una multitud de otras preguntas, preguntas a las cuales quizás no haya respuesta bajo el presente sistema de cosas. La gente se está preguntando acerca de las ventajas relativas de la tenencia pública y privada de tales servicios. Otros creen que el sistema de trenes subterráneos ha llegado a ser una pelota política, pateada simplemente por intereses de partido.

Quizás no haya modo de impedir el aumento del costo del viaje en trenes subterráneos, aun el aumento del 100 por ciento desde 1965. Pero, ¿hay alguna expectativa de que la calidad del servicio aumente en proporción con el aumento del costo? Nadie está ofreciendo mucha esperanza respecto a esto. Los estadísticos sostienen que el asalariado de término medio pagará 50 dólares adicionales al año como resultado de este aumento en el pasaje. No obstante, según un funcionario de la Autoridad del Tránsito, no puede esperarse pronto ningún mejoramiento en el servicio y el ambiente. “No hay manera de arreglar esto de la noche a la mañana,” dijo él. “Puede pasar el año próximo o aun más antes de que esto se arregle.” Para ese tiempo demandas de salarios más elevados quizás hayan obligado a imponer otro aumento en el pasaje.

Es muy patente que la situación compleja de los trenes subterráneos no es un desenvolvimiento reciente. Los funcionarios estatales y urbanos han heredado un problema inmenso. Sus raíces se remontan a las décadas anteriores. Es obvio que lo que pasa con el metro de Nueva York no se corregirá pronto.

La caída de la Babilonia antigua

EN 539 a. de la E.C. la Babilonia antigua cayó ante los medos y los persas, y el pueblo israelita fue librado de estar cautivo allí. La Biblia registra mucha información relativa a este acontecimiento. Escritores griegos de la antigüedad también describen la caída de Babilonia. El libro Nabonidus and Belshazzar, por R. P. Dougherty, resume brevemente las declaraciones de los historiadores Herodoto, Jenofonte y Beroso en cuanto a esto:

“Herodoto asevera que los babilonios avanzaron para encontrarse con el ejército invasor de Ciro y que se libró una batalla en la cual fueron derrotados los babilonios. Estos se retiraron a su ciudad y se encerraron, confiando en un almacenamiento grande de provisiones que habían reunido. . . . Por fin Ciro desvió las aguas del Éufrates a tal grado que el río quedó lo suficientemente somero para permitir que sus tropas tuvieran acceso a la ciudad. El fin llegó en la ocasión en que se estaba celebrando una fiesta con mucha diversión estrepitosa.

“Jenofonte principia su relato de la caída de Babilonia describiendo las maniobras del ejército de Ciro cuando rodeó originalmente la ciudad. . . . Ciro retiró sus soldados a sus tiendas ante los proyectiles de los babilonios. El rey persa estaba convencido de que no podría tomar por asalto la ciudad y por consiguiente hizo excavar una zanja grande con el propósito de desviar parte del río que fluía a través de Babilonia. Al mismo tiempo construyó numerosas atalayas usando troncos de palmeras como fundamentos. Mientras tanto los babilonios se burlaban de estas operaciones porque se sentían seguros de poder resistir un sitio de más de veinte años. Cuando se habían hecho todos los preparativos Ciro aguardó hasta el tiempo de una fiesta que los babilonios acostumbraban observar con borrachera y diversión estrepitosa toda la noche. Entonces hizo bajar el río haciendo que gran cantidad de su agua se desviara por un lado y así entró en la ciudad. . . . Todas las ciudadelas de la ciudad fueron capturadas y todo babilonio fue obligado a entregar sus armas. . . .

“Beroso declara que cuando Ciro se acercaba a Babilonia Nabonido lo encontró con su ejército. En la batalla que hubo entonces Nabonido fue derrotado. Entonces huyó con una compañía pequeña y encontró refugio en Borsipa. Después que Ciro capturó a Babilonia ordenó que los muros de ésta fueran arrasados. Pensando en sitiar a Nabonido, avanzó contra Borsipa, pero Nabonido se rindió sin tratar de defenderse. Debido a la misericordia de Ciro, Nabonido solo sufrió deportación a Carmania, donde pasó el resto de su vida.”—Páginas 179, 180.