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La Era de la obscenidadLa Atalaya 1983 | 15 de junio
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La Era de la obscenidad
EN LA fábrica de Cleveland, Ohio, E.U.A., donde estaba empleada Inez, ella era indisputablemente la reina de la ‘pandilla de los que dicen palabrotas’. Cierto día, Alicia accidentalmente chocó con Inez. En la discusión que resultó de esto, Alicia casualmente dijo una palabrota a Inez. Los observadores quedaron asombrados ante aquella insolencia.
Inez se desquitó con una torrente de insultos obscenos. Las palabrotas ofensivas se hicieron más y más audibles, pues las paredes las repetían al hacer eco, de modo que otros empleados vinieron corriendo para animar a su favorita. Al principio parecía tratarse de un empate a medida que una obscenidad tras otra rasgaba el aire.
Por fin, debido a su mayor experiencia en mezclar y combinar las obscenidades, Inez empezó a ganar la delantera. Con un vocabulario aparentemente interminable de palabras obscenas, ella derrotó a Alicia. Reducida al silencio y con el rostro enrojecido, ésta se alejó lentamente. Se oyeron gritos de júbilo a medida que los empleados regresaron poco a poco a sus máquinas. Inez, con toda naturalidad, reanudó tranquilamente su trabajo.
Tales incidentes no son poco comunes hoy día. El tipo de lenguaje que en un tiempo se asociaba con personas abandonadas a quienes se había desahuciado ha llegado a ser común. Es “aceptable” ahora que las mujeres y hasta los niños digan palabrotas. Los jovencitos se han acostumbrado a usar lenguaje que en un tiempo resultaba en que se les lavara la boca con jabón. Además, en el pasado las palabrotas se representaban en forma impresa por medio de asteriscos o rayas, mientras que ahora en muchos casos son deletreadas por completo para el lector.
El nuevo parecer respecto a las obscenidades se refleja también en las películas cinematográficas. Éstas ahora suelen estar llenas de conversaciones vulgares y palabras obscenas. Los cinematógrafos frecuentemente introducen tal lenguaje en el guión a fin de que se clasifique la película para “adultos”. Por ejemplo, originalmente se clasificó la película Annie como apropiada para personas de toda edad, pero el productor temía que tal clasificación no atraería al público. Por eso introdujo una palabrota en el guión de la película.
La obscenidad va en aumento
El habla profana ha sido común durante toda la historia. Se trata de cualquier tipo de lenguaje que profana o deshonra algo o a alguien. Tal lenguaje despliega falta de reverencia por las cosas sagradas, incluso por Dios y todo lo que esté relacionado con Sus cualidades y caminos. A menudo consiste en pedir a una deidad que “maldiga” a otra persona. O tal vez se use el lenguaje profano para violar o insultar a personas o cosas que Dios considera sagradas. Pero la Biblia dice: “Yo, el Señor tu Dios, castigaré a cualquiera que haga mal uso de mi nombre”. (Éxodo 20:7, Today’s English Version.)
Pero en los últimos años, ha habido un cambio notable en cuanto al lenguaje profano. Éste se ha vuelto explícito en lo que tiene que ver con lo sexual, —se ha vuelto obsceno— de modo que introduce en la mente detalles íntimos con relación a los órganos sexuales y el uso de ellos. Se ha vuelto común manifestar falta de respeto, hasta desprecio, para con la santidad del matrimonio y el engendramiento de los hijos. “En casi todo nivel, los hurras que se oyen durante eventos atléticos se han convertido —explica la revista U.S. News & World Report— en insultos desenfrenados y explícitos que se dirigen en contra de los rivales y aluden a lo sexual.”
Dichas obscenidades constituyen pornografía verbal. El aire hoy está contaminado con tal lenguaje. Según informa la revista Time, el dirigente de un equipo de béisbol, Tommy Lasorda, “dijo 144 obscenidades al hablar brevemente ante los miembros de su equipo para animarlos”. Muchos líderes políticos del mundo usan obscenidades también. De hecho, Richard Nixon popularizó la expresión “se ha suprimido el expletivo” desde que se publicó el contenido de las cintas de la Casa Blanca. El ex presidente estadounidense Jimmy Carter, aunque se le conocía por sus convicciones religiosas, usó una palabra con implicaciones sexuales que el periódico The New York Times rehusó imprimir. El diario sencillamente se refirió a ella como “un vulgarismo norteamericano”.
Algunos tal vez recuerden que en un tiempo se consideraba mal habladas a personas que usaban palabras como “caramba”, “diablos”, “córcholis” y “caracoles”. Pero en vez de estas palabras, se han vuelto comunes las obscenidades tanto en la lengua hablada como en la palabra escrita, de modo que el lenguaje obsceno nos ataca de todo lado. Hace años, cierto escritor que trató el asunto del lenguaje profano enumeró 14 usos de la palabra “diablo” o “diablos” en el lenguaje profano. Pero ahora, en el caso de muchas personas, casi cada oración termina en palabras vulgares que describen actos sexuales, y se aplican éstas a casi cualquier cosa imaginable. Además, estas palabras no se pronuncian solo bajo el impulso de la ira o el dolor, sino que las personas están usándolas simplemente porque quieren usarlas.
Tanto en tarjetas postales como en los garabatos o dibujos esgrafiados que se ven en lugares públicos es evidente que el lenguaje vulgar se está esparciendo. Por casi todas partes se pueden ver camisetas, cartelones, botones y etiquetas en los parachoques de los automóviles que llevan obscenidades escritas. Tal lenguaje se ha hecho “popular” entre muchas personas. “El uso en público del lenguaje profano ha llegado a aceptarse de manera tan general —comenta la revista U.S. News & World Report— que sería difícil, o tal vez imposible, detener esta tendencia e introducir otra contraria a ella.” ¡Con razón se ha calificado a nuestro tiempo de “Era de la obscenidad”!
¿A qué se debe esto?
El hecho de que la obscenidad va en aumento está directamente relacionado con el deterioro de ciertas instituciones tradicionales y normas de comportamiento. “Es una característica de los tiempos”, dijo cierto portavoz religioso. La desintegración de la estructura familiar, la falta de respeto para con las autoridades y la nueva moralidad que lo tolera todo son factores que han contribuido a las obscenidades desenfrenadas y explícitas de índole sexual. Dicho lenguaje refleja el modo de vivir inmoral que se ha hecho común hoy día.
Thomas Cottle, discursante en siquiatría de la Universidad de Harvard, comentó: “La vida les parece artificial y poco satisfaciente a las personas, y por eso están enojadas. [...] Tras dicho enojo ronda la agresividad”. Se afirma que el lenguaje profano es un medio de desahogarse del enojo y de la frustración que se han ido acumulando. “Si otro automovilista se mete delante de mí en la carretera y yo le digo unas cuantas palabrotas —dice Chaytor Mason, sicólogo clínico— me convenzo a mí mismo de que soy superior a él y así recobro mi amor propio.”
Lo que vamos observando en cuanto a la manera de insultar a otros verbalmente es significativo. La Biblia indica que éste es un indicio de que se acerca el fin de un sistema de cosas inicuo. “Mas sabe esto —advierte la Biblia— que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos [...] blasfemos [...] calumniadores, sin gobierno de sí mismos.” (2 Timoteo 3:1-5.)
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Las obscenidades... ¿son realmente perjudiciales?La Atalaya 1983 | 15 de junio
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Las obscenidades... ¿son realmente perjudiciales?
SE CALCULA que en algunas ciudades grandes de los Estados Unidos una de cada cinco palabras que se dicen tal vez sea una palabrota. En Italia, según cálculos de la Unión Nacional contra la Blasfemia, se dicen diariamente más de mil millones de blasfemias contra Dios o la iglesia. En efecto, el echar maldiciones es uno de los pasatiempos principales en muchos lugares.
Eso debe aplaudirse, dice Reinhold Aman, director de Maledicta, revista sobre lenguaje blasfemo. Él opina que la agresión verbal es provechosa, pues es preferible a la agresión física. “Prefiero que me llamen [*@*@] que recibir un disparo o una puñalada en el pecho”, dice Aman.
A eso Chaytor Mason añade unas palabras en favor de las palabrotas, al decir: “El lenguaje blasfemo, el echar maldiciones o como usted quiera llamarlo, es un método que por mucho tiempo ha resultado eficaz para desahogar las emociones que la frustración ha producido”.
Cada vez más personas toleran el lenguaje blasfemo y opinan que es inofensivo. Creen que está justificado el uso de una obscenidad apropiada para la ocasión. De hecho, Seventeen, revista para muchachas adolescentes, hace esta observación: “Alguna que otra vez, es divertido reunirse con las muchachas o los muchachos —o ambos en este caso— para efectuar una competencia obscena en la que se trata de echar una maldición que supere la del contrario. Estoy pensando en el concurso de escatología que se celebró en el tercer piso del dormitorio universitario para muchachas donde estoy. Las palabras de cuatro letras que se profirieron esa noche hubieran ruborizado a un policía que lucha contra el vicio”.
¿Está usted de acuerdo con que el lenguaje blasfemo está justificado? ¿Son realmente perjudiciales las obscenidades?
‘¿Solo por diversión?’
¿Qué es un “concurso de escatología”? Una definición de escatología dice: “Estudio de los excrementos”. La palabra también se ha aplicado al estudio de lo obsceno. ¿Qué opina usted sobre el tratar de superar a otras personas en el uso de lenguaje vil?
El objetivo de las competencias de maldiciones en las que algunos jóvenes participan con frecuencia hoy día es insultar a la madre del contrario en un intercambio de palabras en que se trata de superar al adversario. Los oponentes, que por lo general son dos, están rodeados de un grupo de amigos que se ríen mientras oyen que un adversario más ingenioso degrada a la madre de su amigo. Una práctica parecida es la de insultar con nombres ofensivos. Ésta es la práctica de describir la apariencia de otra persona asemejándola a algún animal desagradable, como el cerdo, la rata o la mofeta.
Tales prácticas, junto con el hacer chistes obscenos como forma de entretenimiento, se han convertido en algo muy común. Al tomar parte en ellas, los participantes dan a entender que las indecencias no son tan malas, pues pueden bromear sobre ellas. Y señalan: ‘Mire cuántas personas se ríen’. Sin duda tales prácticas han contribuido a que las obscenidades hayan llegado a formar parte del habla diaria, y que hasta las personas “profesionales” y “sofisticadas” las profieran. Sin embargo, ¿es el decir obscenidades más perjudicial, potencialmente, que lo que muchos creen?
El efecto de las obscenidades
Las palabras obscenas son para la boca lo mismo que la pornografía para el ojo. La pornografía verbal recurre a fantasías sexuales. Por lo tanto, ¿qué pudiera suceder si alguien dijera con regularidad palabras explícitas sobre asuntos sexuales? ¿No sentiría tal persona mayor inclinación a llevar a cabo aquello de lo cual habla? Ciertamente es significativo que el tremendo aumento en el uso de obscenidades sea comparable con el aumento en la fornicación, el adulterio y la homosexualidad.
En vista de eso, bien pudiera ser que usted viera la sabiduría del consejo bíblico que insta: “Que la fornicación e inmundicia de toda clase o avaricia ni siquiera se mencionen entre ustedes, así como es propio de personas santas; tampoco comportamiento vergonzoso, ni habla necia, ni bromear obsceno, cosas que no son decorosas”. (Efesios 5:3, 4.)
El hecho es que la persona de habla obscena se está corrompiendo a sí misma. Y esparce a otras la degeneración cada vez que repite obscenidades. Por consiguiente, con razón la Biblia aconseja: “Mas ahora realmente deséchenlas todas de ustedes, ira, cólera, maldad, habla injuriosa y habla obscena de su boca”. “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido” (Colosenses 3:8; Efesios 4:29). Además nos insta: “Desechen toda suciedad” (Santiago 1:21). El obrar de manera contraria a estos consejos resulta en el desagrado de Dios.
También, piense en esto: Si dos personas participan en un intercambio de insultos verbales, ¿mejora esto las relaciones entre ambas? E incluso si, como resultado de un insulto verbal, se evitara una pelea, ¿puede decirse en realidad que se resolvió el problema entre ambas? ¡Qué va! Por otra parte, ¿no aumenta realmente la posibilidad de que estalle una pelea, en vez de minimizarla, el proferir insultos verbales?
¿Cómo se promueven, pues, el amor y la comprensión? Por medio de negarse a ‘devolver mal por mal’. La Palabra de Dios manda: “No se venguen ustedes mismos”. Más bien, “cédanle lugar a la ira” por medio de dejar la venganza en manos de Dios. Las palabras y acciones bondadosas de usted para con alguien que es injurioso ‘amontona brasas ardientes sobre la cabeza de él’, y puede que contribuya a templar la actitud de él para con usted. Es prudente seguir en todo momento este consejo bíblico positivo: “Estén bendiciendo y no maldiciendo”. (Romanos 12:17-20, 14.)
Evite caer en la trampa
Es patente que tenemos que estar alerta constantemente contra el dejarnos llevar por las tendencias de este mundo blasfemo. Ninguno de nosotros está inmune a que éste nos infeste. Como dice Burges Johnson, escritor de un libro sobre lenguaje blasfemo: “Si el lenguaje blasfemo es por lo general un mal del vocabulario, ¿cómo se transmite y quiénes lo contraen? La respuesta es fácil: no solo es contagioso, sino también infeccioso, pues hay gérmenes de éste plantados profundamente dentro de todos nosotros”. La Biblia confirma que, como humanos imperfectos, tenemos la inclinación a ser atraídos por actividades incorrectas e inmorales. De modo que tenemos que luchar contra el uso de habla obscena. (Génesis 8:21; Salmo 51:5.)
El evitar el habla obscena empieza con aprender a controlar las emociones y acciones que llevan a ella. ¿Cuáles son éstas? La Biblia contesta: “Quítense de ustedes toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa” (Efesios 4:31). Así que, antes de llegar al punto de estar tan encolerizado con alguien que usted desee maldecirlo, deténgase y esfuércese por enfocar su atención en las cosas buenas que usted conoce acerca de esa persona. No permita que la cólera le haga usar lenguaje obsceno. Procure prestar atención al mandato bíblico: “No salga nada desenfrenado de su boca”. (1 Samuel 2:3.)
Usted puede acudir a la Palabra de Dios, la Biblia, como fuente de pensamientos rectos. Al llenar su mente de pensamientos apropiados, estará fortaleciendo los deseos correctos del corazón. ¿Qué efecto tendrá esto en su habla? Jesús declaró: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mateo 12:34.)
No titubee en orar por la ayuda de Dios y pedir Su espíritu. El salmista oró: “Pon guardia, sí, oh Jehová, para mi boca; pon vigilancia, sí, sobre la puerta de mis labios” (Salmo 141:3). Mediante nuestra propia vigilancia para controlar nuestra lengua, junto con el apoyo de Dios, podremos evitar la trampa del lenguaje blasfemo.
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