-
CronologíaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
-
-
Cronología babilonia. Babilonia aparece en el relato bíblico sobre todo a partir del tiempo de Nabucodonosor II. El reinado del padre de Nabucodonosor, Nabopolasar, marcó el principio de lo que se ha llamado el Imperio neobabilonio; terminó con los reinados de Nabonido y su hijo Belsasar, y la conquista de Babilonia por Ciro el persa. Este período es de gran interés para los eruditos de la Biblia, ya que abarca la destrucción de Jerusalén por los babilonios y la mayor parte de los setenta años del exilio judío.
Jeremías 52:28 dice que al primer grupo de exiliados judíos se le llevó a Babilonia en el séptimo año de Nabucodonosor (o Nabucodorosor). En armonía con este hecho, una inscripción cuneiforme de la Crónica Babilonia (Museo Británico 21946) declara: “El séptimo año: en el mes de Kislev el rey de Akkad reunió a su ejército y marchó a Hattu. Acampó contra la ciudad de Judá y al segundo día del mes de Adar tomó la ciudad (y) capturó a (su) rey [Joaquín]. Nombró en la ciudad a un rey de su propia elección [Sedequías] (y) tomando el vasto tributo, lo llevó a Babilonia”. (Assyrian and Babylonian Chronicles, de A. K. Grayson, 1975, pág. 102; compárese con 2Re 24:1-17; 2Cr 36:5-10.) (GRABADO, vol. 2, pág. 326.) No hay ningún registro histórico a modo de crónica de los últimos treinta y dos años del reinado de Nabucodonosor, excepto una inscripción fragmentaria de una campaña contra Egipto del año trigésimo séptimo de Nabucodonosor.
Con respecto a Awel-Marduk (Evil-merodac, 2Re 25:27, 28), se han hallado tablillas fechadas hasta su segundo año de gobierno. Con relación a Neriglisar, considerado el sucesor de Awel-Marduk, se conocen tablillas de contratos fechadas hasta su cuarto año.
Una tablilla de arcilla babilonia ha sido útil para relacionar la cronología babilonia con la bíblica. Esa tablilla contiene la siguiente información astronómica correspondiente al año séptimo de Cambises II, hijo de Ciro II: “Año 7, Tammuz, noche del 14, 1 2/3 horas dobles [tres horas y veinte minutos] después que vino la noche, un eclipse lunar; visible en todo su curso; llegó a la mitad norte del disco [de la luna]. Tebet, noche del 14, dos horas dobles y media [cinco horas] en la noche antes de la mañana [en la última parte de la noche], el disco de la luna se eclipsó; todo el curso visible; el eclipse llegó a las partes norte y sur”. (Inschriften von Cambyses, König von Babylon, de J. N. Strassmaier, Leipzig, 1890, núm. 400, líneas 45-48; Sternkunde und Sterndienst in Babel, de F. X. Kugler, Münster, 1907, vol. 1, págs. 70, 71.) Estos dos eclipses lunares podrían identificarse con los que fueron visibles en Babilonia el 16 de julio de 523 a. E.C. y el 10 de enero de 522 a. E.C. (Canon of Eclipses, de Oppolzer, traducción al inglés de O. Gingerich, 1962, pág. 335.) Por tanto, esta tablilla parece indicar que el séptimo año de Cambises II empezó en la primavera de 523 a. E.C.
Como el séptimo año de Cambises II empezó en la primavera de 523 a. E.C., su primer año de reinado fue el 529 a. E.C., y su año de ascenso y último año de Ciro II como rey de Babilonia fue el 530 a. E.C. La última tablilla fechada del reinado de Ciro II es del día vigésimo tercero del mes quinto de su noveno año. (Babylonian Chronology, 626 B.C.–A.D. 75, de R. Parker y W. Dubberstein, 1971, pág. 14.) Si el noveno año de Ciro II como rey de Babilonia fue el 530 a. E.C., según esta cuenta su primer año fue el 538 a. E.C., y su año de ascenso, el 539 a. E.C.
Beroso. En el siglo III a. E.C., Beroso, un sacerdote babilonio, escribió una historia de Babilonia en griego, seguramente basada en registros cuneiformes. El profesor Olmstead dijo de sus escritos, “Solo han llegado hasta nosotros simples fragmentos, extractos o rastros. Y los más importantes de estos fragmentos nos han llegado mediante una tradición casi sin paralelo. Hoy tenemos que consultar una traducción latina moderna de una traducción armenia del griego original perdido de la Crónica de Eusebio, que en parte citó de Alejandro Polistor, que citó directamente de Beroso, y en parte de Abideno, quien al parecer citó de Juba, que citó de Alejandro Polistor y por lo tanto de Beroso. Para confundirlo más, en algunos casos Eusebio no ha reconocido el hecho de que Abideno es solo un débil eco de Polistor, ¡y ha citado los relatos de cada uno de ellos lado a lado! Y esto no es lo peor. Aunque por lo general debe preferirse su relato de Polistor, parece ser que Eusebio utilizó un manuscrito de poca calidad de ese autor”. (Assyrian Historiography, págs. 62, 63.) Josefo, historiador judío del siglo I E.C. también afirma que cita de Beroso. No obstante, es obvio que no puede considerarse concluyente la información cronológica que supuestamente procede de Beroso.
Otros factores a los que se deben las diferencias. Algunos estudiantes de Historia Antigua a menudo trabajan con la idea equivocada de que las tablillas cuneiformes (como las que pudo utilizar Beroso) siempre se escribieron al mismo tiempo o poco después de los acontecimientos que relatan. Pero, aparte de los muchos documentos cuneiformes de negocios que en realidad fueron contemporáneos, con frecuencia se ve que los textos históricos babilonios, e incluso muchos textos astronómicos, son de un período muy posterior. Por ello el asiriólogo D. J. Wiseman afirma que una parte de la llamada Crónica de Babilonia, que abarca el período que va desde el reinado de Nabu-nasir hasta Shamash-shum-u-kin (según los historiadores, 747-648 a. E.C.), es “una copia hecha en el año vigésimo segundo de Darío [la nota dice: “I. e.: 500 ó 499 a. C. si era Darío I”] de un texto más antiguo y estropeado”. (Chronicles of Chaldaean Kings, Londres, 1956, pág. 1.) De modo que no solo mediaban de ciento cincuenta a doscientos cincuenta años entre estos escritos y los acontecimientos que relatan, sino que además eran una copia de un documento defectuoso anterior, quizás el original, quizás no. Sobre los textos de la Crónica Neobabilonia, que abarca el período que va de Nabopolasar a Nabonido, el mismo autor dice: “Para escribir los textos de la Crónica Neobabilonia, se empleó una escritura pequeña de un tipo que no es posible fechar con precisión, pero que puede corresponder al período comprendido entre los años contemporáneos a los acontecimientos y el fin de la gobernación aqueménida”. De modo que es posible que se escribieran tan tarde como hacia el final del Imperio persa (331 a. E.C.), unos doscientos años después de la caída de Babilonia. Ya hemos visto que los escribas paganos pueden haber distorsionado tanto la información como las cifras en el transcurso de unos cuantos siglos. En vista de todos estos factores, no es prudente insistir en que deban darse como definitivas las cifras tradicionales de los reinados de los reyes neobabilonios.
Tanto la falta de registros históricos contemporáneos como la facilidad con la que la información pudo alterarse hace posible que uno o más de los gobernantes neobabilonios reinaran por más tiempo del que muestran las cifras tradicionales. El hecho de que no se hayan descubierto tablillas que abarquen los últimos años de un determinado reinado no puede utilizarse como prueba sólida contra tal posibilidad. Hay casos de reyes cuyos reinados no pueden confirmarse por las tablillas. Por ejemplo, no hay ninguna prueba cuneiforme contemporánea que ayude a fijar la duración de los reinados de Artajerjes III (Oco) (quien según los historiadores gobernó veintiún años [358 a 338 a. E.C.]) y Arses (a quien se le atribuye un reinado de dos años [337 a 336 a. E.C.]).
En realidad, los historiadores no saben dónde ubicar a ciertos reyes babilonios que sí se nombran en los registros. El profesor A. W. Ahl dice: “En las tablillas de contratos halladas en Borsippa hay nombres de reyes babilonios que no aparecen en ningún otro lugar. Es muy probable que pertenezcan a los últimos días de Darío I y los primeros de Jerjes I, según conjetura Ungnad”. (Outline of Persian History, 1922, pág. 84.) Lo cierto es que no puede asegurarse nada al respecto.
-
-
CronologíaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
-
-
El canon de Tolomeo. Claudio Tolomeo era un astrónomo griego que vivió en el siglo II E.C., o unos seiscientos años después de acabar el período neobabilonio. Su canon, o lista de reyes, está relacionado con una obra de astronomía que hizo. La mayoría de los historiadores modernos aceptan la información de Tolomeo sobre los reyes neobabilonios y la duración de sus reinados.
Tolomeo debió basar su información histórica en fuentes del período seléucida, que empezó más de doscientos cincuenta años después de la conquista de Babilonia por Ciro. Por lo tanto, no sorprende que los datos de Tolomeo concuerden con los de Beroso, sacerdote babilonio de la época seléucida.
Eclipses lunares. Se han usado estos para intentar fundamentar ciertas fechas de los reyes neobabilonios basadas en el canon de Tolomeo y los registros cuneiformes. Pero aunque es posible que Tolomeo calculara o registrara con exactitud las fechas de ciertos eclipses del pasado (un astrónomo moderno halló tres quintas partes de las fechas de Tolomeo correctas), esto no prueba que su transmisión de datos históricos sea correcta, es decir, que su correlación de los eclipses con los reinados de ciertos reyes se base consecuentemente en verdaderos hechos históricos.
-
-
CronologíaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
-
-
No obstante, no todos los textos que utilizan los historiadores para fechar acontecimientos y períodos de la historia antigua se basan en eclipses. Se han hallado diarios astronómicos que dan la posición de la Luna (en relación con ciertas estrellas o constelaciones) la primera y última vez que se vio en Babilonia en un día específico (por ejemplo, “la luna estaba un codo enfrente de la pata trasera del león”), y la que tenían ciertos planetas en ese mismo momento. Los cronólogos modernos dicen que una combinación similar de las posiciones astronómicas no se vuelve a repetir en miles de años. Las referencias de los diarios astronómicos a los reinados de ciertos reyes al parecer coinciden con los datos del canon de Tolomeo. Aunque para algunos esto pueda parecer una prueba incontrovertible, hay factores que reducen su fuerza de manera importante.
El primero es que las observaciones hechas en Babilonia pueden haber sido erróneas. Los astrónomos babilonios mostraron un gran interés en los fenómenos celestes que ocurrían cerca del horizonte, cuando salía o se ponía el Sol o la Luna. Sin embargo, el horizonte que se ve desde Babilonia suele estar oscurecido por tormentas de arena. Comentando sobre estos factores, el profesor O. Neugebauer dice que Tolomeo se quejó de “la falta de observaciones planetarias confiables [de la antigua Babilonia]. [Tolomeo] dice que las antiguas observaciones se hicieron con poco rigor, porque se preocupaban de las apariciones y desapariciones y de puntos estacionarios, fenómenos que, por su naturaleza, son muy difíciles de observar”. (The Exact Sciences in Antiquity, 1957, pág. 98.)
En segundo lugar está el hecho de que la gran mayoría de los diarios astronómicos hallados no fueron escritos en el tiempo del Imperio neobabilonio ni del persa, sino en la época seléucida (312-65 a. E.C.), aunque contienen información sobre esas épocas anteriores. Los historiadores suponen que son copias de documentos más antiguos. No existen textos astronómicos contemporáneos mediante los cuales se pueda establecer la cronología completa de la época neobabilonia y de la persa (finales del siglo VII al IV).
Por último, como en el caso de Tolomeo, aunque la información astronómica de los textos descubiertos (como ahora se interpreta y entiende) sea básicamente exacta, esto no prueba que también lo sea la información histórica que la acompaña. Tal como Tolomeo utilizó los reinados de reyes antiguos (según los entendió) tan solo como esquema donde colocar su información astronómica, así también los escritores (o copistas) de los textos astronómicos del período seléucida pudieron sencillamente haber insertado en sus textos astronómicos lo que entonces se aceptaba o “estaba en boga”, la cronología de aquel tiempo. Esa cronología aceptada o “en boga” bien pudo tener errores en los puntos más comprometidos tratados antes en este artículo. Para ilustrarlo: un astrónomo antiguo (o un escriba) pudo decir que un fenómeno celeste se produjo en el año 465 a. E.C., según nuestro calendario, y su información puede verificarse por varios cómputos exactos. Pero también puede decir que el año en el que tuvo lugar el fenómeno celeste (465 a. E.C.) era el vigésimo primer año del rey Jerjes y estar completamente equivocado. Dicho de forma sencilla, la exactitud astronómica no prueba la exactitud histórica.
-