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  • David
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • No obstante, cuando David dejó por primera vez las ovejas de su padre, no fue para desempeñar el poder del reino. Primero fue músico de la corte por recomendación de un consejero de Saúl, quien describió a David no solo como “diestro en tocar”, sino también como “valiente y poderoso y hombre de guerra y persona que habla con inteligencia y hombre bien formado, y Jehová está con él”. (1Sa 16:18.) Así, David se convirtió en el arpista del atribulado Saúl y en su escudero. (1Sa 16:19-23.)

      Más tarde, por razones que no se registran, David volvió a la casa de su padre por un período indeterminado.

  • David
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Fugitivo. (MAPA, vol. 1, pág. 746) Estos acontecimientos en seguida lanzaron a David del anonimato de pastor al protagonismo ante los ojos de todo Israel. Colocado delante de los hombres de guerra, se recibió a David con danzas y regocijo cuando volvió de una expedición victoriosa contra los filisteos. Un canto popular fue: “Saúl ha derribado sus miles, y David sus decenas de miles”. (1Sa 18:5-7.) “Todo Israel y Judá amaban a David”, y Jonatán, el propio hijo de Saúl, celebró con él un pacto de amor y amistad mutuos de por vida, cuyos beneficios se extendieron a Mefibóset y Micá, el hijo y el nieto de Jonatán respectivamente. (1Sa 18:1-4, 16; 20:1-42; 23:18; 2Sa 9:1-13.)

      Esta popularidad despertó la envidia de Saúl, quien continuó “mirando a David [...] con sospecha desde aquel día en adelante”. Por dos veces arrojó una lanza con la intención de clavar a David en la pared mientras este tocaba el arpa como en ocasiones anteriores, pero en ambas ocasiones Jehová lo libró. Saúl había prometido que daría su hija a aquel que matase a Goliat, pero entonces se mostraba reacio a dársela a David. Por fin consintió en que David se casase con su segunda hija, con tal de que le llevase “cien prepucios de los filisteos”, una petición irrazonable que creyó que significaría la muerte de David. Sin embargo, el valeroso David dobló la dote: se presentó a Saúl con doscientos prepucios, y se casó con Mical. Por lo tanto, dos de los hijos de Saúl, movidos por amor, habían celebrado pactos con David, y esto hizo que se acrecentase aún más el odio de Saúl. (1Sa 18:9-29.) Cuando David estaba de nuevo tocando ante Saúl, el rey procuró clavarle en la pared por tercera vez. Por esta razón, David huyó al amparo de la noche, y solo volvería a ver a Saúl en circunstancias muy diferentes y, en cierto modo, extrañas. (1Sa 19:10.)

      Después de estos incidentes, David vivió en continua huida de un lugar a otro durante varios años, sufriendo la persecución implacable de un rey terco y malvado que estaba resuelto a matarle. Primero David se refugió con el profeta Samuel en Ramá (1Sa 19:18-24), pero cuando este dejó de ser un escondite seguro, se dirigió a la ciudad filistea de Gat, deteniéndose en el camino para ver al sumo sacerdote Ahimélec en Nob, donde obtuvo la espada de Goliat. (1Sa 21:1-9; 22:9-23; Mt 12:3, 4.) Sin embargo, para salir con vida de Gat, tuvo que pasar por loco, haciendo con torpeza signos de cruz en la puerta y dejando correr la saliva por la barba. (1Sa 21:10-15.) Los Salmos 34 y 56 de David se basan en esta experiencia. Luego huyó a la cueva de Adulam, donde su familia y unos cuatrocientos hombres desafortunados y angustiados se unieron a él. Puede que tanto el Salmo 57 como el 142 aludan a su estancia en esta cueva. David continuó en constante movimiento, desde allí hasta Mizpé, en Moab, y después volvió al bosque de Héret, en Judá. (1Sa 22:1-5.) Mientras vivía en Queilá, se enteró de que Saúl estaba preparándose para atacar, después de lo cual él y sus hombres, que en ese momento ascendían a unos seiscientos, salieron hacia el desierto de Zif. Saúl continuó la persecución de un lugar a otro, desde el desierto de Zif, en Hores, hasta el desierto de Maón. Cuando estaba a punto de capturar a su presa, llegó el informe de una incursión filistea. Como resultado, abandonó por un tiempo la persecución, lo que permitió al fugitivo escapar a En-guedí. (1Sa 23:1-29.) Los hermosos salmos de alabanza a Jehová por proveer liberación milagrosa se basan en este tipo de experiencias. (Sl 18, 59, 63, 70.)

      Fue en En-guedí donde Saúl entró en una cueva para hacer del cuerpo. David, escondido al fondo de la cueva, se acercó silenciosamente y cortó la falda de la prenda de Saúl, pero le perdonó la vida. Dijo que era inconcebible de su parte hacerle daño al rey, porque “es el ungido de Jehová”. (1Sa 24:1-22.)

      Después de la muerte de Samuel. Después de la muerte de Samuel, David, todavía exiliado, empezó a morar en el desierto de Parán. (Véase PARÁN.) Nabal, un rico ganadero establecido en Carmelo, al S. de Hebrón, y a quien David y sus hombres habían mostrado bondad, los trató con desaire e ingratitud. La rápida reacción de Abigail, esposa de Nabal, impidió que David exterminara a los varones de la casa, pero Jehová hirió a Nabal, así que murió. Después David se casó con la viuda, de modo que tuvo dos esposas: Ahinoam de Jezreel y Abigail de Carmelo; durante la larga ausencia de David, Saúl había entregado a su hija Mical a otro hombre. (1Sa 25:1-44; 27:3.)

      Por segunda vez David se refugió en el desierto de Zif y de nuevo empezó la persecución. David asemejó a Saúl y a sus tres mil hombres a aquellos que buscan “una sola pulga, tal como se corre tras una perdiz sobre las montañas”. Una noche David y Abisai entraron con cautela en el campamento de Saúl mientras todos dormían y se hicieron con la lanza y la jarra del agua de Saúl. Abisai quería matar a Saúl, pero David le perdonó la vida por segunda vez, diciendo que desde el punto de vista de Jehová era inconcebible para él alargar su mano contra el ungido de Dios. (1Sa 26:1-25.) Esa noche fue la última vez que David vio a su adversario.

      David se estableció en Ziqlag, dentro del territorio filisteo, por un período de dieciséis meses, fuera del alcance de Saúl. Varios hombres poderosos desertaron de las fuerzas de Saúl y se unieron a los exiliados en Ziqlag, lo que le permitió a David hacer incursiones en las ciudades de los enemigos de Israel, en el S., y de ese modo aseguró los límites de Judá y fortaleció su futura posición como rey. (1Sa 27:1-12; 1Cr 12:1-7, 19-22.) Cuando los filisteos se preparaban para atacar a las fuerzas de Saúl, el rey Akís, pensando que David era “un hedor entre su pueblo Israel”, le invitó a que le acompañara. No obstante, los otros señores del eje rechazaron a David por considerarle una amenaza para su seguridad. (1Sa 29:1-11.) En la batalla que culminó en el monte Guilboa, murieron Saúl y tres de sus hijos, entre ellos Jonatán. (1Sa 31:1-7.)

      Entretanto, los amalequitas saquearon y quemaron Ziqlag, y se llevaron todas las mujeres y niños. Acto seguido, las fuerzas de David persiguieron y alcanzaron a los merodeadores, y recuperaron a sus esposas e hijos, así como todos los bienes. (1Sa 30:1-31.) Al cabo de tres días, un amalequita le llevó a David la diadema y el brazalete de Saúl, alardeando falsamente de que había dado muerte al rey cuando este había sido herido y esperando recibir una recompensa. Aunque el amalequita había mentido, David ordenó que le matasen por alegar que había dado “muerte al ungido de Jehová”. (2Sa 1:1-16; 1Sa 31:4, 5.)

      Rey. (MAPA, vol. 1, pág. 746) La trágica noticia de la muerte de Saúl afligió mucho a David. Lo que le entristecía no era tanto la muerte de su enconado enemigo como la caída del ungido de Jehová. A modo de lamento, David compuso una endecha titulada “El arco”. En ella llora la muerte de Saúl, su enconado enemigo, y la de su mejor amigo, caídos juntos en batalla: “Saúl y Jonatán, los amables y los agradables durante su vida, y en su muerte no fueron separados”. (2Sa 1:17-27.)

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