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  • ¡No basta con solo tener buenas intenciones!

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  • ¡No basta con solo tener buenas intenciones!
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1982
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1982
w82 15/10 págs. 28-29

¡No basta con solo tener buenas intenciones!

LOS médicos realmente tenían buenas intenciones. Después de todo, su paciente era el ciudadano más notable de su país, el cual apenas había empezado a existir. Concienzudamente, los médicos llevaron a cabo el procedimiento médico de aquel entonces... la sangría. Pero en vez de efectuar una cura, en realidad apresuraron la muerte de su distinguido paciente norteamericano, Jorge Washington.

En aquellos tiempos, los médicos estaban tan dispuestos a recurrir a la sangría como lo están los médicos de hoy a mandar que se administre una transfusión de sangre, lo cual en muchos casos realmente causa daño al paciente. ¡Qué bien subraya todo esto la veracidad del dicho: ‘No basta con tener buenas intenciones’!

Pero ¿qué hay si dirigimos nuestra atención de la historia seglar a la sagrada? El apóstol Mateo registró en su Evangelio un incidente que puede decirse que llama la atención al mismo punto.

Jesucristo había preguntado a sus apóstoles quién creían ellos que era él. Pedro declaró denodadamente: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.” Jesús encomió a Pedro por hacer esa declaración. Pero cuando Cristo dijo a sus discípulos que él sufriría muchas cosas y se le daría muerte en Jerusalén, esto fue tan inesperado para Pedro que éste llevó aparte a Jesús y lo reprendió, diciendo: “Ten consideración de ti, Señor; tú absolutamente no tendrás este destino.” En respuesta Jesús le dijo: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo, porque tú no piensas los pensamientos de Dios, sino los de los hombres.” (Mateo 16:13-23) Evidentemente, Pedro carecía de conocimiento, de entendimiento. Tenía buenas intenciones, pero no bastaba con eso.

El entendimiento y el equilibrio son esenciales

No basta con tener buenas intenciones. También necesitamos tener conocimiento, esclarecimiento, entendimiento. Por eso el apóstol Pablo dijo a sus amados compañeros cristianos de Filipos: “Esto es lo que continúo orando: que el amor de ustedes abunde todavía más y más con conocimiento exacto y pleno discernimiento; para que se aseguren de las cosas más importantes, para que estén exentos de defectos y no estén haciendo tropezar a otros.”—Filipenses 1:9-11.

Sí, si realmente hemos de hacer el bien a otros, y especialmente a quienes amamos, no solo necesitamos tener buenas intenciones, sino que también necesitamos establecer un equilibrio entre la sabiduría y el buen juicio. Esto es especialmente importante en el caso de los padres y las madres.

A menudo hay padres y madres que permiten que el sentimentalismo y la bondad gobiernen la manera de tratar a sus hijos, sin pensar lo suficiente en el efecto que esto tendrá en los pequeñuelos. El sentimentalismo hace que muchos padres mimen a sus hijos, sean permisivos, y, en efecto, los consientan. Puede que los padres permitan que sus hijos se salgan con la suya o tal vez les den mucha más libertad de la que es prudente. Es cierto que tales padres tal vez crean que esto hará felices a sus hijos. Pero con demasiada frecuencia esto resulta en que los hijos lleguen a sentirse frustrados y se metan en problemas a medida que crecen y se hacen más voluntariosos.

Sin embargo, si los padres realmente quieren mostrar amor a sus hijos, equilibrarán sabiamente el amor con la firmeza, con la disciplina. Dado que “la tontedad está atada con el corazón del muchacho,” hay ocasiones en que el mostrar amor significa disciplinar al hijo. Como dice la Palabra de Dios: “El que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina.” (Proverbios 22:15; 13:24) Y el lector puede estar seguro de que dicho principio aplica tanto a los hijos como a las hijas.

De hecho, ¿no es así como Dios trata con sus hijos terrestres imperfectos? “A quien Jehová ama él disciplina; de hecho, él azota a todo el que recibe como hijo.” (Hebreos 12:5, 6) Jehová nos disciplina porque sabe que la necesitamos y que es para nuestro mejor provecho. Claro, la disciplina en sí no es agradable. “Es cierto que ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia.”—Hebreos 12:11.

El principio de que no basta con tener buenas intenciones aplica también a la relación entre esposo y esposa. Un experto en nutrición comentó en cierta ocasión que el hombre que se casa con una buena cocinera está en peligro de perder la vida. ¿Por qué? Porque muchísimas enfermedades físicas pueden resultar del comer en exceso, o del consumir alimentos que son muy grasosos. Así que tal vez la esposa tenga buenas intenciones al instar al esposo, que ya tiene buen apetito, a que coma aún más. Pero, ¿es prudente hacerlo?

En el caso de los esposos, el que ellos equivocadamente tengan buenas intenciones puede resultar en otra clase de situación. Algunos hombres son tan concienzudos en su trabajo que les queda poco tiempo y energía para su familia. O, quizás el esposo cristiano esté tan deseoso de ayudar a otros en la congregación que descuide a su propia familia y no dé a ésta tanta atención como da a otros que necesitan ayuda. No basta con tener buenas intenciones. El esposo tiene que establecer un equilibrio entre las obligaciones que tiene para con otros y las que tiene para con su familia.

¿Qué subrayan estos ejemplos? Que es necesario mantener el equilibrio. Nuestro Creador, Jehová Dios, es equilibrado. En todo momento sus acciones están en perfecta armonía con sus cuatro cualidades fundamentales de sabiduría, justicia, poder y amor. Por ejemplo, esto se puede ver en la descripción que Dios dio de sí mismo cuando su siervo Moisés pidió ver Su gloria. Después que se le dijo que nadie podía ver a Dios y seguir viviendo, Moisés oyó una voz que describió a Dios como sigue: “Jehová, Jehová, un Dios misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y verdad, que conserva bondad amorosa para miles, que perdona error y transgresión y pecado.” Pero, ¿concluyó Jehová el asunto así? No, se agregó algo más a fin de que nadie abusara de la misericordia y la bondad amorosa de Jehová. Apropiadamente, Moisés oyó las siguientes palabras que equilibraban las anteriores: “Pero de ninguna manera [Jehová] dará exención de castigo.”—Exodo 34:6, 7.

El mismo principio aplica a todo lo que hacemos como cristianos. A fin de que podamos lograr el mayor bien, no solo debemos tener buenas intenciones y expresar amor y bondad desinteresadamente, sino que al desplegar esas cualidades debemos dejarnos guiar también por la sabiduría y la justicia. Esto es esencial, pues no basta con simplemente tener buenas intenciones.

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