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La ‘excesiva pecaminosidad’ del pecadoLa Atalaya 1975 | 1 de septiembre
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La ‘excesiva pecaminosidad’ del pecado
¿CUÁNTA maldad se encierra en el pecado? ¿Cuán trascendentales pueden ser los efectos de hasta un “pecadillo”? Lo que Jesús declaró mientras aconsejaba a sus discípulos en cuanto a fidelidad tiene que ver con esta cuestión. Dijo: “La persona fiel en lo mínimo es fiel también en lo mucho, y la persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho.” (Luc. 16:10) La infidelidad a Dios es pecado, y, según el apóstol Juan, “todo el que practica pecado también está practicando desafuero, de modo que el pecado es desafuero.” (1 Juan 3:4) Como sucede en el caso de una persona, también sucede en el caso de un grupo o cuerpo de personas, grande o pequeño; un leve desviarse de los principios correctos, si se deja que se extienda, puede causar craso desafuero e incalculable dificultad.—Rom. 7:13.
Una enérgica ilustración de los terribles efectos de lo que al principio pudiera haberse considerado una cosa pequeña se encuentra en el desarrollo del “hombre de desafuero.” La Biblia describe esto por medio de los escritos del apóstol Pablo en 2 Tesalonicenses, capítulo 2. Acerca de la llegada de este “hombre” tanto el apóstol Pablo como el apóstol Pedro dieron a las congregaciones advertencia anticipada de que “de entre ustedes mismos [ancianos en la congregación cristiana] se levantarán varones y hablarán cosas torcidas para arrastrar a los discípulos tras sí,” de que éstos ‘introducirían sectas destructivas’ y que muchos ‘seguirían sus actos de conducta relajada.’—Hech. 20:30; 2 Ped. 2:1-3.
EL DESEO DE PROMINENCIA ES PRINCIPIO DE LA APOSTASÍA
‘¿Cómo,’ pudiera decir alguien, ‘pudo originarse una situación como ésa en la propia congregación de Dios?’ Bueno, no fue algo que sucediera de la noche a la mañana. Se desarrolló de manera muy sutil. Jesús había puesto el ejemplo apropiado, ya había advertido claramente a sus discípulos contra el espíritu de los judíos, diciendo:
“Todas las obras que hacen las hacen para ser vistos por los hombres; . . . Les gusta el lugar más prominente en las cenas y los asientos delanteros en las sinagogas, y los saludos en las plazas de mercado y el ser llamados por los hombres Rabí [Maestro]. Mas ustedes, no sean llamados Rabí, porque uno solo es su maestro, mientras que todos ustedes son hermanos. Además, no llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra, porque uno solo es su Padre, el Celestial. Tampoco sean llamados ‘caudillos,’ porque su Caudillo es uno, el Cristo. Pero el mayor entre ustedes tiene que ser su ministro. El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.”—Mat. 23:5-12.
Hay muchas otras admoniciones semejantes en las Escrituras Cristianas. Pero algunos hombres que ocupaban posiciones de responsabilidad en la congregación primitiva evidentemente empezaron a sacar partido en cosas pequeñas. Se sentían algo importantes en la posición que ocupaban. Les parecía que les daba el derecho a un poco más de lo que merecía el miembro “ordinario” de la congregación. Se permitieron privilegios especiales, y esperaron cosas de naturaleza material de parte de los hermanos. De esa manera su vida podía ser un poco más fácil, otros podían considerarlos “alguien.” Eso era lo que querían, al principio. Pero gradualmente ellos y sus sucesores en el puesto se hicieron más exigentes, más osados, más arbitrarios al expresar autoridad. Engañaron y extraviaron a la congregación a fin de satisfacer sus deseos y ‘los explotaron con palabras fingidas.’ El apóstol Pablo describe a algunos de esos hombres en 2 Corintios 11:19, 20.—2 Ped. 2:3.
Posiblemente al principio estos hombres no tuvieron idea alguna de a lo que llevaría con el tiempo el simplemente querer unos cuantos favores... la terrible y espantosa cosa que produciría con el tiempo el complacer ellos el “pequeño” deseo egoísta. Probablemente pensaban que su desviación, si acaso había alguna, era leve. Pero investiguemos la historia de esta tendencia y veamos el resultado de ella, por lo cual estos mismísimos hombres se hicieron responsables.
Del relato que da la Biblia de la manifestación preliminar de la apostasía del “hombre de desafuero” se nos hace posible ir viendo en los registros históricos cómo se desarrolló.
DISTINCIÓN ENTRE CLERO Y LEGOS
Jesucristo no había dado instrucciones de que sus discípulos se dividieran en clero y legos. Todos eran iguales como miembros de una familia espiritual, todos hermanos de Jesucristo engendrados por espíritu, ungidos para ser un cuerpo de sacerdotes, con la expectativa de ser reyes y sacerdotes celestiales con Cristo. El apóstol Pedro los llamó “un sacerdocio real.” (1 Ped. 2:5, 9) Aunque algunos tenían responsabilidades como “pastores,” todos eran sacerdotes en un sentido espiritual y todos participaban en la obra de ofrecer sacrificios espirituales. (1 Ped. 5:1-4) No había ninguna insinuación de que estuvieran divididos en “clero y legos.” Sin embargo, note lo que dice la historia:
“La antítesis judía de clero y legos al principio fue desconocida entre los cristianos; y fue ‘solo a medida que los hombres retrocedieron del punto de vista evangélico al punto de vista judío’ que la idea del sacerdocio general cristiano de todos los creyentes cedió, más o menos completamente, a la del sacerdocio especial o clero. . . . Así hasta Tertuliano (De Baptismo, c. 17, antes de hacerse montanista): ‘Los legos tienen también el derecho de administrar los sacramentos y enseñar en la comunidad. La Palabra de Dios y los sacramentos eran comunicados por la gracia de Dios a todos, y por lo tanto pueden ser comunicados por todos los cristianos como instrumentos de la gracia divina. Pero aquí la cuestión tiene que ver no solamente con lo que se permite en general, sino también con lo que es conveniente en medio de las circunstancias existentes. Aquí pudiéramos usar estas palabras de San Pablo: “Todas las cosas son legítimas para los hombres, pero todas las cosas no son convenientes.” Si miramos al orden que es necesario mantener en la Iglesia, los legos por lo tanto han de ejercer su derecho sacerdotal de administrar los sacramentos solo cuando el tiempo y las circunstancias lo requieran.’ Desde el tiempo de Cipriano, . . . el padre del sistema jerárquico, la distinción entre el clero y los legos se hizo prominente, y muy pronto fue admitida universalmente. De hecho, desde el tercer siglo en adelante, el término clerus (kleros, ordo) fue aplicado casi exclusivamente al ministerio para distinguirlo de los legos. A medida que se desarrolló la jerarquía romana, el clero llegó a ser no meramente una orden distinta (que pudiera estar en consistencia con todos los reglamentos y doctrinas apostólicos), sino también a ser reconocido como el único sacerdocio, y el medio esencial de comunicación entre el hombre y Dios.”—Cyclopædia de M’Clintock y Strong, tomo II, página 386.
El susodicho Tascio Cecilio Cipriano fue el obispo de la iglesia de Cartago, África. Nació para el 200 E.C. y murió en 258 E.C. Era clérigo, llamado aquí “el padre del sistema jerárquico,” uno del cuerpo de clérigos que existió no mucho más de un siglo después de la muerte de los apóstoles de Cristo y sus asociados allegados. Desde ese tiempo en adelante, a través de la “Edad del Oscurantismo,” hasta el tiempo de la Reforma y el principio de las iglesias protestantes, y hasta la actualidad, esta distinción entre clero y legos ha existido en la cristiandad.
Fue este clero llamado “cristiano” lo que demostró que era “el hombre de desafuero . . . el hijo de la destrucción,” con relación a la apostasía o rebelión de 2 Tesalonicenses 2:3. Es patente que por el uso de esta expresión la Santa Biblia da a entender un “hombre” compuesto, que existe a través de un largo período de tiempo y cuya composición y personal cambian a medida que transcurre el tiempo.
OPOSICIÓN DIRECTA A DIOS
Puesto que esta rebelión (como se consideró en nuestro número anterior) es contra Jehová Dios, no es causa de sorpresa el que este “hombre” compuesto tratara de hacerse un dios, como lo hizo el gran rebelde Satanás el Diablo, a quien la Biblia llama “el dios de este sistema de cosas.” (2 Cor. 4:4) El apóstol Pablo dijo proféticamente lo siguiente del “hombre de desafuero”: “Él está puesto en oposición y se alza a sí mismo sobre todo el que se llama ‘dios’ o todo objeto de reverencia, de modo que se sienta en el templo del Dios, públicamente ostentando ser un dios.”—2 Tes. 2:4.
El “hombre de desafuero” es un cuerpo compuesto o incorporación de hombres. Sin embargo, podemos señalar lo que se alega en cuanto a uno de estos clérigos como reflejo de la actitud general del cuerpo. Del papa de la Iglesia Católica Romana, dice el diccionario eclesiástico de Ferrarisa:
“El papa es de tal dignidad y alteza que no es sencillamente un hombre, sino, como si fuera, Dios, y el Vicario de Dios. . . . Por lo tanto el papa está coronado con una corona triple, como rey del cielo, de la Tierra y del infierno. . . . No, la excelencia y el poder del papa no son solo en cuanto a cosas celestiales, terrestres e infernales, sino que también está sobre los ángeles, y es superior a ellos . . . De modo que si fuera posible que los ángeles erraran de la fe, o tuvieran sentimientos contrarios a ella, podrían ser juzgados y excomulgados por el papa. . . . Él es de tan grande dignidad y poder que ocupa idénticamente el mismo tribunal de Cristo . . . De modo que sea lo que sea que el papa haga parece proceder de la boca de Dios. . . . El papa es, como si fuera, Dios en la Tierra, el único príncipe de los fieles de Cristo, el mayor rey de todos los reyes, en posesión de la plenitud del poder; al cual se encomienda el gobierno del reino terrestre y celestial. . . . El papa es de tan grande autoridad y poder que puede modificar, declarar o interpretar la ley divina. . . . El papa puede a veces neutralizar la ley divina por medio de limitar, explicar,” etc.
El clero católico ha sostenido este poder y fuerza atribuido al papa, y, aunque tal vez muchos de los clérigos protestantes no estén de acuerdo con esto, ellos también se ostentan como “Reverendo,” “Reverendísimo” y “Padre” y usan otros títulos que los colocan muy por encima de los legos, para que se les admire, honre y sostenga materialmente, a menudo de manera muy elaborada... de una manera que se asemeja al espíritu de la alegación papal.—Job 32:21, 22.
No solo en este autoensalzamiento, sino también en hacerse “amigo” del mundo, el “hombre de desafuero” ha manifestado que está en oposición a Dios. (Sant. 4:4) Este “hombre” colectivo también se opone a Dios cuando trata de invalidar la Palabra inspirada de Dios, llamándola “mito,” “anticuada,” “no digna de confianza,” “llena de error” y hasta diciendo que “Dios está muerto.”
EL ‘MATRIMONIO’ DE IGLESIA Y ESTADO
En muchos países ha habido y aun ahora hay una unión de Iglesia y Estado. En esos ‘matrimonios’ la Iglesia se ha esforzado por ser quien dicte. El clero ha controlado el modo de pensar de la gente a gran grado, y los gobernantes políticos, sabiendo esto, han otorgado al clero autoridad, prestigio, protección e inmunidades, apoyo financiero, etcétera. Concerniente a “Iglesia y Estado,” The Encyclopedia Americana, tomo 6, páginas 657 y 658, dice:
“Entre estas dos instituciones, en tiempos modernos, rara vez, si alguna, ha existido perfecta armonía. Esta lucha, por tan largo tiempo extendida, promete durar para todo tiempo, a menos que algún sorprendente trastorno ocurra. Ha sido una lucha amarga. Ha envuelto grandes intereses y puesto en prominencia importantes discusiones. Ha fomentado levantamientos de toda clase y ha dado origen a una literatura de vituperación sin paralelo fuera de la contienda política. Ha sido, no pocas veces, simple contienda política. . . . Bajo Constantino la Iglesia entró en la arena de la actividad universal como colaboradora en la tarea de civilizar a los pueblos. Reconocida como el gobernante espiritual, gradualmente adquirió una habitación local y un nombre de potentado temporal. Se convirtió en potencia mundial. Este buen éxito fue el principio de todos los muchos desastres de la Iglesia. . . . Desde Constantino hasta Carlomagno el poder civil, mientras que dio reconocimiento legal a la Iglesia, se interfirió en su gobierno. Desde Carlomagno hasta un período que se acerca al de la Reforma, Iglesia y Estado estuvieron estrechamente unidos y hubo una generalmente reconocida subordinación de la autoridad civil a la autoridad espiritual.”
En este siglo veinte, la situación ha continuado. Se han peleado guerras por cuestiones religiosas, y se han peleado las Guerras Mundiales más grandes, más sangrientas y devastadoras, tomando la delantera las naciones de la cristiandad con las armas más asesinas.
¡Piense en las congojas, la desdicha, la matanza atroz, la difamación del nombre de Dios y del nombre del cristianismo, que han sido el resultado de aquel principio del deseo de prominencia y ganancia personal! De aquellos ancianos primitivos nombrados para pastorear el rebaño de Dios, muchos permanecieron fieles. Siguieron el principio que expresó Jesús, que dijo: “El que quiera ser el primero entre ustedes tiene que ser el esclavo de todos.” (Mar. 10:44) Pero los egoístas entre ellos causaron una rebelión de desafuero religioso que resultó en desdicha para millones de personas. Si hubieran seguido el mandato y el ejemplo patentes y sencillos de Cristo, no habría acontecido una cosa tan terrible.
Nosotros como individuos podemos aprender mucho de esto. Cuando Dios dice que una cosa es incorrecta, realmente es incorrecta. Cuando pasamos por alto su advertencia contra alguna forma de pecado, jamás debemos pensar que estamos haciendo ‘solo una cosita insignificante.’ No estamos en armonía con el arreglo universal de Dios y estamos participando en el principio de algo que pudiera ser sumamente perjudicial a muchas personas. La regla bíblica es: “Un poco de levadura hace fermentar toda la masa.” (1 Cor. 5:6) A menos que nos arrepintamos rápidamente, nos apartemos de tal pecado y hagamos todo cuanto podamos por enderezar el asunto, podemos ser responsables de desenvolvimientos increíblemente malos.
Como ejemplo de esto, note lo que Santiago el medio hermano de Jesucristo escribió acerca de una lengua desenfrenada: “La lengua se constituye un mundo de injusticia entre nuestros miembros, porque mancha todo el cuerpo y enciende en llamas la rueda de la vida natural y es encendida en llamas por el Gehena.” (Sant. 3:6) Usada incorrectamente, la lengua puede trastornar nuestra vida y la vida de muchos otros. Santiago también mostró que el pecado puede tener un principio muy engañoso. Dijo: “Cada uno es probado por medio de ser provocado y atraído seductoramente por su propio deseo. Luego el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte.”—Sant. 1:14, 15.
Todos, por cierto, pecamos a veces. Pero, gracias a Jehová Dios por suministrar ayuda, por medio de su bondad inmerecida, para que podamos evitar el proseguir en un derrotero de pecado, con sus muy malos efectos. Podemos evitar el derrotero desastroso del “hombre de desafuero.” Esto lo podemos hacer por medio de fe en el sacrificio propiciatorio de su Hijo Jesucristo. (Rom. 7:21-25; 8:1, 2) Solo por medio de reconocer la ‘excesiva pecaminosidad’ del pecado, y, cuando cometemos un pecado, dirigirnos a Jehová en busca de perdón con el sacrificio de Cristo como base, podemos obtener ayuda de Jehová para evitar las consecuencias plenas de nuestra acción errónea.
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Una rebelión contra Dios sale a luzLa Atalaya 1975 | 1 de septiembre
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Una rebelión contra Dios sale a luz
PODRÍAMOS esperar que, si Dios tuviera un adversario, éste trataría de derribar todo arreglo que Dios hiciera para su pueblo. Y la manera más eficaz de hacer eso sería instituir una rebelión dentro de la misma congregación de Dios, y producir de ella una falsa “congregación de Dios.” Satanás el Diablo, el adversario de Dios, ha hecho esta mismísima cosa. Ese esfuerzo empezó en el primer siglo, durante la misma vida de los apóstoles. ¿Cuándo se arrojó plena luz sobre esta rebelión y se le puso al descubierto?
La revelación de esta rebelión en plena flor empezó poco después de la muerte de los apóstoles. En ese tiempo los que eran cristianos verdaderos podían verla por lo que realmente era, aunque individuos egoístas que afirmaban ser cristianos fueron atraídos a ella y realmente se cegaron en cuanto a su verdadera naturaleza y el fin que se predecía para ella.
EL ‘MISTERIO DEL DESAFUERO’
El apóstol Pablo llamó al movimiento en su día ‘el misterio del desafuero.’ Esto se debía a que, aunque aquel desafuero contra Dios estaba obrando entre algunos en las congregaciones, la rebelión no podía organizarse y hacerse sentir entonces. ¿Por qué no?
Contestando esta pregunta, el apóstol Pablo escribió a los cristianos de la ciudad de Tesalónica: “De modo que ahora ustedes conocen la cosa que obra como restricción, con la mira de que él sea revelado a su propio tiempo. Es verdad, el misterio de este desafuero ya está obrando; pero solo hasta que el que ahora mismo está obrando como restricción ya no se halle en el camino. Entonces, realmente, el desaforado será revelado.”—2 Tes. 2:6-8.
LA RESTRICCIÓN DEL PRIMER SIGLO
Los cristianos primitivos sabían que “el que ahora mismo está obrando como restricción” no era un solo hombre, sino el cuerpo de los apóstoles genuinos del Señor Jesucristo, incluso Pablo. De modo similar, el “desaforado,” el “hombre de desafuero,” no sería un solo hombre, sino un cuerpo compuesto o incorporación rebelde de hombres. (2 Tes. 2:3) La declaración del apóstol en 2 Tesalonicenses 2:8 muestra que este “hombre” estaría viviendo hasta el tiempo de la presencia de Cristo. Solo una clase o cuerpo de hombres, el personal de la cual cambiara de generación en generación, podría hacer esto, pues, por supuesto, un solo hombre no podría vivir todo ese tiempo.
Hay amplia prueba de que el “misterio de este desafuero” realmente estaba obrando en la congregación cristiana del primer siglo y que era suprimido o restringido por la fuerte guía espiritual y acción alerta de los apóstoles. Un ejemplo se encuentra en lo que el apóstol Juan escribió:
“Escribí algo a la congregación, pero Diótrefes, a quien le gusta tener el primer lugar entre ellos, no recibe nada de nosotros con respeto. Por eso es que, si voy, traeré a memoria sus obras que sigue haciendo, charlando acerca de nosotros con palabras inicuas. También, no estando satisfecho con estas cosas, ni él mismo recibe a los hermanos con respeto, y a los que quieren recibirlos él trata de impedírselo y de echarlos de la congregación.”—3 Juan 9, 10.
También se muestra el ‘misterioso’ poder engañador de esta operación de rebeldía, y que tendría que ver con líderes religiosos, en la carta de Pablo a la congregación de Corinto, en la cual dijo lo siguiente acerca de hombres jactanciosos que buscaban prominencia y poder:
“Tales hombres son falsos apóstoles, obreros engañosos, que se transforman en apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque Satanás mismo sigue transformándose en ángel de luz. No es, por lo tanto, gran cosa si sus ministros también siguen transformándose en ministros de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras.”—2 Cor. 11:12-15.
Pablo se encontró en dificultades con ciertos hombres que promovían ideas de apostasía, pero desenmascaró a éstos, lo cual hizo que algunos de ellos fueran expulsados de la congregación. Dos hombres, llamados Himeneo y Alejandro, habían echado a un lado una buena conciencia y habían “experimentado naufragio respecto a su fe.” Pablo “los [había] entregado a Satanás para que se les enseñe por disciplina a no blasfemar.” (1 Tim. 1:19, 20) Más tarde Pablo escribió a Timoteo: “Himeneo y Fileto . . . se han desviado de la verdad, diciendo que la resurrección ya ha ocurrido; y están subvirtiendo la fe de algunos.”—2 Tim. 2:17, 18.
La operación religiosa de rebelión persistió hasta el fin del primer siglo. En fecha tan tardía como la de 96 E.C., el glorificado Jesucristo dijo, por medio del apóstol Juan, al cuerpo de ancianos de la congregación de Éfeso: “Conozco tus hechos, y tu labor y perseverancia, y que no puedes soportar a hombres malos, y que pusiste a prueba a los que dicen ser apóstoles, pero no lo son, y los hallaste mentirosos.”—Rev. 2:1, 2.
También, Juan escribió suministrando evidencia definitiva de la operación del “misterio de este desafuero” y de que pronto sería revelado:
“Niñitos, es la última hora, y, así como han oído que el anticristo viene, aun ahora han llegado a haber muchos anticristos; del cual hecho adquirimos el conocimiento de que es la última hora. Ellos salieron de entre nosotros, pero no eran de nuestra clase; porque si hubieran sido de nuestra clase, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron para que se mostrase a las claras que no todos son de nuestra clase.”—1 Juan 2:18, 19.
De estos escritos apostólicos, que denuncian condiciones malas que estaban saliendo a la superficie acá y allá en la congregación, podemos ver que los apóstoles, durante la “última hora” de atención apostólica en la Tierra, se interponían, estaban impidiendo que el “misterio de este desafuero” se organizara en un cuerpo colectivo, el “hombre de desafuero.”
LA REBELIÓN ALCANZA PLENA FLORESCENCIA
Considerando la revelación de este rebelde “hombre de desafuero” compuesto, Pablo dijo: “Pero la presencia del desaforado es según la operación de Satanás con toda obra poderosa y señales y portentos mentirosos y con todo engaño injusto para los que están pereciendo.”—2 Tes. 2:9, 10.
El “hombre de desafuero” quedó plenamente al descubierto después de la muerte de los apóstoles. Algunos de los que eran líderes en las congregaciones empezaron a enseñorearse de sus hermanos y a complacer a políticos mundanos. La rebelión se manifestó de manera especialmente descarada en los días del emperador Constantino, que hizo del cristianismo la religión del Estado. Concerniente a esto, la Cyclopædia de M’Clintock y Strong relata:
“La simplicidad del Evangelio fue corrompida; se introdujeron ostentosos ritos y ceremonias; se confirieron honores y emolumentos mundanos a los maestros del cristianismo, y el reino de Cristo en gran medida fue convertido en un reino de este mundo.”—tomo 2, pág. 488.
Por siglos la iglesia apóstata tuvo gran poder entre los gobiernos, y produjo la “Edad del Oscurantismo” y mucha persecución religiosa. Más tarde, vino la Reforma, pero no fue una restauración de la adoración verdadera. Simplemente fue un separarse de la autoridad de la Iglesia Católica y sus papas. Las principales doctrinas falsas se llevaron a las iglesias protestantes, y hasta en el día de hoy el clero de esas iglesias manifiesta la misma actitud de los que dieron principio a la apostasía, al ostentarse como los únicos que están exclusivamente apartados y nombrados para el ministerio de la Palabra de Dios, con facultades, privilegios, derechos, inmunidades, rango y títulos especiales que no comparten los “legos” inferiores.
Según el apóstol, “la presencia del desaforado es según la operación de Satanás con toda obra poderosa y señales y portentos mentirosos y con todo engaño injusto.” Hoy vemos esto entre el clero de la cristianidad. (2 Tes. 2:9, 10) Exigen alta estima y reverencia. A menudo se visten con grandiosas y deslumbrantes galas, se les llama por títulos altisonantes, se alborozan en magníficos edificios eclesiásticos y catedrales y ejecutan impresionantes ceremoniales o ritos eclesiásticos, como su alegada transubstanciación del pan y el vino en la “Misa.” Se enorgullecen de tener educación superior, y de su posición e influencia con relación al Estado político y los militares.
En cuanto a su ejecución de ‘obras poderosas,’ han “convertido” a poblaciones enteras por la fuerza. Han edificado hospitales y escuelas eclesiásticos, y han enviado misioneros médicos a países “paganos.” Sí, ‘se han transformado en ministros de justicia.’ (2 Cor. 11:15) Al mismo tiempo permiten que sus “conversos” continúen llevando a cabo muchas de sus prácticas paganas, y las combinen con su llamado “cristianismo.” Realmente, la Iglesia ha ayudado a los gobiernos de la cristiandad a ejercer dominación sobre esos países, una dominación hecha más obligatoria debido al poder que los líderes religiosos han ejercido sobre la gente. Acerca de esto considere la declaración del ministro metodista Gabriel Setiloane en la Conferencia Eclesiástica de Todo África que se celebró en Uganda en 1963:
“El adelanto de la Iglesia en África ha ido de mano con el Aventurero, el Explorador, el Colonizador y hasta el Imperialista. La mano que plantó la Cruz . . . en este continente no fue la del sacerdote o apóstol. Fue la mano manchada de sangre del soldado. . . . Hasta este siglo la Iglesia en este continente, a pesar de protestas en sentido contrario, no ha podido soltarse de las cuerdas del ropaje de César.”
¿Cuánto ha crecido la clase del “hombre de desafuero” clerical? En 1971 E.C. las cifras que se publicaron tan solo en cuanto a la Iglesia Católica Romana mostraban 419.611 clérigos para 566.771.600 miembros de la iglesia católica en todo el mundo. Con todo esto, ¿está mejor el mundo, moral o espiritualmente? ¿Hay más amor, paz, unidad y felicidad en el mundo hoy día, y, en cuanto a eso, en la cristiandad misma?
Los que sinceramente examinan la Biblia pueden ver fácilmente que la clase del “hombre de desafuero” realmente se ha desarrollado de acuerdo con las palabras proféticas del apóstol Pablo. Este “hombre” compuesto puede ser claramente identificado en el clero de la cristiandad. A los que se hallan asociados con esa clase, sea como legos o quizás como miembros de corazón sincero y honrado del clero, la Biblia les da la amonestación de separarse de este esfuerzo engañoso del Diablo por derribar la congregación cristiana verdadera de Dios y oscurecer la verdad. (2 Tim. 3:1-5; Rev. 18:4) El ardid de Satanás no tendrá buen éxito, como lo muestran las palabras del apóstol en 2 Tesalonicenses 2:8, palabras que se considerarán en el número siguiente de La Atalaya.
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