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CreaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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A Jehová Dios se le identifica a través de las Escrituras como el Creador. Es “el Creador de los cielos, [...] el Formador de la tierra y el Hacedor de ella”. (Isa 45:18.) Es el “Formador de las montañas y el Creador del viento” (Am 4:13), y “Aquel que hizo el cielo y la tierra y el mar y todas las cosas que hay en ellos”. (Hch 4:24; 14:15; 17:24.)
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CreaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Aunque Jehová, que es un Espíritu (Jn 4:24; 2Co 3:17), ha existido siempre, no se puede afirmar lo mismo de la materia que constituye el universo. Por lo tanto, cuando creó los cielos y la tierra literales, Jehová no usó materia preexistente. Génesis 1:1 deja esto claro con las palabras: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”. En caso de que la materia hubiera existido siempre, no habría sido correcto el uso del término “principio” con referencia a las cosas materiales. Sin embargo, después de crear la tierra, Dios sí formó “del suelo toda bestia salvaje del campo y toda criatura voladora de los cielos”. (Gé 2:19.) También formó al hombre “del polvo del suelo”, soplando en sus narices aliento de vida para que llegara a ser un alma viviente. (Gé 2:7.)
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Cuando la tierra aún estaba “sin forma y desierta”, con “oscuridad sobre la superficie de la profundidad acuosa”, era la fuerza activa de Dios la que se movía de un lado a otro sobre la superficie de las aguas. (Gé 1:2.) De modo que Dios usó su fuerza activa, o “espíritu” (heb. rú·aj), para efectuar la creación. Las cosas que ha creado no solo dan testimonio de su poder, sino también de su divinidad (Jer 10:12; Ro 1:19, 20), y como Jehová “no es Dios de desorden, sino de paz” (1Co 14:33), su obra creativa está marcada por el orden, no por el caos o la casualidad. Jehová le recordó a Job que había dado pasos específicos al fundar la tierra y poner barricadas al mar, e indicó que existen “estatutos de los cielos”. (Job 38:1, 4-11, 31-33.) Además, las obras creativas de Dios son perfectas al igual que todas sus otras obras. (Dt 32:4; Ec 3:14.)
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La creación de los ángeles precedió a la fundación de la Tierra, pues cuando Jehová interrogó a Job, le preguntó: “¿Dónde te hallabas tú cuando yo fundé la tierra [...], cuando las estrellas de la mañana gozosamente clamaron a una, y todos los hijos de Dios empezaron a gritar en aplauso?”. (Job 38:4-7.) Después de crear estas criaturas de espíritu celestiales, se hicieron los cielos y la Tierra materiales. Puesto que Jehová es esencialmente el responsable de toda esta obra creativa, es a Él a quien se le atribuye. (Ne 9:6; Sl 136:1, 5-9.)
Cuando las Escrituras dicen: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Gé 1:1), dejan sin determinar cuándo tuvo lugar la creación. El uso del término “principio” es, por lo tanto, incuestionable, sin importar la edad que los científicos quieran atribuirle al globo terráqueo, así como a todos los planetas y los demás cuerpos celestes. El momento real de la creación de los cielos y la Tierra materiales puede haber acontecido hace miles de millones de años.
Actividades creativas posteriores relacionadas con la Tierra. Después de referirse a la creación de los cielos y la Tierra materiales (Gé 1:1, 2), el libro de Génesis —desde el capítulo 1 hasta el capítulo 2 y versículo 3— proporciona un bosquejo de las obras creativas que se hicieron en la Tierra. A partir del versículo 5 del capítulo 2 de Génesis encontramos un relato paralelo que retoma la narración en un momento determinado del tercer “día”, después de aparecer la tierra seca y antes de la creación de la vegetación. Suministra detalles que no aparecen en el relato general del capítulo 1. El registro inspirado habla de seis períodos creativos llamados “días” y de un séptimo período o “día séptimo”, en el que Dios dejó de efectuar obras creativas terrestres y procedió a descansar. (Gé 2:1-3.) Aunque el relato de Génesis sobre la creación terrestre no hace distinciones botánicas o zoológicas detalladas de acuerdo con los criterios modernos, los términos que emplea cubren adecuadamente las divisiones principales de la vida y muestran que se las creó de modo que se reprodujeran solo según sus “géneros” respectivos. (Gé 1:11, 12, 21, 24, 25; véase GÉNERO.)
El cuadro que aparece a continuación muestra las obras creativas de Dios durante cada uno de los seis “días” mencionados en Génesis.
CREACIÓN TERRESTRE DE JEHOVÁ
Día
Obras creativas
Textos
1.
Luz; división entre el día y la noche
2.
Expansión, división entre las aguas que estarían debajo de la expansión y las que estarían sobre ella
3.
Tierra seca; vegetación
4.
Las lumbreras celestes se hacen distinguibles desde la tierra
5.
Almas acuáticas y criaturas voladoras
6.
Animales terrestres; hombre
Génesis 1:1, 2 hace referencia a un tiempo anterior a los seis “días” bosquejados en el cuadro. Cuando estos “días” comenzaron, el Sol, la Luna y las estrellas ya existían, como se explicita en Génesis 1:1. Sin embargo, antes de estos seis “días” de obra creativa, “la tierra se hallaba sin forma y desierta y había oscuridad sobre la superficie de la profundidad acuosa”. (Gé 1:2.) Al parecer, aún había un manto de nubes que envolvía la tierra y que impedía la llegada de la luz hasta su superficie.
Cuando Dios dijo el Día Primero: “Llegue a haber luz”, debió penetrar luz difusa a través de ese manto de nubes, aunque todavía no era posible distinguir desde la superficie terrestre las fuentes de las que procedía. Parece ser que este fue un proceso gradual, como lo muestra la versión (en inglés) de J. W. Watts: “Y gradualmente vino a la existencia la luz”. (Gé 1:3, A Distinctive Translation of Genesis.) Dios efectuó una división entre la luz y la oscuridad, y llamó a la luz Día, y a la oscuridad, Noche. Esto indica que la Tierra giraba en torno a su eje durante su movimiento de traslación alrededor del Sol, de modo que los hemisferios oriental y occidental alternaban períodos de luz y de oscuridad. (Gé 1:3, 4.)
Durante el Día Segundo, Dios hizo una expansión causando que ocurriera una división “entre las aguas y las aguas”. Algunas aguas permanecieron sobre la tierra y otras, en gran cantidad, fueron elevadas muy por encima de la superficie terrestre, de manera que entre ambas llegó a haber una expansión. A esta Dios la llamó Cielo, aunque tan solo con relación a la tierra, pues no se dice que las aguas suspendidas sobre la expansión abarcaran a las estrellas u otros cuerpos del espacio exterior. (Gé 1:6-8; véase EXPANSIÓN.)
El Día Tercero el poder milagroso de Dios reunió las aguas de la tierra, de modo que apareció el terreno seco, al que Dios llamó Tierra. También fue en este día cuando Dios, no la casualidad ni ningún proceso evolutivo, confirió a la materia inanimada el principio vital, de modo que vinieron a la existencia la hierba, la vegetación y los árboles frutales. Cada una de estas tres divisiones generales podía reproducirse según su “género”. (Gé 1:9-13.)
La voluntad divina con respecto a las lumbreras se llevó a cabo durante el Día Cuarto, pues dice el registro: “Y Dios procedió a hacer las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominar el día y la lumbrera menor para dominar la noche, y también las estrellas. Así las puso Dios en la expansión de los cielos para brillar sobre la tierra, y para dominar de día y de noche y para hacer una división entre la luz y la oscuridad”. (Gé 1:16-18.) En vista de esta descripción de las lumbreras, la mayor debe referirse al Sol, y la menor, a la Luna, aunque no se menciona a estos dos cuerpos celestes por nombre sino hasta después del relato del diluvio del día de Noé. (Gé 15:12; 37:9.)
Con anterioridad, en el primer “día”, se había usado la expresión “Llegue a haber luz”. La palabra hebrea que se utiliza en este texto para luz es ʼohr, que significa luz en sentido general, mientras que en el cuarto “día” la palabra hebrea cambia a ma·ʼóhr, cuyo significado es una lumbrera o fuente de luz. (Gé 1:14.) De modo que el primer “día” debió penetrar una luz difusa a través del manto de nubes, aunque desde la superficie terrestre no sería posible ver las fuentes de las que procedía esa luz. Luego, en el cuarto “día”, las cosas cambiaron.
Es también digno de mención que en Génesis 1:16 no se usa el verbo hebreo ba·ráʼ, que significa “crear”, sino que se emplea el verbo hebreo ʽa·sáh, cuyo significado es “hacer”. Como el Sol, la Luna y las estrellas están incluidos en “los cielos” mencionados en Génesis 1:1, estos astros se crearon mucho antes del Día Cuarto. En ese “día” Dios procedió a “hacer” que dichos cuerpos celestes llegaran a tener una nueva relación con respecto a la superficie terrestre y a la expansión que había sobre ella. Las palabras: “Las puso Dios en la expansión de los cielos para brillar sobre la tierra”, deben indicar que en ese momento se hacían distinguibles desde la superficie de la Tierra, como si estuvieran en la expansión. Además, las lumbreras tenían que “servir de señales y para estaciones y para días y años”, lo que significaba que el hombre podría utilizarlas como guía de distintas maneras. (Gé 1:14.)
El Día Quinto vio la creación en la Tierra de las primeras almas no humanas. Dios no se propuso que las demás formas de vida evolucionaran de una sola criatura, sino que literalmente enjambres de almas vivientes llegaron a existir por el poder divino. Dice el registro: “Dios procedió a crear los grandes monstruos marinos y toda alma viviente que se mueve, los cuales las aguas enjambraron según sus géneros, y toda criatura voladora alada según su género”. Complacido con su creación, Dios la bendijo y dijo que ‘se hicieran muchos’, lo que era posible porque Él había dotado a estas criaturas de muchas familias genéricas distintas con la facultad de reproducirse “según sus géneros”. (Gé 1:20-23.)
El Día Sexto “Dios procedió a hacer la bestia salvaje de la tierra según su género y el animal doméstico según su género y todo animal moviente del suelo según su género”. Al igual que toda su obra creativa anterior, esta también fue buena a los ojos de Dios. (Gé 1:24, 25.)
Hacia el final del sexto día creativo, Dios trajo a la existencia una clase de criatura completamente nueva, superior a los animales aunque inferior a los ángeles: el hombre, creado a la imagen de Dios y según su semejanza. Aun cuando Génesis 1:27 dice brevemente con respecto a la humanidad: “Macho y hembra los creó”, el relato paralelo de Génesis 2:7-9 muestra que Jehová Dios formó al hombre del polvo del suelo, sopló en sus narices aliento de vida y el hombre llegó a ser alma viviente, con un hogar paradisiaco y abundancia de alimento a su disposición. En este caso Jehová Dios utilizó para su obra creativa los elementos terrestres, y después de haber formado al hombre, creó a la mujer partiendo de una de las costillas de Adán. (Gé 2:18-25.) Con la creación de la mujer se completó el “género” hombre. (Gé 5:1, 2.)
A continuación, Dios bendijo a la humanidad, diciendo al primer hombre y a su esposa: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra”. (Gé 1:28; compárese con Sl 8:4-8.) Dios suministró lo necesario para la humanidad y otras criaturas terrestres, pues les dio “toda la vegetación verde para alimento”. El registro inspirado dice sobre los resultados de esta obra creativa: “Después de eso vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno”. (Gé 1:29-31.) Al final del sexto día Dios había finalizado con éxito su trabajo de creación y “procedió a descansar en el día séptimo de toda su obra que había hecho”. (Gé 2:1-3.)
Después de exponer lo conseguido durante cada uno de los seis días de actividad creadora, en cada caso aparece la declaración: “Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana”, un día primero, segundo, tercero, etc. (Gé 1:5, 8, 13, 19, 23, 31.) Puesto que cada día creativo duró más de veinticuatro horas, como se explica más adelante, esta expresión no alude a una noche y un día literales, sino que debe entenderse en sentido figurado. Durante la tarde, las cosas serían indistintas, pero por la mañana podrían distinguirse con claridad. En el transcurso de la “tarde” o principio de cada uno de los períodos o “días” creativos, ningún observador angélico sería capaz de distinguir el propósito de Dios para ese día en particular, a pesar de que Él lo conociese perfectamente. Sin embargo, con la llegada de la “mañana”, habría plena luz con respecto a lo que Dios se había propuesto para ese día, pues entonces ya se habría realizado. (Compárese con Pr 4:18.)
Duración de los días creativos. La Biblia no especifica la duración de cada uno de los períodos creativos. No obstante, ya han finalizado los seis, puesto que se dijo con respecto al sexto día (como en el caso de cada uno de los cinco precedentes): “Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un día sexto”. (Gé 1:31.) Sin embargo, esta declaración no se hizo con respecto al séptimo día, en el que Dios procedió a descansar, y eso daba a entender que este día no había finalizado. (Gé 2:1-3.) Por otro lado, más de cuatro mil años después del comienzo del séptimo día, o día de descanso de Dios, Pablo indicó que aún se vivía en ese día. En Hebreos 4:1-11 se refirió a las palabras que había pronunciado David tiempo atrás (Sl 95:7, 8, 11) y al pasaje de Génesis 2:2, e instó: “Hagamos, por lo tanto, lo sumo posible para entrar en ese descanso”. De manera que para el tiempo del apóstol, el séptimo día había durado miles de años y todavía no había terminado. El reinado de mil años de Jesucristo, a quien la Biblia llama “Señor del sábado” (Mt 12:8), debe ser parte del gran sábado o día de descanso de Dios. (Rev 20:1-6.) Así pues, este día de descanso de Dios vería el transcurrir de miles de años desde su comienzo hasta su culminación. La semana de días descrita en Génesis 1:3 a 2:3, el último de los cuales es un día de descanso o sábado, parece corresponder con la semana en la que los israelitas dividieron su tiempo, de la que el séptimo día también era un día de descanso, según la voluntad divina. (Éx 20:8-11.) Y como el séptimo día se ha extendido por miles de años, es razonable deducir que cada uno de los seis períodos o días creativos anteriores duró también, por lo menos, miles de años.
El hecho de que un día puede durar más de veinticuatro horas lo indica Génesis 2:4, donde se hace referencia a todos los días creativos como un “día”. La observación inspirada de Pedro lo corrobora: “Un día es para con Jehová como mil años, y mil años como un día”. (2Pe 3:8.) Decir que cada día creativo dura, no veinticuatro horas, sino un período de tiempo más largo —miles de años— está de acuerdo con la realidad geológica de la misma Tierra.
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