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Esposas golpeadas/esposos golpeados... ¿qué hay detrás de ello?¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
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el siguiente comentario: “Me parece que tenemos que ver el acto de pegar a las esposas dentro del contexto de una sociedad en la que hay una inmensa cantidad de frustración y tensión. Vivimos en un período extraordinario en el que las tensiones económicas y el desempleo son muy grandes. Es inevitable que presiones de esta índole se transmitan a la familia.”
Convirtamos esto en términos cotidianos. Imaginemos a un esposo que regresa del trabajo tenso. Quizás haya estado cansado cuando se marchó a trabajar por la mañana y haya tenido que enfrentarse a embotellamientos del tráfico o a ruidosos trenes subterráneos. En el trabajo el jefe o los clientes riñeron con él repetidas veces. Pero tuvo que reprimir su frustración. Cuando por fin llega a casa, quizás de inmediato tenga que enfrentarse a niños lloricones o a su esposa que tiene un motivo justificado para quejarse y que ha estado esperando para contárselo. ¿Qué sucede? A veces la frustración y la tensión estallan y se convierten en violencia. Por temor de perder su trabajo, no podía ponerse furioso con su jefe y no podía entrarle a golpes al tráfico embotellado. ¡Pero ay de su esposa o hijos! “Cuando el hombre se enfada,” dice un terapeuta marital, “no se supone que llore. Es más masculino darle un puñetazo a la pared. Solo que a veces la pared es su esposa.”
Si el lector es un esposo, ¿puede verse dando salida a la frustración de ese modo? Si usted es una esposa, ¿puede usted imaginarse a su esposo reaccionando de manera tan violenta? ¿Se necesita algún conflicto grande antes que esto suceda?
En realidad la chispa que puede hacer estallar la violencia puede ser en sí misma pequeñita: La cena no está lista a tiempo, la esposa declara que quiere emprender un curso universitario o dice que no desea tener relaciones sexuales. Su esposo, tenso y frustrado, quizás piense que tales factores están desafiando su autoridad. Estalla en cólera violenta.
“El que es tardo para la cólera,” dice Proverbios 14:29, “abunda en discernimiento, pero el que es impaciente está ensalzando la tontedad.” Muchos hombres que han golpeado a sus esposas, después, avergonzadamente, se han dado cuenta de la veracidad de ese proverbio. Una vez que el hombre deja salir sus frustraciones reprimidas pegándole encolerizadamente a su esposa o hijo, por lo general siguen más problemas. La primera paliza a menudo conduce a la segunda. Puede ser como una grieta en una presa; puede crecer con facilidad hasta que un torrente de salvajismo inunda el matrimonio.
Dos estudiantes de derecho se entrevistaron con víctimas del maltrato de esposas y con funcionarios públicos que traían con el problema. ¿A qué conclusión llegaron?
“Pegarle a la esposa propende a ser no un solo desafortunado estallido sino el síntoma de un mal crónico. [A 95 por ciento] de las mujeres a las cuales hablaron les pegaron durante el primer año de su matrimonio, y con el transcurso de los años las agresiones por lo general se hacían más frecuentes y más violentas. Si no se les hubiera controlado, hubieran podido causar al fin la muerte. . . . Por lo general, lo que causó los ataques de cólera fue alguna molestia relativamente menor... claramente solo un catalizador de alguna ira más profunda o alguna vieja frustración.”
El primer año del matrimonio es especialmente crítico debido a las nuevas presiones que pueden intensificarse. Además de estar tratando los cónyuges de ajustarse el uno al otro, el esposo siente ahora un mayor peso económico. Y si la esposa queda encinta, esto aumenta la presión que él siente y a la vez posiblemente despierte resentimiento o celo debido a la emoción y preocupación que ella siente por algo que significa menos atención para él.
Las bebidas alcohólicas... ¿la causa?
A menudo las bebidas alcohólicas entran en el cuadro. Una encuesta llegó a la siguiente conclusión: “En 60 por ciento de los casos, el consumo de bebidas alcohólicas por el agresor siempre estaba presente al tiempo del ataque.” El director de un centro de crisis de Washington, D.C., dice que hasta 80 por ciento de las palizas que sufren las esposas están relacionadas con las bebidas alcohólicas.
Pero, ¿es la bebida efectivamente la causa? Tal vez la respuesta es No; pero muchas veces la respuesta es Sí. En cuanto a la relación que existe entre el beber y el pegarle a la esposa, la sicóloga Dra. Lenore Walker declara: “Quizás se le use como excusa pero no parece que haya relación directa de causa y efecto.” Sin embargo, la Biblia hace esta perspicaz observación: “El vino es burlador, el licor embriagante es
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Los hijos en un ambiente de violencia¡Despertad! 1979 | 8 de septiembre
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Los hijos en un ambiente de violencia
“CADA año, hasta 6,5 millones de niños son maltratados por padres u otros miembros de la familia. . . . Cada año a miles de niños sus padres les pegan tan brutalmente que requieren tratamiento médico. Otros 700.000 se ven privados de alimento, ropa y abrigo, y entre 60.000 y 100.000 son maltratados sexualmente”—“U.S. News & World Report,” 15 de enero de 1979.
El maltrato de los niños es un problema verdaderamente desconsolador. En algunos casos, los niños víctimas simplemente son objetos débiles, disponibles, en los cuales los padres desahogan sus frustraciones, celos y cólera. Pero en muchos otros casos se trata de que los padres llevan a un extremo dañino algo que los niños sí necesitan... disciplina. El sabio y amoroso Originador de la vida de familia nos dice: “Castiga a tu hijo mientras existe esperanza.” “La vara y la censura son lo que da sabiduría, pero el muchacho que se deja a rienda suelta le estará causando vergüenza a su madre.”—Pro. 19:18; 29:15.
Al estudiar el problema del maltrato de los niños, el sicólogo D. J. Madden halló que “los niños pueden sentirse oprimidos por demasiada disciplina o abandonados por demasiada lenidad.” Explica: “Los hijos esperan que los padres tomen decisiones. Cuando éstos no las toman, los niños dudan de que puedan depender de sus padres. Y si el niño toma las riendas del control, puede convertirse en la parte disciplinaria.”
“¡Despertad!” del 22 de noviembre de 1976 trató extensamente sobre el maltrato de niños, incluso lo que los padres pueden hacer para asegurarse de que, aunque dan a sus hijos la disciplina que éstos necesitan, no se convierten en golpeadores de niños.
Sin embargo, demos atención aquí a cómo son afectados los niños que viven en un ambiente de violencia entre esposo y esposa. ¿Es posible que los niños que vean tal maltrato aprendan lecciones importantes de él y de este modo, al crecer, tengan mayor móvil para no llegar a ser individuos que golpean a su esposa o esposo?
Si un niño ve que maltratan a su madre o padre, él almacena ese cuadro mental. Más tarde, al llegar a ser adulto, cuando él o ella se encoleriza, fácilmente puede volver al patrón que vio en la juventud. Dicho sencillamente, la violencia engendra violencia. Considere el ejemplo de Juan, un esposo de 26 años de edad que admitió a los consejeros que le había pegado a su esposa repetidas veces durante su matrimonio de siete años. De niño la violencia en la familia era cosa común. El padre de Juan bebía y a menudo atacaba a la madre de Juan, a veces con un cuchillo. Al recordar a su padre, Juan sollozó: “Cuando yo me interponía, me empujaba contra la pared. Dije que eso nunca sucedería en mi casa. Gracioso, ¿eh?” Recuerde también el caso del esposo y el hijo de Sara que se relató en la página 5.
Sí, la investigación muestra que los niños criados en un ambiente de violencia en el hogar a menudo llegan a ser personas violentas ellos mismos. Desde un punto de vista negativo esto confirma el axioma bíblico que dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.”—Pro. 22:6.
En un artículo escrito para “The Canadian” del 1 de abril de 1978, el Dr. Elie Cass declara: “Cuando la vida hogareña es infeliz, violenta, el niño o niña al crecer usa el modelo de violencia que aprendió como miembro de la familia para resolver problemas cuando llega a ser padre o madre.” El fundador de un asilo para mujeres golpeadas, en Londres, Inglaterra, dice: “Al repasar las historias de estos hombres, comprobamos que les daban palizas cuando eran niños o veían darlas . . . de modo que la violencia pasa de una generación a la siguiente. Se convierte en la norma.”
Aun si el ver violencia en la casa durante la niñez no resulta en que más tarde uno maltrate a su esposa, esposo o hijo, tiene efectos trágicos. Un estudio efectuado en Carolina del Norte, EE. UU., de “niños que no son maltratados físicamente pero que viven en familias [con] padres violentos . . . halló depresión crónica entre 37 por ciento de los niños. . . . Otro 40 por ciento sufría de ansiedad, mientras que 25 por ciento había recibido terapia para desórdenes sicológicos.”
Es claro, pues, que las familias que tienen hijos tienen una razón adicional para efectuar acción positiva con el fin de resolver el problema de la violencia o evitarla en el hogar. Si los padres pasan por alto esta necesidad y los hijos se ven obligados a vivir en un ambiente de violencia en el hogar, es muy posible que esto les cause daño emocional y muy bien pueden transmitir este azote terrible a la próxima generación.
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