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  • ¿Cómo afecta a sus hijos su relación con Dios?
    La Atalaya 1972 | 1 de noviembre
    • ¿Sobre qué base puede favorecer así Dios a los hijos jóvenes de familias divididas religiosamente? Bueno, el matrimonio es una institución de Dios, y la relación matrimonial es un arreglo adecuado para los humanos. Por lo tanto, cualquier matrimonio adecuado tiene la aprobación de Dios. Él considera a los cónyuges como “una sola carne.” (Mat. 19:5) Por consiguiente, cuando uno de los cónyuges es cristiano fiel, ése no se contamina al continuar viviendo con el incrédulo. El matrimonio es aceptable a Dios. Si no fuera aceptable, los hijos serían como ilegítimos. Pero ahora son considerados santos, limpios. O, si ambos cónyuges son incrédulos, el matrimonio mismo no es condenado, pero los hijos son considerados como sus padres, no santificados o santos para con Dios.

      Sin embargo, los hijos que Dios considera como santos sobre la base de mérito paternal son aquellos hijos que todavía no tienen bastante edad para entender a grado cabal lo que se requiere de los que sirven a Dios. No pueden tomar de por sí la decisión trascendental que se requiere de los que llegan a ser discípulos bautizados del Señor Jesucristo. Pero un hecho muy importante que debe tenerse presente es que hasta estos hijos jóvenes tienen que saber lo que significa la obediencia. Tienen que ser obedientes a sus padres. Tienen que ser hijos que en ningún sentido son ingobernables ni practicantes de lo que es malo. (Pro. 20:11) Esto haría imperativo el que los padres, o el padre o la madre que es creyente, enseñe obediencia a los hijos, y también les enseñe la verdad de la Biblia a toda oportunidad.

      No solo se requiere que el padre críe a los hijos “en la disciplina y regulación mental de Jehová,” sino que a los hijos también se les da el mandato directo: “Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es muy agradable en el Señor,” e, “Hijos, sean obedientes a sus padres en unión con el Señor, porque esto es justo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’; que es el primer mandato con promesa: ‘Para que te vaya bien y dures largo tiempo sobre la tierra.’”—Efe. 6:1-4, New World Translation; Col. 3:20.

      Por consiguiente, si un hijo joven es rebelde y se opone a los mandatos y peticiones de sus padres, si él, cuando está lejos de sus padres, hace cosas que sabe que son contra la voluntad de ellos, o que son incorrectas a los ojos de Dios, si anda con asociados que practican la maldad, entonces ciertamente no puede alegar que tiene derecho a los beneficios del mérito de familia. Él mismo cancela el mérito que su padre o madre o padres cristianos pudieran aportarle a los ojos de Dios, y es inmundo, tal como lo son aquellos con quienes él practica la maldad.—Sal. 50:16-20.

      ¿Qué significa para el hijo obediente tener el mérito de un padre cristiano o de ambos padres cristianos? Significa que tiene el favor de Dios. Tiene la protección y ayuda de Dios, tal como los tiene su padre o madre cristiano. Él no tiene el juicio de Dios contra él, como lo tiene el mundo. (2 Ped. 2:9; compare con Salmo 37:25, 26.) Cuando Dios ejecute el juicio en los inicuos dejará vivos a estos hijos puesto que los considera limpios, santos, así como es santo el padre creyente.

      A la inversa, la Biblia declara: “‘Porque, ¡miren! viene el día que está ardiendo como el horno de fundición, y todos los presuntuosos y todos los que hacen iniquidad tienen que llegar a ser como rastrojo. Y el día que viene ciertamente los devorará,’ ha dicho Jehová de los ejércitos, ‘de modo que no les dejará raíz o rama mayor.’” (Mal. 4:1) Cuando Jerusalén fue destruida en 70 E.C. debido a su infidelidad a Dios, los hijos fueron muertos junto con sus padres. Los cristianos que habían prestado atención a la advertencia profética de Jesús de salir de la ciudad condenada antes que los romanos embotellaran a todos en ella, se salvaron junto con sus hijos.

      Así mismo en la destrucción de los inicuos en este sistema de cosas actual aplicará el principio: La prole (la rama mayor) que no se ponga de parte de lo justo por su propia cuenta recibirá el mismo juicio adverso que los padres (la raíz).

      La atención especial que Jehová Dios da a sus siervos fieles revela el gran amor y aprecio que él tiene a los que lo aman, y muestra a la vez su habilidad sabia para hacer que “todas sus obras cooperen juntas para el bien de los que aman a Dios.” (Rom. 8:28) Además, la justicia de Jehová queda engrandecida puesto que él logra todo esto dentro de la estructura de sus propios principios declarados.

  • Confíe en Dios, no en su propio entendimiento
    La Atalaya 1972 | 1 de noviembre
    • Confíe en Dios, no en su propio entendimiento

      LAS personas que rinden devoción exclusiva a Jehová Dios se dan cuenta de que todos los juicios finales de la humanidad están en Sus manos. El rey David, en su consejo de partida a su hijo y sucesor Salomón, dijo: “Todos los corazones Jehová los está escudriñando, y toda inclinación de los pensamientos la está discerniendo.”—1 Cró. 28:9; 1 Sam. 16:7.

      Por estas razones no deberíamos sentir inquietud acerca del juicio que reciban ciertas personas o grupos. Sin embargo, Jehová sí nos da pautas para que podamos emprender el derrotero que nos aporte un juicio favorable y también beneficie a otros respecto a una posición adecuada a la vista de Dios.

      Debido a la relación y sentimientos muy tiernos que existen en cuanto a los hijos jóvenes, y en vista del principio de Dios del mérito de familia, considerado en los artículos anteriores, surgen algunas preguntas relacionadas que merecen consideración.

      HIJOS ADOPTIVOS

      Algunos han preguntado, ‘¿Qué hay de los hijos jóvenes que son adoptivos? ¿No son parte de la unidad de familia en la que han sido adoptados, y no sería gobernada su posición ante Dios por la posición de sus padres adoptivos?’ Evidentemente sí. Si los padres adoptivos son cristianos verdaderos, enseñarán la verdad de la Palabra de Dios al niño. Si el niño es obediente a sus padres adoptivos y a las leyes de Dios que pueda entender, entonces, lo que dijo el apóstol Pablo en 1 Corintios 7:14 evidentemente aplicaría en esta circunstancia.

      Por otra parte, quizás el niño sea criado por padres adoptivos no cristianos. Parece que se le consideraría compartidor del juicio de los padres adoptivos delante de Dios. Por supuesto, si el niño tiene bastante edad para discernir lo correcto y lo incorrecto y lo hace, mostrando un amor definido a la justicia, buscando encarecidamente saber y seguir la verdad aunque sus padres adoptivos no lo hagan, entonces podría recibir el favor de Dios.—Eze. 18:14-18; 33:18, 19.

      En casos donde un matrimonio ha adoptado legalmente a un niño y por lo tanto ha asumido responsabilidad por él, los dos cónyuges participan a grado extenso ya sea de manera buena o de manera mala en determinar la posición del niño. Pero las personas o matrimonios que simplemente cuidan a un niño en el hogar por un pariente, o personas que reciben paga por atender a un niño, no podrían esperar que el niño tenga derecho al favor de Dios simplemente porque son sus guardianes. Ellos no son los responsables del niño, y no aplicaría aquí el principio del mérito de familia. Sin embargo, si, mientras tienen al niño bajo su cuidado, le enseñan al niño de la Palabra de Dios al grado que pueden, esto, por supuesto, será para el bienestar del niño si escucha y sigue las cosas buenas que aprende.

      Los que son siervos de Dios deberían hacer todo lo que puedan para enseñar la verdad a otros, pero los que no tienen la responsabilidad directa de un niño no deberían creer que tienen que intervenir en los derechos de los padres. Si uno tiene parientes que son incrédulos, es la responsabilidad de los padres de esas familias de incrédulos entrenar a los hijos, y Dios les permite proceder como gusten. Por supuesto, si se le da a uno la oportunidad de hablar la verdad a estos hijos, esto se puede hacer. Pero el ir más allá de esto, por ejemplo, tratando de obtener control legal de los hijos, sería entremeterse en los asuntos ajenos. (1 Ped. 4:15) Dios no hace esto; ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros? Deje las cosas a Dios, que se interesa por los que tienen corazón justo.

      PELIGRO DE CASARSE CON UN INCRÉDULO

      Debería notarse que, aunque Dios bendice la unidad de familia cuando solo un cónyuge es creyente, es una cosa muy imprudente el que un cristiano se case con un incrédulo. Pues, aunque Dios considera la relación matrimonial como santa, esto no significa que no puedan surgir problemas muy penosos. Es mucho más difícil enseñar a los hijos el camino de Dios en una casa dividida religiosamente. Quizás el incrédulo trate de contrarrestar la enseñanza que los hijos reciben, o quizás hasta trate de impedir que se efectúe esta enseñanza. Esto tendría efectos perjudiciales en los hijos. Quizás no se muestren obedientes a las cosas enseñadas por el padre o la madre creyente, y, si ése es el caso, estos hijos compartirían el juicio de Dios contra el padre o la madre incrédulo.

      Puede surgir una situación muy difícil si el incrédulo decide separarse del creyente debido a diferencias religiosas. Si el incrédulo insiste en separarse, el creyente puede dejar que se vaya. El apóstol Pablo señala que “no está en servidumbre el hermano o la hermana en tales circunstancias, antes Dios los ha llamado a ustedes a paz.” (1 Cor. 7:15) Pero, ¿qué hay si tienen hijos? Quizás el incrédulo trate de llevarse los hijos. Quizás hasta consiga que un tribunal le conceda la custodia. Entonces la poca oportunidad que tenga el cónyuge creyente de ver a los hijos y hablarles acerca del camino de Dios quizás no sea suficiente para modelar a los hijos en el camino correcto. Aunque se vaya el incrédulo, dejando los hijos al creyente, ¡qué penalidad le ocasiona esto al creyente! Coloca cargas adicionales sobre el cónyuge cristiano, pues tiene que sostener a los hijos, y al mismo tiempo encargarse de su bienestar espiritual de una manera adecuada.

      Sí, los solteros no deberían desobedecer el consejo que el apóstol dio tanto a favor del bienestar espiritual de ellos como el de los hijos que nazcan en una unión con un incrédulo. El apóstol se adhiere al consejo que la Biblia da a los israelitas, de no formar alianzas matrimoniales con los incrédulos, cuando aconseja a las viudas a casarse “pero en el Señor.”—1 Cor. 7:39; Deu. 7:3, 4.

      Por otra parte, a los que ya estén envueltos en el matrimonio con un incrédulo, o en otras situaciones obligatorias que presentarían problemas en relación con su servicio a Dios, el apóstol dice: “En la condición en que cada uno fue llamado, hermanos, permanezca en ella asociado con Dios.” (1 Cor. 7:24) Si una persona está casada cuando llega a un conocimiento de la verdad, y su cónyuge no se hace creyente, Dios, a pesar de eso, considera santa esa relación. Pero el soltero que se casa con un incrédulo no está poniendo en primer lugar su asociación con Dios. Está arriesgando gravemente su espiritualidad y está sometiendo su integridad a tensión adicional.

      CONFIADOS EN LA JUSTICIA DE DIOS

      Hay otras preguntas que surgen en relación con el principio del mérito de familia. La Biblia no las contesta todas. Deja el juicio de cada caso individual a Jehová

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