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VidaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Vida terrestre sin corrupción. ¿Con qué esperanza cuenta el resto de la humanidad que no recibe vida celestial? Jesús dijo: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. (Jn 3:16.) En la parábola de las ovejas y las cabras, las personas de las naciones que han sido juzgadas como ovejas y separadas a la diestra de Jesús parten “a la vida eterna”. (Mt 25:46.) Pablo habla de los “hijos de Dios” y “coherederos con Cristo”, y dice que “la expectación anhelante de la creación aguarda la revelación de los hijos de Dios”. Luego pasa a decir: “La creación misma también será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. (Ro 8:14-23.) Cuando Adán fue creado como humano perfecto, era un “hijo de Dios”. (Lu 3:38.) La visión profética de Revelación 21:1-4 señala al tiempo en el que existirá “un nuevo cielo” y “una nueva tierra”, y promete que entonces “la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor”. Como esta no es una promesa para las criaturas celestiales, sino específicamente para “la humanidad”, da la garantía de que habrá una nueva sociedad humana terrestre que vivirá bajo el “nuevo cielo” y experimentará el restablecimiento de la mente y el cuerpo hasta tener salud completa y vida eterna como “hijos de Dios” terrestres.
En el mandato que Dios dio a Adán estaba implícito que Adán no moriría si obedecía. (Gé 2:17.) Lo mismo es cierto de la humanidad obediente; cuando su último enemigo, la muerte, sea reducida a la nada, no habrá en el cuerpo de la persona obediente ningún pecado que obre en él para ocasionarle la muerte. Vivirá hasta tiempo indefinido. (1Co 15:26.) La muerte será reducida a la nada al final del reinado de Cristo, que, según el libro de Revelación, durará mil años. En este libro se dice que los que serán reyes y sacerdotes con Cristo ‘llegarán a vivir, y reinarán con el Cristo por mil años’. “Los demás de los muertos”, que no llegarán a vivir ‘hasta que se terminen los mil años’, tienen que ser los que sigan con vida al fin de los mil años, pero antes de que Satanás sea liberado del abismo y traiga la prueba decisiva para la humanidad. Al fin de los mil años, las personas de la Tierra habrán alcanzado la perfección humana y estarán en la misma condición en que se hallaban Adán y Eva antes de pecar. Entonces podrá decirse que verdaderamente tienen vida en perfección. Los que después pasen la prueba, cuando Satanás sea soltado por un corto período de tiempo, podrán disfrutar de esa condición de vida para siempre. (Rev 20:4-10.)
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VidaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Regeneración. Con el fin de que el hombre pueda recuperar la perfección corporal y la perspectiva de vivir para siempre, Jehová ha provisto la verdad, “la palabra de vida”. (Jn 17:17; Flp 2:16.) El seguir la verdad proporcionará un conocimiento de lo que Dios ha suministrado mediante Jesucristo, que se dio a sí mismo “en rescate en cambio por muchos”. (Mt 20:28.) Únicamente a través de esta medida se puede restablecer al hombre a la plenitud en sentido espiritual y físico. (Hch 4:12; 1Co 1:30; 15:23-26; 2Co 5:21; véase RESCATE.)
Por lo tanto, la regeneración a la vida viene por medio de Jesucristo. Se dice que él es “el último Adán [...] un espíritu dador de vida”. (1Co 15:45.) Se le llama proféticamente “Padre Eterno” (Isa 9:6), y se le identifica como el que “derramó su alma hasta la mismísima muerte” y que la ‘puso como ofrenda por la culpa’. Como tal “Padre”, puede regenerar a la humanidad, dando así vida a los que son obedientes y ejercen fe en la ofrenda de su alma. (Isa 53:10-12.)
La esperanza de los hombres de tiempos antiguos. Los fieles de la antigüedad tenían la esperanza de vivir. El apóstol Pablo hace notar este hecho. Se remonta al tiempo de la prole de Abrahán antes de que se diera la Ley y habla de sí mismo, un hebreo, como si estuviese vivo entonces, en el sentido de que era un descendiente en potencia de sus antepasados. Dice: “Yo estaba vivo en otro tiempo aparte de ley; mas cuando llegó el mandamiento, el pecado revivió, pero yo morí. Y el mandamiento que era para vida, este hallé que fue para muerte”. (Ro 7:9, 10; compárese con Heb 7:9, 10.) Hombres como Abel, Enoc, Noé y Abrahán esperaban en Dios. Creían en la “descendencia” o simiente que magullaría la cabeza de la serpiente, lo que significaría liberación (Gé 3:15; 22:16-18); esperaban que llegase el Reino de Dios, la “ciudad que tiene fundamentos verdaderos”, y creían en una resurrección de los muertos. (Heb 11:10, 16, 35.)
Jehová dijo cuando dio la Ley: “Tienen que guardar mis estatutos y mis decisiones judiciales, los cuales, si el hombre los hace, entonces tendrá que vivir por medio de ellos”. (Le 18:5.) Seguramente, cuando los israelitas recibieron la Ley, la aceptaron como una vía que abría ante ellos la esperanza de la vida. La Ley era ‘santa y justa’, y todo aquel que pudiese cumplir a plenitud sus normas quedaría marcado como persona absolutamente justa. (Ro 7:12.) No obstante, en lugar de dar vida, puso de manifiesto la condición imperfecta y pecaminosa de los israelitas, así como de la humanidad en general. Además, la Ley condenaba a muerte a los judíos. (Gál 3:19; 1Ti 1:8-10.) Pablo dijo: “Cuando llegó el mandamiento, el pecado revivió, pero yo morí”. Por consiguiente, la Ley no podía dar vida.
El apóstol razona: “Si se hubiera dado una ley capaz de dar vida, la justicia realmente habría sido por medio de ley”. (Gál 3:21.) Entonces, como la Ley había condenado a los judíos, estos ya no solo eran pecadores como prole de Adán, sino que también estaban bajo una incapacidad adicional. Por esta razón Cristo murió en un madero de tormento. Pablo dijo: “Cristo, por compra, nos libró de la maldición de la Ley, llegando a ser una maldición en lugar de nosotros, porque está escrito: ‘Maldito es todo aquel que es colgado en un madero’”. (Gál 3:13.) Al remover este obstáculo (la maldición que se acarrearon los judíos por quebrantar la Ley), Jesucristo quitó de delante de los judíos la barrera que les impedía alcanzar la vida, dándoles así la oportunidad de conseguirla. De este modo, su rescate podía beneficiarles a ellos y también a otras personas.
La vida eterna: recompensa de Dios. En todo el registro bíblico se manifiesta que la esperanza de los siervos de Jehová ha sido la de recibir vida eterna de Su parte. Esta esperanza los ha animado a mantener fidelidad. No es una expectativa egoísta. El apóstol escribe: “Además, sin fe es imposible serle de buen agrado, porque el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que llega a ser remunerador de los que le buscan solícitamente”. (Heb 11:6.) Dios es remunerador, y esa es una de las cualidades por las que merece la plena devoción de sus criaturas.
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