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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • El Reino mesiánico. Pablo da en sus escritos una visión completa de la revelación del secreto sagrado del Cristo. En Efesios 1:9-11 explica que Dios dio a conocer el “secreto sagrado” de su voluntad, y dice: “Es según su beneplácito que él se propuso en sí mismo para una administración al límite cabal de los tiempos señalados, a saber: reunir todas las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas en los cielos y las cosas en la tierra. Sí, en él, en unión con el cual a nosotros también se nos asignó como herederos, por cuanto fuimos predeterminados según el propósito de aquel que opera todas las cosas conforme a la manera como su voluntad aconseja”. Este “secreto sagrado” incluye un gobierno, el Reino mesiánico de Dios. “Las cosas [que están] en los cielos”, a las que Pablo se refiere, son los herederos en perspectiva de ese Reino celestial con Cristo. “Las cosas [que están] en la tierra” serán sus súbditos terrestres. Jesús mostró a sus discípulos que el secreto sagrado tenía que ver con el Reino cuando les dijo: “A ustedes se les ha dado el secreto sagrado del reino de Dios”. (Mr 4:11.)

      Incluye a la congregación. Hay muchas facetas en el secreto sagrado. El apóstol añadió otros detalles cuando explicó que el secreto sagrado engloba a la congregación, de la que Cristo es cabeza. (Ef 5:32; Col 1:18; Rev 1:20.) Los miembros de la congregación son sus coherederos, con quienes comparte el Reino. (Lu 22:29, 30.) Se les escoge tanto de entre los judíos como de entre los gentiles. (Ro 11:25; Ef 3:3-6; Col 1:26, 27.) Esta faceta del “secreto sagrado” no se pudo entender con claridad hasta que en el año 36 E.C. Pedro fue enviado a visitar al gentil Cornelio y vio que la casa de este gentil recibía los dones del espíritu santo. (Hch 10:34, 44-48.) Pablo escribió a los cristianos gentiles: “Estaban [...] sin Cristo, [...] extraños a los pactos de la promesa, y no tenían esperanza, y estaban sin Dios en el mundo. Pero ahora, en unión con Cristo Jesús, ustedes los que en un tiempo estaban lejos han llegado a estar cerca por la sangre del Cristo”. (Ef 2:11-13.) Por medio de la relación que Dios mantiene con la congregación, los “gobiernos y [...] las autoridades en los lugares celestiales” llegarían a conocer “la grandemente diversificada sabiduría de Dios”. (Ef 3:10.)

      En una visión de la Revelación, se le mostró a Juan esta congregación compuesta de 144.000 personas compradas “de entre la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero”. Estaban de pie con el Cordero Jesucristo sobre el monte Sión, el lugar donde está situada la ‘ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial’. En la antigua Jerusalén terrestre estaba “el trono de Jehová”, en el que se sentaban reyes de la línea de David; también se hallaba allí el templo de Jehová. Jesucristo está entronizado en la Jerusalén celestial, y sus seguidores ungidos con espíritu comparten su gobernación real. (Rev 14:1, 4; Heb 12:22; 1Cr 29:23; 1Pe 2:4-6.) La resurrección de estos a inmortalidad e incorrupción durante el tiempo de la presencia de Cristo es una de las características de la manera de actuar de Dios con la congregación, un “secreto sagrado” en sí misma. (1Co 15:51-54.)

  • Secreto sagrado
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Queda terminado. En la visión dada al apóstol Juan se le dijo: “En los días de dar el toque el séptimo ángel, cuando esté a punto de tocar su trompeta, verdaderamente queda terminado el secreto sagrado de Dios, según las buenas nuevas que él declaró a sus propios esclavos los profetas”. (Rev 10:7.) Esta conclusión del secreto sagrado está relacionada estrechamente con el toque de trompeta del séptimo ángel que acompaña el anuncio que se hace en el cielo: “El reino del mundo sí llegó a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará para siempre jamás”. (Rev 11:15.) De modo que el secreto sagrado de Dios queda terminado en el momento en que Jehová da comienzo a su Reino por medio de su Mesías o Cristo. Jesucristo habló mucho a sus discípulos, los “esclavos” de Dios, acerca del reino de Dios, y dijo que “estas buenas nuevas del reino” seguirían predicándose hasta el fin (té·los, griego) del “sistema de cosas”. Después que ‘el secreto sagrado de Dios quedara terminado’, las “buenas nuevas” que se predicarían incluirían, por lo tanto, lo que anunciaron las voces en el cielo: “El reino del mundo sí llegó a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo”. (Mt 24:3, 14.)

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