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TerratenientePerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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El año de Jubileo. Dios dijo a Israel: “Nadie debería llegar a ser pobre entre ti”. (Dt 15:4, 5.) El año de Jubileo evitó, mientras el pueblo lo observó, que los israelitas se sumiesen en una situación en la que solo existieran dos clases de personas: las muy ricas y las indigentes. Cada cincuenta años (contados a partir de la entrada de Israel en Canaán) todo hombre volvía a su posesión hereditaria y recuperaba las tierras que había vendido. Debido a esta ley, el valor de la tierra iba descendiendo cada año según se aproximaba el Jubileo. De hecho, en cierto sentido, el comprador no hacía más que arrendar la tierra, y el precio que pagaba fluctuaba según las cosechas que obtuviese hasta el año de Jubileo. (Le 25:13-16, 28.) El que compraba una posesión hereditaria no siempre la conservaba hasta el Jubileo. Si el propietario original reunía el dinero suficiente, tenía el derecho de recomprarla. Además, un recomprador (pariente cercano) podía recuperarla para su dueño original. (Le 25:24-27.)
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TerratenientePerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Los levitas. Con objeto de proteger a los levitas, sus campos no podían ponerse en venta, pues ellos no eran dueños de posesiones hereditarias de tierra, sino que solo se les habían dado casas en las ciudades levitas y las dehesas circundantes. Si un levita vendía su casa, conservaba el derecho de recompra, y la recobraba a más tardar en el Jubileo. (Le 25:32-34.)
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El santuario. El santuario de Jehová también podía poseer tierras en el sentido de tener aquellos campos que se ‘santificaban’ a Jehová; esto quería decir que su producto se destinaba al santuario durante un período de tiempo que fijaba su dueño. (Le 27:16-19.) Si un campo ‘santificado’ por su propietario no se recompraba, sino que se vendía a otra persona, pasaba a ser posesión permanente del santuario cuando llegaba el Jubileo. (Le 27:20, 21.)
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