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  • ¿Están los científicos rediseñando la vida?
    ¡Despertad! 1982 | 8 de enero
    • ¿Están los científicos rediseñando la vida?

      “Ha llegado el tiempo,” dijo la Morsa

      “Para hablar de muchas cosas:...

      Entre ellas, si los cerdos tienen alas”.

      —A través del espejo

      ¿CERDOS con alas? ¡Eso es ridículo! No obstante, los científicos están empezando a predecir que los cerdos tal vez tengan alas en el futuro. En términos más precisos, se está hablando mucho de emplear una nueva tecnología que se llama empalme de genes para crear plantas que no necesiten abono, bacterias que extraigan minerales y petróleo, y levadura que convierta la basura en alcohol. En otras palabras, los científicos están empezando a rediseñar las cosas vivientes.

      ¿Se trata de ficción científica? Es patente que no, si uno considera lo que ya se ha logrado con relación al empalme de genes, o la tecnología de recombinar el ADN, como se conoce en términos técnicos. He aquí algunos ejemplos:

      Septiembre de 1978—Utilizando un gen o gene sintético para producir insulina humana, científicos de California lograron convertir bacterias ordinarias en minúsculas “fábricas” que produjeran insulina. Claro, muchos diabéticos utilizan la insulina diariamente, y algunos son alérgicos a la insulina animal que se utiliza actualmente.

      Julio de 1979—Bacterias a las cuales se agregaron genes humanos produjeron una réplica de la molécula de la hormona del crecimiento que se encuentra en los seres humanos. En la actualidad, la administración de la hormona humana que promueve el crecimiento es la única manera de tratar el enanismo hipofisario causado por defectos de la glándula pituitaria, condición que tan solo en los Estados Unidos aflige a 20.000 personas. Hasta la fecha, la única fuente de esta hormona ha sido la glándula pituitaria de cadáveres humanos.

      Enero de 1980—El interferón (interferon o interferona) humano, sustancia natural que combate los virus, se produjo por primera vez mediante bacterias. Anteriormente, el interferón solo podía obtenerse de la sangre humana, ¡y de 30.750 litros de sangre se consiguen tan solo 100 miligramos de interferón! Los científicos abrigan la esperanza de que el interferón tal vez resulte ser un antibiótico tan eficaz contra los virus como lo es la penicilina contra las bacterias.

      Los científicos están entusiasmados por el rápido progreso que se está logrando con el empalme experimental de genes. Si las bacterias pueden ser alteradas de modo que produzcan insulina del tipo humano, la hormona que estimula el crecimiento y el interferón, ¿qué más puede esperarse? “Cualquier cosa que sea básicamente una proteína podrá producirse en cantidades sin límite durante los próximos quince años,” predice un científico del Instituto de Tecnología de Massachusetts.

      ¿Qué, precisamente, está envuelto en el empalme de genes? ¿Cómo cambia esto el diseño de las cosas vivientes? ¿Qué importancia tiene para el futuro?

  • Proteínas, genes y usted
    ¡Despertad! 1982 | 8 de enero
    • Proteínas, genes y usted

      CUANDO se menciona la “proteína,” la mayor parte de las personas piensan en un sabroso y jugoso bistec. Pero la proteína es más que eso. La carne contiene proteína debido a que las cosas vivientes, especialmente los animales, se componen de un sinnúmero de diferentes tipos de proteínas, cada una de las cuales desempeña una función específica.

      ¿Tipos de proteínas? Sin contar el agua que el cuerpo humano contiene, más o menos la mitad del peso de éste consiste en moléculas de proteína, aunque no todas son idénticas. Algunas fortalecen el cabello, la piel y las uñas. Otras, llamadas enzimas, controlan las reacciones químicas de las células del cuerpo. Aun otras forman anticuerpos que ayudan al cuerpo a resguardarse de la enfermedad.

      ¿En qué consisten las proteínas? Todos los miles de diferentes tipos de proteína se forman por el enlace de pequeñas moléculas llamadas aminoácidos. Se necesitan solo unos 20 diferentes tipos de aminoácidos para construir todas las diferentes proteínas que contribuyen a la formación de todos los árboles, las flores, los animales y la gente de la Tierra... ¡al igual que en el idioma español combinaciones de tan solo sus 28 letras forman centenares de miles de palabras!

      Para construir las proteínas que ellas necesitan, las células vivientes conectan los aminoácidos unos con otros de manera que lleguen a formar una especie de tren largo compuesto de muchos vagones. Por ejemplo, para producir la insulina, las células del páncreas construyen dos “trenes,” llamados cadenas de aminoácidos, los cuales pueden doblarse y adoptar formas distintivas. La primera cadena es como una “palabra” de 21 letras y la segunda es una “palabra” de 30 “letras” de aminoácidos. Entonces estas cadenas se conectan para proporcionar al cuerpo una molécula de insulina que ayuda a controlar los niveles de azúcar en la corriente sanguínea. Proteínas como la insulina son vitales para la buena salud, como lo saben los diabéticos.

      Planos y cianocopias... ADN y ARN

      Pero, ¿cómo saben las células del páncreas cuáles aminoácidos deben conectar para producir insulina? Y, ¿qué impide que las células del dedo gordo del pie produzcan insulina también? La respuesta tiene que ver con una molécula muy grande y única en su género que se llama ADN (ácido desoxirribonucleico), la cual se encuentra mayormente en el núcleo de cada una de los millones de células. ¿Cómo funciona esta molécula?

      ¿Ha estado usted alguna vez presente en un lugar donde se estuviera erigiendo alguna construcción? Tal vez haya notado a grupos de obreros —carpinteros, albañiles, electricistas— consultando a menudo cianocopias que les indican lo que deben hacer. ¿De dónde provienen las cianocopias? En la oficina principal de construcción hay muchos dibujos arquitectónicos que se copian en máquinas especialmente equipadas para hacer cianocopias. Los diferentes capataces llevan las cianocopias a sus cuadrillas que están en el sitio de construcción.

      Las células se asemejan a ese trabajo de construcción. En el núcleo (la “oficina de construcción”) se encuentran los “dibujos originales” para todas las proteínas que el cuerpo pueda necesitar. Estos “dibujos” son moléculas de ADN. Cuando se necesita la insulina, en el núcleo de unas células especiales del páncreas se activa la sección apropiada del ADN, llamada gen.

      El ADN no sale del núcleo, al igual que los dibujos arquitectónicos originales por lo general no se utilizan en el sitio donde se efectúa la construcción. El ADN es demasiado valioso. Más bien, una molécula especial llamada ARN (ácido ribonucleico) mensajero, produce una cianocopia del gen del ADN. Este “mensajero” lleva la cianocopia fuera del núcleo al “sitio de construcción,” donde le aguarda un equipo que está listo para construir una molécula de insulina.

      Este equipo consiste principalmente en un ribosoma, especie de molécula carpintera maestra, y ayudantes llamados ARN transferente. Las pequeñas moléculas ayudantes del ARN transferente reúnen los aminoácidos y los transportan al ribosoma. El ribosoma “lee” la cianocopia del ARN mensajero y fabrica la cadena de insulina.

      En la “oficina de construcción” de cada una de las células humanas hay muchos más “dibujos” de los que necesita cualquier célula para funcionar. Por ejemplo, las células del dedo gordo del pie tienen los genes para fabricar la insulina, pero estos genes no pueden ser activados. Estos dibujos están “bajo llave” en las células del dedo gordo. Cada célula, para fabricar lo que necesita, utiliza solo parte del ADN que contiene el núcleo. Podemos estar agradecidos de que así sea, pues células que “se apoderan a la fuerza” de un conjunto de dibujos que no les incumben y empiezan a producir proteínas que no les corresponden podrían causarse daño a sí mismas, o a otras células, o hasta hacerse cancerosas.

      Se cambian los planos

      Por la mayor parte, los arquitectos profesionales objetarían enérgicamente si uno sugiriera que el conjunto de dibujos complejos que se utilizan para regir la construcción de gigantescos rascacielos llegaron a existir simplemente por casualidad. Para producir tales dibujos se requiere un arquitecto bien preparado y sumamente hábil. El ADN que se encuentra en las células de toda criatura viviente contiene instrucciones mucho más complejas y detalladas que las de un conjunto de dibujos arquitectónicos. ¿No es razonable que el ADN —que controla de manera precisa la “construcción” de las bacterias, los árboles de arce y la gente— tendría que ser el producto de un Arquitecto Maestro? Ese Arquitecto Maestro es Jehová Dios.—Génesis 1:11-28.

      Pregunte a cualquier buen arquitecto qué le parece el que personas no autorizadas e incompetentes hagan cambios en los dibujos que se han preparado cuidadosamente para un edificio en particular. A él no le agradaría, pues sabe que la persona que altera los dibujos probablemente no ha considerado las consecuencias del cambio en su totalidad. Es verdad que se podría ampliar el retrete, pero ¿qué hay del espacio importante que se pierde a la entrada? ¿Qué sucederá cuando se tenga que cambiar el diseño del sistema de cañerías?

      Los científicos ahora pueden cambiar el contenido del ADN de criaturas vivientes... y así cambiar los “dibujos arquitectónicos” que ha provisto el Creador. En ciertos casos, se dice que estos cambios se hacen por razones humanitarias, o médicas, como en el caso de introducir en bacterias ciertos genes con el objeto de producir la insulina humana. Otros cambios tienen más bien el propósito de satisfacer la curiosidad científica en cuanto a cómo funcionan las células, como en el caso de introducir genes virales en ratones embrionarios.

      Aunque los científicos ahora pueden alterar los genes, están muy lejos de entender por completo cómo funcionan éstos. En 1979 el Times de Nueva York informó: “Según han revelado nuevos descubrimientos, la estructura de los genes de los animales, incluso los de los seres humanos, difiere mucho de lo que se había creído durante por lo menos 20 años.” ¿Qué ha sucedido? Se ha llegado a saber que los genes de los animales por lo general no funcionan como los de las bacterias, como habían creído los científicos. Los genes de los animales son más complejos y contienen largas series de información que no se entienden. De hecho, contrario a lo que los científicos habían esperado, han llegado a saber que el leer los “dibujos originales” de las bacterias no les facilita el leer los de los seres humanos.

      Además, los científicos han descubierto recientemente que, contrario a lo que siempre se había creído, el código genético de las moléculas de ADN no es constante. Resulta que el código es levemente diferente cuando el ADN no está en el núcleo, sino en diferentes partes de la célula llamadas mitocondrias. Se ha sacudido “el dogma de que el código genético sea universal,” admitió la revista New Scientist. ¿Por qué cambia el código? No se sabe. “Tal vez nunca se contesten algunas de las preguntas que han surgido como resultado de las revelaciones del análisis genético,” dice la revista New Scientist.

      ¡Con razón hay quienes se preocupen por los posibles peligros que estén envueltos en las investigaciones genéticas! Actualmente, la mayor parte de los biólogos afirman que las investigaciones presentan pocos riesgos, pero, ¿realmente comprenden la genética lo suficientemente bien como para saber esto? Allá en los años cincuenta, los científicos afirmaron que las pruebas atómicas que se llevaron a cabo en el oeste de los Estados Unidos no ponían al público en ningún peligro, pero el porcentaje de casos de cáncer entre las personas que vivían donde daba el viento proveniente del lugar donde se hicieron las pruebas indica ahora que los científicos estaban equivocados.

      ¿Es acaso posible que, a medida que los científicos manejen fuerzas y procesos biológicos que no comprenden del todo, accidentalmente desaten alguna terrible enfermedad nueva que ataque a la humanidad? Algunos creen que existe esa posibilidad.

      A fin de cuentas, ¿qué, precisamente, están haciendo los científicos con los genes?

      [Ilustración en la página 4]

      Así como tan solo las 28 letras del alfabeto en español se combinan para formar centenares de miles de palabras, solo 20 diferentes aminoácidos construyen todas las diferentes proteínas que forman todos los árboles, las flores, los animales y las personas que hay en la Tierra

      [Ilustraciones en la página 6]

      núcleo

      ARN mensajero

      ribosoma

      ARN transferente

      aminoácidos

  • Promesas y plasmagenes
    ¡Despertad! 1982 | 8 de enero
    • Promesas y plasmagenes

      LAS células son pequeñísimas. Unas 500 células de tamaño medio caben en el punto final de esta oración. Sin embargo, cada una de esas células contiene generalmente todo el ADN que se necesita para construir una criatura viviente como usted.

      Es obvio que si las células son pequeñas, las moléculas de ADN tienen que ser, de hecho, muy diminutas. Parece que son filamentos largos y torcidos, tan largos que si todas las moléculas de ADN de nuestro cuerpo se unieran extremo con extremo, ¡se extenderían de ida y vuelta al Sol muchas veces! Pero los filamentos son finísimos, pues tienen un espesor de solo 1/400.000 de milímetro.

      Estos largos y delgados filamentos de ADN tienen que ser acomodados dentro de las células, y el único modo en que tienen cabida es torcidos en líos muy compactos. Esto dificulta la tarea de los científicos de hallar las zonas específicas de las moléculas de ADN en que se interesan en particular, los genes. Los científicos no pueden sencillamente poner una célula bajo un microscopio, hallar el gen que desean y entonces extraerlo con pinzas para colocar otro gen en su lugar.

      Los plasmagenes al rescate

      Pero resulta que a menudo las bacterias contienen algunas moléculas de ADN con las cuales es más fácil trabajar. Estas hebras de ADN se hallan más o menos independientes del resto del ADN en las bacterias y forman roscas aisladas que pasan fácilmente de una bacteria a otra. A estas hebras se les llama plasmagenes. Hasta este momento los plasmagenes son la clave para el empalme de genes.

      El empalme de genes no es tan fácil en el caso de plantas y animales porque sus células no contienen plasmagenes, y sus sistemas reguladores genéticos son mucho más complicados. Pero los científicos tienen la esperanza de que pronto sea posible efectuar esta clase de empalme. Si tienen éxito, entonces podrán poner en las plantas genes de bacterias que fijan el nitrógeno en el terreno, de modo que no sea necesario añadir abono nitrogenado al suelo. También esperan que algún día puedan curar enfermedades de causa genética, como la anemia causada por glóbulos rojos en forma de hoz, mediante el reemplazo de los genes defectuosos en los seres humanos.

      “Se está perfeccionando una [bacteria] que puede recobrar el petróleo, mientras que se están programando otras para extraer metales de debajo de la superficie del suelo,” según escribió para la revista Leaders Drummond C. Bell, presidente de una compañía de destiladores y química. “La nueva frontera ya ha producido, o está a punto de producir, insulina humana para combatir la diabetes; interferón, hecho de células humanas, para combatir el cáncer; y vacunas para combatir enfermedades como la hepatitis y la malaria o paludismo; también hormonas para curar el enanismo y la hemofilia, además de otras hormonas que aceleren el crecimiento del ganado vacuno y porcino. Los descubrimientos que están en progreso también incluyen una clase de azúcar con un alto contenido de fructosa y pocas calorías, plantas que puedan producir su propio fertilizante del aire, una variedad de trigo que contenga el doble de la cantidad de proteína que contienen otras variedades de trigo comunes, y otra clase de trigo que solo necesite la décima parte del agua que requiere el trigo que se cultiva hoy día.”

      Además, ya se afirma que mediante el empalme de genes se ha producido una vacuna eficaz e innocua que combate una enfermedad que afecta al ganado en la boca y las patas.—Time, 29 de junio de 1981.

      Con razón el empalmar genes se ha convertido de súbito en un gran negocio. Pero este cambio de la mesa del laboratorio a la línea de producción tiene alarmadas a algunas personas. ¿Por qué?

  • ¿Cómo se empalma un gen?
    ¡Despertad! 1982 | 8 de enero
    • ¿Cómo se empalma un gen?

      SUPONGA que usted quisiera empalmar un gen. ¿Cómo lo haría? Primero necesitaría el gen, una sección de ADN que contenga la “clave,” o el “dibujo maestro,” para una proteína específica. Actualmente hay disponibles “máquinas de genes” que sintetizan genes simples de sustancias químicas inertes. De tratarse de genes más complejos, usted quizás tendría que localizarlos y aislarlos en el ADN de células vivas.

      Luego necesitaría un plasmagén y una sustancia química especial llamada enzima de restricción, la cual cortaría el plasmagén en el punto correcto y dejaría expuestos “extremos pegajosos” para efectuar el empalme.

      Probablemente usted también tendría que asegurarse de que su nuevo gen estuviera correctamente adherido al gen especial que funciona como “mecanismo activador” para el gen que usted desea empalmar. De otro modo, puede que su nuevo gen nunca funcione. Después de todo, ni el plasmagén ni la bacteria en la que usted está colocándolo tienen necesidad alguna del nuevo gen. El gen no está haciendo nada en beneficio de ellos; por eso, ¿por qué debería la bacteria perder tiempo y energía produciendo lo que el gen pide por lo que hay en su “programa”?

      La idea de un “mecanismo activador” es engañar a las bacterias de modo que piensen que están produciendo algo que necesitan, cuando en realidad están produciendo algo que usted necesita. A estos mecanismos se les llama “genes reguladores.”

      Ahora junte el gen regulador en combinación con el nuevo gen y mézclelos con muchos plasmagenes pegajosos. Algunos plasmagenes se engancharán a los nuevos genes y de nuevo tomarán forma de rosca. Entonces ponga los plasmagenes “empalmados” en un recipiente donde haya muchas bacterias, y algunas de éstas absorberán algunos plasmagenes. Comúnmente las bacterias intercambian los plasmagenes. Por ejemplo, los plasmagenes generalmente están donde puedan conseguir nuevos genes que los inmunicen a los antibióticos.

      Si todo ha salido bien, por lo menos algunas bacterias habrán absorbido plasmagenes con los nuevos genes introducidos por usted, y por lo menos algunos plasmagenes estarán operando dentro de las bacterias, usando los ribosomas y otros “obreros” de éstas para producir lo que usted quiere producir. Cada bacteria se ha convertido en una diminuta “fábrica” al servicio de usted. Pero esta fábrica tiene la ventaja especial de que se reproduce. Las bacterias se dividen y producen más bacterias, en todas las cuales está el gen especial introducido por usted, y todas las cuales producen la proteína que usted desee.

      [Diagrama en la página 8]

      (Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

      gen + plasmagén = plasmagén modificado ⇨ absorbido por la bacteria

  • Empalme de genes, Inc... ¿un negocio arriesgado?
    ¡Despertad! 1982 | 8 de enero
    • Empalme de genes, Inc... ¿un negocio arriesgado?

      “FUE una acción casi sin precedente en la ciencia,” dijo en la revista Science News el asombrado escritor. En 1974, justamente cuando los científicos empezaban a desarrollar la técnica fundamental del empalme de genes, se dio un aviso urgente respecto a los posibles peligros de sus experimentos. ¿Qué tenía aquello de insólito? Los que emitieron la advertencia no eran alarmistas mal informados, sino los mismísimos científicos que llevaban la delantera en la investigación genética.

      Estos científicos dieron a saber lo que les preocupaba en lo que llegó a conocerse como la “carta de Berg,” que recibió el nombre de Paul Berg, científico de la Universidad de Stanford que en 1980 compartió un premio Nobel de química por su trabajo en el empalme de genes. Otro científico eminente que firmó la “carta de Berg” fue James D. Watson, de Harvard, quien se hizo famoso en 1953 cuando ayudó a descifrar la estructura del ADN (por lo cual él también recibió un premio Nobel).

      Berg, Watson y otros nueve científicos notables se preocupaban por la posibilidad de que el empalme de genes pudiera llevar a la “creación de nuevos tipos de elementos infecciosos de ADN cuyas propiedades biológicas no se pueden predecir de antemano a grado cabal.” En otras palabras, ¿qué hay si alguien creara un nuevo germen y éste se soltara y causara una epidemia de alguna enfermedad terrible? La carta pidió que se suspendieran por el momento ciertos tipos de experimentos y que se desarrollaran principios para asegurar que todos los experimentos futuros estuvieran libres de peligro. Como resultado de la “carta de Berg,” los Institutos Nacionales de Salud (INS) de los Estados Unidos emitieron un conjunto de pautas detalladas sobre el empalme de genes.

      Entretanto, se hacía obvio que, encerrara peligro o no, el empalme de genes era una posible mina para el comercio. ¿Podían las bacterias producir una insulina más barata, más segura? Como hace notar Jonathan King, profesor de biología, “la venta de insulina a los diabéticos es un negocio que asciende a 100 millones de dólares al año.” Si las plantas tuvieran mejores genes, ¿pudiera eso mejorar las cosechas, o reducir la necesidad de abono, o crear plantas más nutritivas? ¡Imagínese el mercado que habría para tales plantas! El profesor Bonner, que enseña biología en una universidad de California, declara: “La agricultura todavía es el negocio principal del mundo.”

      La posibilidad de que estas cosas puedan realizarse ha llevado a la rápida formación de nuevos tipos de negocios que se especializan en la ingeniería genética. Una de estas compañías, la Genentech, fue formada en 1976, y entre el grupo que la fundó estuvo un profesor que había firmado la “carta de Berg.” El profesor invirtió 500 dólares en su participación en la Genentech, pero, en 1980, cuando las acciones de la compañía se pusieron de venta al público, ¡de repente las que el profesor había adquirido valían 40 millones de dólares! Está claro que las personas que compran acciones creen que el empalme de los genes va a ser un negocio muy lucrativo. El vicepresidente de una compañía farmacéutica dice en son de alarde: “Esta obra tiene más importancia que cualquier otra cosa desde que se descubrieron las partículas del átomo.”

      Durante los últimos años, se han formado numerosas empresas pequeñas como la de Genentech, y corporaciones gigantescas como la Standard Oil de California, la Monsanto y la Du Pont están gastando millones de dólares en la investigación genética. El Tribunal Supremo de los Estados Unidos provocó un revuelo en junio de 1980 cuando emitió el fallo de que las formas de vida alteradas genéticamente podían patentarse como cualquier otra invención.

      Se percibe el olor de dinero en el aire, y no causa sorpresa el que últimamente los científicos hayan estado divulgando la noticia de que quizás el empalme de genes no sea tan arriesgado después de todo. Explican que las clases de bacterias que se usan en la mayoría de los experimentos no pueden sobrevivir fuera del laboratorio. Dicen que, por lo general, el ADN alterado crea organismos que son “tullidos” genéticos, y por lo tanto menos peligrosos al hombre que la variedad no cultivada. Tal vez sea apropiado clasificar la expresión del Dr. Watson como típica de la nueva actitud de los científicos, pues él ahora llama su firma en la “carta de Berg,” “la cosa más tonta que he hecho en la vida.”

      ¿Tienen los científicos pruebas científicas sólidas para esta nueva opinión? No, admite el Dr. Berg. “No hay muchos más datos,” dice él. “El caso es que hemos pensado en ello un poco más; nos hemos puesto del otro lado con casi los mismos datos.”

      El Dr. Berg también hace este comentario: “Aunque se hayan hecho muchas declaraciones públicas que expresan confianza, es patente que todos los que las hicieron tienen intereses personales en el campo.”

      La historiadora científica Susan Wright expresa una preocupación similar cuando hace notar que por lo menos una decisión que se tomó para hacer menos rigurosas las pautas de los INS “no está basada en datos empíricos, sino en las opiniones de científicos.” En la publicación industrial Chemical and Engineering News se admite que, aunque el empalme de genes tiene un buen registro de seguridad hasta ahora, “sin embargo, un puñado de críticos dice que el caso por el cual se juzga la seguridad del trabajo que se está efectuando con el ADN en combinación está lejos de ser convincente, y que, con fuerza arrolladora, el efecto está aplastando cualesquier dudas que queden sin que realmente se contesten las preguntas que todavía están pendientes.”

      La cuestión de la seguridad es especialmente importante ahora, porque no se hace dinero con experimentos pequeños; se hace con instalaciones para producción en masa. “Ahora que la tecnología está mudándose del laboratorio a instalaciones para la producción comercial en gran escala, hay mucha más necesidad de reglamentos protectores,” advierte George Taylor, perito de seguridad para la AFL-CIO. Obviamente, hay gran diferencia en el grado de seguridad al tener unas cuantas bacterias en una cápsula de Petri y al tener tinas grandes llenas de bacterias que bombean cantidades comerciales de insulina, interferón, o cualquier otra proteína.

      Pero las pautas emitidas por los INS tenían que ver con la investigación en los laboratorios y se pusieron en práctica sobre una base voluntaria. Se han relajado esas pautas cada vez más, y no hay mecanismo para hacer que la industria cumpla siquiera con éstas. El biólogo King se queja de que “ya se han debilitado tanto los principios que, en vez de proteger la sanidad pública, de hecho protegen de la investigación pública y de la reglamentación a los que trabajan en la tecnología.”

      ¿Pudiera la prisa del hombre por explotar esta tecnología nueva producir un desastre biológico como el desastre nuclear de Three Mile Island?

      Esta pregunta es otra que debe hacerse: ¿Podrá el empalme de genes realmente hacer lo que afirman los científicos que hará? Por ejemplo, se espera que al alterar genéticamente las plantas, éstas puedan fijar su propio nitrógeno del suelo, de modo que se pueda prescindir de gran parte del abono y los gastos y energía que se requieren para producirlo. ¿Será posible construir tales plantas?

      Los científicos saben que ciertas plantas, como las sojas, no necesitan nitrógeno adicional, porque tienen bacterias que viven en sus sistemas radicales que les fijan el nitrógeno. A su vez, las bacterias reciben alimento de las plantas. Este arreglo simbiótico les conviene tanto a las sojas como a las bacterias, y evidentemente fue diseñado por el Creador. Los científicos quisieran mejorar el arreglo.

      Pero hay problemas. Primero, es mucho más difícil conseguir que genes extraños funcionen debidamente en las plantas que el conseguir que trabajen en las bacterias. No hay plasmagenes que puedan ayudar, y las plantas son más complejas que las bacterias.

      Pero, aunque sea posible vencer los problemas genéticos, queda un problema mayor aún que es de química básica. Por naturaleza los átomos de nitrógeno están pegados en pares. Antes que una planta pueda usar el nitrógeno, estos pares tienen que ser separados “por fuerza.” Esto exige una gran cantidad de energía, sea que el hombre separe los átomos de nitrógeno en la manufactura de abono, o los separen las bacterias, o la planta misma. “El precio que la planta tiene que pagar en energía para tener ese proceso no es pequeño,” admite un científico que estudia las plantas. Es muy probable que la pérdida de energía resulte en plantas más pequeñas y una producción muy reducida por hectárea.

      Parece, pues, que la idea del Creador no era tan mala después de todo.

      Es cierto que el empalme de genes puede hacer que las bacterias produzcan sustancias químicas que los hombres desean. Pero, ¿hace esto que las bacterias sean mejores? No. Al grado que estas diminutas “fábricas” están elaborando productos que les son inútiles a ellas, están desperdiciando energía que pudiera utilizarse para hacerlas crecer más rápidamente o hacerlas más fuertes. Desde el punto de vista de las bacterias, la variedad que resulta del empalme de genes realmente es inferior.

      Si el hombre no puede mejorar el diseño o la forma de la bacteria humilde, ¿realmente puede tener la esperanza de mejorar el diseño o la forma de las células mucho más complejas de las plantas o de los animales? Los científicos quedan maravillados ante el vuelo del abejorro, que para ellos es una “imposibilidad” aerodinámica, ante los instintos de navegación de las aves migratorias, ante la comunicación de larga distancia de las ballenas, y ante la perfección geométrica y arquitectónica del tejido de los huesos. ¿Realmente están preparados para mejorar los diseños del Creador? Puede que un niño haya aprendido a desarmar el reloj que su padre lleva en el bolsillo, pero ¿significa eso que él pudiera diseñar un reloj superior?

      Lo mismo pasa con los científicos modernos. Han podido desarmar unos cuantos organismos sencillos, y confiesan que no entienden cabalmente lo que han hallado dentro de éstos. Puesto que los científicos no entienden la función de largas extensiones de ADN, afirman que este ADN es “rudimentario,” o “una tontería.” (Los facultativos acostumbraban hablar así del apéndice y de las amígdalas, antes de aprender más al respecto.)

      No hay nada de malo en tener curiosidad intensa por saber cómo funcionan las cosas vivientes. Si los hombres emplean su curiosidad innata para aprender humildemente de los diseños de Jehová Dios, sacarán provecho. Pero si, movidos por la avaricia y la arrogancia, tratan de rediseñar la creación de Dios radicalmente para sacar ganancia material, se encararán finalmente a un desastre.

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