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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Como el mes lunar siempre empezaba con la aparición de la luna nueva (heb. jó·dhesch), el término “luna nueva” también llegó a significar “mes”. (Gé 7:11; Éx 12:2; Isa 66:23.)

  • Luna
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Dado que el promedio de lunación entre luna nueva y luna nueva es de 29 días, 12 horas y 44 minutos, algunos meses lunares antiguos tenían 29 días, y otros, 30. Es probable que originalmente determinasen las lunaciones al observar que aparecía la luna creciente; pero hay indicios que muestran que en el tiempo de David se calculaba de antemano. (1Sa 20:5, 18, 24-29.) Sin embargo, según la Misná (Rosh ha-shana 1:3–2:7), después del exilio el Sanedrín judío se reunía muy de mañana el día trigésimo de siete de los meses del año para determinar el tiempo de la luna nueva. Se apostaban atalayas en lugares estratégicos elevados alrededor de Jerusalén, y en cuanto observaban la luna nueva, transmitían el informe al tribunal judío. Una vez recibido suficiente testimonio, el tribunal anunciaba: “Santificado”, lo que señalaba oficialmente el comienzo de un nuevo mes. Si las nubes o la niebla impedían la visibilidad, se declaraba que el mes anterior había tenido 30 días y el nuevo mes empezaba el día siguiente al que se había reunido el tribunal. También se dice que se daba otro anuncio por medio de una fogata que se encendía a modo de señal en el monte de los Olivos, y se repetía en otros puntos elevados por todo el país. Más tarde este método debió reemplazarse por el de mensajeros que se enviaban para llevar las noticias.

      En el siglo IV E.C. se empezó a utilizar un calendario normalizado, en el que los meses judíos tenían un número fijo de días, con la excepción de Hesván, Kislev y Adar, que seguían oscilando entre 29 y 30 días, dependiendo de ciertos cálculos.

      La observancia de la luna nueva. De acuerdo con el pacto de la Ley, los judíos acostumbraban a recibir la luna nueva con toques de trompeta y la presentación de sacrificios. (Nú 10:10; 2Cr 2:4; Sl 81:3; compárese con Isa 1:13, 14.) De hecho, las ofrendas prescritas en la Ley para esta ocasión eran mayores que las que se presentaban en los días de sábado. (Nú 28:9-15.) Si bien la Ley no indicaba que debiera descansarse en el día de luna nueva, de la lectura de Amós 8:5 se desprende que cesaba el trabajo. Al parecer, se tomó como día festivo (1Sa 20:5) y ocasión idónea para reunirse y recibir instrucción de la ley de Dios. (Eze 46:1-3; 2Re 4:22, 23; Isa 66:23.)

      La séptima luna nueva del año (que correspondía al primer día del mes de Etanim o Tisri) era sabática, y en el pacto de la Ley se dispuso que fuese un día de completo descanso. (Le 23:24, 25; Nú 29:1-6.) Era el día “del toque de trompeta”, pero con un carácter más significativo que el de las otras lunas nuevas del año. Anunciaba la proximidad del Día de Expiación, que se celebraba el día 10 del mismo mes. (Le 23:27, 28; Nú 29:1, 7-11.)

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