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  • La humanidad... por qué hace las cosas como las hace
    ¡Despertad! 1980 | 22 de agosto
    • antepasados animales. No es cierto, sostienen otros científicos. El antropólogo Ashley Montagu escribe lo siguiente:

      “Hay muchas sociedades que, lejos de participar en comportamiento agresivo, son notablemente no violentas y cooperativas. Ejemplos de éstas son los tasaday de Mindanao, los toda del sur de India, los tahitianos, los hadza de Tanzania, los ifaluk del Pacífico, los yamis del Pacífico occidental, los lapones, los arapesh y los fore de Nueva Guinea. . . .

      “Cuando los antropólogos estudiamos sociedades no agresivas como éstas, observamos que es principalmente por medio de las prácticas de éstas que tienen que ver con la crianza de los hijos que ellas producen personalidades cooperativas, no violentas. Son profusas en sus expresiones de cariño para con los niños. Desde su infancia en adelante, los pequeñuelos rara vez están fuera de contacto corporal con alguien que los esté abrazando o cargando. . . .

      “Tanto la agresión como la no agresión son modos de comportamiento que se aprenden. Cada sociedad suministra modelos para las formas de comportamiento que prefiere... modelos que fortalecen de continuo el comportamiento del individuo. Los Estados Unidos ponen ante el niño modelos de las clases más agresivas, y entonces nos preguntamos por qué tenemos una proporción tan elevada de crímenes violentos.”

      El Dr. John Lind insta a que se vuelva a la práctica de mecer a los bebés y cantarles canciones de cuna, porque esto “apresura el desarrollo del cerebro.” En la revista Psychology Today de diciembre de 1979 se dijo que “durante los períodos de formación del desarrollo cerebral, el que se prive al niño de ciertas clases de impresiones sensoriales —como porque la madre no toque ni meza al niño con suficiente frecuencia— da por resultado un desarrollo incompleto o perjudicado de los sistemas neuronales que controlan el afecto.” “Puesto que los mismos sistemas ejercen influencia en los centros cerebrales que tienen que ver con la violencia,” sigue diciendo el artículo, “puede que al infante que sufra dicha privación se le haga difícil controlar los impulsos violentos cuando llegue a ser adulto.”

      En su libro The Brain: the Last Frontier (El cerebro: última zona por explorar [1979]) el Dr. Richard Restak repara en los siguientes puntos: Los experimentos han “suministrado prueba definitiva de que el sistema límbico [periférico] es la zona del cerebro que más tiene que ver con la emoción,” y que la destrucción o estímulo de esta zona produce cambios en la conducta. El estímulo eléctrico puede causar gozo o furia. “Para su desarrollo normal, el cerebro inmaturo depende del estímulo sensorial,” y “cuando a un infante se le mece o abraza, eso dirige al cerebelo impulsos que estimulan su desarrollo.” Esto es importante, porque el cerebelo controla los movimientos, y si se le priva de estos impulsos agradables, no se forman suficientes sinapsis de los nervios, y el desarrollo es anormal. El resultado puede ser una personalidad no controlada, impulsiva y violenta.

      Los dos párrafos anteriores muestran que no solo los genes, ambientes y patrones de conducta que la sociedad pone ante nosotros afectan la manera en que nos portamos, en que hacemos las cosas, sino que además el tratamiento que recibimos como bebés indefensos afecta nuestro desarrollo cerebral, nuestros estados emocionales y las acciones resultantes.

      Pero hay todavía otro factor que figura en esto... uno cuya existencia muchas personas no quieren admitir. Sin embargo, la publicación The Wall Street Journal sí lo admite. En un editorial del 28 de octubre de 1977 sobre “El impulso terrorista,” se pregunta acerca de la expresión despreocupada e insensata de furia y violencia. Generalmente se tiende a culpar a la sociedad, pero el editorial se pregunta acerca de “impulsos profundos e irracionales” en el hombre para el cual “el mal tiene su propia atracción.” En su oración concluyente dice: “Usted está más alejado de la verdad si culpa a la sociedad que si culpa a Satanás.”

      La Biblia llama a Satanás “el dios de este sistema de cosas,” identifica a las “fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales” como los verdaderos enemigos, y declara ay para la Tierra “porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo.” (2 Cor. 4:4; Efe. 6:12; Rev. 12:12) Satanás dio origen a la dificultad en Edén cuando tentó a Eva hacia abandonar la ‘imagen y semejanza’ de Dios. Hoy Satanás todavía es una tremenda fuerza que influye en la gente y la lleva a obrar con violencia insensata y furiosa.

      Muchos factores conocidos explican por qué la humanidad hace las cosas como las hace. La genética, el ambiente, el libre albedrío, las necesidades insatisfechas... todo esto influye en la conducta. El desarrollo cerebral durante la infancia desempeña un papel importante. No obstante, el entendimiento que el hombre tiene del cerebro esta en etapa inicial. A menudo se llama al cerebro la cosa más misteriosa de nuestro misterioso universo. Además, hay la influencia satánica.

      Por lo tanto, ¿sabemos de veras por qué la humanidad hace las cosas como las hace? Conocemos algunos detalles; muchos otros no los conocemos. Pero si conocemos la razón fundamental: Ninguno de nosotros refleja perfectamente ‘la imagen y semejanza de Dios.’

  • La humanidad... su regreso a la semejanza de Dios
    ¡Despertad! 1980 | 22 de agosto
    • La humanidad... su regreso a la semejanza de Dios

      “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva personalidad, que va haciéndose nueva en conocimiento exacto según la imagen de Aquel que la creó.”—Col. 3:9, 10.

      JEHOVÁ creó la Tierra para que ésta continuara para siempre, para que fuera habitada para siempre. La ha dado a los hijos de los hombres, para que la hereden los mansos de la Tierra. Y en conformidad con lo que Jesús enseñó a sus seguidores a pedir en oración, la voluntad de Dios ciertamente se hará en la Tierra como se hace en el cielo. Desde el principio fue el propósito de Dios que el hombre sirviera de cuidador de la Tierra. Ese sigue siendo su propósito. Sin embargo, solo los que regresen

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