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MediadorPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Es obvio que el pacto de la Ley y el nuevo pacto necesitaron del derramamiento de sangre para su validación ante Dios. De otro modo Él no hubiera reconocido su validez ni hubiera mantenido con los implicados una relación basada en pacto. (Heb 9:17.) Para dar validez al pacto de la Ley, se utilizaron víctimas animales —toros y cabras— que tomaron el lugar de Moisés, el mediador. (Heb 9:19.)
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MediadorPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Validación del pacto de la Ley. El apóstol Pablo dice: “Ahora bien, no hay mediador cuando se trata de una sola persona, mas Dios es uno solo”. (Gál 3:20.) En el pacto de la Ley, Dios era uno de los pactantes y la nación de Israel el otro. Debido a su condición pecaminosa, los israelitas no podían pactar por sí solos con Dios, sino que necesitaban un mediador. Esta carencia se manifestó en su petición a Moisés: “Habla tú con nosotros, y escuchemos nosotros; pero no hable Dios con nosotros, por temor de que muramos”. (Éx 20:19; Heb 12:18-20.) Por consiguiente, como expresión de su misericordia, Jehová designó a Moisés mediador del pacto de la Ley y dispuso que se sacrificasen animales con el fin de dar validez al pacto. Por supuesto, Moisés también era imperfecto y pecador, pero tenía el reconocimiento de Dios, como lo había tenido Abrahán tiempo atrás. (Heb 11:23-28; véase DECLARAR JUSTO [Cómo se ‘cuenta’ como justo a alguien].) Con motivo de la inauguración del pacto, Moisés supervisó el sacrificio de los animales. Acto seguido, roció la sangre sobre el rollo o el “libro del pacto”, leyó el libro al pueblo, expuso los términos recogidos en el pacto y el pueblo accedió a obedecer. Posteriormente, Moisés roció al pueblo (lógicamente a los ancianos que lo representaban) con la sangre, diciendo: “Aquí está la sangre del pacto que Jehová ha celebrado con ustedes tocante a todas estas palabras”. (Éx 24:3-8; Heb 9:18-22.)
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