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¿Es la Biblia simplemente un producto de sabiduría humana?La Atalaya 1975 | 1 de agosto
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deberíamos esperar de Aquel que indicó que la obediencia a su ley contribuiría hacia el preservar la salud de la gente?
No se puede negar el hecho de que la Biblia contiene declaraciones de sabiduría sobresaliente. Definitivamente hay indicaciones claras de que la Biblia no podría haber sido simplemente producto de sabiduría humana. Contiene declaraciones que revelan sabiduría que no alcanzaron los sabios del mundo que vivían al tiempo en que fue registrada. Sin embargo hay un factor aun más fuerte que identifica a la Biblia como un libro de Dios. ¿Cuál es este factor?
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Conocimiento que no puede provenir de hombresLa Atalaya 1975 | 1 de agosto
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Conocimiento que no puede provenir de hombres
“NO SABEN lo que será su vida mañana. Porque son una neblina que aparece por un poco de tiempo y luego desaparece.” Estas palabras, citadas de la Biblia, expresan una verdad innegable... nosotros las criaturas humanas no podemos decir positivamente lo que traerá el mañana.—Sant. 4:14.
En vista de esto, ¿no sería mucho más difícil, sí, imposible el que los hombres predijeran acontecimientos futuros importantes con exactitud infalible y en términos claros con siglos de anticipación? ¿No sería la presencia de tales pronósticos o profecías en la Biblia una fuerte verificación de su alegación de ser inspirada de Dios? Pero ¿hay tales profecías en la Biblia? Considere:
EL DESTINO DE BABILONIA Y NÍNIVE
Babilonia, edificada en ambos lados del río Éufrates, en un tiempo fue la capital impresionante del gran Imperio Babilónico. Rodeada de palmeras, equipada con un abastecimiento permanente de agua y situada en la ruta comercial desde el golfo Pérsico hasta el mar Mediterráneo, la ciudad ciertamente tenía una excelente ubicación. Sin embargo, aun antes de que cambiara el estado de Babilonia de un simple satélite del Imperio Asirio a capital del Imperio Babilónico conquistador del mundo, el profeta hebreo Isaías declaró en el octavo siglo a. de la E.C.: “Babilonia, la decoración de reinos, la hermosura del orgullo de los caldeos, tiene que llegar a ser como cuando Dios derribó a Sodoma y Gomorra. Nunca será habitada, ni residirá ella por generación tras generación. Y allí el árabe no asentará su tienda, y no habrá pastores que dejen que se echen allí sus rebaños.”—Isa. 13:19, 20.
Nadie puede negar hoy día el cumplimiento de estas palabras. Por muchos siglos ya Babilonia ha yacido en ruinas. Aun en la primavera no hay nada de lo cual ovejas y cabras se pudieran ver alimentándose. Babilonia de veras ha llegado a un fin ignominioso. El conservador principal de los Museos Nacionales Franceses, André Parrot, dijo:
“La impresión que siempre me causó fue de completa desolación. . . . [Los turistas] por lo general quedan profundamente desilusionados y casi al unísono exclaman que no hay nada que ver. Esperan hallar palacios, templos, y la ‘Torre de Babel’; se les muestra solo masas de ruinas, la mayoría de ellas constando de ladrillo cocido... es decir, bloques de barro secos al sol, de color gris y desmoronándose, y de ninguna manera impresionantes. La destrucción que el hombre trajo ha sido completada por los estragos de la naturaleza que todavía cobra su porción de todo lo que la excavación ha sacado a luz. Corroído o socavado por la lluvia, viento y escarcha, el más magnífico monumento, si no se mantiene en reparación, regresa al polvo del cual fue reclamado. . . . Ningún poder humano puede detener esta expoliación incesante. Ya no es posible reconstruir a Babilonia; su destino se ha cumplido. . . . Babilonia . . . ha desaparecido por completo.”—Babylon and the Old Testament, págs. 13, 14.
Así mismo Nínive, la capital del Imperio Asirio, llegó a ser una ruina desolada. Esto, también, testifica en cuanto al cumplimiento exacto de la profecía bíblica. Respecto a lo que le sobrevendría a Nínive, el profeta Sofonías, en el siglo siete a. de la E.C., declaró: “[Dios] convertirá a Nínive en una desolación, un lugar árido cual el desierto. Y se echarán en medio de ella los hatos.”—Sof. 2:13, 14, Bover-Cantera.
Todavía existe evidencia de que se ha llevado a cabo la voluntad de Dios como se expresó en esta profecía. Dos grandes montículos señalan el sitio de lo que en un tiempo fue la orgullosa capital asiria. Encima de uno de estos montículos yace una aldea, con un cementerio y una mezquita. Pero en el otro, con excepción de algo de pasto y fajas de tierra cultivada, no hay nada. En la primavera se pueden ver ovejas y cabras pastando allí.
¿Pudo algún hombre haber previsto que tanto la poderosa Babilonia como la poderosa Nínive tendrían tales fines? ¿Pudo algún hombre haber previsto que ovejas y cabras pastarían en el sitio de la antigua Nínive pero que no se les vería en el sitio de la Babilonia desolada? Ni Isaías ni Sofonías alegaron ser los originadores de sus mensajes proféticos. Se refirieron a lo que hablaron como la “palabra” o mensaje del Dios verdadero cuyo nombre es Jehová. (Isa. 1:1, 2; Sof. 1:1) Encarados con el cumplimiento exacto de sus profecías, ¿no tenemos buena razón para aceptar lo que dijeron?
Ningún argumento en cuanto al tiempo de la escritura o cosa semejante puede debilitar la fuerza de estas profecías cumplidas. Tan tarde como el primer siglo a. de la E.C., Babilonia, aunque ya no disfrutaba de su gloria anterior, todavía existía. Sin embargo, el Rollo de Isaías del Mar Muerto (que según los doctos data de a fines del segundo siglo o la primera parte del primer siglo a. de la E.C.) contiene la misma profecía acerca de Babilonia que contienen manuscritos posteriores. De modo que nadie tiene base alguna para alegar que estas cosas fueron registradas después que sucedieron y que se les hizo parecer como profecías. Tampoco puede alguien anular por medio de explicaciones el significado de las ruinas a las cuales fueron reducidas Babilonia y Nínive.
LAS PROFECÍAS BÍBLICAS SON SINGULARES Y TIENEN PROPÓSITO DETERMINADO
Por supuesto, quizás algunas personas traten de devaluar el testimonio de la profecía bíblica, señalando el hecho de que en tiempos antiguos hubo otros profetas que no alegaban ser inspirados por el Dios de la Biblia, Jehová. Pero ¿qué predijeron esos otros profetas? ¿De qué valor verdadero fueron sus profecías? Note los comentarios de The Encyclopedia Americana (edición de 1956, tomo 22, pág. 664): “No se ha preservado ningún registro escrito importante de las declaraciones de algunos de estos profetas fuera del pueblo hebreo. . . . La profecía entre otras naciones aparte de los hebreos era por lo común de la clase clarividente, siendo dada en respuesta a preguntas específicas de individuos, y por consiguiente de ningún valor general o permanente.” De modo que la existencia de otros profetas de ninguna manera desacredita el hecho de que los profetas hebreos fueron inspirados de Dios. Al contrario, el gran contraste en las declaraciones proféticas sirve para fortalecer la alegación de la Biblia de que es el mensaje de Dios.
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