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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • 2) El sembrador (Mt 13:3-8; Mr 4:3-8; Lu 8:5-8). No hay ninguna clave en la ilustración para poder interpretarla, pero la explicación se expresa claramente en Mateo 13:18-23; Marcos 4:14-20 y Lucas 8:11-15. La atención se centra en las circunstancias que afectan la tierra, o corazón, y las influencias que pueden estorbar el crecimiento de la semilla, o palabra del Reino.

      En aquellos días las semillas se sembraban de diferentes maneras. Era corriente que el sembrador llevase la semilla en una bolsa que colgaba del hombro y ataba a la cintura —otros la llevaban recogida en el faldón de su prenda exterior de vestir—, y la fuese arrojando a su paso. Se procuraba cubrir la semilla cuanto antes para evitar que los cuervos y las urracas se la comiesen, pero si el labrador se dejaba algún tramo de tierra sin arar o la semilla caía en tierra dura junto al camino, las aves se la comían. Los “pedregales” no eran porciones del suelo llenos de pedruscos, sino, como dice Lucas 8:6, una “masa rocosa” o lajas de roca en el subsuelo sobre las que había muy poca tierra. El sol chamuscaría en seguida las plantas que brotasen de las semillas que cayesen en esa tierra. El suelo lleno de espinos debió ser también terreno arado, pero no totalmente limpio de malas hierbas, de modo que estas crecieron y ahogaron la semilla que cayó en él. El fruto obtenido de la siembra de la semilla en la buena tierra —de a ciento, sesenta y treinta por uno— entra dentro de lo razonable. La siembra de semillas y la diversidad de suelos eran conceptos que conocían bien los que escuchaban a Jesús.

      3) Mala hierba en medio del trigo (Mt 13:24-30). Jesús facilita la explicación, como se registra en Mateo 13:36-43, contrastando el “trigo”, o los “hijos del reino”, con la “mala hierba”, o los “hijos del inicuo”.

      La acción de sobresembrar un campo con mala hierba era un gesto de enemistad no del todo desconocido en el Oriente Medio. Se cree que la “mala hierba” mencionada en la parábola es la cizaña (Lolium temulentum), cuyas propiedades venenosas tal vez se deban a un hongo que crece en la semilla. En sus fases de desarrollo y crecimiento se asemeja mucho al trigo, pero cuando madura es posible distinguirla con facilidad. Si se come, puede ocasionar mareos, y, en determinadas circunstancias, la muerte. Como las raíces de esta planta se entretejen con las del trigo, cualquier intento de arrancarla antes de la siega ocasionaría una pérdida importante de la cosecha del trigo.

      4) El grano de mostaza (Mt 13:31, 32; Mr 4:30-32; Lu 13:18, 19). Se dice que el tema es “el reino de los cielos”. Como se desprende de otros pasajes, esta parábola puede referirse a algún aspecto relacionado con el Reino. En este caso, la parábola resalta dos ideas: en primer lugar, el sorprendente crecimiento en la cantidad de personas que han aceptado el mensaje del Reino; y en segundo lugar, la protección que estas reciben.

      El grano de mostaza es diminuto, de modo que podía usarse para aludir a algo extremadamente pequeño. (Lu 17:6.) Algunas plantas de mostaza alcanzan una altura de 3 a 4,5 m. cuando están plenamente desarrolladas, y tienen ramas gruesas, por lo que se asemejan a “un árbol”, como dijo Jesús. De forma parecida, la congregación cristiana tuvo un comienzo modesto en el Pentecostés del año 33 E.C. Pero en el siglo I E.C. creció rápidamente y, en nuestros tiempos, las ramas del simbólico árbol de mostaza se han extendido mucho más allá de lo esperado. (Isa 60:22.)

      5) La levadura (Mt 13:33). El tema es de nuevo “el reino de los cielos”. Las “tres grandes medidas” son tres sá·ta, es decir, tres seas, que equivalen a un total de aproximadamente 22 l. de harina. La cantidad de levadura sería pequeña en comparación, pero puede afectar a toda la masa. ¿Qué faceta del Reino se ilustra en esta parábola? Al igual que la levadura, el crecimiento espiritual relacionado con el Reino no siempre es visible a los ojos humanos, pero es constante y tiene lugar por toda la Tierra. Como la levadura en una gran cantidad de harina, la predicación, que da origen al crecimiento espiritual, se ha extendido hasta el punto de que hoy las buenas nuevas del Reino se predican “hasta la parte más distante de la tierra”. (Hch 1:8.)

      6) El tesoro escondido (Mt 13:44). Jesús no la dirigió a las muchedumbres, sino a sus propios discípulos. (Mt 13:36.) Tal como se dice en el texto, el tema es “el reino de los cielos”, que causa gozo a quien lo encuentra, hace que realice cambios y ajustes en su vida y busque primero el Reino, dejando todo atrás para conseguirlo.

      7) El comerciante buscador de perlas (Mt 13:45, 46). Jesús la dirigió a sus discípulos. Compara el Reino de los cielos a una perla excelente de tal valor, que un hombre vende todas sus posesiones para adquirirla.

      Las perlas son gemas preciosas que se hallan en el interior de la concha de ciertos moluscos. No todas son de calidad “excelente”; algunas no son blancas traslúcidas, sino amarillas u oscuras, o de superficie ligeramente áspera. En el antiguo Oriente Medio eran muy preciadas, y complacían a su propietario. En la ilustración, el mercader que buscaba perlas tuvo la sagacidad de reconocer la excelencia de esta, estuvo dispuesto a hacer todo lo necesario y vender cuanto tenía, para adquirirla. (Compárese con Lu 14:33; Flp 3:8.)

      8) La red barredera (Mt 13:47-50). Con esta ilustración Jesús representa la acción de separar o escoger a los que no son dignos del Reino de los cielos. El versículo 49 indica que su cumplimiento culmina “en la conclusión del sistema de cosas”.

      Una red es un aparejo hecho con hilos o cuerdas trabados o anudados en forma de malla, que se sumerge en un cuerpo de agua y puede recoger toda clase de peces. La ilustración no podía ser más idónea para los discípulos de Jesús, algunos de los cuales habían sido pescadores. Sabían muy bien que la ley mosaica estipulaba que algunos peces, por no tener aletas y escamas, eran inmundos y no se podían comer. (Le 11:9-12; Dt 14:9, 10.)

      9) El esclavo despiadado (Mt 18:23-35). La situación que llevó a que Jesús pronunciase la ilustración se expone en Mateo 18:21, 22, y la aplicación aparece en el versículo 35. Pone de relieve lo pequeñas que son las deudas de nuestros semejantes en comparación con lo que nosotros le debemos a Dios. La ilustración graba en nosotros, humanos pecadores a los que Dios perdona una deuda tan grande por medio del sacrificio de Cristo, la necesidad de ser misericordiosos con los pecados relativamente insignificantes que nuestro prójimo comete contra nosotros.

      Un denario equivalía al jornal de un día de trabajo, por lo que cien denarios —la deuda menor— equivaldrían a una tercera parte del jornal de un año. Diez mil talentos de plata —la deuda mayor— equivalían a sesenta millones de denarios, una cantidad que costaría miles de años de vida recaudarla. Se puede apreciar la enormidad de lo que se debía al rey si se piensa que, según Josefo, los impuestos que pagaban en conjunto los territorios de Idumea, Judea y Samaria, así como otras ciudades, en su día ascendían a seiscientos talentos al año; Galilea y Perea pagaban doscientos. El propio Jesús expresa en el versículo 35 el principio que encierra la parábola: “Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano”.

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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • 14) La gran cena (Lu 14:16-24). Los versículos 1 al 15 dan el marco; la ilustración se relató en una comida a un invitado que dijo: “Feliz es el que coma pan en el reino de Dios”.

      Era costumbre notificar a los que previamente habían sido previamente invitados a una fiesta en qué momento estaría lista la comida. Los que pidieron que se les dispensara de esta gran cena prefirieron seguir tras otros intereses, que por lo general habrían parecido normales. Sin embargo, sus respuestas mostraron que no tenían un verdadero deseo de estar presentes y que tampoco tenían la consideración apropiada a su anfitrión. Aquellos a quienes se invitó después —pobres, lisiados, cojos, ciegos y otros a los que finalmente se hizo entrar— fueron personas que el mundo en general consideraba indignas. (Compárese con el vs. 13.)

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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • 23) Los trabajadores a los que se les pagó un denario (Mt 20:1-16). La ilustración es parte de la respuesta de Jesús a la pregunta de Pedro registrada en Mateo 19:27: “¡Mira! Nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido; ¿qué habrá para nosotros, realmente?”. Nótese también Mt 19:30 y 20:16.

      La época de la vendimia es un período de gran inquietud para los propietarios de viñedos. A algunos obreros se les contrataba para todo el tiempo que duraba la cosecha; otros eran contratados dependiendo de la necesidad. El que se pagara el jornal al final del día estaba en armonía con la ley mosaica; era una necesidad para los trabajadores pobres. (Le 19:13; Dt 24:14, 15.) El denario, lo que se pagaba por el trabajo de un día, era una moneda romana de plata cuyo valor actual sería de unos 0,74 centavos (E.U.A.). En el siglo I E.C., los judíos dividían el día desde la salida hasta la puesta del Sol en doce partes iguales; por lo tanto, la hora tercera sería aproximadamente desde las 8 hasta las 9 de la mañana; la hora sexta, desde las 11 hasta el mediodía; la hora nona, desde las 14 a las 15 horas, y la hora undécima, desde las 16 hasta las 17 horas.

      24) Las minas (Lu 19:11-27). Pronunciada camino de Jerusalén, adonde Jesús se dirigía por última vez, en el año 33 E.C. (Lu 19:1, 28.) Como se dice en el versículo 11, se pronunció la ilustración porque “ellos se imaginaban que el reino de Dios iba a exhibirse instantáneamente”.

      En el Imperio romano era corriente que una persona de nacimiento noble viajase a Roma en busca de poder real. Arquelao, el hijo de Herodes el Grande, viajó a Roma con este propósito, pero los judíos enviaron 50 embajadores a la corte de Augusto con cargos contra él para frustrar su solicitud de poder. La mina de plata que inicialmente se entregó a cada esclavo —cuyo valor actual se cifra en 65,40 dólares (E.U.A.)— equivalía en aquel entonces al sueldo de ochenta y ocho días.

      25) Los dos hijos (Mt 21:28-31). Esta ilustración, que se pronunció en el templo de Jerusalén, formaba parte de la respuesta de Jesús a las preguntas del versículo 23: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?”. Tras darles respuesta, Jesús se valió de algunas ilustraciones para mostrar a los caudillos religiosos qué clase de personas eran realmente.

      Jesús da la aplicación de su ilustración en los versículos 31 y 32. Muestra que a los principales sacerdotes y a los ancianos de influencia a los que estaba hablando se les podía comparar al segundo hijo, pues profesaban servir a Dios, pero en realidad no lo hacían. Por otra parte, los recaudadores de impuestos y las rameras que creyeron a Juan el Bautista fueron como el primer hijo; al principio rehusaron tajantemente servir a Dios, pero más tarde les pesó y cambiaron su derrotero.

      26) Los cultivadores homicidas (Mt 21:33-44; Mr 12:1-11; Lu 20:9-18). Pronunciada en el templo de Jerusalén solo tres días antes de que se diera muerte a Jesús. También pronunció esta ilustración en respuesta a la pregunta sobre quién le había dado autoridad. (Mr 11:27-33.) Los evangelios dicen que cuando Jesús terminó la ilustración, los líderes religiosos se dieron cuenta de que estaba hablando de ellos. (Mt 21:45; Mr 12:12; Lu 20:19.)

      La cerca de la viña tal vez fuese de piedra (Pr 24:30, 31) o quizás un seto de arbustos. (Isa 5:5.) El depósito para el vino se solía excavar en la roca y constaba de dos niveles, de modo que el mosto fluía del superior al inferior. La torre era un lugar de vigilancia para el guarda de la viña, que tenía que protegerla de ladrones y animales. En algunos casos los cultivadores contratados recibían cierta porción de los frutos, y en otros pagaban un alquiler en dinero o concordaban en dar al dueño una cantidad determinada del producto, como parece ser el caso de la ilustración. Al dar muerte al hijo, el heredero, quizás pensaran en apropiarse de la viña, puesto que el que la plantó se hallaba fuera del país. En Isaías 5:1-7 se dice que la “viña de Jehová” es “la casa de Israel”. Como lo muestran los escritores de los evangelios, Jesús citó el Salmo 118:22, 23 como una clave para entender la ilustración.

      27) El banquete de bodas del hijo del rey (Mt 22:1-14). Como indica el versículo 1, esta ilustración es una continuación de lo antedicho, y forma parte de la respuesta de Jesús a la pregunta acerca de la autoridad con qué efectuaba su obra. (Mt 21:23-27.) Para su aplicación, nótense los versículos 2 y 14.

      Unos meses antes, Jesús había puesto una ilustración parecida: una gran cena a la que se había invitado a muchas personas, pero estas declinaron la invitación alegando diversas ocupaciones, y así menospreciaron al anfitrión. (Lu 14:16-24.) En esta ocasión, unos tres días antes de su muerte, Jesús no solo se refiere al desinterés de los invitados por acudir, sino al espíritu asesino de algunos de ellos. El haber matado a los representantes del rey equivalía a rebelión, por lo que los ejércitos del rey dieron muerte a los asesinos y quemaron su ciudad. Tratándose de una boda real, era de esperar que el anfitrión proporcionase a los invitados una prenda de vestir especial para una ocasión tan señalada. En tal caso, si alguno de los invitados no la llevaba puesta, indicaría que se la había rechazado al rey cuando este se la ofreció.

      28) Las diez vírgenes (Mt 25:1-13). Esta ilustración concerniente al “reino de los cielos” forma parte de la respuesta de Jesús a la pregunta de sus discípulos registrada en Mateo 24:3. El propósito de la ilustración se muestra claramente en Mateo 25:13.

      En aquellos días, una costumbre muy señalada en las ceremonias de boda era el recorrido solemne que hacía la novia desde la casa de su padre hasta la del novio o la del padre del novio. El novio, vestido con sus mejores galas y acompañado de sus amigos, salía de su casa al atardecer en dirección a la casa de los padres de la novia. Desde allí se encaminaba hacia la que sería su casa, acompañado de músicos, cantores y, por lo general, de personas que portaban lámparas. A lo largo del recorrido, el cortejo nupcial despertaba gran interés en la gente y algunos hasta se sumaban al grupo, en particular las jóvenes vírgenes, que solían llevar lámparas de aceite. (Jer 7:34; 16:9; Isa 62:5.) Como no había prisas, el cortejo podía entretenerse hasta muy tarde, de modo que quienes estuviesen esperando a su paso se quedasen dormidos. Los cantos y la alegría del grupo se podía escuchar a una buena distancia, y quienes oían la algarabía solían gritar: “¡Aquí está el novio!”. Una vez que el novio y su séquito entraban en la casa y cerraban la puerta, era demasiado tarde para cualquier invitado que se hubiese retrasado. El aceite de las lámparas que se llevaban durante el recorrido tenía que reponerse con cierta frecuencia.

      29) Los talentos (Mt 25:14-30). Jesús pronunció esta ilustración acerca de un hombre que estaba a punto de viajar al extranjero ante cuatro de sus discípulos solo tres días antes de su muerte; no mucho después ascendió a los cielos. También forma parte de la respuesta de Jesús a la pregunta registrada en Mateo 24:3. (Mr 13:3, 4.)

      A diferencia de la ilustración de las minas, en la que a cada esclavo solo se le dio una mina, aquí los talentos se dan “a cada uno según su propia habilidad”. (Lu 19:11-27.) El talento de plata al que parece hacer referencia la ilustración equivalía a lo que un trabajador de aquellos días podía ganar en unos veinte años. Todos los esclavos debían interesarse en la hacienda de su amo y negociar de modo diligente y sabio con los bienes del amo puestos a su cuidado. Si no deseaban aumentar ellos mismos los bienes del amo, debían entregar el dinero a los banqueros para que no fuese completamente improductivo y al menos generase intereses. Pero el esclavo inicuo e indolente ocultó en la tierra el talento que se le encargó, obrando así en contra de los intereses de su amo.

      30) Las ovejas y las cabras (Mt 25:31-46). Como se dice en los versículos 31, 32, 41 y 46, lo que se ilustra aquí es la separación y el juicio de las personas de las naciones cuando el Hijo del hombre llega en su gloria. Esta ilustración es parte de la respuesta de Jesús a la pregunta de sus discípulos concerniente a la ‘señal de su presencia y de la conclusión del sistema de cosas’. (Mt 24:3.)

      En el Oriente Medio, las ovejas y las cabras solían pacer juntas, y al pastor no le suponía ninguna dificultad separar unas de otras. En las referencias de Jesús a las cabras no hay ninguna intención peyorativa respecto al animal. (En el día anual de expiación se derramaba la sangre de una cabra por los pecados de Israel.) Por consiguiente, se alude a las cabras para representar a una determinada clase de personas, así como las ovejas representan a otra. La “derecha”, donde se coloca a las “ovejas”, es un lugar de honor. (Hch 2:33; Ef 1:19, 20.) La “izquierda”, donde se coloca a las “cabras”, representa un lugar de deshonra. (Compárese con Ec 10:2.) Nótese que las “ovejas”, colocadas a la derecha del entronizado Hijo del hombre, no son los “hermanos” de Jesucristo, pues se dice que las “ovejas” los tratan con bondad. (Mt 25:34-40; Heb 2:11, 12.)

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