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  • Residente forastero
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Cuando se dio el pacto de la Ley en el monte Sinaí, se incluyó una legislación especial que regiría, con un espíritu muy amoroso, las relaciones entre el residente forastero y el israelita natural. Puesto que el residente forastero estaba en desventaja por no haber nacido israelita, la Ley le mostraba consideración especial y le protegía con sus muchas disposiciones para el débil y el desamparado. Jehová recordaba con frecuencia a los israelitas el hecho de que ya conocían las aflicciones del residente forastero en una tierra extraña, por lo que deberían tratarlo con el espíritu generoso y protector que a ellos no se les había mostrado. (Éx 22:21; 23:9; Dt 10:18.) El residente forastero, sobre todo el prosélito, tenía que ser tratado básicamente como un hermano. (Le 19:33, 34.)

      Aunque el pacto de la Ley permitía que personas de cualquier procedencia formaran parte de la congregación de Israel una vez que aceptaban la adoración verdadera de Jehová y se circuncidaban, había excepciones y restricciones. Ni los egipcios ni los edomitas podían entrar en la congregación hasta la tercera generación, es decir, la tercera generación que viviera en la tierra de Israel. (Dt 23:7, 8.) A los hijos ilegítimos y a sus descendientes se les impedía la entrada en la congregación “hasta la décima generación”. (Dt 23:2.) A los ammonitas y a los moabitas se les prohibía “hasta la décima generación [...] hasta tiempo indefinido [...]. No debes trabajar en el interés de la paz de ellos ni de la prosperidad de ellos en todos tus días, hasta tiempo indefinido”. (Dt 23:3-6.) Todas estas restricciones aplicaban a los varones de esas naciones. Por otra parte, un varón a quien se hubiera mutilado los órganos sexuales no podía entrar nunca en la congregación. (Dt 23:1.)

      El residente forastero que se había hecho adorador circunciso debía cumplir la Ley igual que un israelita y obedecer todas sus disposiciones. (Le 24:22.) Por ejemplo: tenía que guardar el sábado (Éx 20:10; 23:12) y celebrar la Pascua (Nú 9:14; Éx 12:48, 49), la fiesta de las tortas no fermentadas (Éx 12:19), la fiesta de las semanas (Dt 16:10, 11), la fiesta de las cabañas (Dt 16:13, 14) y el Día de Expiación (Le 16:29, 30). Podía ofrecer sacrificios (Nú 15:14), pero debía hacerlo de la misma manera que se prescribía para el israelita natural. (Nú 15:15, 16.) Sus ofrendas habían de ser sin tacha (Le 22:18-20), y tenía que llevarlas a la entrada de la tienda de reunión exactamente igual que el israelita natural. (Le 17:8, 9.) No podía participar en ningún tipo de adoración falsa. (Le 20:2; Eze 14:7.) Tenía que desangrar a los animales que cazase antes de comer la carne; de lo contrario, sería “cortado”. (Le 17:10-14.) Podía recibir perdón de los pecados que entrañaban responsabilidad de comunidad junto con el Israel natural. (Nú 15:26, 29.) Tenía que observar los procedimientos de purificación si, por ejemplo, se hacía inmundo por haber tocado el cadáver de un ser humano. (Nú 19:10, 11.) Cuando se dice que se podía dar al residente forastero el cuerpo de un animal muerto, debe entenderse que se trataba del residente que no era prosélito. (Dt 14:21.)

      En el campo judicial, al residente forastero se le garantizaba un trato justo e imparcial en los juicios en los que estuviera implicado un israelita natural. (Dt 1:16, 17.) Nadie debía defraudarlos ni pervertir su juicio. (Dt 24:14, 17.) Si alguien trataba injustamente a un residente forastero, se le consideraba maldito. (Dt 27:19.) Las ciudades de refugio para el homicida involuntario estaban disponibles tanto para el residente forastero y el poblador como para el israelita natural. (Nú 35:15; Jos 20:9.)

      Como los residentes forasteros no tenían heredades territoriales, algunos eran mercaderes; otros, asalariados, y otros, esclavos. (Le 25:44-46.) Cabía la posibilidad de que se enriquecieran (Le 25:47; Dt 28:43); no obstante, la Ley generalmente los clasificaba entre los pobres e indicaba cómo protegerlos y suministrarles lo necesario. El residente forastero podía beneficiarse del diezmo que se daba cada tres años. (Dt 14:28, 29; 26:12.) Las rebuscas del campo y de la viña tenían que dejarse para él (Le 19:9, 10; 23:22; Dt 24:19-21), y también podía alimentarse de lo que crecía durante los años sabáticos. (Le 25:6.) En calidad de trabajador asalariado, recibía la misma protección que el israelita natural. Un israelita pobre quizás se vendiera a un residente forastero rico, en cuyo caso el israelita tenía que recibir buen trato como asalariado y mantenía en todo momento el derecho de recompra, que podía ejercer él mismo o un pariente. En último caso se le debía liberar al séptimo año de su servicio o en el Jubileo. (Le 25:39-54; Éx 21:2; Dt 15:12.)

  • Residente forastero
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • El poblador incircunciso que moraba en la tierra no comía la Pascua ni nada que fuera santo. (Éx 12:45; Le 22:10.) Al igual que los residentes forasteros y los pobres, recibía beneficios durante el año sabático y el año de Jubileo, cuando se le permitía participar del producto de la tierra. (Le 25:6, 12.) Los israelitas podían comprar al poblador o a su descendencia como esclavos y pasarlos como herencia permanente sin derecho de recompra o de liberación en el Jubileo. (Le 25:45, 46.) Por otra parte, un israelita quizás se vendiera a sí mismo como esclavo a un poblador o a la familia de este, pero en todo momento mantenía el derecho de recompra y de ser liberado en el séptimo año de su servicio o en el Jubileo. (Le 25:47-54; Éx 21:2; Dt 15:12.)

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