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Paz y seguridad... la esperanzaLa Atalaya 1985 | 1 de octubre
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Paz y seguridad... la esperanza
“La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró unánimemente el año 1986 como el Año Internacional de la Paz. Dicho año será proclamado solemnemente el 24 de octubre de 1985, fecha del 40 aniversario de las Naciones Unidas.”
¿QUÉ opina usted de esta declaración oficial de la Organización de las Naciones Unidas? ¿Le hace tener más confianza en el futuro? Muchas personas dirían que vale la pena tratar cualquier cosa que ofrezca aunque sea la más remota posibilidad de que se establezca la paz. Entonces, ¿por qué no tener un “Año Internacional de la Paz”?
Desde luego, tal “Año de la Paz” estaría en armonía con las metas de los fundadores de la Organización de las Naciones Unidas. Allá en el año 1944 el presidente de los Estados Unidos declaró: “Nos hemos resuelto a [...] organizar así a las naciones que aman la paz para que, mediante unidad de deseo, unidad de voluntad y unidad de fuerza, puedan estar en la posición de garantizar que ni siquiera comience a surgir otro agresor o conquistador. Por eso, desde el mismo comienzo de la guerra, y en armonía con nuestros planes militares, hemos empezado a colocar los cimientos de la organización general para mantener la paz y la seguridad”.
Muchas personas compartían esos mismos ideales. “Para que las Naciones Unidas llegaran a existir, fue necesario que un grupo grande de personas tuviera fe en la capacidad humana para el bien y creyera que sus esperanzas podían justificarse”, dice el libro Defeat of an Ideal (El fracaso de un ideal) de Shirley Hazzard, quien trabajó por una década en la Secretaría de las Naciones Unidas.
La carta de la recién formada organización expresa las esperanzas de sus fundadores: “Los Propósitos de las Naciones Unidas son: 1) Mantener la paz y la seguridad internacionales [...] 2) Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos [...] 3) Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales”. ¿Pudiera haber algo de malo en tales metas?
Hay que admitir que las Naciones Unidas tuvieron un comienzo impresionante. Se consideraron importantes cuestiones mundiales. En 1948 se adoptó la sobresaliente Declaración Universal de Derechos Humanos. Se inició una valiosa obra humanitaria para aliviar la pobreza, el hambre, las enfermedades y la situación difícil de los refugiados. Se establecieron normas internacionales, como las normas de seguridad en barcos y aviones, certificados de salud para los que viajan a ciertas regiones, uniformidad en el franqueo postal y la asignación de espacio a las bandas de transmisión.
Las Naciones Unidas estuvieron estrechamente relacionadas con los esfuerzos que se hicieron para establecer la paz en el conflicto indo-paquistaní de 1947 a 1949. Hasta demostraron que tenían poder militar cuando grupos de soldados portando la bandera de la ONU entraron en Corea en 1950 y en el Congo (actualmente Zaire) en 1960. Todavía hay fuerzas de las Naciones Unidas para mantener la paz en Chipre y en el Oriente Medio. Sí, en los últimos 40 años las Naciones Unidas se han distinguido. Como demostración de que reconocen esto, más de 150 países han enviado delegados a la distinguida sede de la organización en la ciudad de Nueva York, a la orilla del East River.
Pero ¿hasta qué grado han cumplido las Naciones Unidas con su mandato fundamental de “mantener la paz y la seguridad internacional”? ¿Y qué efecto tendrá el proclamado “Año Internacional de la Paz”?
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Paz y seguridad... ¿de qué fuente?La Atalaya 1985 | 1 de octubre
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Paz y seguridad... ¿de qué fuente?
AUNQUE la Organización de las Naciones Unidas ha efectuado servicios valiosos en algunos campos, cualquiera que se mantiene al día con las noticias tiene que admitir que hasta ahora esta ha fracasado en lo que tiene que ver con la paz y seguridad. Esto lo han admitido francamente los apoyadores más ardientes de la organización.
Así, allá en 1953, solo ocho años después del nacimiento de la ONU, Dag Hammarskjöld, entonces secretario general, confesó: “En tanto que nuestros predecesores soñaron con un nuevo cielo, nuestra esperanza más grande es que se nos permita salvar la vieja tierra”. Veintiséis años después, el señor C. William Maynes, subsecretario de estado de los Estados Unidos, se vio obligado a admitir: “El propósito principal del Consejo de Seguridad y la Asamblea General era mantener la paz y seguridad internacional. [...] Ustedes tienen prueba de que la organización ha fracasado en su propósito central”.
¿Cuán pertinente es esto?
La verdad es que la mayoría de las decisiones sobresalientes que han afectado la paz y seguridad durante los últimos 40 años han sido tomadas mayormente fuera de las Naciones Unidas. En 1982 el secretario general Javier Pérez de Cuéllar se lamentó de que “este año, vez tras vez hemos visto a la organización dejada a un lado o rechazada, por una razón u otra, en situaciones en que debía, y podía, haber desempeñado un papel importante y constructivo”. ¿A qué se debe esto?
Algunos señalan como razón al espectacular crecimiento de la organización en cuanto a miembros se refiere. La cantidad original de 51 miembros aumentó a más de 150, cada cual con un voto igual en la Asamblea General. No obstante, algunas de estas naciones son bastante pequeñas. Pues la nación compuesta de las islas San Cristóbal y Nevis, la nación número 158 que se ha afiliado a la organización, tiene una población de menos de 50.000 habitantes; sin embargo, su voto es equivalente al de la China, cuya población se aproxima a mil millones de habitantes. Es cierto que este arreglo les da a las naciones más pequeñas la oportunidad de ser oídas, pero difícilmente anima a las potencias más grandes a tomar en serio las decisiones de la organización.
Shirley Hazzard alude a un segundo problema: “Los poderes de obligación no fueron conferidos a la Organización de las Naciones Unidas, excepto en la medida en que tal vez residan en los mismísimos miembros que muy probablemente necesiten ser compelidos”. En
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