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¡Mi hijo ha desaparecido!¡Despertad! 1984 | 22 de abril
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¡Mi hijo ha desaparecido!
“PRIMERO encontré la nota por la mañana —era el 31 de marzo de 1981—, cuando fui a despertarlo con el fin de que se arreglara para la escuela —recuerda Annette—. La nota decía: ‘Me voy porque no quiero vivir más aquí. No tengo que escuchar a nadie ya’. Nunca olvidaré eso —añadió ella—, aun de aquí a 25 años.”
Para Annette, ama de casa de 27 años de edad de Massachusetts, E.U.A., la pesadilla de la desaparición de su hijo estaba por comenzar. “Yo sabía que aquélla era su letra —dijo ella—. Tenía sencillamente el presentimiento de que Taj se estaba escondiendo en algún lugar, que alguien lo estaba ayudando. Alguien estaba enterado del problema que él tenía y quería ayudarlo.” Pero las llamadas telefónicas que hizo a parientes y a amistades del vecindario no produjeron ninguna información en cuanto al paradero de Taj, de nueve años de edad.
Pronto la invadió un estado de conmoción, mientras la policía y otras agencias emprendían la búsqueda. A eso le siguieron ciclos de desesperanza, cólera, frustración y tristeza, que persisten hasta este día. “Esto simplemente no tiene fin —declara Annette—. No es como la muerte de alguien, que uno puede aceptar por lo que es y esperar con anhelo algo mejor en el futuro. No puedo ver el asunto como debe ser porque no sé con qué me estoy enfrentando. La situación es sencillamente muy frustránea.”
Algo que para Annette es casi tan frustráneo como eso es el hecho de que no puede decir a su hijo desaparecido que la situación que lo impelió a huir —un padrastro que de repente se hizo abusivo y prohibió al niño hablar con su madre, el temor del niño de que él lo matara— ha cambiado por completo. “Mientras que la mayoría de los jóvenes que han huido debido a la desesperación regresarían a su hogar y hallarían que todo sigue igual —explica Annette—, la situación de Taj es diferente en el sentido de que ésta realmente ha cambiado. Él no regresaría al mismo lugar que le sirvió de hogar ni tendría que volver a casa con el miedo que tenía a su padrastro.”
Aunque ya han pasado tres años desde que Taj desapareció, Annette todavía continúa con la búsqueda de su hijo desaparecido. “Estoy constantemente mirando a niñitos rubios —dice ella—, de continuo. No importa dónde esté —en el aeropuerto, en otras ciudades, en la ciudad donde vivo—, siempre los miro y me pregunto, si el niño se vuelve, ¿será Taj, o no? Nunca voy a abandonar la búsqueda.”
El caso de Annette no es el único. Cada año se informan literalmente decenas de miles de niños que desaparecen de sus hogares y nunca se les vuelve a ver. Algunos, como Taj, huyen de una situación amenazante o desagradable en el hogar. Otros son secuestrados, o sencillamente desaparecen. ¿Qué les sucede a esos niños? ¿Por qué desaparecen?
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¿Por qué desaparecen algunos niños?¡Despertad! 1984 | 22 de abril
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¿Por qué desaparecen algunos niños?
ES PROBABLE que en la vida de toda madre haya habido un momento en que aparentemente su hijo haya desaparecido. El niño pudiera haberse demorado en llegar a la casa de regreso de la escuela, de jugar o de algún mandado que hubiera ido a hacer a una tienda de la localidad. A medida que pasa el tiempo, la madre pudiera volverse loca de inquietud por la seguridad de su hijo y hasta dar comienzo a una búsqueda. Por lo general, el niño errante entra en la casa —sano y salvo—, y quizás ahora tenga que encararse a alguna medida disciplinaria a manos del padre (o la madre) sobreexcitado.
Sin embargo, hay una cantidad creciente de niños que no regresan al hogar, que simplemente se pierden de vista. ¿Cuántos? Nadie sabe realmente. “No tenemos esos datos, lamentablemente —dice Leo Goldstone, asesor principal en estadísticas para la UNICEF (siglas en inglés para Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia)—. No los recopilamos a escala internacional.” Puesto que la mayoría de los casos se tratan exclusivamente como un problema local, tampoco existen estadísticas nacionales precisas. Como declara Paula Hawkins, senadora de los Estados Unidos: “Nadie siquiera sabe cuántos niños desaparecen cada año. —Añade—: Pero sí sabemos que éste es un problema del que ya no podemos hacer caso omiso”.
No obstante, se han hecho cálculos. “El Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos calcula que 1.800.000 niños desaparecen de sus hogares cada año —informa The New York Times—. La mayoría regresa casi inmediatamente. Muchos son víctimas de secuestro de parte de uno de sus padres. Centenares de ellos son víctimas de hechos delictivos. Pero aún así hay 50.000 niños de quienes no se tiene noticia.” El periódico también declara que un millar de cadáveres de jovencitos “quedan sin reclamar cada año en este país”.
La mayoría son fugitivos
Por mucho, la cantidad más grande de niños desaparecidos son fugitivos. Tan solo en Italia se informa que cada año hay más de 50.000 jóvenes que huyen de la casa. En los Estados Unidos se calcula que hay 1.300.000 incidentes anualmente. “Pero éstos son episodios relacionados con fugitivos —dice Charles Sutherland, director de Search, publicadores de El Informe Nacional sobre Personas Fugitivas/Desaparecidas— y no personas desaparecidas de por sí. Esa cifra también incluye casos de fugitivos crónicos.”
Hasta 90 por 100 de los niños fugitivos regresan en un período de dos semanas. ¿Por qué huyen? Generalmente se debe a una situación traumática o infeliz que existe en el hogar o en la escuela. El período de la adolescencia está lleno de situaciones emocionales que, aunque de poca importancia, son muy significativas para el jovencito envuelto en ellas. Un altercado con uno de los padres, el temor de que otros de su edad se mofen de él, las malas calificaciones o problemas en la escuela pueden provocar fácilmente la reacción de huir.
El que los padres se separen, se divorcien o se vuelvan a casar, así como el temor a las consecuencias por haberse metido en líos de poca importancia con la ley, son otras razones. Problemas de naturaleza más grave —el que uno de los padres sea alcohólico, el maltrato físico o el abuso sexual— son también causas de episodios relacionados con fugitivos. Estas situaciones por lo general aumentan durante períodos en que la familia está atravesando por dificultades económicas.
Hijos echados de la casa
Cada año centenares de miles de niños en los Estados Unidos caen bajo la categoría de los denominados “técnicamente sin hogar”. La mayoría de ellos son niños a quienes sus padres han abandonado o echado de la casa, o que han sido víctimas de maltrato y se les ha hecho sentir tan poco deseados que su única opción, creen ellos, es irse de la casa. No existen registros oficiales de estos casos, pues los padres que abandonan a sus hijos o los echan de la casa rara vez comunican a las autoridades que éstos han desaparecido.
A menudo, cuando las autoridades llaman por teléfono con relación a los niños en esas circunstancias, los padres dicen: ‘Quédense con ellos. No los queremos de vuelta’. Las razones varían desde el egoísmo y el deseo de librarse de la responsabilidad de cuidar a un hijo, hasta un hijo incorregible que usa drogas y cuyas acciones los padres ya no pueden afrontar. ¿Qué les sucede a estos jovencitos? The New York Times informa: “Muchos adolescentes sin hogar simplemente viven en las calles y recurren a la prostitución o a la venta ambulante de drogas para sobrevivir. —Añade—: Y para algunos de estos jóvenes sin hogar, no hay gran diferencia entre el hogar y las calles”.
En las naciones más pobres, los casos de niños abandonados son aún más comunes. En tales países los padres simplemente no tienen los medios para alimentarlos ni cuidarlos. A veces tratan de vender a sus hijos para que tanto el hijo como la familia puedan sobrevivir. Padres desesperados en la India a menudo abandonan en una estación de ferrocarril a un hijo. Se informa que en Bogotá, Colombia, hay 5.000 niños abandonados que vagan por las calles y viven de su ingenio, mientras se aprovechan de unos y llegan a ser víctimas de otros.
Robados... ¡hasta por uno de los padres!
Otros millares se convierten en niños “desaparecidos” porque uno de sus padres los secuestra. Normalmente ese tipo de secuestro tiene relación con trámites de separación o divorcio; en tales casos uno de los padres, el cónyuge a quien el tribunal no le adjudica la custodia, secuestra al niño. Los niños en tal situación están “desaparecidos” en el sentido de que el cónyuge que tiene la custodia no sabe dónde están. A veces se saca fuera del país a esos jovencitos. Muchas veces se les dice que el padre (o la madre) murió o que ya no los quiere. Muchos de ellos terminan recibiendo maltrato físico, y algunos hasta son asesinados.
Luego hay las desapariciones inexplicadas y los niños que son secuestrados o raptados por desconocidos. Estos casos aparecen a menudo en la primera plana de los periódicos. En algunos países se roban niños con el fin de entrenarlos y usarlos en la prostitución y el robo, o se les desfigura a propósito para inspirar compasión como mendigos. Un caso documentado es el de Tulasa, quien a la edad de 13 años fue “secuestrada de su país natal, Nepal, y vendida en los apiñados mercados de gente en Bombay”. Según se informó en India Today, en el corto período de ocho meses fue “vendida” a tres diferentes burdeles y obligada a complacer las “demandas pervertidas de hasta 2.000 hombres”. Solo cuando estaba tan enferma que fue admitida en un hospital regular, “con una lista de males tan larga como su edad”, fue que finalmente pudo quedar libre de sus apresadores, y desahogarse y relatar su historia. Esto resultó en el arresto de 28 personas envueltas en el tráfico de gente.
Cualquiera que sea la razón de la desaparición de un niño, ésta es una situación muy desgarradora para los padres que quieren y aman a sus hijos. ¿Pueden hacer algo los padres para evitar que ocurra eso?
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¿Qué pueden hacer los padres?¡Despertad! 1984 | 22 de abril
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¿Qué pueden hacer los padres?
“ACABABA de ver en la televisión un documental sobre niños secuestrados —dijo un hombre de Florida, E.U.A., ya jubilado—, cuando empecé a preguntarme si los niños realmente sabían qué hacer en caso de que un desconocido tratara de engañarlos para llevárselos. Así que hice esta pregunta a varios niños de ocho años de edad que conocía: ¿Qué harías si un desconocido fuera amable contigo, te diera dulces y entonces, después de un rato, te pidiera que lo acompañaras... a la vez que dijera que quisiera mostrarte algo? —Él siguió diciendo—: ¿Sabe usted lo que dijeron? Cada uno de ellos contestó: ‘Yo no sé’.”
“Pero ésos eran ‘muchachos del campo’ —dijo él—, y puesto que tenía que viajar aquel fin de semana a una ciudad vecina y me reuniría con una gran cantidad de familias, decidí averiguar lo que dirían niños más entendidos en asuntos de la calle.” Quedó asombrado con sus respuestas. Todos los niños de seis años de edad o menos respondieron con un resonante: “¡Sí, señor!”, a su pregunta: “¿Te irías con él?”. Los que tenían siete años de edad o más generalmente dijeron que no irían. Pero el señor hizo notar: “Ellos realmente no tenían una idea clara de por qué no irían o qué deberían hacer”.
Los niños no son los únicos que no están informados. Muchos padres tampoco saben qué hacer... ni para proteger a su hijo ni para buscarlo si desapareciera.
Aparte del niño que se pierde una que otra vez, algunos niños desaparecen por dos razones fundamentales: O se van voluntariamente, como en el caso de los que huyen de la casa, o alguien los secuestra. Debido a la falta de madurez para juzgar y a la falta de experiencia de los niños, a los padres les toca tomar las precauciones necesarias para garantizar la seguridad de su hijo.
Los peligros son reales
Los padres tienen que darse cuenta de que los peligros son reales. Allá fuera hay personas interesadas en su hijo o hija, pero no tienen en mente los mejores intereses del niño. “El motivo que tienen normalmente es la gratificación sexual —dice Alice Byrne, detective privada establecida en Nueva York que ha localizado tan lejos como en Kenia a niños desaparecidos—. Rara vez es para amar y criar al niño.”
El sargento Lloyd Martin, de la Unidad de Niños Explotados por lo Sexual, adscrita al Departamento de Policía de Los Ángeles, está de acuerdo con ella. “No conozco a ningún alma que aloje a niños fugitivos y los saque de la calle sin obtener algo a cambio —dice él—, y generalmente es participar en relaciones sexuales.” A menudo consiguen lo que quieren del niño, sin protestas, porque dan al niño lo que éste cree que le hace falta... amor, atención, cariño, dinero y bienes materiales. O tal vez convenzan al niño de que sus padres ya no lo quieren, o abusen de él tan cruelmente que con el tiempo el niño se sienta despreciable y acepte su nuevo papel en la vidaa.
Mientras que a menudo la prensa enfoca la atención en esos “enfermos” y desconocidos pervertidos que se aprovechan de jovencitos, los padres también necesitan ejercer cautela respecto a personas que el niño ya conoce. “Sabemos que la amenaza a los niños no proviene del desconocido —dice Charles Sutherland, de Search—. Proviene de las mismísimas personas que el niño ha llegado a conocer y en quienes ha llegado a confiar... y eso es así de manera abrumadora.” El peligro para el niño pudiera provenir de un pariente, un amigo o un vecino... o hasta de un maestro u otra persona que ocupe una posición de autoridad. Annette, cuyo hijo Taj desapareció en 1981, aconseja: “Conozca a las amistades de su hijo. El que hace molestas insinuaciones sexuales a niños o el secuestrador es a menudo alguien que usted conoce, alguien que está en una situación socialmente aprobada con su hijo”.
La advertencia que usted da a su hijo respecto a que se cuide de los desconocidos quizás no sea adecuada por otra razón: Tal vez el concepto que usted tenga de lo que es un desconocido y el de su hijo sean diferentes. Su hijo pudiera tener amigos que usted no conoce y a quienes usted pudiera considerar desconocidos. “Quien salude a su hijo cuando éste se dirige a la escuela, o le dé unos dulces, puede convertirse rápidamente en su amigo y compañero —dice la detective Alice Byrne—. Especialmente en las ciudades grandes encontramos ese peligro potencial. —Y aconseja—: Interésese en las amistades de sus hijos... especialmente si entre ellas hay algún adulto.”
El ambiente hogareño y la instrucción
Obviamente, un factor crucial para proteger a un niño es la calidad de la vida hogareña. “El factor que se repite de modo más consecuente como causa fundamental del comportamiento de un niño fugitivo es relaciones deficientes entre padres e hijos”, dice un estudio que apareció en la publicación Family Relations. Un ambiente hogareño que sea amoroso y feliz, donde exista buena comunicación entre los miembros de la familia y donde se haga sentir seguro al niño, evitará con gran probabilidad que el niño huya de la casa —o se ausente— cuando ocurran ciertas situaciones de tipo emocional. Los padres a quienes importa el bienestar de sus hijos también pesarán sus decisiones a la luz de lo que sea más provechoso para sus hijos.
Aunque es necesario instruir al niño con respecto a las personas que pudieran secuestrarlo o hacerle daño, la manera como se dé la instrucción es también importante. El padre o la madre ciertamente no quiere que el niño se vuelva neurótico ni paranoico... que tema a toda persona que vea o con quien se encuentre. Por otro lado, el padre o la madre no permitirá que el temor de trastornar al niño o la improbabilidad de que ocurra ese tipo de incidente le impida dar la instrucción necesaria.
El hecho es que los incidentes de secuestro de niños sí ocurren, en pueblecitos como también en ciudades grandes. Nadie puede predecir dónde ni cuándo. Por eso el padre (o la madre) prudente toma las precauciones razonables y da la instrucción necesaria para evitar que el niño sea secuestrado. “Nadie está diciendo que su hijo va a ser secuestrado —dice Richard Ruffino, sargento de la policía y experto en el campo de personas desaparecidas—. Considere las cosas que hace y la información que da a su hijo como planes de acción preventiva. Es como una póliza de seguros. ¿Compra usted una póliza de seguros porque va a tener un accidente, o la compra porque pudiera tener un accidente?”
Entre las precauciones que las autoridades dicen que los padres deben tomar están las siguientes: Cuando esté en público, nunca pierda de vista a su hijito. Nunca deje solo a un pequeñuelo. No confíe a cualquiera el cuidado de su hijo. No envíe por la noche a un niñito solo a hacer un mandado o comprarle un artículo que usted necesite. No deje a sus hijos en las áreas de juegos de las tiendas o centros comerciales mientras usted va de compras, o solo en el automóvil especialmente con la llave en el encendido o con el motor encendido, mientras usted se encarga de hacer alguna diligencia.
Algunas autoridades abogan por el uso de una palabra en clave entre los miembros de la familia... una palabra especial que escojan de antemano y solo sepan los miembros de la familia. Con frecuencia las personas que tratan de secuestrar a un niño dicen al niño que vienen de parte de los padres de éste, o que han venido a buscar al niño porque la madre está enferma. El niño pudiera preguntarle entonces la palabra en clave de la familia, y si la persona no la dice, negarse a acompañar a esa persona. Sea como fuere, el niño debe saber que, aunque debe ser cortés y respetuoso con los adultos, tiene el perfecto derecho de decir: “No, gracias”, y no hacer nada que lo haga sentir atemorizado o incómodo, o que esté contra las instrucciones que haya recibido de sus padres.
El éxito en proteger a un niño depende en gran parte de que haya comunicación franca. El padre (o la madre) amoroso y comunicativo estará pendiente de las “señales” de que el niño tiene dificultades: cambios abruptos en el humor y la disposición de ánimo, aislamiento creciente, comunicación menguante y reserva, sueño sobresaltado y pérdida del apetito. Recuerde, la comunicación es como una calle de doble dirección. Padres, escuchen lo que sus hijos les dicen y pésenlo cuidadosamente. “Taj mencionó una vez que él se iría de la casa —dice Annette—, pero no lo tomé en serio. Nunca antes lo había oído decir eso, y supuse que simplemente lo dijo por decir.”
Cuando desaparece un niño
¿Qué pueden hacer los padres cuando su hijo ha desaparecido? En primer lugar, traten de no aterrorizarse. Hagan una búsqueda breve y razonable para establecer que el niño realmente ha desaparecido. Búsquenlo en la casa y en la escuela; pregunten sobre su paradero a las amistades allegadas del niño y a los vecinos. Entonces informen la situación inmediatamente a la agencia encargada de la ejecución de la ley en la localidad y den toda la información que puedan. En algunos lugares la policía tiene divisiones especiales que se encargan de los casos de personas desaparecidas o fugitivas, y a éstas también debe informarse el asunto.
También pudiera ser beneficioso informar lo ocurrido a las amistades de su hijo y los parientes. Su hijo pudiera ponerse en comunicación con ellos, o puede que ellos ya sepan algo que sea útil. El poder hallar a un niño desaparecido depende a menudo de la publicidad que se dé al asunto... cuántas personas lo sepan y anden ojo alerta por si ven al niño. En algunos países hay agencias especiales que cuentan con líneas telefónicas de emergencia para casos de personas desaparecidas. Se puede obtener la ayuda de ellas también, y bien pudiera valer la pena pagar la pequeña cantidad de dinero que algunas de ellas piden por registrar e incluir a alguien en sus circulares de personas desaparecidas. Actualmente, en los Estados Unidos, el caso puede introducirse en el ordenador del NCIC (siglas en inglés para el Centro Nacional de Información Criminal), a cargo del FBI y a la disposición de toda la nación.
La información al día y precisa será muy útil para localizar a un niño desaparecido y distinguirlo de cualquier otro que se le parezca. A menudo se entorpece la búsqueda debido a que no hay disponible una fotografía, o no se puede hacer una identificación positiva de un cadáver por la insuficiencia de datos. El recuadro adjunto da una serie de sugerencias comunes que han ofrecido las autoridades y que serán útiles en la búsqueda de alguien y facilitarán su identificación.
También es importante la manera como traten los padres al niño que regresa o a quien se halla. Una reacción común es la de regañar o castigar al niño con severidad. Aunque en efecto pudiera ser necesaria alguna instrucción y disciplina, los padres hacen bien en vigilar cómo se administra la misma. Según se informó en la publicación italiana Oggi, “los jóvenes huyen de la casa [...] porque a menudo nadie en la familia sabe escuchar ni comprender”. Cuando las tensiones y los malentendidos persisten o hasta aumentan, según ciertos estudios, esas circunstancias negativas en el hogar sólo aumentan las probabilidades de que el niño huya de nuevo. En este caso pudiera necesitarse ayuda profesional.
Una prueba penosa para los padres
El enfrentarse a la tragedia de un hijo desaparecido es una prueba penosa para cualquier padre o madre a quien le importa el bienestar del hijo. Además de la angustia mental y de espíritu, con frecuencia el padre o la madre tiene que desplegar aguante mientras escucha los comentarios irreflexivos y poco amables que hacen otras personas, tales como: “Ya debe estar muerto”, o: “Tienes otros hijos. Tranquilízate”. En muchas ocasiones se reciben llamadas telefónicas amenazantes y extravagantes que molestan o llevan a los padres a emprender una búsqueda que resulta inútil. Y puesto que hay padres que a menudo secuestran a sus propios hijos, hasta usted mismo pudiera ser sospechoso y ser sometido a un interrogatorio.
Quizás lo peor de todo es no saber realmente nada del paradero del niño. “Las familias cuyos hijos han estado desaparecidos por largos períodos preferirían seguramente las malas noticias definitivas a la inquietud de una desaparición inexplicada —declara The Washington Post—, si no hay otra opción.” Annette dice: “Es sumamente horroroso que una persona desaparezca, porque una no sabe nada de lo que le ha pasado”.
No obstante, hay muchas personas compasivas que sí se interesan, y que ayudarán y acudirán a darle ánimo. También se necesita firme fortaleza interna, y Dios ha prometido dársela a los que confían en él (Salmo 9:9, 10). En el caso de Annette, que es testigo de Jehová, estos factores —su confianza en Dios y el apoyo amoroso de la congregación— son lo que la ayudan a aguantar su triste experiencia. “Ésta me ha enseñado a confiar más en Jehová —dijo ella—, y Jehová me ha dado la fortaleza para hacer frente a la situación.” La detective Alice Byrne añade: “La fe firme de Annette fue lo que la ayudó a superar la situación”. Ambas tienen la esperanza de que pronto Taj deje de ser un “niño desaparecido”.
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