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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Al descorrer el velo y ofrecer una vislumbre de cuestiones celestiales, la Biblia revela que Satanás compareció después ante Jehová en el cielo como un dios rival, desafiándole en su propio rostro, y diciendo que podía apartar de Él a su siervo Job y, por extensión, a cualquier siervo suyo. En realidad, acusó a Dios de concederle injustamente a Job todas las cosas, además de total protección, de manera que él no podía probar a Job y demostrar que realmente había maldad en su corazón. Dio a entender que Job servía a Dios principalmente por motivos egoístas. Dejó claro que tenía esta opinión al decir: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma. Para variar, sírvete alargar la mano, y toca hasta su hueso y su carne, y ve si no te maldice en tu misma cara”. (Job 1:6-12; 2:1-7; véase SOBERANÍA.)

      En este caso particular, Jehová permitió que Satanás plagase a Job de calamidades: no impidió que Satanás causara una incursión de merodeadores sabeos, así como la aniquilación de sus rebaños y pastores mediante lo que el mensajero llamó “el mismísimo fuego de Dios” desde los cielos, sobre el que no se especifica si eran rayos u otro tipo de fuego. Satanás también causó una incursión de tres bandas de caldeos y una tempestad de viento. Con estos medios destruyó todas las propiedades de Job y mató a todos sus hijos. Finalmente, le infligió una enfermedad repugnante a Job mismo. (Job 1:13-19; 2:7, 8.)

      Todo esto pone de manifiesto la fuerza y el poder de la criatura celestial llamada Satanás, así como su actitud cruel y asesina.

      Sin embargo, es importante notar que Satanás reconoció su impotencia frente al mandato expreso de Dios, pues no desafió el poder y la autoridad de Dios cuando se le prohibió quitarle la vida a Job. (Job 2:6.)

      Su continua oposición a Dios. Al desafiar a Dios y acusar a sus siervos de que no mostrarían integridad, Satanás se hizo acreedor de su título “Diablo”, que significa “Calumniador”. Se merecía ese título por haber calumniado a Jehová Dios en el Jardín de Edén.

  • Satanás
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Después de su bautismo, Satanás se le acercó en el desierto, donde le sometió a tres tentaciones diferentes y difíciles, en las que Jesús probó cabalmente su devoción a Jehová. En una de las tres, Satanás le mostró todos los reinos del mundo, de los que afirmó ser el dueño. Aunque Jesús no contradijo esta afirmación, se negó a considerar siquiera por un instante la idea de conseguir antes el Reino mediante esta oferta, ni tampoco se planteó hacer algo solo para satisfacer su ego. Su respuesta inmediata a Satanás fue: “¡Vete, Satanás! Porque está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado’”. Ante esto, “el Diablo [...] se retiró de él hasta otro tiempo conveniente”. (Mt 4:1-11; Lu 4:13.) Este incidente ilustra la verdad de las palabras que Santiago escribió después: “Opónganse al Diablo, y él huirá de ustedes”. (Snt 4:7.)

      Jesús se mantuvo alerta al peligro de las maquinaciones de Satanás y al hecho de que este deseaba hacerle abrigar ideas contrarias a la voluntad de Jehová a fin de destruirle. Esto se demostró cuando Pedro, con buenas intenciones, lo sometió a una tentación. Jesús había hablado del sufrimiento y la muerte que tenía que experimentar. “Con eso, Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: ‘Sé bondadoso contigo mismo, Señor; tú absolutamente no tendrás este destino’. Pero él, dándole la espalda, dijo a Pedro: ‘¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo, porque no piensas los pensamientos de Dios, sino los de los hombres’”. (Mt 16:21-23.)

      Jesús estuvo en peligro durante todo su ministerio. Satanás utilizó agentes humanos para oponerse a él e intentar hacerle tropezar o bien matarlo. En una ocasión las personas estuvieron a punto de hacerle rey. Pero él no quiso dar consideración alguna a una proposición como esa; solo aceptaría un nombramiento de esa naturaleza en el momento y de la manera indicados por Dios. (Jn 6:15.) En otra ocasión intentaron matarlo los habitantes de su propio pueblo (Lu 4:22-30); sufrió el acoso constante de aquellos a quienes Satanás usó para intentar atraparlo. (Mt 22:15.) Pero todos los esfuerzos de Satanás por hacer que Jesús pecase en el más leve pensamiento o acción fracasaron. Se demostró cabalmente que Satanás era un mentiroso y que había fracasado en desafiar la soberanía de Dios y la integridad de sus siervos. Como Jesús dijo poco antes de su muerte, “ahora se somete a juicio a este mundo; ahora el gobernante de este mundo será echado fuera”, en completo descrédito. (Jn 12:31.) Satanás ejercía control sobre toda la humanidad por medio del pecado. Pero después de celebrar la última Pascua con sus discípulos, sabiendo que Satanás pronto le causaría la muerte, Jesús pudo decir: “El gobernante del mundo viene. Y él no tiene dominio sobre mí”. (Jn 14:30.)

      Unas pocas horas después, Satanás consiguió darle muerte, apoderándose primero de uno de sus apóstoles y valiéndose luego de los líderes judíos y de la potencia mundial romana para ejecutar a Jesús de manera dolorosa e ignominiosa. (Lu 22:3; Jn 13:26, 27; caps. 18, 19.) Satanás actuó como el “que tiene el medio para causar la muerte, es decir, [el] Diablo”. (Heb 2:14; Lu 22:53.) Pero con esto Satanás no favoreció su causa; solo cumplió, sin quererlo, la profecía que requería que Jesús muriese como un sacrificio. La muerte de Jesús en inocencia proveyó el precio de rescate para la humanidad, y por medio de su muerte (y su posterior resurrección por Dios) Jesús entonces podía ayudar a la humanidad pecaminosa a escapar del control de Satanás, pues, como está escrito, Jesús se hizo sangre y carne “para que por su muerte redujera a nada al que tiene el medio para causar la muerte, es decir, al Diablo; y emancipara a todos los que por temor de la muerte estaban sujetos a esclavitud durante toda su vida”. (Heb 2:14, 15.)

      Continúa luchando contra los cristianos. Después de la muerte y resurrección de Jesús, Satanás continuó librando una batalla sin cuartel contra los seguidores de Cristo. El libro de Hechos y las cartas de las Escrituras Griegas Cristianas suministran numerosas pruebas de esto. Pablo dijo que se le había dado “una espina en la carne, un ángel de Satanás, que siguiera [abofeteándole]”. (2Co 12:7.) Como había hecho con Eva, Satanás disfrazó su verdadera naturaleza y propósitos “transformándose en ángel de luz”, y sus agentes también siguieron “transformándose en ministros de justicia”. (2Co 11:14, 15.) Ministros de esa clase fueron los falsos apóstoles que lucharon contra Pablo (2Co 11:13), y aquellos de Esmirna ‘que dijeron ser judíos y sin embargo eran una sinagoga de Satanás’. (Rev 2:9.) Satanás nunca cesó de acusar “día y noche” a los cristianos, y, como en el caso de Job, desafiar su integridad. (Rev 12:10; Lu 22:31.) No obstante, los cristianos tienen “un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo”, que comparece ante la persona de Dios en favor suyo. (1Jn 2:1.)

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