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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Recibió la primogenitura y la bendición. Abrahán murió en 1843 a. E.C., cuando su nieto Jacob tenía quince años de edad, de modo que el muchacho tuvo tiempo suficiente de oír por boca de su abuelo, así como de su padre, acerca del pacto de Dios ratificado por juramento. (Gé 22:15-18.) Jacob se dio cuenta del gran privilegio que significaría ser partícipe en el cumplimiento de tales promesas divinas. Finalmente, se le presentó la oportunidad de comprarle legalmente a su hermano tanto la primogenitura como todo lo que esta conllevaba. (Dt 21:15-17.) Un día en que Esaú volvía exhausto del campo percibió el aroma del sabroso guisado que su hermano había cocinado, se acercó y exclamó: “¡Aprisa, por favor, dame un bocado de lo rojo... lo rojo que está allí, porque estoy cansado!”. Jacob respondió: “¡Véndeme, ante todo, tu derecho de primogénito!”. “Esaú despreció la primogenitura”, por lo que efectuó la venta con toda celeridad, sellándola con un juramento solemne. (Gé 25:29-34; Heb 12:16.) Estas fueron razones suficientes para que Jehová dijera: “Amé a Jacob, pero odié a Esaú”. (Ro 9:13; Mal 1:2, 3.)

      ¿Obró bien Jacob al hacerse pasar por Esaú?

      Cuando Isaac se hizo viejo y vio próxima su muerte, pidió a Esaú que fuera a cazar una pieza, y le dijo: “Déjame comer, a fin de que te bendiga mi alma antes que yo muera”. Sin embargo, Rebeca oyó la conversación y rápidamente mandó a Jacob a buscar dos cabritos a fin de preparar un sabroso plato para Isaac, y le dijo a Jacob: “Tienes que llevarlo a tu padre y él tiene que comerlo, a fin de que te bendiga antes de su muerte”. Incluso le puso las pieles de los cabritos en las manos y el cuello para que cuando Isaac palpara a Jacob, pensara que era Esaú. Cuando Jacob le llevó la comida a su padre, este le preguntó: “¿Quién eres, hijo mío?”, a lo que Jacob contestó: “Soy Esaú tu primogénito”. Como bien sabía Jacob, legalmente tenía derecho a hacerse pasar por Esaú, el primogénito de Isaac. Isaac palpó a Jacob para ver si era realmente Esaú, y dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú”. Por fin, todo salió como se había previsto e Isaac “lo bendijo”. (Gé 27:1-29.) ¿Habían obrado bien Rebeca y Jacob?

      No se podía dudar que Jacob tenía derecho a la bendición. Antes del nacimiento de los gemelos, Jehová le había dicho a Rebeca: “El mayor servirá al menor”. (Gé 25:23.) Posteriormente, en armonía con las inclinaciones que Jehová ya había previsto y que le habían llevado a amar a Jacob más que a Esaú, este vendió la primogenitura a Jacob por solo un plato de guisado. (Gé 25:29-34.)

      La Biblia no dice si Isaac conocía estas indicaciones sobre quién debería recibir la primogenitura. No sabemos por qué Rebeca y Jacob obraron como lo hicieron, aunque ambos eran conscientes de que la bendición le pertenecía a Jacob. Este no se hizo pasar por Esaú maliciosamente para apoderarse de algo a lo que no tenía derecho. La Biblia no condena lo que hicieron Rebeca y Jacob. El resultado fue que Jacob recibió la bendición que le correspondía. Isaac mismo debió reconocer que se había cumplido la voluntad de Jehová. Poco después, cuando mandó a Jacob a Harán para que buscara una esposa, volvió a bendecirle y le dijo específicamente: “Dios Todopoderoso [...] te dará la bendición de Abrahán”. (Gé 28:3, 4; compárese con Heb 11:20.)

  • Jacob
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Jacob se traslada a Padán-aram. (MAPA, vol. 1, pág. 529.) Jacob tenía setenta y siete años cuando dejó Beer-seba para ir a la tierra de sus antepasados, donde pasó los siguientes veinte años de su vida. (Gé 28:10; 31:38.) Después de viajar unos 100 Km. en dirección NNE., se detuvo en Luz (Betel), en las colinas de Judea, para pasar la noche, y usó por almohada una piedra. En sus sueños vio una escalera, o un tramo de escalera, que llegaba a los cielos y por la que ascendían y descendían ángeles. En lo alto vio a Jehová, que le confirmó el pacto divino que había hecho con Abrahán e Isaac. (Gé 28:11-13; 1Cr 16:16, 17.)

      En este pacto Jehová le prometió a Jacob que lo cuidaría, lo guardaría y no lo abandonaría hasta que la tierra sobre la que estaba acostado llegase a ser suya, y su descendencia fuese tanta como las partículas de polvo de la Tierra. Además le dijo: “Por medio de ti y por medio de tu descendencia todas las familias del suelo ciertamente se bendecirán”. (Gé 28:13-15.) Cuando Jacob se dio verdadera cuenta de la importancia que tenía lo que había experimentado por la noche, exclamó: “¡Cuán inspirador de temor es este lugar! Esta no es otra cosa sino la casa de Dios”. Por esa razón cambió el nombre de Luz a Betel, que significa “Casa de Dios”, y procedió a erigir una columna y a ungirla como testigo de estos acontecimientos trascendentales. En agradecimiento a la promesa de Dios de apoyarle, también hizo el voto de que sin falta le daría a Jehová la décima parte de todo lo que recibiese. (Gé 28:16-22.)

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