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  • La sociedad de los que visten de gala
    ¡Despertad! 1977 | 8 de abril
    • La sociedad de los que visten de gala

      HAY buen motivo para describir a los pingüinos como miembros de la “sociedad que viste de gala.” Cuando están en posición erguida, estas aves no voladoras, con sus plumas negras o azuladas en el lomo y blancas en el pecho y vientre, se parecen a hombrecillos en trajes de etiqueta.

      Al anadear en la tierra, los pingüinos parecen muy torpes. Pero en el agua presentan un cuadro enteramente diferente. Los miembros grandes de su género pueden saltar del agua casi dos metros al aire y doblarse graciosamente sobre la superficie en forma de arco. Los pingüinos son excelentes nadadores. Se ha establecido con cronómetro que algunos pueden nadar cuarenta kilómetros por hora. Sus alas largas y comparativamente angostas están adaptadas a la natación y son de movimiento eficaz y poderoso. Aunque sus patas palmeadas realmente no contribuyen mucho a la natación, sí sirven de timones.

      También es impresionante el poder de detección que tienen los pingüinos bajo la superficie del agua. Allá en 1963 se realizaron unas pruebas en el parque zoológico de San Francisco que revelaron la habilidad de los pingüinos de distinguir entre el sonido de su propio cuerpo en el agua y el de los peces. Se echaron dos peces en un tanque cuyas paredes absorbían los sonidos e impedían los ecos. Al momento que cuatro pingüinos se lanzaron al agua, las luces fueron apagadas y más peces fueron esparcidos por todo el tanque. ¡Dentro de treinta segundos los pingüinos se habían comido todos los peces! ¿Cómo localizaron su presa? Todavía es un misterio.

      Otra habilidad sobresaliente de los pingüinos tiene que ver con su migración. Hace varios años, tomaron cuarenta pingüinos de Adelia en la costa helada de las tierras antárticas y les pusieron bandas de identificación. Luego los transportaron en avión 2.415 kilómetros al Casco de Hielo Ross y los dejaron allí. Después de dos años, tres de ellos llegaron de vuelta a su original lugar de anidar, precisamente a tiempo para la época de su reproducción. Por medio de nadar, andar y deslizarse sobre el vientre habían logrado cruzar muchos kilómetros de costa y masas de hielo flotante. ¿Qué le parece ese viaje de un ave que no vuela ni posee brújula?

      Cortejo, apareamiento y reproducción

      Son especialmente interesantes los hábitos de cortejo y apareamiento de los pingüinos. Estos difieren de una variedad de pingüinos a otra y, por lo tanto, sirven para mantener separadas las diferentes clases.

      El pingüino de Adelia sobresale en sus despliegues amorosos en la época de la reproducción. El macho hace un crescendo de sonidos parecidos a los de tambor, extiende su cabeza y pico lentamente hacia arriba, y agita sus aletas bruscamente. Puede que la hembra responda inclinándose, con la cabeza vuelta a un lado. Esto constituye aceptación. Luego el macho se inclina. A veces se puede observar a un pingüino presentar una piedra a otro. “¿Puede uno saber cuál es el pingüino macho y cuál la hembra al notar quién presenta las piedras y a quién se las presenta?” pregunta el naturalista R. L. Penney. Su respuesta: “Encantadora idea... pero inexacta. Ambos lo hacen.”

      Una vez que se aparean, las parejas adultas por lo general siguen juntas por el resto de la vida. Lucy Kavaler, en su libro Freezing Point, informa que una pareja, identificada por bandas de aluminio atadas a las piernas, había continuado junta por cinco temporadas. Los machos jóvenes casi siempre vuelven al mismo lugar donde encontraron sus compañeras el año anterior. Sin embargo, las hembras jóvenes a menudo no vuelven, pues prefieren hallar nuevos compañeros. Pero se ponen más estables a medida que maduran.

      Los pingüinos emperadores se reproducen cuando el ambiente está en su punto más hostil. Sus hijuelos salen de sus cascarones a un mundo de oscuridad y vientos que soplan con fuerza de huracán.

      Después que la hembra pone el huevo, se lo entrega al macho. Él lo enrolla dentro de una bolsa que consiste en un pliegue de piel justamente arriba de sus patas y bajo los rollos de gordura sobre su estómago. Así protege al huevo del frío. Las temperaturas pueden bajar a 65 grados bajo cero (Celsius), pero él sigue manteniendo el huevo abrigado y caliente debajo de él. Puesto que el pingüino duerme en posición vertical, el huevo nunca está en peligro de caer. Cuando hay tempestad, se une a los otros machos que están empollando huevos, y se apiñan lo más posible. Se alternan, de modo que a cada uno le toca pasar algún tiempo en la parte interior del círculo y algún tiempo afuera en el frío. Durante el tiempo que los pájaros machos llevan el huevo, no comen nada. Durante este período el peso de un pingüino emperador puede bajar de sus treinta y cuatro kilogramos normales a veintitrés.

      ¿Qué hay de la hembra? Mientras el macho está en tierra protegiendo el huevo, ella está en el mar, almacenando alimento en su cuerpo. Al fin de dos meses, ella vuelve gorda y harta. Aunque el macho se haya mudado del lugar en que lo dejó, lo puede identificar por su grito. Ella regresa casi al momento que el polluelo sale del cascarón. Una vez que haya vuelto la hembra, el macho puede confiar la criaturita a su cuidado mientras que él se va al mar a recobrar su fuerza y peso con alimento.

      El pequeño pingüino se pasea en las patas de su madre, y se mantiene caliente bajo el pliegue de su piel. Cuando tiene hambre, saca su cabezita de debajo del pliegue y silba. Entonces la madre hace regurgitar parte de los pescados que ha comido, y el pequeñuelo tiene una comida. Cuando el macho vuelve, ambos padres cuidan al polluelo por turnos.

      Peligros a la supervivencia

      Hay una alta proporción de muertes infantiles entre los pingüinos debido a las tempestades, el estar expuestos a la intemperie, y cosas parecidas. En su libro The Territorial Imperative, Robert Ardrey comenta: “No hay peligro natural en este planeta que pueda compararse con las circunstancias que causan tan tremendos estragos en el promedio de vida de los jóvenes del pingüino emperador.”

      Para los pingüinos de Adelia, las aves rapaces como los petreles gigantescos y las grandes gaviotas antárticas presentan un peligro constante. Por eso, la disciplina desempeña un papel muy importante en la protección de los pollos de los pingüinos de esta variedad. Si un pollo se atreve a vagar tan solo treinta centímetros del nido, los padres del nido adyacente lo atacan casi despiadadamente, mordiéndolo en el dorso, cabeza y aletas, mientras que el chiquilín lucha para escaparse. Puede que esta acción parezca severa, pero sirve para proteger al pollo, puesto que sin duda alguna lo atacarían esas gaviotas grandes si se alejara de la colonia.

      Aparte del hombre, no hay criatura que los pingüinos emperadores tengan que temer en tierra. Pero en el agua, las focas antárticas y las orcas matan grandes cantidades de ellos. Al ser perseguidos, los pingüinos emperadores pueden saltar verticalmente y lograr caer de pies encima de un témpano de hielo que sobresalga hasta metro y medio de la superficie del agua. También confían en la seguridad que les proporciona el estar en grupos grandes. Por lo general, solo los que se alejan de los demás llegan a ser alimento para los animales de rapiña.

      Pero el mayor destructor de los pingüinos no es el cazador, sino el hambre. Si un lugar de alimentación natural ya no puede sostenerlos, desaparecen rápidamente. Si los surtidos alimenticios aumentan, también aumenta la cantidad de pingüinos.

      Aunque al juzgarlos por su apariencia uno piense que los pingüinos son miembros de la “sociedad que viste de gala,” claro está que no viven con holgura. Es especialmente cierto del pingüino emperador que él se mantiene vivo en medio de condiciones que aparentemente son imposibles. Pero es admirable el modo maravilloso en que este pingüino está adaptado para su existencia. ¡Qué grandioso testimonio da esto de su Diseñador Magistral, el Creador, Jehová Dios!

  • La acacia... espinosa, pero no carece de distinción
    ¡Despertad! 1977 | 8 de abril
    • La acacia... espinosa, pero no carece de distinción

      HAY unas 450 variedades de acacias. Estas varían en tamaño entre el de meros arbustos y el de árboles que suministran madera útil. Las acacias son miembros de la familia de las mimosáceas y se les encuentra en las zonas cálidas de la Tierra, incluso en las regiones desérticas.

      Dos variedades de acacia son de interés particular al estudiante de la Biblia, la Acacia seyal y la Acacia tortilis. Esto se debe a que es muy posible que estas dos variedades hayan sido las acacias que se mencionan en las Escrituras.

      Estas dos variedades se encuentran en el desierto arábigo y casi son los únicos árboles que hubieran podido suministrar los materiales que los israelitas necesitaban para construir el tabernáculo en la península de Sinaí.

      La mayor de las dos clases es la Acacia tortilis. No es muy impresionante en las inhóspitas regiones desérticas. Suele crecer retorcida y llena de nudos, y es más arbusto que árbol. Pero en condiciones de crecimiento más favorables, alcanza una altura de casi 8 metros. De las largas ramas de este útil árbol sobresalen fuertes y finas espinas de casi cuatro centímetros de longitud.

      Una áspera corteza negra cubre la dura madera de excelente fibra de un color pardo anaranjado. Aún hoy día el vivo color y la resistencia natural de la acacia al ataque de los insectos hacen que su madera sea ideal para hacer muebles finos.

      Sin embargo, la mayor distinción que ha recibido la espinosa acacia fue la de suministrar la madera para la construcción de los artículos asociados con la adoración verdadera. Se usó para hacer el arca del pacto, la mesa para el pan de la proposición, el altar de la ofrenda quemada, el altar del incienso, los varales para transportar este moblaje sagrado, las columnas para la cortina y la pantalla del tabernáculo, y también los marcos de entrepaños del tabernáculo y las barras que los conectaban.—Éxo. 36:20, 31, 36; 37:1, 4, 10, 15, 25, 28.

      Ciertamente la espinosa acacia es un árbol que no carece de distinción. El vivo color y durabilidad de su madera lo recomiendan. El que la acacia fuera usada en la construcción del tabernáculo ensalza su reputación, pues ese tabernáculo y sus enseres fueron usados en la adoración verdadera por aproximadamente quinientos años.

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