Un testimonio a unas islas que comenzó con una luna de miel
Más de 60 años de predicación del Reino en las Islas de Sotavento
COMO un collar de esmeraldas, las románticas Islas de Sotavento constituyen el límite oriental del mar Caribe. Fue en 1920 cuando W. R. Brown y su esposa, quienes apenas se habían casado, visitaron la isla de Montserrat para proclamar las buenas nuevas del Reino de Dios. Durante el transcurso de aquel año también testificaron a la gente que vivía en las islas de Dominica, Barbados y Granada.
Respecto a su actividad, W. R. Brown declaró: “Fue una gozosa luna de miel en el servicio de Jehová”. Dos años más tarde él escribió lo siguiente a la Sociedad Watch Tower: “Con la ayuda de Jehová he dado el testimonio en la mayoría de las islas del Caribe, y he hecho discípulos en muchas de éstas. ¿Debo volver a visitarlas?”. La respuesta que recibió fue: “Diríjase a Sierra Leona, África Occidental, con su esposa e hijo”.
Se sigue haciendo discípulos
Hoy, más de 62 años después de la visita de Brown, más de 700 testigos de Jehová están activos en la predicación de las “buenas nuevas” por todas las Islas de Sotavento. Y mucha gente está manifestando interés en el mensaje de la Biblia.
Considere el caso de una señora de edad avanzada que vive en la montañosa isla de Dominica. Durante el estudio bíblico que se conduce con ella se consideró Salmo 143:1, 10. Ahí dice: “Oh Jehová, oye mi oración [...] Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios”. Los ojos se le llenaron de lágrimas que le corrían por las mejillas mientras explicaba: “Por varios años ya, he estado pidiendo a Dios que enviara a alguien que me ayudara a conocerlo. Justamente ahora me doy cuenta de que mi oración ha sido contestada”.
Gracias al estímulo que les dio un superintendente viajante, tres jóvenes decidieron mudarse a un sector más aislado de la isla de Dominica para declarar las “buenas nuevas”. Sus esfuerzos han sido recompensados en gran manera. En poco tiempo conducían 16 estudios bíblicos. En cierta ocasión, cuando uno de los jóvenes se quedó en casa porque estaba enfermo, estudiantes de la Biblia que mostraban interés en ésta fueron a la casa en busca de alguien que les enseñara de las Escrituras.
En una aislada aldea del bosque tropical de Dominica, una católica aceptó de un testigo de Jehová el libro La verdad que lleva a vida eterna. Por más de un año dejó el libro sobre una mesa junto a su cama y de vez en cuando leía algunas porciones de éste mientras estaba acostada. Cierto día leyó: “Hijitos, guárdense de los ídolos” (1 Juan 5:21). Impresionada por este texto, tomó, del pedestal que tenía en un rincón, el querido ídolo de su “santo” y comenzó a examinarlo y compararlo con lo que había leído. Por muchos años había orado ante este ídolo, que era la niña de sus ojos. No permitía que sus hijos corrieran por la casa, por temer que aquello molestara al ídolo. Ahora éste tenía un feo agujero en la espalda, por donde un ratón había ido carcomiéndole el encaje y el yeso. A la vista de sus asombrados hijos, la señora llevó la estatua al patio, donde la hizo añicos en el recipiente de la basura.
Después de haber terminado de estudiar el libro La verdad con la ayuda de una familia de Testigos que había regresado a la isla, esta señora, su hijo e hija fueron bautizados. Una familia de seis miembros que vivía en la misma aldea aceptó posteriormente un estudio de la Biblia, y ya son también siervos bautizados de Jehová. Con el tiempo, 14 personas se estaban reuniendo con regularidad para estudiar la Biblia y hablar a otras personas acerca de la verdad que lleva a vida eterna.
La migración afecta la obra de testificar
Debido a que muchas personas van temporalmente a las Islas de Sotavento como turistas o trabajadores, los efectos de la actividad que efectúan los testigos de Jehová no siempre son perceptibles. Como prueba de esto está una carta que se recibió hace algún tiempo en la sucursal de la Sociedad Watch Tower en las Islas de Sotavento, localizada en Antigua. La carta decía:
“Escribo con el propósito de tratar de ponerme en comunicación con una hermana con quien empecé a estudiar en 1970. No puedo recordar su nombre. En aquel tiempo yo estaba aferrada a mi religión y la hice pasar por muchos malos momentos. Después que salí de Antigua y regresé a Misisipí [en los Estados Unidos], me sentía cada vez más insatisfecha con nuestra religión y sus muchos cambios. Dos testigos de Jehová me vinieron a visitar, y comencé a estudiar otra vez. Hoy hay seis miembros de nuestra familia que son Testigos bautizados, y nuestros dos hijos menores, que tienen 10 y 8 años de edad respectivamente, aman también la verdad. Quería hacerle saber a esta bondadosa hermana que estoy verdaderamente arrepentida por la manera como la traté, pues yo fui muy brusca. Pero los esfuerzos que ella hizo no fueron en vano”.
Jehová da el aumento
En vista del aumento en la cantidad de proclamadores del Reino, los testigos de Jehová se han interesado en tratar de conseguir lugares de reunión que sean apropiados, Salones del Reino. En 1977 se terminó de construir en Antigua un excelente salón que tiene cabida para 500 personas, uno de los más grandes en las islas. Las cuatro congregaciones de la isla se regocijan de poder usarlo para celebrar asambleas y reuniones especiales. En varias aldeas de las Islas de Sotavento los testigos de Jehová han donado terreno para construir salones, han participado en limpiar solares y han contribuido dinero para la obra de construcción.
Desde que W. R. Brown preguntó sobre lo aconsejable de volver a abarcar las islas, los testigos de Jehová han dedicado muchos centenares de miles de horas a proclamar las buenas nuevas en las Islas de Sotavento. La gran cantidad de personas genuinamente interesadas en la verdad, que se hallan entre las 1.905 que estuvieron presentes en el Memorial o Conmemoración de la muerte de Jesucristo que se celebró en 1982, da testimonio del hecho de que todavía es urgente recorrer las islas. Los testigos de Jehová conducen con regularidad estudios bíblicos en los hogares de muchas de esas personas. De modo que, por medio de esta actividad y otras relacionadas con la predicación del Reino, estas islas siguen oyendo la gozosa proclamación: “¡Jehová mismo ha llegado a ser rey!”. (Salmo 97:1.)
[Ilustración/Mapa en la página 10]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
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