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  • Egipto, egipcio
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • The Encyclopedia Americana (1956, vol. 14, pág. 595) dice: “El único relato detallado acerca de [los hicsos] que nos ha legado la antigüedad es un pasaje poco confiable de una obra perdida de Manetón, citada por Josefo en su réplica a Apión”. Algunas de las declaraciones que Josefo atribuye a Manetón son la fuente del nombre “hicsos”. Es interesante el hecho de que Josefo, que afirma citar literalmente a Manetón, establezca una relación directa entre los hicsos y los israelitas. Al parecer, Josefo acepta esta relación, pero rechaza sin paliativos muchos de los detalles del relato. Prefiere traducir hicsos por “pastores cautivos” en vez de “reyes pastores”. Según Josefo, Manetón (Maneto) dice que los “hicsos” conquistaron Egipto sin pelear una batalla, destruyeron ciudades y “los templos de los dioses” y causaron estragos y una gran matanza. También dice que se asentaron en la región del delta. Por último explica que los egipcios se alzaron con 480.000 hombres y pelearon una terrible y larga guerra. Cuenta que sitiaron a los hicsos en su ciudad capital, Avaris, y que luego, extrañamente, llegaron a un acuerdo que les permitió abandonar el país junto con sus familias y posesiones sin sufrir daño, después de lo cual fueron a Judea y edificaron Jerusalén. (Contra Apión, libro I, secs. 14-16, 25, 26.)

  • Egipto, egipcio
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Sin embargo, es posible que el relato de Manetón, de donde procede la teoría de los “hicsos”, tan solo evoque una tradición egipcia falseada, urdida para justificar lo que aconteció en Egipto durante la estancia israelita. La ascensión de José a la posición de gobernante (Gé 41:39-46; 45:26); sus profundos cambios administrativos, que resultaron en que los egipcios vendieran sus tierras e incluso se vendieran ellos mismos a Faraón (Gé 47:13-20); el impuesto del 20% de sus productos que pagaron más tarde (Gé 47:21-26); los doscientos quince años de residencia israelita en Gosén y el hecho de llegar a exceder en número y fuerza a la población nativa, según las palabras de Faraón (Éx 1:7-10, 12, 20); las diez plagas y la devastación que estas produjeron no solo en la economía egipcia, sino incluso en sus creencias religiosas y en el prestigio de su sacerdocio (Éx 10:7; 11:1-3; 12:12, 13); el éxodo de Israel después de la muerte de todos los primogénitos de Egipto y la posterior aniquilación de lo mejor de las fuerzas militares de Egipto en el mar Rojo (Éx 12:2-38; 14:1-28); todos estos sucesos tuvieron un tremendo efecto en el país, por lo que el estamento oficial egipcio se vio ante la necesidad de dar algún tipo de explicación.

      No debe olvidarse que el registro de la historia de Egipto, así como el de muchos países del Oriente Medio, estaba ligado inseparablemente al sacerdocio, bajo cuya tutela se instruía a los escribas. Habría sido muy extraño que no se hubiera inventado alguna explicación propagandística que justificara el que los dioses egipcios no hubieran podido evitar de ningún modo la calamidad que Dios trajo sobre Egipto y sus habitantes. En la historia, incluso la reciente, se han dado muchos casos en los que tal propaganda ha desvirtuado de forma tan descarada los hechos, que a los oprimidos se les ha presentado como los opresores, y a las víctimas inocentes, como los agresores peligrosos y crueles. Si Josefo transmitió con exactitud el relato de Manetón (de unos mil años después del éxodo), este tal vez represente las tradiciones distorsionadas transmitidas por las generaciones egipcias posteriores para justificar los elementos básicos del relato verdadero de la estancia de Israel en Egipto: el registrado en la Biblia. (Véase ÉXODO [Autenticidad del relato del éxodo].)

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