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  • Expiación
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • El hombre necesita expiación. El hombre tiene necesidad de que se le cubran o expíen los pecados debido al pecado heredado (1Re 8:46; Sl 51:5; Ec 7:20; Ro 3:23), del que solo él es responsable, no Dios. (Dt 32:4, 5.) Adán perdió la vida eterna en perfección, y transmitió el pecado y la muerte a su prole (Ro 5:12), de modo que todos sus descendientes llegaron a estar condenados a muerte. Para que la humanidad pudiera recuperar la oportunidad de disfrutar de vida eterna, y en armonía con el principio legal que más tarde Jehová incorporaría en la ley mosaica, a saber, el de igual por igual, tenía que hacerse expiación con algo que equivaliera exactamente a lo que Adán había perdido. (Dt 19:21.)

      La idea primaria que transmite la palabra “expiación” en la Biblia, es “cubrir” o “cambiar”, y lo que se da como cambio por otra cosa tiene que tener el mismo valor. Ningún ser humano imperfecto podía suministrar tal expiación para restaurar la vida humana perfecta a la humanidad en general ni a nadie en particular. (Sl 49:7, 8.) Para hacer expiación por lo que Adán había perdido, tenía que proveerse una ofrenda por el pecado que tuviera el valor exacto de una vida humana perfecta.

      Jehová Dios instituyó un modo de hacer expiación en el pueblo de Israel que tipificó un sistema mayor de expiación. Jehová, no el hombre, es quien debe recibir el crédito por determinar y revelar los medios de expiación para cubrir el pecado heredado y suministrar liberación de la resultante condena de muerte.

  • Expiación
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Se hace posible la reconciliación. El pecado causa una división entre el hombre y Dios, pues Jehová no aprueba el pecado. La relación entre el hombre y su Creador solo podía restablecerse si se satisfacía el requisito de una verdadera expiación del pecado. (Isa 59:2; Hab 1:13; Ef 2:3.) Jehová Dios ha hecho posible la reconciliación entre sí mismo y la humanidad pecaminosa mediante el hombre perfecto Cristo Jesús. Por ello, el apóstol Pablo escribió: “También nos alborozamos en Dios mediante nuestro Señor Jesucristo, mediante quien ahora hemos recibido la reconciliación”. (Ro 5:11; véase RECONCILIACIÓN.) Por consiguiente, para conseguir el favor de Dios, es necesario aceptar la mediación de Jesucristo: lo que Dios ha proporcionado para la reconciliación. Solo por este medio es posible llegar a estar en una posición comparable a la de Adán antes de su pecado. Dios manifiesta su amor al hacer posible esta reconciliación. (Ro 5:6-10.)

      La propiciación satisface la justicia. Todavía tenía que satisfacerse la justicia. Aunque el hombre había sido creado perfecto, perdió esta condición cuando pecó, y tanto él como sus descendientes llegaron a estar bajo la condenación de Dios. La justicia y la fidelidad a los principios de rectitud requerían que Dios ejecutara la sentencia de su ley contra el desobediente Adán. No obstante, el amor movió a Dios, a proporcionar un modo de satisfacer la justicia para que, sin violarla, la descendencia arrepentida del pecador Adán pudiera ser perdonada y consiguiera la paz con Dios. (Col 1:19-23.) Por lo tanto, Jehová “envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados”. (1Jn 4:10; Heb 2:17.) La propiciación mueve a la consideración propicia o favorable. El sacrificio propiciatorio de Jesús elimina la razón por la que Dios tiene que condenar a los hombres y hace posible que les extienda favor y misericordia. Esta propiciación elimina el cargo de pecado y la condena de muerte resultante en el caso del Israel espiritual y de todos los demás que se valgan de ella. (1Jn 2:1, 2; Ro 6:23.)

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