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SacerdotePerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Los deberes sacerdotales en el santuario eran los siguientes: degollar los sacrificios que llevaba el pueblo, rociar la sangre sobre el altar, cortar en pedazos los sacrificios, mantener ardiendo el fuego del altar, cocer la carne y recibir todas las otras ofrendas, como las de grano, y ocuparse de los casos de inmundicia y de los votos especiales correspondientes, etc. (Le 1–7; 12:6; 13–15; Nú 6:1-21; Lu 2:22-24.) Se encargaban de las ofrendas quemadas de la mañana y del atardecer y de todos los otros sacrificios que se hacían regularmente en el santuario, excepto los que eran responsabilidad del sumo sacerdote; también quemaban incienso sobre el altar de oro. (Éx 29:38-42; Nú 28:1-10; 2Cr 13:10, 11.) Ponían en orden las lámparas, las mantenían abastecidas de aceite (Éx 27:20, 21) y cuidaban del aceite santo y del incienso. (Nú 4:16.) Bendecían al pueblo en asambleas solemnes, según se indica en Números 6:22-27. Pero ningún otro sacerdote podía estar en el santuario cuando el sumo sacerdote entraba en el Santísimo para hacer expiación. (Le 16:17.)
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SacerdotePerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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¿Cómo se determinaban en Israel las asignaciones de los sacerdotes para servir en el templo?
El rey David organizó veinticuatro divisiones o relevos de sacerdotes, dieciséis eran de la casa de Eleazar y ocho de la de Itamar. (1Cr 24:1-19.) Sin embargo, del exilio en Babilonia solo regresaron sacerdotes de cuatro divisiones, al menos al principio. (Esd 2:36-39.) Hay quien opina que con el fin de continuar la anterior organización, las cuatro familias que regresaron se dividieron de manera que de nuevo hubo veinticuatro relevos. El doctor Edersheim indica en El Templo: Su ministerio y servicios en tiempos de Cristo (1990, pág. 98), que esto se llevó a cabo sacando cada familia cinco suertes por los que no habían regresado, y así formaron de entre ellos veinte relevos más, a los que dieron los nombres originales. Zacarías, el padre de Juan el Bautista, era un sacerdote de la octava división, la de Abías. Sin embargo, si el doctor Edersheim estuviese en lo cierto, puede que Zacarías no fuese descendiente de Abías, sino que solo perteneciese a la división que llevaba su nombre. (1Cr 24:10; Lu 1:5.) Al no haber información más completa, no se pueden sacar conclusiones definitivas.
En el servicio del templo los sacerdotes estaban organizados bajo diversos oficiales. Se echaban suertes para asignar ciertos servicios. Cada una de las veinticuatro divisiones servía durante una semana a la vez, por lo que estaban asignados a desempeñar su responsabilidad dos veces al año. Seguramente todo el sacerdocio servía en las temporadas de fiesta, cuando el pueblo ofrecía miles de sacrificios, como sucedió en la dedicación del templo. (1Cr 24:1-18, 31; 2Cr 5:11; compárense con 2Cr 29:31-35; 30:23-25; 35:10-19.) Un sacerdote podría servir en otras ocasiones siempre que no interfiriera en los servicios específicos de los sacerdotes asignados durante ese tiempo del año. Según las tradiciones rabínicas, en los días de Jesús había muchos sacerdotes, por lo que se hizo necesario subdividir el servicio semanal entre las varias familias que formaban parte de una división, y así cada familia tenía la oportunidad de servir uno o más días, según la cantidad de miembros que tuviese.
El servicio diario que probablemente se consideraba de más honor era el de quemar incienso sobre el altar de oro. Esto se hacía después de ofrecer el sacrificio. Mientras se quemaba el incienso, el pueblo estaba reunido en oración fuera del santuario. La tradición rabínica dice que se echaban suertes para efectuar este servicio, pero que a alguien que hubiera oficiado previamente no se le permitía participar a menos que todos los presentes hubieran realizado ese servicio antes. (El Templo: Su ministerio y servicios en tiempos de Cristo, págs. 166, 175.) Si esto era así, por lo general un sacerdote solo tendría ese honor una vez en su vida. Era este servicio el que estaba efectuando Zacarías cuando el ángel Gabriel se le apareció para anunciarle que él y su esposa Elisabet tendrían un hijo. Cuando Zacarías salió del santuario, la muchedumbre reunida allí pudo discernir por su apariencia y su incapacidad para hablar que había visto algo sobrenatural en el santuario; por lo tanto, el suceso llegó a ser de conocimiento público. (Lu 1:8-23.)
Parece ser que todos los sábados los sacerdotes tenían el privilegio de cambiar el pan de la proposición. En ese mismo día la división sacerdotal de esa semana completaba su servicio y empezaba el nuevo relevo para la siguiente semana. Los sacerdotes llevaban a cabo estas y otras funciones necesarias sin que representase un quebrantamiento del sábado. (Mt 12:2-5; compárese con 1Sa 21:6; 2Re 11:5-7; 2Cr 23:8.)
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