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ContribuciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Los israelitas tuvieron el privilegio de hacer contribuciones para la construcción y el equipamiento de los edificios destinados a la adoración verdadera. Contribuyeron con materiales para el tabernáculo y su mobiliario (Éx 25:1-9; 35:4-9), “una ofrenda voluntaria a Jehová” que hubo de detenerse porque “resultó suficiente para toda la obra que había de hacerse, y más que suficiente”. (Éx 35:20-29; 36:3-7.) Como parte de la contribución del rey David para la construcción del futuro templo, se contaba su “propiedad especial” de oro y plata, que ascendía a más de 1.202.000.000 de dólares (E.U.A.). Por su parte, los príncipes y los jefes del pueblo contribuyeron gozosamente oro y plata por valor de más de 1.993.000.000 de dólares (E.U.A.), además de cobre, hierro y piedras. (1Cr 29:1-9.)
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ContribuciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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En los días del rey Jehoás se colocó un cofre en la puerta de la casa de Jehová para recibir las contribuciones que permitieran acometer una reparación de envergadura del templo. Los príncipes y el pueblo se regocijaron de llevar “el impuesto sagrado” con el que se hacía posible renovar la casa de Dios y hacer los utensilios del templo. (2Cr 24:4-14.)
Los que no eran israelitas también contribuían para la adoración verdadera. Cuando Esdras y el resto judío partieron de Babilonia hacia Jerusalén en 468 a. E.C., llevaron consigo plata, oro y utensilios, una contribución del rey Artajerjes de Persia, sus consejeros, sus príncipes y los israelitas de Babilonia. Estos artículos de valor se pusieron al cuidado de hombres de confianza durante el viaje. (Esd 7:12-20; 8:24-30.)
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