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Actividad misionera en Costa del OroLa Atalaya 1952 | 1 de octubre
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Olvidándose de costumbre y tradición, el jefe me habló directamente de un modo tan íntimo y amigable que se hacía manifiesto que tenían gusto de recibirme, no como a un representante del hombre blanco, sino como a un embajador del reino de Jehová. Ni el jefe ni ninguno de los ancianos podía leer. Sin embargo el maestro de escuela sí podía, de modo que le dejé alguna literatura en twi para que le leyera de ella al jefe. Indudablemente toda la aldea vino a escuchar la conferencia, pues hubo 475 personas presentes.
“Al día siguiente caminamos dos millas más a través de la maleza hasta Bereku. El matorral era tan espeso que el seguir adelante era como estar pasando por un túnel; tan obscuro estaba el ambiente que no pude tomar fotografías. Un clérigo metodista nativo que oyó a uno de los testigos jóvenes leer la Biblia me mandó a buscar. Preguntó cómo era que tanta de nuestra gente podía leer cuando él había estado dando instrucción a algunos muchachos por largo tiempo en la escuela metodista y éstos no podían leer tan bien como lo hacían los nuestros. El jovencito testigo habló por sí mismo y dió una contestación satisfactoria. Hubo 232 personas presentes en la conferencia pública en Bereku.
“Desde ahí viajé a Winneba, una aldea situada cerca de una playa y con una población de aproximadamente 15,000 personas, donde la muchedumbre más grande de todas se reunió el domingo para escuchar el discurso público. Allí fué que un muchacho, después de escuchar una conferencia previa, le dijo a su padre pescador: ‘Hicimos ese bote con nuestras propias manos y ahora le hacemos sacrificios. Hoy aprendí que eso está mal y no voy a hacerlo más.’”
Sí, se están haciendo discípulos cristianos de hombres de toda clase, incluyendo a los nativos africanos de Costa del Oro.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1952 | 1 de octubre
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Preguntas de los lectores
● Un niño vive porque tiene padres dedicados a Dios. Otro muere con sus padres inicuos. Algunas personas oyen el mensaje del Reino y viven. Otras es posible que nunca lo oigan y mueran en el Armagedón. Sus oportunidades no son iguales. ¿No exigiría la justicia una oportunidad igual?—L. S., Ohío.
La justicia podría demandar la muerte de todos, puesto que nadie es justo de sí mismo. Todos somos pecadores y merecemos el salario del pecado, que es muerte. (Rom. 3:10; 6:23) No la justicia, sino el amor inspiró la provisión de un precio rescatador, y su valor o mérito pertenece a Dios y Cristo para que lo usen como crean conveniente. ¿Quiénes somos nosotros para decirles cómo usar lo que es suyo? En una ilustración algunos jornaleros de viña trataron de hacer tal cosa, cuando creyeron que no estaban siendo tratados justamente, y sufrieron una severa reprimenda. (Mat. 20:1-16) Después que Dios ha manifestado en su Palabra que él a veces opera sobre principios de responsabilidad familiar y comunal, y después que vemos que algunos de tales casos representaron el Armagedón e implican que los beneficios del rescate serán retenidos de los destruídos, ¿sobre qué base, una vez visto eso, podemos argüir que él debe obrar al contrario de estos principios? ¿Oportunidad igual para cada individuo? ¿Qué textos establecen esto como principio divino y eliminan a los de responsabilidad de familia y comunidad?
En realidad, el asegurar oportunidad igual para todos en el sentido absoluto implicaría mucho más que sólo permitir que todos oyeran el mensaje. Hay muchas influencias que están fuera del control del individuo y que afectan su posición tocante a la verdad. Padres inicuos que impiden que sus hijitos oigan y acepten el mensaje es sólo un caso. Gobernantes opresivos que impiden que las gentes bajo su control lo acepten es sólo otro caso. Hay más. En un país pagano la predicación se ha hecho por muchos años sin casi ningún resultado en lo que toca a los empapados de religiones nativas. ¿Es culpa de ellos el que nacieran y fueran criados en un medio ambiente que retorció su mente hasta ponerlos más allá de poder aceptar la verdad? Algunas nacionalidades y razas parecen tener rasgos de terquedad. Otras se caracterizan por cualidades de humildad y de ser enseñables. Más personas de entre las primeras rechazan la verdad; más de las últimas la aceptan. No muchos sabios o poderosos o nobles obtienen la verdad—ése no es el propósito de Dios. Él deliberadamente escoge más de los insensatos y débiles e innobles para avergonzar a los grandes mundanos. (1 Cor. 1:26-31) De modo que no son sólo los padres inicuos o los gobernantes dictatoriales los que influyen en el destino de una persona. Otras cosas más allá de su control, tales como la nación o raza o posición social de vida en que nació, son factores importantes.
Aparte de estas grandes divisiones hay muchos otros factores que ejercen su influencia. Una persona es criada por padres que son católicos firmes y ahora ya es mayor. Otro es criado por padres que no lo indoctrinaron con alguna religión falsa y es joven. Ambos oyen la verdad por primera vez. ¿Oportunidad igual? No en el sentido absoluto, porque es más fácil que la mente joven, flexible y libre de doctrina falsa reciba la verdad que el que la reciba la mente vieja, inflexible y con coagulaciones de errores de credo. Es posible que una tercera persona haya sido criada en la verdad. ¿No es su oportunidad para aceptarla cuando llega a la edad de responsabilidad mucho mejor que la de otros? Sí. No podemos pasar por alto el papel vital desempeñado por la educación en casa, como Proverbios 22:6 lo manifiesta. Los medios ambientes variables de la casa y la escuela, la fábrica y la oficina afectan la perspectiva y capacidades mentales del individuo. “No sean engañados. Las malas asociaciones corrompen las costumbres provechosas.” (1 Cor. 15:33, NW) La corrupción puede seguir avanzando hasta que uno llega a ser como bestia bruta apta sólo para ser destruída. (2 Ped. 2:12) El mundo delincuente, una nación dictatorial, una comunidad degenerada, padres inicuos, malos compañeros de juego—todos son factores del medio ambiente que pueden corromper al niño que crece en sus años formativos hasta que cuando es mayor se encuentra más allá de recobro y reforma. Aun rasgos heredados de personalidad pueden hacer más fácil el que una persona entienda la verdad que el que otra lo logre. Por eso la oportunidad absolutamente igual no se provee tan sencillamente como por sólo oír el mensaje.
Considere otro aspecto del asunto. Algunos tienen su período de juicio ahora y oyen el mensaje. Otros lo tienen en el reino milenario. Sin duda la aceptación será más fácil entonces, en el justo nuevo mundo. Y si estamos buscando base para quejarnos, ¿tuvieron igual oportunidad los hombres fieles de antes de Cristo? No tuvieron oportunidad para la existencia celestial como criaturas espirituales inmortales e incorruptibles que tienen el privilegio de reinar con Cristo y estar de pie delante de Jehová mismo. Su recompensa terrestre no se iguala a la de la llamada más elevada. Y las “otras ovejas” ahora, ¿deben refunfuñar contra Dios porque no tienen una oportunidad igual a la de los ungidos de ir al cielo?
El argumento de “oportunidad igual” es producido por la tendencia humana de exagerar el valor de la importancia humana. No debemos cometer la insensatez de Adán y Eva de tratar de decidir qué es bueno y qué es malo, qué es justo y qué es injusto. (Gén. 3:4-6, 22) Debemos estar anuentes a despedir nuestros propios pensamientos para dar lugar a los pensamientos de Dios, y a doblegar nuestro pensamiento para amoldarnos a los principios de Dios como se manifiestan en su Palabra, aun en cuanto a este asunto de responsabilidad de familia y comunidad. (Isa. 55:8, 9) Librándonos de opiniones humanas prejuiciadas, torcidas, podremos considerar los asuntos como Dios lo hace, apreciando el gran poder del Alfarero sobre las criaturas de barro: que él puede hacer una vasija para uso honroso y otra para uso deshonroso, para que por medio de una muestre su gloria y misericordia y por medio de la otra muestre, después de mucha paciencia, su ira justa en contra de lo que es malo. Si Jehová escoge hacer algo, “¿Qué hay de ello? Oh hombre, ¿quién eres realmente para que le estés respondiendo a Dios?” (Rom. 9:24, 20, NW) Viendo que posiblemente no haya la igualdad de oportunidad que en un tiempo pensamos según nuestro modo humano y falible de ver las cosas, ¿cómo debe esto afectar a los de nosotros que somos tan favorecidos como para estar en la verdad? Nos debe humillar grandemente y llenarnos de gratitud a Dios por su bondad inmerecida para con nosotros. Y en vez de querer que Dios se amolde a nuestras ideas de salvar a la gente, si realmente estamos interesados en los que todavía no han oído el mensaje haremos todo lo que podamos para que ellos oigan, como resultado de nuestra actividad predicadora celosa. Por eso, que su celo en testificar sea la medida verdadera de su interés en el bien de la gente.
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