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CreaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Génesis 1:1, 2 hace referencia a un tiempo anterior a los seis “días” bosquejados en el cuadro. Cuando estos “días” comenzaron, el Sol, la Luna y las estrellas ya existían, como se explicita en Génesis 1:1. Sin embargo, antes de estos seis “días” de obra creativa, “la tierra se hallaba sin forma y desierta y había oscuridad sobre la superficie de la profundidad acuosa”. (Gé 1:2.) Al parecer, aún había un manto de nubes que envolvía la tierra y que impedía la llegada de la luz hasta su superficie.
Cuando Dios dijo el Día Primero: “Llegue a haber luz”, debió penetrar luz difusa a través de ese manto de nubes, aunque todavía no era posible distinguir desde la superficie terrestre las fuentes de las que procedía. Parece ser que este fue un proceso gradual, como lo muestra la versión (en inglés) de J. W. Watts: “Y gradualmente vino a la existencia la luz”. (Gé 1:3, A Distinctive Translation of Genesis.)
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CreaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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La voluntad divina con respecto a las lumbreras se llevó a cabo durante el Día Cuarto, pues dice el registro: “Y Dios procedió a hacer las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominar el día y la lumbrera menor para dominar la noche, y también las estrellas. Así las puso Dios en la expansión de los cielos para brillar sobre la tierra, y para dominar de día y de noche y para hacer una división entre la luz y la oscuridad”. (Gé 1:16-18.) En vista de esta descripción de las lumbreras, la mayor debe referirse al Sol, y la menor, a la Luna, aunque no se menciona a estos dos cuerpos celestes por nombre sino hasta después del relato del diluvio del día de Noé. (Gé 15:12; 37:9.)
Con anterioridad, en el primer “día”, se había usado la expresión “Llegue a haber luz”. La palabra hebrea que se utiliza en este texto para luz es ʼohr, que significa luz en sentido general, mientras que en el cuarto “día” la palabra hebrea cambia a ma·ʼóhr, cuyo significado es una lumbrera o fuente de luz. (Gé 1:14.) De modo que el primer “día” debió penetrar una luz difusa a través del manto de nubes, aunque desde la superficie terrestre no sería posible ver las fuentes de las que procedía esa luz. Luego, en el cuarto “día”, las cosas cambiaron.
Es también digno de mención que en Génesis 1:16 no se usa el verbo hebreo ba·ráʼ, que significa “crear”, sino que se emplea el verbo hebreo ʽa·sáh, cuyo significado es “hacer”. Como el Sol, la Luna y las estrellas están incluidos en “los cielos” mencionados en Génesis 1:1, estos astros se crearon mucho antes del Día Cuarto. En ese “día” Dios procedió a “hacer” que dichos cuerpos celestes llegaran a tener una nueva relación con respecto a la superficie terrestre y a la expansión que había sobre ella. Las palabras: “Las puso Dios en la expansión de los cielos para brillar sobre la tierra”, deben indicar que en ese momento se hacían distinguibles desde la superficie de la Tierra, como si estuvieran en la expansión. Además, las lumbreras tenían que “servir de señales y para estaciones y para días y años”, lo que significaba que el hombre podría utilizarlas como guía de distintas maneras. (Gé 1:14.)
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