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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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      Hombre que ocupa un puesto de mando, tal como el cabeza hereditario de una tribu o casa paterna. Las versiones de la Biblia traducen la palabra hebrea na·síʼ de diversas maneras, entre ellas: “príncipe”, “jefe”, “notable”, “gobernante”, “adalid” y “principal”. (Véase CAUDILLO, NOBLE, PRÍNCIPE.) A los cabezas de las doce casas paternas o tribus de Israel se les llamaba “principales”. (Nú 1:16; Jos 22:14.)

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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • En los días de Moisés, los principales dirigían la adoración y representaban al pueblo ante Moisés, los sacerdotes y Jehová. Moisés seleccionó un principal de cada tribu, excepto de la de Leví, para espiar la Tierra Prometida. El mal informe de diez de ellos influyó mucho en el pueblo. (Nú 13:2-16, 25-33.) Doscientos cincuenta principales de los hijos de Israel se unieron a la rebelión encabezada por Coré para hacerse con el sacerdocio de la casa de Aarón. (Nú 16:2, 10, 17, 35.) Los principales también participaron en la celebración del pacto entre Israel y los gabaonitas. (Jos 9:15, 18.) Después de que Josué introdujo a Israel en Canaán y derrotó a las naciones que habitaban allí, los principales desempeñaron un cometido de importancia en la división de la tierra. (Nú 34:18; Jos 14:1.) A Eleazar, el hijo de Aarón, se le nombró principal sobre los cabezas de las casas paternas de la tribu de Leví, de modo que se convirtió en “principal de los principales”. (Nú 3:32.) El rey Salomón reunió en Jerusalén a todos los principales de las tribus con motivo de la instalación del arca del pacto en el templo recién construido. (1Re 8:1.)

      Los israelitas debían mostrar el debido respeto a un principal y nunca hablar mal de él. (Éx 22:28.) Cuando se estaba juzgando al apóstol Pablo ante el Sanedrín, el sumo sacerdote Ananías ordenó a los que estaban de pie cerca de Pablo que le hiriesen en la boca. Luego Pablo dijo, sin saber que era el sumo sacerdote: “Dios te va a herir a ti, pared blanqueada”. Pero cuando se enteró de quién se trataba, se excusó: “Hermanos, no sabía que era sumo sacerdote. Porque está escrito: ‘No debes hablar perjudicialmente de un gobernante de tu pueblo’”. (Hch 23:1-5.)

      Aunque había que respetar a los principales, estos no podían desobedecer impunemente la ley de Dios. Si pecaban contra ella, se requería que cumpliesen con las prescripciones de la ley para tales pecados. Debido a que ocupaban un cargo de responsabilidad y a que su conducta, ejemplo e influencia tenían repercusiones en los demás, se hizo una diferencia en cuanto a qué ofrendas tenían que presentar por haber infringido involuntariamente un mandato divino. El sumo sacerdote debía ofrecer un toro joven; el principal, un cabrito, y los demás del pueblo, una cabrita o una cordera. (Le 4:3, 22, 23, 27, 28, 32.)

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