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JehoiaquimPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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A pesar de la carga financiera que ya pesaba sobre el pueblo, Jehoiaquim planeó edificar un nuevo y lujoso palacio. Quizás con el fin de mantener el costo bajo, retuvo de manera opresiva el salario de los trabajadores. Como consecuencia, Jehová pronunció ayes sobre este gobernante inicuo por medio de Jeremías, indicando que tendría el entierro de un asno. (Jer 22:13-19.)
A principios del reinado de Jehoiaquim, Jeremías advirtió que a menos que el pueblo se arrepintiera, Jerusalén y su templo serían destruidos. Después, se amenazó de muerte al profeta. Sin embargo, Ahiqam, un hombre prominente, salió en defensa de Jeremías y le salvó de recibir daño. Con anterioridad, una profecía similar pronunciada por Uriya había encolerizado a Jehoiaquim de tal manera que decidió matarlo. Aunque el temeroso Uriya huyó a Egipto, no escapó de la ira del rey: Jehoiaquim hizo que lo trajeran de regreso y lo mató con la espada. (Jer 26:1-24.)
Durante el año cuarto de su reinado (625 a. E.C.), Jehoiaquim fue testigo de la derrota que Nabucodonosor infligió al faraón Nekó en una batalla por la dominación de Siria y Palestina. Esta batalla se peleó en Carquemis, junto al Éufrates, a más de 600 Km. al N. de Jerusalén. (Jer 46:1, 2.) En aquel mismo año, Jeremías empezó a dictar a su secretario Baruc las palabras de Jehová dirigidas contra Israel, Judá y todas las naciones, y a registrar los mensajes que habían empezado a expresarse desde el año decimotercero del reinado de Josías en adelante, cuando Jehoiaquim tenía unos seis años de edad. Casi un año después, en el noveno mes lunar (Kislev, que cae entre noviembre y diciembre), el rollo que contenía el mensaje dictado se leyó ante el rey Jehoiaquim. Tan pronto como Jehudí leyó tres o cuatro columnas-páginas, aquella sección fue cortada y arrojada al fuego que ardía en el brasero de la casa de invierno del rey. De esta forma se echó al fuego todo el rollo, sección por sección. Jehoiaquim no hizo caso cuando tres de sus príncipes le suplicaron que no quemase el rollo y se opuso en especial a las palabras proféticas que señalaban la desolación de Judá a manos del rey de Babilonia, lo que parece dar a entender que Nabucodonosor todavía no había ido contra Jerusalén ni había hecho a Jehoiaquim vasallo suyo. (Jer 36:1-4, 21-29.)
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JehoiaquimPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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La profecía de Jehová dada por medio de Jeremías (Jer 22:18, 19; 36:30) indicó que Jehoiaquim no recibiría un entierro digno: su cadáver tenía que yacer desatendido fuera de las puertas de Jerusalén, expuesto al calor del sol de día y a la escarcha de noche. No se revela exactamente de qué manera fue dado Jehoiaquim ‘en manos de Nabucodonosor’. (Da 1:2.) Puede haber sido en el sentido de haber muerto durante el sitio y que su hijo tuviese que ir después al cautiverio, de modo que el linaje de Jehoiaquim sufrió la pérdida del reinado a manos de Nabucodonosor. No hay modo de confirmar la tradición judía (registrada por Josefo) de que Nabucodonosor mató a Jehoiaquim (Joacim) y mandó que se arrojase su cuerpo muerto fuera de los muros de Jerusalén. (Antigüedades Judías, libro X, cap. VI, sec. 3.)
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JehoiaquimPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Después de la rendición de Joaquín, Nabucodonosor hizo ascender al trono de Judá a su tío Sedequías. (2Cr 36:9, 10.) Así cumplió la profecía de Jeremías, según la cual Jehoiaquim no tendría a nadie que se sentara sobre el trono de David. (Jer 36:30.) Joaquín tan solo gobernó tres meses y diez días.
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