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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Se acusa a los siervos de Dios de egoísmo. Una expresión posterior de esta cuestión se halla en lo que Satanás dijo a Dios en cuanto a su siervo fiel Job. Estas fueron sus palabras: “¿Ha temido Job a Dios por nada? ¿No has puesto tú mismo un seto protector alrededor de él y alrededor de su casa y alrededor de todo lo que tiene en todo el derredor? La obra de sus manos has bendecido, y su ganado mismo se ha extendido en la tierra. Pero, para variar, sírvete alargar la mano, y toca todo lo que tiene, y ve si no te maldice en tu misma cara”. Después, Satanás de nuevo presentó la siguiente acusación: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma”. (Job 1:9-11; 2:4.) De ese modo acusaba a Job de no estar en armonía con Dios de corazón, que servía obedientemente a Dios solo por motivos egoístas, por lucro. Satanás calumnió a Dios respecto al ejercicio de Su soberanía, y a los siervos de Dios, en cuanto a su integridad a esa soberanía. Dijo a todos los efectos que no habría ningún hombre sobre la Tierra que mantuviese integridad a la soberanía de Jehová si a él, Satanás, se le permitía ponerle a prueba.

      Jehová aceptó el desafío. No lo hizo debido a que dudara de la justicia de su soberanía. Él no necesitaba que se le probase nada. Permitió tiempo para que se analizara esta cuestión debido al amor que sentía por sus criaturas inteligentes. Dejó que Satanás pusiese al hombre a prueba ante todo el universo. Dio a sus criaturas el privilegio de demostrar que el Diablo es un mentiroso y de quitar la calumnia que manchaba, no solo el nombre de Dios, sino también el suyo propio.

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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • El alcance de la cuestión. ¿Cuál fue el alcance de la cuestión? Puesto que se indujo al hombre a pecar y un ángel había pecado, la cuestión llegó a incluir a las criaturas celestiales de Dios, hasta a su Hijo unigénito, el que estaba más cerca de Jehová Dios. Este, que siempre hacía las cosas que le agradaban a su Padre, estaría muy ansioso de servir para la vindicación de la soberanía de Dios. (Jn 8:29; Heb 1:9.) Dios lo seleccionó para esta asignación, y lo envió a la Tierra, donde nació como hijo varón de la virgen María. (Lu 1:35.) Jesús fue perfecto y mantuvo su perfección y su condición intachable durante toda su vida, incluso aguantando una muerte deshonrosa. (Heb 7:26.) Antes de su muerte dijo: “Ahora se somete a juicio a este mundo; ahora el gobernante de este mundo será echado fuera”. También: “El gobernante del mundo viene. Y él no tiene dominio sobre mí”. (Jn 12:31; 14:30.) Como Satanás no pudo conseguir quebrantar la integridad de Cristo, el juicio fue que había fracasado y estaba listo para ser echado fuera. Jesús ‘venció al mundo’. (Jn 16:33.)

      Jesucristo, el Vindicador de la soberanía de Jehová. Así, de una manera totalmente perfecta, Jesucristo demostró que el Diablo era un mentiroso y zanjó por completo la cuestión: ¿habrá algún hombre fiel a Dios bajo cualquier tentación o prueba que pudiera presentársele?

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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • El libro de Revelación muestra que una vez que concluya el Reino de mil años de Cristo, en el que acabará con toda autoridad que intente rivalizar con la soberanía de Jehová, se soltará al Diablo por un corto período de tiempo. Intentará revivir la cuestión, pero no se concederá mucho tiempo para aquello que ya está zanjado. Satanás y los que le siguen serán completamente aniquilados. (Rev 20:7-10.)

      Otros que se ponen de parte de Jehová. Aunque la fidelidad de Cristo ha demostrado que la razón está de parte de Dios en esta gran cuestión, se permite que otros participen en apoyarlo. (Pr 27:11.) Los efectos del proceder íntegro de Cristo, que incluyó su muerte sacrificatoria, están señalados así por el apóstol: “Mediante un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es el declararlos justos para vida”. (Ro 5:18.) Cristo ha sido nombrado Cabeza de un “cuerpo” o congregación (Col 1:18), cuyos miembros participan en su muerte de integridad, y él está contento de que ellos participen con él como coherederos, como reyes asociados en su gobernación del Reino. (Lu 22:28-30; Ro 6:3-5; 8:17; Rev 20:4, 6.) Hombres fieles de la antigüedad que estaban a la expectativa de esta disposición de Dios mantuvieron integridad aunque tenían un cuerpo imperfecto. (Heb 11:13-16.) Y los otros muchos que finalmente doblarán las rodillas en reconocimiento de la Soberanía de Dios, también lo harán, reconociendo de corazón lo justo y merecido de dicha soberanía. Como cantó proféticamente el salmista, “toda cosa que respira... alabe a Jah. ¡Alaben a Jah!”. (Sl 150:6.)

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