva el padre era el cabeza de la familia y también de la casa, que podía ser una comunidad de considerable tamaño, como en el caso de Abrahán. El cabeza de familia era responsable de la educación de su casa. (Gé 18:19.) La buena educación de José muestra que Isaac y Jacob siguieron el ejemplo de Abrahán y también enseñaron a sus hijos. (Gé 39:4, 6, 22; 41:40, 41.) Job, un pariente lejano de Abrahán que vivió en la tierra de Uz, mostró que estaba familiarizado con el conocimiento científico y desarrollo industrial de la época. Además, Jehová le dio una lección de historia natural. (Job 9:1, 9; caps. 28, 38–41.)
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EducaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Aunque los israelitas habían sido esclavos en Egipto, sabían leer y escribir, y estaban en posición de enseñar a sus hijos. Antes de entrar en la Tierra Prometida, se les dijo que escribieran los mandamientos de Dios, en sentido figurado, en las jambas de las puertas de sus casas y sobre las puertas, y también que enseñaran a sus hijos la ley de Dios, tarea que realizaban, por supuesto, en la lengua hebrea. (Dt 6:6-9; compárese con Dt 27:3; Jos 8:32.)
Educación bajo la Ley antes del exilio. Los padres aún eran los principales educadores, los responsables de la educación de sus hijos. (Éx 12:26, 27; Dt 4:9; 6:7, 20, 21; 11:19-21.) Los judíos consideraron desde el mismo principio de su historia que la educación espiritual, moral y mental de los hijos era uno de los principales deberes de los padres. El padre de Sansón, Manóah, pidió la guía de Dios para educar a su hijo. (Jue 13:8.) Aunque el padre era el instructor principal, la madre también enseñaba, sobre todo animando al hijo a seguir la instrucción y disciplina que el padre le daba. (Pr 1:8; 4:1; 31:26, 27.) Los padres sabían que si los hijos recibían una buena educación en la juventud, no se apartarían de ella en años posteriores. (Pr 22:6.)
Los hijos tenían que tratar a sus padres con el máximo respeto. La vara de la autoridad paterna se empleaba con firmeza. (Pr 22:15.) La autoridad tenía que ejercerse con amor, aunque al hijo desobediente se le disciplinaba con severidad, en ocasiones haciendo uso de la vara literal. (Pr 13:24; 23:13, 14.) Podía darse muerte a un hijo que maldecía o golpeaba a sus padres. (Le 20:9; Éx 21:15.) Un hijo mayor que se hacía rebelde irremediable tenía que ser lapidado. (Dt 21:18-21.) Por ello, el quinto de los Diez Mandamientos era el primero con promesa: “Honra a tu padre y a tu madre [...] para que resulten largos tus días y te vaya bien sobre el suelo que Jehová tu Dios te da”. (Dt 5:16; Ef 6:2, 3.)
La educación que daban los padres tenía que ser regular y constante: en el hogar, en el trabajo y cuando viajaban, y no debía consistir solo en hablar o disciplinar, sino en poner el ejemplo, pues la ley de Dios tenía que dirigir todas las actividades de la vida de los padres. Los viajes a Jerusalén tres veces al año proporcionaban educación geográfica y al mismo tiempo familiarizaban al hijo con la gente de otros lugares de la tierra de Israel. (Dt 16:16.)
Además de recibir educación religiosa, a los jóvenes también se les enseñaba el oficio de sus padres o cualquier otro. Bezalel y Oholiab, artesanos expertos, recibieron la ayuda del espíritu de Dios para enseñar a otros durante la construcción del tabernáculo en el desierto. (Éx 35:34.) Las jóvenes aprendían las tareas de la casa y se las enseñaba a tener profundo respeto a sus futuros esposos, según el ejemplo que Sara había puesto. (Gé 18:12; 1Pe 3:5, 6.) Eran muchos los talentos, habilidades y responsabilidades de una buena esposa, como se muestra en el capítulo 31 de Proverbios.
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