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  • Descendencia, semilla
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • La ‘descendencia de la mujer’ es espiritual. Prescindiendo de la visión que hayan podido tener los hombres fieles del pasado sobre este asunto, las Escrituras Griegas Cristianas dejan claro que para ‘magullar en la cabeza’ a ese enemigo espiritual, la persona angélica llamada Diablo, la prometida ‘descendencia de la mujer’ no podría ser simplemente humana, tendría que ser un espíritu poderoso. ¿Cómo se haría realidad esta descendencia y quién sería su ‘madre’, la “mujer”?

      Pasaron unos dos mil años hasta que se mencionó por segunda vez a la “descendencia” prometida, mención hecha al fiel Abrahán, descendiente de Sem. En una profecía pronunciada con anterioridad, Noé se había referido a Jehová como “el Dios de Sem” (Gé 9:26), lo que indicaba que Sem tenía Su favor. A Abrahán, por su parte, se le anunció que la “descendencia” vendría de su propio linaje. (Gé 15:5; 22:15-18.) El que Abrahán recibiese la bendición del sacerdote Melquisedec confirmó esta promesa. (Gé 14:18-20.) Mediante ella, Dios reveló a Abrahán que tendría prole, y también reveló que la descendencia prometida tendría una trayectoria terrestre.

      Se predijo una persona. Al hablar de la descendencia de Abrahán y otros personajes, tanto los términos hebreos como los griegos están en singular, refiriéndose por lo general a esa prole en sentido colectivo. Parece ser que hubo una razón de peso para que se utilizara con tanta frecuencia el término colectivo zé·raʽ, “descendencia”, más bien que la palabra estrictamente plural ba·ním, “hijos” (singular, ben), con respecto a la posteridad de Abrahán. El apóstol Pablo señala a este hecho al explicar que cuando Dios habló de las bendiciones que vendrían por medio de la descendencia de Abrahán, se refería principalmente a una persona, a saber, Cristo. Pablo dice: “Ahora bien, las promesas se hablaron a Abrahán y a su descendencia. No dice [o: Él no dice]: ‘Y a descendencias [gr. spér·ma·sin]’, como si se tratara de muchos, sino como tratándose de uno solo: ‘Y a tu descendencia [gr. spér·ma·ti]’, que es Cristo”. (Gál 3:16, nota.)

      Algunos eruditos han objetado a la declaración de Pablo con respecto al uso singular y plural de “descendencia”. Dicen que cuando la palabra hebrea zé·raʽ se utiliza con el sentido de descendencia, nunca cambia su forma, pareciéndose en este uso a nuestras palabras españolas “leña” o “trigo”, y que los verbos y adjetivos que acompañan a la palabra tampoco indican la singularidad o pluralidad del término “descendencia”. Aunque esto es así, hay otro factor que demuestra que la explicación de Pablo es exacta tanto en sentido gramatical como doctrinal. La Cyclopædia de M’Clintock y Strong (1894, vol. 9, pág. 506) dice al explicar este factor: “Con respecto a los pronombres, la construcción es completamente diferente de las dos anteriores [es decir, la de los verbos y adjetivos utilizados con la palabra “descendencia”]. Un pronombre en singular [utilizado con zé·raʽ] señala a un individuo, uno solo, o uno de entre muchos; mientras que un pronombre en plural representa a todos los descendientes. Esta regla se sigue de manera invariable en la Versión de los Setenta. [...] Pedro entendió esta construcción, pues deduce que Gén. XXII, 17, 18 se refiere a una descendencia individual, al hablar a los judíos nativos en la ciudad de Jerusalén antes de la conversión de Pablo (Hech. III, 26), como David había hecho mil años antes (Sal. LXXII, 17)”.

      Además, esta obra de consulta dice: “La distinción que Pablo hizo no es entre una descendencia y otra, sino entre la única descendencia y las muchas; y si consideramos que cita del mismo pasaje que Pedro [Génesis 22:17, 18], el pronombre ‘sus [de él, en el original hebreo] enemigos’ justifica por completo su argumento. El término descendencia con un pronombre en singular equivale exactamente a hijo”.

      Por ejemplo, la expresión “mi prole” puede referirse a uno o a muchos, pero si después de esta expresión se aludiese a la prole como “él”, sería obvio que se hablaba de un solo hijo o descendiente.

      La promesa hecha a Abrahán de que todas las familias de la tierra se bendecirían por medio de su “descendencia” no podía haber incluido a toda la prole de Abrahán como su “descendencia”, ya que ni la prole de su hijo Ismael ni la de los hijos que tuvo con Queturá fueron utilizadas para bendecir a la humanidad. La descendencia de la bendición fue por medio de Isaac. “Es por medio de Isaac por quien lo que será llamado descendencia tuya será”, dijo Jehová. (Gé 21:12; Heb 11:18.) Tiempo después esta promesa se limitó aún más cuando, de los dos hijos de Isaac —Jacob y Esaú—, se bendijo a Jacob de forma especial. (Gé 25:23, 31-34; 27:18-29, 37; 28:14.) Jacob la siguió limitando al mostrar que las personas serían reunidas en torno a Siló (que significa “Aquel de Quien es; Aquel a Quien Pertenece”), de la tribu de Judá. (Gé 49:10.) Más tarde, de todo Judá, se limitó la venidera descendencia al linaje de David. (2Sa 7:12-16.) Los judíos del siglo I E.C. esperaban que viniese una sola persona en calidad de Mesías o Cristo como libertador (Jn 1:25; 7:41, 42), aunque también pensaban que como prole o descendencia de Abrahán, serían el pueblo favorecido y, como tal, los hijos de Dios. (Jn 8:39-41.)

  • Descendencia, semilla
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • La llegada de la “descendencia”. Como se ha establecido, Jesús es la “descendencia” primaria. Sin embargo, no era la ‘descendencia de la mujer’ (es decir, “la Jerusalén de arriba”) cuando nació como hombre. Por supuesto, era un descendiente natural de Abrahán por medio de su madre María y era de la tribu de Judá, y tanto de manera natural, por medio de María, como legal, por medio de su padre adoptivo José, era del linaje de David. (Mt 1:1, 16; Lu 3:23, 31, 33, 34.) Por lo tanto, reunía las condiciones de las promesas proféticas.

      Pero no fue sino hasta que fue engendrado por el espíritu santo de Dios que llegó a ser la descendencia de la mujer y la Descendencia que iba a bendecir a todas las naciones. Esto sucedió cuando Juan lo bautizó en el río Jordán, en el año 29 E.C. Para entonces Jesús tenía unos treinta años. El espíritu santo que descendió sobre él se manifestó a Juan en forma de paloma, y Dios mismo lo reconoció como hijo suyo en aquel momento. (Mt 3:13-17; Lu 3:21-23; Jn 3:3.)

  • Descendencia, semilla
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • La enemistad entre las dos descendencias. La gran serpiente, Satanás el Diablo, ha producido una “descendencia” que ha manifestado la enemistad más implacable contra los que han servido a Dios con fe como la de Abrahán, tal como testifica abundantemente el registro bíblico. Satanás ha intentado dificultar o impedir el desarrollo de la descendencia de la mujer. (Compárese con Mt 13:24-30.) Sin embargo, esta enemistad alcanzó su punto máximo en la persecución de la descendencia espiritual, en especial en el caso de Jesucristo. (Hch 3:13-15.)

  • Descendencia, semilla
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Bendice a todas las familias de la tierra. Jesucristo, la Descendencia, ya ha traído grandes bendiciones a las personas de buen corazón por medio de sus enseñanzas y de guiar a su congregación desde el Pentecostés. Pero desde el principio de su reinado de mil años, sus “hermanos” espirituales, resucitados y partícipes en su gobernación del Reino, también serán sus subsacerdotes. (Rev 20:4-6.) Durante el tiempo en que “los muertos, los grandes y los pequeños”, estén de pie ante el trono para ser juzgados, los que ejerzan fe y obediencia “se bendecirán”, asiéndose de la vida por medio de la descendencia de Abrahán (Rev 20:11-13; Gé 22:18), lo que significará vida eterna y felicidad para ellos. (Jn 17:3; compárese con Rev 21:1-4.)

      La resurrección de la “descendencia”. Cuando el apóstol Pedro explica la resurrección de la Descendencia, Jesucristo, escribe que ‘fue muerto en la carne, pero hecho vivo en el espíritu’. (1Pe 3:18.) Su coapóstol Pablo recurre a una ilustración agrícola al tratar el tema de la resurrección de los coherederos con Cristo. Razona así: “Lo que siembras no es vivificado a menos que primero muera; y en cuanto a lo que siembras, no siembras el cuerpo que se desarrollará, sino un grano desnudo, sea de trigo o cualquiera de los demás; pero Dios le da un cuerpo así como le ha agradado, y a cada una de las semillas su propio cuerpo. [...] Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, se levanta en incorrupción. Se siembra en deshonra, se levanta en gloria. [...] Se siembra cuerpo físico, se levanta cuerpo espiritual”. (1Co 15:36-44.) Por consiguiente, los que componen la ‘descendencia de la mujer’, la “descendencia de Abrahán”, mueren entregando sus cuerpos terrestres de carne corruptible, y se les resucita con cuerpos gloriosos incorruptibles.

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