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‘Te amábamos aun antes de que nacieras’¡Despertad! 1984 | 8 de julio
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‘Te amábamos aun antes de que nacieras’
El derecho de vivir/el derecho de morir. La selección personal de tratamiento médico. El amor e interés de los padres para con sus hijos. El lector sabe que dichos asuntos aparecen en los titulares de los periódicos y captan la atención. Algunos relatos periodísticos han tenido que ver con los testigos de Jehová, que por razones religiosas rehúsan aceptar transfusiones de sangre. Pero en esto están implicadas muchas otras personas, pues las decisiones médicas afectan la vida y la salud de todos nosotros. A fin de ayudar a poner los puntos en cuestión en su debida perspectiva, notemos la experiencia de una familia que efectuó grandes cambios en su modo de vivir a fin de cuidar debidamente de sus hijos. A éste sigue el caso interesantísimo de un matrimonio de Italia que fue acusado de asesinato cuando su hijita murió de una enfermedad incurable. Éstos y los dos artículos que siguen ayudarán al lector a evaluar algunas de las cuestiones mencionadas arriba, especialmente la cuestión respecto a quién debería tomar decisiones respecto a tratamiento médico que afecte la salud y la vida de usted.
CUANDO Luigi, de 9 años de edad, y Antonella, de 11, llegan a casa para el almuerzo, su madre, Fiorella, los recibe con un abrazo y les pregunta: “¿Cómo les fue en la escuela hoy?”. La conversación continúa a medida que se lavan, se cambian de ropa y se sientan a la mesa. Después que Fiorella hace una oración breve, comen con buen apetito. Su padre, Carlo, no llegará a casa sino hasta la noche, pero a menudo hablan de él con afecto y tienen mucho que relatarle.
¿Le parece a usted que esta afectuosa escena familiar pertenezca a una era del pasado? Quizás parezca así, pues usted sabe que hoy día la vida familiar generalmente es muy diferente de lo que se acaba de describir. (Note el recuadro.) Es patente que el ambiente familiar —donde los niños pasan la mayor parte de su tiempo— está degenerando.
A medida que va aumentando la cantidad de divorcios y separaciones, el fenómeno de los “niños con maletas” va creciendo. Los niños se pasan yendo de un padre al otro, como si fueran una especie de paquete. Otros niños, que viven con ambos padres, tienen que ser los tristes espectadores de peleas de familia, si es que no salen golpeados de éstas. En muchos casos, el deterioro del ambiente familiar resulta en el abuso de las drogas y la delincuencia juvenil.
Las Naciones Unidas proclamaron el año 1979 como el Año Internacional del Niño. Pero “se necesita algo más que el Año del Niño para remediar la situación”, escribió Fabrizio Dentice en L’Espresso del 28 de enero de 1979. “El modo de vivir de hoy hace de nosotros lo que somos, y esto es lo que se tiene que cambiar”, dijo la revista.
Pero el lector sabe que no es fácil cambiar su modo de vivir y mejorar el ambiente del hogar para los niños. No obstante, esto fue lo que Carlo y Fiorella hicieron hace unos años, después de estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Decidieron poner en práctica como familia los principios bíblicos. Por eso, ahora su vida de familia está caracterizada por el amor, lo cual es una bendición para sus hijos.
¿Cómo se puede cambiar el estilo de vida?
Sin duda usted sabe de otras familias a quienes les sería provechoso cambiar su estilo de vida y el ambiente del hogar. ¿Cómo se puede lograr esto? Se requiere un cambio en el patrón de vida. La mayoría de las personas viven de manera egoísta, satisfaciendo sus propios caprichos y ambiciones. Muchos dedican lo mejor de sus energías a hacerse de alguna carrera o a ir en pos del placer. Si se cansan de su cónyuge, simplemente lo cambian por otro.
Para que la situación sea diferente en nuestro caso, tenemos que dar prioridad a los valores fundamentales y duraderos de nuestra vida. Esto significa hacer lugar para Dios y los principios de la Sagrada Biblia. Esto puede satisfacer nuestra necesidad espiritual, como sucedió en el caso de Carlo y Fiorella. También podemos llegar a estar conscientes de ayudar a otras personas, pues la Biblia enseña: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”, y: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir”. (Mateo 22:39; Hechos 20:35.)
¿Qué efecto tiene esto en la relación que tengamos con nuestros hijos? Éstos, en vez de ser objetos que nos estorban el camino, son personas. Sea que hayamos planeado tenerlos o no, los apreciamos como personas de quienes nosotros, los padres, somos responsables. Ellos pueden resultar ser una bendición si les dejamos una herencia de amor y valores espirituales. Dichos valores llegan a ser un elemento estabilizador en cualquier familia.
El tener este parecer hasta puede influir en la manera como los padres consideran a los hijos antes que éstos nazcan. Podemos comprender esto mejor al seguir examinando la experiencia de Carlo y Fiorella.
Antes del nacimiento... y después
“Los hijos son una herencia de parte de Jehová.” Al decir esto, Salmo 127:3 muestra que los hijos son preciosos y han de considerarse como si fueran un gran tesoro. El que espera heredar algo, generalmente hace planes para recibirlo y cuidarlo.
Resultó ser así en el caso de Carlo y Fiorella. Antes de estudiar la Biblia con los testigos de Jehová, nunca se habían imaginado que el obedecer los principios bíblicos podía tener un efecto positivo hasta en un infante que aún no hubiera nacido. Por ejemplo, la Biblia da énfasis a que nos limpiemos de toda inmundicia de la carne (2 Corintios 7:1). Por eso, los testigos de Jehová no dañan su cuerpo por medio de usar tabaco o drogas para producir cierta excitación. Además, hay prueba de que dicho proceder es una importante protección para el feto también. Por lo tanto, cuando Fiorella quedó encinta de nuevo, su conocimiento bíblico le dio mayor razón para evitar cualquier cosa que causara daño a la criatura que ella llevaba en el vientre. Por medio de adherirse a un régimen alimentario apropiado y equilibrado y ejercer cautela respecto al uso de medicamentos, ella mostró consideración para con su infante no nacido, como “herencia” preciosa.
Sin embargo, usted sabe que, para cualquier padre o madre, ¡éste es tan solo el principio! Después de nacer, el niño necesita alimento nutritivo, ropa adecuada y atención médica. Considere lo que esto podría significar para la familia. Por ejemplo, aunque en muchos casos algunos padres quizás estén satisfechos con tener una cena ligera a fin de quedar libres para salir a bailar o ver una película, ahora tienen que considerar las necesidades de sus hijos. Las comidas equilibradas y sanas son especialmente importantes para los niños, quienes están creciendo. Por eso, aunque de vez en cuando quizás sea necesario contentarse con comidas sencillas, los padres amorosos normalmente ajustan sus actividades para que sus hijos puedan tener un régimen alimentario apropiado y equilibrado. Los testigos de Jehová se esfuerzan por hacer esto.
Pero, como usted puede comprender, el cuidado de nuestros hijos encierra más que simplemente el aspecto material. Los hijos necesitan el amor, el tiempo y la amistad de sus padres. Tenemos que mostrarles cariño para satisfacer sus necesidades emocionales. (1 Tesalonicenses 2:7.)
Carlo y Fiorella aprendieron que Jesús dijo: “No de pan solamente debe vivir el hombre” (Mateo 4:4). Los padres cristianos amorosos que reconocen esta verdad proporcionan a sus hijos entrenamiento espiritual. Fiorella y Carlo pudieron ver la aplicación de esto cuando empezaron a asistir a las reuniones cristianas de los testigos de Jehová. Éstas no eran reuniones sombrías a que asistían solo personas de mayor edad, sino que muchos niños estaban presentes, niños que por su felicidad y tranquilidad reflejaban el amor y el cuidado equilibrado de sus padres, que eran Testigos.
Quizás usted no sabía que los Testigos dan tanta importancia a la vida familiar. De hecho le dan mucha importancia. Muchas de sus publicaciones tienen que ver con las obligaciones de los padres cristianos. Frecuentemente en sus reuniones se recalca que los cristianos verdaderos reflejan los atributos de Jehová Dios, “el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo”. Así se insta a todos los presentes a que cuiden de sus hijos. (2 Corintios 1:3.)
Algunas personas han observado las excelentes cualidades que despliegan los padres Testigos. Cierto periódico italiano comentó: “Hallamos que son estrictos en sentido moral y que se adhieren tenazmente a esta posición, lo cual resulta en salvaguardar valores genuinos, como los que tienen que ver con la vida familiar. Respecto al trato entre los cónyuges y para con los hijos, los testigos de Jehová no toleran el recurrir irresponsablemente a la separación o al divorcio”.—La Nazione, 31 de julio de 1979.
Cuidado amoroso, atención médica
No obstante hay quienes dicen: “Si los testigos de Jehová quieren ser buenos padres, ¿por qué rehúsan que sus hijos reciban transfusiones de sangre? ¿No equivale eso al asesinato?”. ¿Ha oído usted tales comentarios, o hasta se ha hecho usted mismo estas preguntas?
Pero dichos comentarios están relacionados con una cuestión que no concierne solo a los testigos de Jehová, y que ha estado en los titulares de los periódicos. Es la siguiente: Como se dijo anteriormente, es de esperar que los padres amorosos cuiden del bienestar de sus hijos, lo cual obviamente incluye proporcionarles atención médica. Pero, cuando es cuestión de tomar decisiones respecto a tratamiento médico que concierne a sus hijos, ¿qué voz tienen los padres que se interesan en el bienestar de éstos?
Ésa es una pregunta que concierne a todo padre, no solo a los testigos de Jehová. Pero, teniendo presente a los Testigos, piense un poco más en cuanto a los padres dedicados, como Carlo y Fiorella, que aman tanto a sus hijos que están dispuestos a morir por ellos (Juan 15:13). Se ha informado en los periódicos que padres como ellos no han permitido que se administren transfusiones de sangre a sus hijos cuando los médicos lo han mandado. ¿Por qué? Está claro que no se debe a que sean insensibles, pues son padres amorosos.
En muchas ocasiones se ha pedido que los tribunales intervengan en tales casos... casos que tienen que ver con los derechos de los padres. Esto tal vez influya en cómo usted cuide de sus hijos... hijos a quienes usted tiene que haber amado aun antes de que nacieran. Con estos puntos en mente, usted hallará que el siguiente artículo es muy interesante.
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¿Son amorosos estos padres, o despiadados?¡Despertad! 1984 | 8 de julio
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¿Son amorosos estos padres, o despiadados?
AUNQUE la cuestión de los derechos de los padres respecto al cuidado médico de sus hijos ha surgido en diferentes países, un caso en particular merece la atención del lector. Se trata de Giuseppe y Consiglia Oneda, un matrimonio del pueblecito de Sarroch, cerca de Cagliari, que es una ciudad principal de la isla italiana de Cerdeña.
Bien puede ser que usted sepa algo acerca de la triste experiencia de ellos, pues se ha informado respecto a ella alrededor del mundo. Esta revistaa y los medios de publicidad de las masas en varios países han hecho un reportaje extenso al respecto.
Enfermedad mortífera
La niñita de los Oneda llamada Isabella padecía de la horrible enfermedad llamada talasanemia mayor, defecto hereditario de la sangre para el cual no se conoce cura alguna. Es una enfermedad mortífera. En ciertos casos se puede retardar la muerte por varios años mediante transfusiones de sangre, pero las autoridades médicas admiten que éstas no son una cura. La publicación Principles of Internal Medicine (edición de 1980), de Harrison, comenta: “Los pacientes que padecen de talasanemia mayor [del tipo beta] tienen una esperanza de vida corta. La persona que padece la forma más severa de esta enfermedad tiene muy pocas probabilidades de sobrevivir y llegar a ser adulto”. En casos graves, como el de Isabella, la muerte frecuentemente ocurre durante los primeros dos o tres años. ¿Qué haría usted si su hijo o hija padeciera de la misma enfermedad que Isabella?
Aunque Giuseppe y Consiglia sabían que la muerte de Isabella era inevitable, la llevaban con regularidad a una clínica de Cagliari. Allí ella recibía con regularidad transfusiones de sangre, las cuales proporcionaban alivio temporal; pero esto también presentaba problemas. ¿Por qué? Porque las transfusiones resultan en un exceso de hierro. En Clinical Hematology (1981), Wintrobe dice que ‘la mayor parte de los pacientes que padecen talasanemia mayor’ y que reciben transfusiones con regularidad ‘mueren debido a complicaciones causadas por el exceso de hierro’. Este libro de medicina admite que “muchas de las estrategias terapéuticas que se describen son poco prácticas si se aplican en gran escala. El costo actual de [la más eficaz] es de aproximadamente $5.000 [E.U.A.] al año por cada paciente”.
Algunos médicos pintan un cuadro prometedor acerca de la posibilidad de alargar la vida de niños que padecen de talasanemia y hacer que lleven una vida normal. Esto no es de sorprender, pues ¿a quién le gusta admitir que no hay esperanza, especialmente si se trata de un médico a quien los enfermos acuden en busca de esperanza? No obstante, todos sabemos que algunas enfermedades son incurables. La anemia mediterránea (talasanemia mayor) tiene que clasificarse entre éstas. Por eso, tal vez haya opiniones contradictorias respecto a la mejor terapia, y aun respecto a los resultados de diferentes tratamientos; sin embargo, nadie puede ofrecer una verdadera cura.
Tampoco puede la ciencia médica garantizar que una niña tan gravemente afectada por la enfermedad, como lo estuvo la niñita Isabella, viva por muchos años aunque sea tratada con transfusiones. Las estadísticas de la talasanemia mayor revelan la pura realidad, estadísticas que no se pueden negar. En Minerva Medica (72, 1981, páginas 662-670) se presentaron cifras compiladas por el ISTAT (Instituto Central de Estadísticas de Italia) que muestran que de 147 niños que murieron de esta enfermedad en 1976, 23,8 por 100 de ellos murieron en el transcurso de los primeros cuatro años de vida.
¿Por qué calificar de “asesinos” a padres amorosos?
En el artículo anterior notamos que cierto matrimonio italiano logró una vida de familia más feliz por medio de estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Giuseppe y Consiglia Oneda tuvieron una experiencia parecida a ésta, la cual cobró mayor significado cuando aprendieron que Jesús garantiza que la persona que tenga la aprobación de Dios, “aunque muera, llegará a vivir” (Juan 11:25). Sí, los médicos no podían asegurar que Isabella tendría un grado razonable de salud y vida, pero el Hijo de Dios podía.
En el verano de 1979, cuando los Oneda decidieron hacerse testigos de Jehová, notificaron a los médicos de la Segunda Clínica Pediátrica de Cagliari que no podían seguir permitiendo que Isabella recibiera transfusiones de sangre. Habían aprendido en las Escrituras que Dios había mandado a los apóstoles y a todo cristiano leal que se ‘abstuvieran de la sangre’. (Hechos 15:28, 29; compárese con Génesis 9:3, 4.) Por consiguiente, los médicos pidieron que interviniera el Tribunal Juvenil. El tribunal ordenó que los padres tenían que permitir que su hija recibiera transfusiones, e impuso en los médicos que estaban encargados del caso la responsabilidad de asegurarse que ella recibiera transfusiones de sangre con regularidad.
Durante este período, mientras los Oneda consultaban con otros médicos en busca de otros tratamientos, les quitaron a su hijita a la fuerza y le administraron sangre. Con todo, la enfermedad siguió su curso destructivo; la condición de los órganos vitales de Isabella empeoró progresivamente. En marzo de 1980 los médicos dejaron de tratarla con transfusiones; por varios meses no exigieron que se llevara a Isabella para administrarle transfusiones. ¿Por qué dejaron de cumplir con la obligación que el tribunal les había impuesto? Éste es un misterio que hasta el día de hoy las autoridades no han intentado resolver.
Durante los siguientes meses los Oneda hicieron todo cuanto pudieron a favor de su querida hija, consiguiendo medicina que se podía suministrar en casa y, a pesar de sus recursos limitados, dándole el mejor alimento que podían conseguir. Sin nunca perder la esperanza, hasta escribieron a especialistas de Alemania, Francia y Suiza.
A fines de junio, la condición de Isabella empeoró repentinamente, quizás debido a una infección bronquial que puede ser mortal en el caso de niños que padecen de talasanemia mayor. En esta fecha tardía la policía volvió a presentarse y llevó a Isabella a la clínica, donde ella murió mientras se le administraba sangre a la fuerza.
¿Puede usted imaginarse la gran tristeza y el gran vacío que sintieron los Oneda aquel 2 de julio, aunque sabían que su hijita de dos años y medio padecía una enfermedad mortífera? Pero encima de su tristeza habían de recibir otro golpe. El 5 de julio de 1980, a eso de las cinco de la tarde, dos carabinieri arrestaron a los Oneda mientras éstos estaban en casa de unos amigos. El matrimonio tuvo tiempo sólo para dejar a su otra hija, Ester, de tres meses de edad, con unos amigos.
Los llevaron a la prisión local de Cagliari, la cual se llama El camino correcto (¡qué ironía!), una de las peores prisiones de Italia. Fueron separados y encerrados en celdas diferentes.
¿Cómo se les podía declarar culpables de asesinato?
Esta humilde pareja estuvo encarcelada durante 20 meses. Finalmente fueron sometidos a juicio, y el 10 de marzo de 1982 la Audiencia de Cagliari emitió su escandaloso veredicto: Sostuvo que Giuseppe y Consiglia Oneda eran culpables de asesinato intencional. ¿Cuál fue la sentencia? Catorce años de prisión, ¡más severa que la que se impone en el caso de muchos terroristas!
El lector puede comprender por qué dicho veredicto provocó un escándalo por toda Italia y fue criticado por muchos expertos en derecho. Se apeló el caso, pero el 13 de diciembre de 1982 la Audiencia de Apelaciones de Cagliari confirmó el veredicto anterior. Lo único que hizo fue reducir la sentencia a nueve años, afirmando que se les dio a los Oneda el beneficio de las circunstancias atenuantes, puesto que ‘habían sido movidos por valores morales especiales’.
La única oportunidad que quedaba ante los tribunales de justicia humana consistía en apelar al Tribunal Supremo de Casación. El 8 de julio de 1983 Giuseppe Oneda fue puesto en libertad bajo palabra debido a que los tres años de sufrimiento en la prisión habían afectado su salud hasta el grado de poner en peligro su vida. Pero a Consiglia la retuvieron en la cárcel.
El Tribunal Supremo de Casación
Este tribunal de Roma es el órgano supremo de la justicia italiana. Juzga asuntos que tienen que ver con la aplicación e interpretación correctas de la ley por medio de reexaminar las sentencias emitidas por tribunales menores cuando se apela de dichas sentencias. Si determina que no se ha observado la ley o que se ha aplicado de manera errónea, el Tribunal Supremo tiene el poder de anular el veredicto anterior y mandar que otro tribunal vuelva a examinar el caso. El 13 de diciembre de 1983 escuchó el caso de los Oneda.
No sucede a menudo que el Tribunal Supremo anule un veredicto que se le presente, y los dos veredictos adversos anteriores ejercerían considerable influencia. Por eso, ¿había esperanza alguna de que justamente se reconociera lo que eran los Oneda, padres amorosos que se interesaban en su hijita?
¡Un dramático cambio en los asuntos!
Permítanos describirle lo que sucedió aquel día en el tribunal:
Uno de los cinco jueces desempeñó el papel de relator y pronunció un breve discurso de introducción en el que presentó los puntos sobresalientes del caso, y entonces se entabló el proceso.
El abogado defensor teme particularmente al juez que desempeña el papel de fiscal, pues es muy difícil anular las demandas que él hace. Además, en este caso, el juez era un jurista experimentado que había desempeñado este papel en varios casos famosos. ¿Qué diría él?
De modo sorprendente, él preguntó: “¿Mostraron alguna vez la madre o el padre que deseaban la muerte de su hijita, de acuerdo con los hechos que se han sacado a luz durante el caso? ¿Ha contestado cabalmente esta pregunta el tribunal de Cagliari?”. Agregó: “El Tribunal Juvenil dejó a la niña con su padre y madre debido a que sostuvo que ellos eran padres amorosos y que el ambiente de familia sería lo mejor para ella”. Entonces hizo notar que ‘los jueces, expertos y sociólogos envueltos en el caso estaban en la mejor posición para determinar si los padres merecían tener a la niña bajo su custodia’.
¿Qué hay de la afirmación de que los Oneda causaron premeditadamente la muerte de su hijita? El juez pasó a decir: “No hay prueba de esto en el comportamiento de ellos, ni ninguna otra clase de prueba, que sea lo suficientemente poderosa como para permitir que hablemos tranquilamente de premeditación. [...] Por esta razón, entonces, sostenemos que los jueces [de Cagliari] no han dado una respuesta satisfactoria a estas preguntas”.
El juez que actuó de fiscal entonces sometió la siguiente petición asombrosa: “Por lo tanto pido que el Tribunal anule el veredicto respecto a la cuestión de premeditación”.
¡No había prueba de que se tratara de un acto premeditado! ¡Esto significaba que los Oneda no eran asesinos voluntarios! Además de esto, ¡el juez fiscal pedía que se anulara el proceso anterior!
Después de esto, el Tribunal escuchó a los abogados defensores, abogados conocidos por todo el país. Ellos hicieron notar lo inconsecuentes que habían sido los procesos anteriores y lo absurdos que habían sido los juicios que resultaron de éstos.
Entonces el Tribunal entró en receso por un rato. Finalmente, el juez que presidió leyó la decisión del tribunal: El veredicto anterior queda anulado y el caso se transfiere al Tribunal de Apelaciones de Roma, donde se oirá de nuevo.
Al declarar los motivos por los cuales había tomado dicha decisión, el Tribunal Supremo hizo notar, entre otras cosas, las graves faltas de la clínica pediátrica y de las otras instituciones de servicio público; ‘sin duda [...] se ha hallado que las instituciones de servicio público fueron gravemente deficientes; después de las medidas que tomaron al principio [...] desplegaron total falta de interés, a pesar de que se había pedido explícitamente que se hiciera alguna provisión para resolver definitiva y permanentemente el problema relacionado con las creencias ideológicas de los acusados’. Ésta es la decisión del Tribunal Supremo de Casación, página 30.
¡Reunidos finalmente!
Consiglia Oneda está libre ahora porque se venció el término de detención preventiva. Los Oneda finalmente están juntos después de tres años y medio de sufrimiento. Giuseppe y Consiglia están experimentando el gozo de estar el uno con el otro y de dar atención amorosa a su hijita Ester. Dejemos que ellos mismos nos relaten su experiencia:
Giuseppe: “Nos casamos en 1976, y un año después nació Isabella. Habíamos esperado con anhelo su nacimiento, pero poco tiempo después nos dimos cuenta de que algo estaba mal. Ella era muy pálida y enfermiza. Cuando tenía seis meses de edad, los médicos diagnosticaron la horrible enfermedad que había de causarle la muerte. Usted puede imaginarse la tristeza que nos causó el oír aquel funesto diagnóstico”.
Consiglia: “Naturalmente, nos encariñamos aún más con nuestra hijita. Creo que cualquier padre o madre respondería así para con una criatura indefensa que estuviera sufriendo de una enfermedad mortífera. Inmediatamente llevamos a Isabella a la clínica pediátrica para tratamiento, donde le administraron transfusiones de sangre. No obstante, ella siguió empeorando. Recuerdo que, después de un año de terapia con transfusiones, se le hinchó enormemente la barriga; el hígado y el bazo se le habían dilatado. ¡Cómo sufría ella cuando le hacían las transfusiones! En cierta ocasión los doctores pasaron una hora buscando una vena, y todo ese rato mi hijita estuvo gritando debido al dolor”.
Giuseppe: “Durante aquel período triste hallamos verdadero consuelo mediante nuestro estudio de la Biblia. Nos impresionó especialmente la promesa de Revelación 21:4 de que dentro de poco Dios limpiará las lágrimas de dolor de los ojos de las personas que sufren, y que la muerte no será más”.
Consiglia: “Para nosotros esto significaba que, aunque le sobreviniera la muerte, la cual desgraciadamente parecía inevitable, mediante la resurrección podríamos ver a Isabella saludable. Entonces, cuando aprendimos en la Biblia acerca del mandato de Dios de ‘abstenerse de la sangre’ [Hechos 15:20; 21:25], tomamos una decisión [...]”
Giuseppe: “[...] la de obedecer los principios bíblicos. Para nosotros, ésta era la única manera como volveríamos a tener a Isabella saludable, en el día en que Dios la resucitara de entre los muertos. Podíamos darnos cuenta de que las transfusiones no estaban deteniendo la enfermedad, y sabíamos que muchos niños de Cerdeña morían a temprana edad de esta misma enfermedad a pesar de las transfusiones que se les administraban. También nos enteramos de que muchos padres que, después que sus hijos habían recibido transfusiones por meses sin mostrar indicio alguno de mejoría, habían optado por cuidar de sus hijos en casa, usando medios menos dolorosos y espantosos”.
Consiglia: “¿Cómo podíamos rechazar la única esperanza de volver a tener a Isabella con nosotros saludable, esperanza que se basa en la promesa de Dios? Basándonos en lo que habíamos leído respecto a los resultados de este tratamiento, nos dimos cuenta de que las transfusiones de sangre no eran de provecho. Nos enteramos de que en muchos casos causan daño mortífero a los órganos vitales”.
Giuseppe: “Informamos nuestra decisión a los médicos, y ése fue el principio de este conocido relato”.
Consiglia: “Isabella era muy sensible, afectuosa e inteligente”.
Giuseppe: “Tenía poco más de dos años de edad, y no obstante ya sabía muchas cosas de Mi libro de historias bíblicas. Sabía el nombre de Dios, Jehová. Podía reconocer a personajes bíblicos y relatarnos acerca de las ilustraciones que se hallan en las historias acerca de ellos”.
Consiglia: “Es terrible para una madre saber que no ha podido dar a su criatura un cuerpo suficientemente sano como para que ésta siga viviendo. Mi hijita Ester me recuerda muchísimo a Isabella. Ahora quiero dar a esta hija saludable el amor que hubiera querido seguir dando a Isabella. Me siento feliz de estar nuevamente con mi familia y con mis hermanos cristianos que nos aman tanto. Con todo, jamás olvidaré aquellos tres años y medio que pasé en prisión, incluso el día en que mi compañera de celda intentó suicidarse debido a la desesperación. Aunque pude salvarle la vida, fue una experiencia terrible. No obstante, esto me ayudó a confiar aún más en Jehová Dios”.
Giuseppe: “Mis compañeros de celda hicieron todo lo posible por quebrantar mi integridad cristiana... recurrieron a la violencia, prácticas homosexuales y otras formas de conducta corrupta. Mi mayor temor era que yo tal vez fallara en cuanto a mantener mi integridad y perdiera la posibilidad de vivir felizmente en el nuevo sistema de cosas de Dios. A veces me desesperaba, como cuando el tribunal de apelación confirmó la sentencia; a veces deseaba nunca haber nacido. A la misma vez, recibía consuelo de Jehová por medio de orarle fervorosamente. Me siento agradecido también de que él haya incluido el libro de Job en la Biblia, pues me parece que hay similitudes entre la experiencia de Job y la mía. Por supuesto, Dios contestó las oraciones de Job, dándole las fuerzas para soportar la prueba y hallar ‘la salida’”. (1 Corintios 10:13.)
”Aun en los momentos más tristes de la pesadilla de estar en prisión, acudía constantemente a Jehová [1 Juan 1:5]. Mis compañeros cristianos, que me enviaron un sinnúmero de cartas provenientes de varios países, me animaron muchísimo también. El amoroso interés que mostraron en mí fue una prueba adicional de que Dios no nos abandona. Textos bíblicos como Romanos 1:12 y Marcos 13:13 me ayudaron a perseverar. Salí de la cárcel ‘derribado’, como dice el apóstol Pablo, ‘pero no destruido’”. (2 Corintios 4:9.)
Consiglia: “No sé si a Giuseppe y a mí nos absuelvan por completo de culpa cuando finalmente concluya el proceso legal. No obstante, nos sentimos agradecidos para con las personas que nos han ayudado y que siguen esforzándose por cancelar la acusación falsa de que asesinamos a nuestra hijita. Ésta es la acusación más terrible que se pueda formular contra un padre o una madre”.
Giuseppe: “Nos sentimos felices de haber pasado por todo esto sin terminar por odiar a alguien debido a lo que ha sucedido. Nuestro amor para con Dios y para con nuestro prójimo ciertamente nos ayudará a tomar en cuenta las muchas bendiciones que hemos recibido. Tenemos a nuestra familia, a nuestros hermanos en sentido espiritual, nuestra fe y nuestra esperanza”.
Probablemente usted concuerde en que este humilde matrimonio de Sarroch fue acusado injustamente, y tal vez se compadezca de ellos por lo que han sufrido. Pero quizás usted tenga algunas preguntas en cuanto a ciertos aspectos de este asunto relacionado con el papel que los padres desempeñan en cuidar de la salud de sus hijos. Sí, éste es un asunto que podría tocar directamente a cualquiera de nosotros, a nuestros parientes o a nuestras amistades.
[Nota a pie de página]
a ¡Despertad! del 22 de febrero de 1983, y la edición italiana del 22 de mayo de 1983.
[Fotografía en la página 9]
Consiglia Oneda, cuando salió de la prisión y se reunió con su hijita Ester
[Recuadro en la página 10]
“Baby Jane Doe”... ¿qué harán los padres?
A veces algunos padres amorosos se enfrentan a decisiones que causan mucho sufrimiento. Suponga que usted y su cónyuge fueran los padres de “Baby Jane Doe”, por ejemplo, ¿qué harían ustedes? The New York Times (1 de noviembre de 1983) informó:
“Hace tres semanas cierto matrimonio de Long Island tuvo una hijita que no era saludable. “Baby Jane Doe” padecía de espina bífida, cráneo anormalmente pequeño, hidrocefalia o exceso de fluido en el cerebro, y otras deformidades. Aun si se le sometía a una operación, ella permanecería crónicamente retardada y estaría postrada en cama por el resto de su vida... unos 20 años en el caso de ella. Después de consultar con los médicos, asistentes sociales y clérigos, los padres de “Baby Jane” tomaron una decisión dolorosa: no someterla a la operación y dejar que la naturaleza tomara su curso”.
Algunos observadores no estuvieron de acuerdo con dicha decisión, y llevaron el asunto a los tribunales. Pero cuando llegó al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, éste rehusó escuchar el caso. El caso de “Baby Jane Doe” es un ejemplo del gran sufrimiento al que se pueden enfrentar hasta padres amorosos.
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¿Es rechazar la vida el rechazar tratamiento médico?¡Despertad! 1984 | 8 de julio
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¿Es rechazar la vida el rechazar tratamiento médico?
PREGÚNTESE: “¿Tengo yo el derecho de decidir cuál tratamiento médico, si alguno, aceptaré?”. Ésta es una pregunta importante que usted debe considerar, ya que hay quienes afirman que una persona muestra falta de aprecio por su vida si rechaza una terapia que recomiendan los médicos que la atienden. Además, cabe preguntarse si no es muestra de desamor el que padres que hayan pesado los riesgos envueltos en la situación rehúsen cierto tratamiento que se haya aconsejado para un hijo suyo que esté enfermo.
Algunas personas que hablan dogmáticamente sobre este asunto lo reducen a menudo a esta afirmación: “El decir no a la terapia es decir no a la vida del niño”. Pero usted puede ver fácilmente que ése es un punto de vista superficial o una simplificación excesiva. Explota las emociones, mientras pasa por alto 1) la conciencia y la ética fundamental, 2) sus derechos personales y los de su familia, y 3) los aspectos médicos y legales de una cuestión que actualmente ha captado la atención mundial.
La conciencia es una parte íntima e inviolable de usted y de todo ser humano moral y en su sano juicio. John Henry Newman, cardenal católico muy conocido, sostuvo ‘que el camino a la luz ha de hallarse mediante la obediencia a la conciencia’. Por eso cuando los criminales de guerra que promovieron el nazismo dijeron que solo habían obedecido órdenes, por toda la Tierra hubo personas morales que respondieron que, a pesar de las órdenes, ellos debieron haber seguido los dictados de su conciencia. De igual modo, en enero de 1982, el papa Juan Pablo II ‘levantó la voz y pidió a Dios que la conciencia de la gente no sea ahogada’. Dijo que el obligar a alguien a violar su conciencia “es el golpe más doloroso que se pueda asestar a la dignidad humana. En cierto sentido, es peor que causar la muerte física, peor que matar”.
Puede que los comentarios de él armonicen con el parecer de usted respecto a que la conciencia debe desempeñar un papel vital en las decisiones médicas.
La conciencia y las cuestiones médicas
He aquí un ejemplo: Prescindiendo de la fe que usted profese, probablemente sepa que la doctrina católica condena el que una mujer se someta a un aborto, aunque el embarazo presente peligros para la madre o la criatura. Imagínese el problema que tal situación plantearía a un médico católico romano en un país donde el aborto sea legal, como en el caso de Italia desde que se promulgó la Ley número 194 del 22 de mayo de 1978. Esta ley deja margen para la objeción de conciencia al aborto por parte del personal médico. Sin embargo, el artículo 9 especifica que un médico “no puede acogerse a la objeción de conciencia” cuando tal vez esté en peligro la vida de una madre. ¿Qué ha de hacer, pues, un médico sincero que sea católico practicante?
Si no hubiera ningún otro médico allí y él hiciera cuanto estuviera a su alcance, menos violar su conciencia, ¿lo acusaríamos de ser asesino? Al contrario, ‘sería peor que matar’ el obligar al médico a violar su conciencia aun cuando una madre o las autoridades insistieran en ello. Esto ilustra la manera como los dictados de la conciencia pueden afectar las decisiones médicas con relación a la salud y la vida.
Padres, hijos y la vida
Podemos ver esto claramente, también, por lo que hicieron los cristianos primitivos. Es probable que usted sepa que ellos rehusaban quemar incienso ante la estatua del emperador, pues consideraban que tal acción equivalía a idolatría. Pero el punto de vista religioso y de conciencia de ellos tenía que ver directamente con la salud y la vida de ellos, y con la de sus hijos también. ¿Por qué? Cuando se les obligaba a escoger —‘¡ofrezca incienso, o su familia morirá en una arena romana!’—, los cristianos no repudiaban sus convicciones. Eran leales a su fe aun cuando aquel proceder era peligroso o mortal para ellos y sus hijos.
A los cristianos también se les ponía a prueba en cuanto a la sangre, puesto que la Biblia les mandaba que se ‘abstuvieran de la sangre’ (Hechos 15:20). Tertuliano, teólogo latino del siglo III, informa que los epilépticos bebían, como supuesta cura, la sangre fresca de los gladiadores muertos. ¿Consumirían sangre los cristianos por tales razones “médicas”? Jamás. Tertuliano añade que ‘los cristianos ni siquiera comían la sangre de animales’. De hecho, cuando los funcionarios romanos querían poner a prueba si alguien realmente era cristiano, ejercían presión sobre él para que comiera morcilla, pues sabían que un cristiano genuino no la comería, ni siquiera so pena de muerte. Vale la pena tomar nota de esto, ya que los testigos cristianos de Jehová hoy día también rehúsan aceptar sangre.
Ahora pudiéramos preguntar: ¿Tenían aquellos cristianos primitivos en poca estima la vida, o querían ser mártires? No, las autoridades romanas los obligaban a escoger la muerte para sí mismos y sus hijos. Y ¿no respetamos el recuerdo de aquellos cristianos devotos que sabían, como dijo recientemente el papa, que el violar su conciencia hubiera sido peor que la muerte?
Si alguien opina que eso aplica a un campo diferente del de las decisiones médicas, note lo que escribió el Dr. D. N. Goldstein:
“Los doctores que han adoptado esta posición [imponer por la fuerza cierto tratamiento a personas que lo han rechazado] han negado los sacrificios de todos los mártires que han glorificado la historia con su devoción suprema a los principios hasta a costa de su propia vida. Porque los pacientes que optan por muerte segura más bien que violar una creencia religiosa son de la misma índole que los que pagaron con su vida [...] antes que aceptar el bautismo [obligado]. [...] Ningún médico debería procurar asistencia legal para salvar un cuerpo por medio de destruir un alma. El paciente es dueño de su propia vida”.—The Wisconsin Medical Journal.
Escoja la vida que lo es realmente
La mayoría de nosotros concordaría en que la “vida” significa más que la mera existencia biológica. La vida es una existencia que gira en torno a ideales o valores (políticos, religiosos, científicos, artísticos, etc.); sin los mismos, la existencia quizás sería inútil. Por eso, durante la II Guerra Mundial, hombres y mujeres patrióticos arriesgaron su vida para defender ideales políticos, valores como la democracia y la libertad de palabra, adoración y conciencia. Como resultado de aquella defensa de ideales, muchos niños murieron. Un sinnúmero de otros niños quedaron huérfanos.
Eso lo muestra el caso dramático del estadista italiano Aldo Moro. Éste fue asesinado despiadadamente en 1978 cuando las autoridades rehusaron cumplir con las exigencias de los terroristas. Está claro que a veces se sacrifican vidas en nombre de intereses superiores.
Usted puede comprender, pues, que una persona moral pudiera decidir arriesgar su existencia biológica más bien que transigir en cuanto a sus ideales. Al hacer eso, la persona escoge la vida que lo es realmente, vida en todo el sentido de la palabra. Esto ciertamente aplica a los ideales cristianos.
Los cristianos consideran la vida humana como algo sagrado, un don precioso procedente de Dios. Considere el caso del apóstol Pablo, una persona inteligente y educada. Él recibió palizas y estuvo en situaciones en que por poco pierde la vida, pero dijo: “He sufrido la pérdida de todas las cosas y las considero como un montón de basura, a fin de ganar a Cristo [...] para ver si de algún modo puedo lograr alcanzar la resurrección más temprana de entre los muertos”. (Filipenses 3:8-11.)
Podemos estar seguros de que Pablo nunca hubiera participado en algo que sabía que Dios condenaba. Sin duda alguna, Pablo no se hubiera arriesgado a perder “la vida que lo es realmente”, que en su caso sería vida en el cielo, solo para alargar por unos cuantos años su vida humana o salud (1 Timoteo 6:19). Pero considere:
Hay millones de personas religiosas hoy día que esperan ir a vivir en el cielo; tal vez usted sea una de ellas. De modo que si una persona gravemente enferma tuviera la esperanza de vida eterna en el futuro y rechazara cierta terapia que le pareciera que Dios prohibía, ciertamente sería injusto acusarla de rechazar la vida. Más bien, después de haber vivido en la Tierra por años, pudiera recobrar la salud para seguir viviendo aquí más tiempo. Pero, de todas formas, y aunque los médicos que la atendieran fueran incrédulos, sería razonable que ella considerara su perdurable vida futura y tomara decisiones médicas de acuerdo con ello.
Los médicos rara vez consideran ese aspecto de los asuntos cuando recomiendan alguna terapia para usted o sus amados. Pero hay un aspecto vital sobre el cual ellos deben informarle. Pudiera llamarse riesgo/beneficio. A usted y su familia les conviene considerar este rasgo, pues éste puede ayudarlos a tomar una decisión sabia y a entender la sabiduría tras lo que otros han hecho.
[Recuadro en la página 13]
Cuidado de la salud infantil... punto de vista de un jesuita
John J. Paris, S.J., profesor adjunto de la Universidad de la Santa Cruz (E.U.A.), pronunció un discurso en una conferencia que se celebró sobre Aspectos Legales y Éticos del Cuidado de la Salud Infantil (1 de abril de 1982). Habló de un juez judío que había ordenado que se administrara una transfusión de sangre a un testigo de Jehová. El profesor Paris dijo: “El juez obedeció su religión e hizo lo que creyó que era correcto, pero, al hacerlo, violó la religión del paciente”.
Él añadió: “La teología cristiana no está de acuerdo con que la simple respiración sea vida. En el hospital, nadie muere; experimentan cesación. [...] [En el hospital] la vida no es sagrada, es algo esencial, y la muerte es un fracaso. Pero en la tradición judeocristiana, la muerte es parte de la condición humana, parte del viaje de la vida. No se puede evitar el hecho de que estas decisiones estén relacionadas con la calidad de la vida. A veces el mejor tratamiento es no recibir ningún tratamiento”.
[Recuadro en la página 14]
La eternidad cambia el análisis
La Dra. Ruth Macklin es filósofa del Colegio de Medicina Albert Einstein (Nueva York). En una consideración sobre la ética, en la sala de clases, cierto estudiante de medicina habló sobre un paciente Testigo que era “víctima de anemia drepanocítica y que se tomó el riesgo de morir desangrado al no aceptar una transfusión”. El estudiante dijo: “Él podía razonar. Su facultad de pensar estaba intacta. ¿Qué se hace cuando las creencias religiosas están en conflicto con la única fuente de tratamiento?”.
En respuesta, la Dra. Macklin dijo: “Tal vez creamos firmemente que tal persona esté cometiendo un error. Pero los testigos de Jehová creen que el recibir una transfusión es ‘comer sangre’ y que el comer sangre [podría] resultar en condenación eterna. En la ciencia médica se nos enseña a analizar la relación entre los riesgos y los beneficios, pero si se pesa la condenación eterna contra el permanecer vivo en la Tierra, el análisis cambia de perspectiva”.—The New York Times, 23 de enero de 1984.
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Su derecho de pesar los riesgos y los beneficios¡Despertad! 1984 | 8 de julio
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Su derecho de pesar los riesgos y los beneficios
SU CUERPO pertenece a usted. Su propia vida pertenece a usted. Estas declaraciones pueden parecer obvias, pero señalan a un derecho fundamental de usted que está relacionado con el tratamiento médico. Usted tiene el derecho de decidir lo que se le hará a usted. Muchas personas ejercen este derecho mediante conseguir una segunda opinión y entonces decidir al respecto; otras rechazan cierto tipo de tratamiento. El Dr. Loren H. Roth efectuó un estudio en 1983 que reveló que ‘20 por 100 de los pacientes hospitalizados rehúsan ciertos tratamientos’.
Pero si usted estuviera enfermo o lesionado, ¿cómo podría decidir el asunto? Puesto que no es médico, ¿cómo podría usted saber cuál es el mejor tratamiento? Generalmente acudimos a los expertos, a médicos que han recibido una educación especializada, que tienen experiencia y están dedicados a ayudar a la gente. El médico y el paciente deberían considerar la comparación o razón que existe entre el riesgo y el beneficio, o la “razón riesgo/beneficio”. ¿A qué se refiere esto?
Supongamos que usted sufre de algún mal en la rodilla. Cierto médico recomienda una intervención quirúrgica. No obstante, ¿cuáles son los riesgos en lo relacionado con la anestesia y la cirugía, o qué garantía hay de que su pierna funcionará después? Por otro lado, ¿cuáles son los posibles beneficios, y cuáles son las probabilidades de que tales beneficios se realicen en el caso de usted? Una vez que se haya considerado el cuadro general respecto a los riesgos y los beneficios, usted tiene el derecho de decidir: dar su consentimiento basado en la información recibida, o rehusar el tratamiento.
Pese los riesgos y los beneficios
Considere la razón riesgo/beneficio en una situación verdadera, la de Giuseppe y Consiglia Oneda, que se mencionó anteriormente.
La hija de ellos, Isabella, estaba muy enferma y los médicos recomendaron (hasta exigieron) que se le administraran transfusiones de sangre con regularidad. Sus amorosos padres objetaron principalmente debido a su conocimiento de la ley bíblica. Aun así, ¿cómo podría haber afectado el asunto la razón riesgo/beneficio?
Hoy día la mayoría de la gente supone que las transfusiones de sangre constituyen un tratamiento seguro y eficaz. Pero no debemos olvidar que en el siglo XVII la flebotomía o sangría era una práctica médica común, tanto para los jóvenes como para los ancianos; a menudo con consecuencias mortíferas. ¿Qué hubiera sucedido en aquellos días si un padre no hubiera permitido que su hijo se sometiera a una flebotomía?
Ya no se practica la flebotomía; ahora los médicos emplean las transfusiones de sangre. Aunque los médicos han logrado mucho en años recientes, tienen que reconocer que las transfusiones son peligrosas. El Dr. Joseph Bove (presidente del comité que trata el asunto de las enfermedades transmitidas por las transfusiones, de la Asociación de Bancos de Sangre de los Estados Unidos) dijo recientemente que la cuestión de contraer hepatitis mediante la sangre se consideró por primera vez en 1943. Añadió:
“Hoy, unos 40 años después, se reconoce que las transfusiones presentan el riesgo de que se transmita la hepatitis por lo menos mediante cuatro virus diferentes que se alojan en la sangre, y se alista una gran cantidad de otros agentes infecciosos que se pueden transmitir por medio de la sangre y productos sanguíneos”.—The New England Journal of Medicine, 12 de enero de 1984.
Si usted fuera a pesar los asuntos relacionados con su salud y vida, o la de su familia, ¿cuánto peligro presentan tales enfermedades? Ni siquiera los doctores pueden decirlo, pues la muerte debido a tales enfermedades puede ocurrir mucho tiempo después que se haya hecho una transfusión. Considere, por ejemplo, tan solo un tipo de hepatitis (el B), el cual sólo se puede cribar con éxito parcialmente. En un informe de noticias (del 10 de enero de 1984) se dijo:
“En 1982, unos 200.000 estadounidenses contrajeron la hepatitis del tipo B, de acuerdo con el Centro para el Control de Enfermedades (CDC, siglas en inglés), ubicado en Atlanta; 15.000 personas fueron hospitalizadas debido al estado agudo de la enfermedad, y 112 murieron. Otras 4.000 víctimas murieron de complicaciones crónicas atribuidas a dicha enfermedad”.
¿Cuántas otras personas han muerto en Italia, Alemania, Japón y otros lugares debido a la hepatitis causada por transfusiones? Sí, la muerte debido a las transfusiones es un riesgo serio que es preciso pesar.
Además, en la razón riesgo/beneficio de las transfusiones, el riesgo está creciendo. “A medida que aumenta nuestro conocimiento —declaró el profesor Giorgio Veneroni (de Milán) en mayo de 1982—, vamos descubriendo una cantidad cada vez mayor de riesgos relacionados con las transfusiones de sangre homólogas”. Cierto descubrimiento que ha alarmado a los médicos es el SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), el cual es muy mortífero. El Dr. Joseph Bove continuó diciendo:
“Para los que las reciban, los médicos tienen que pesar los riesgos de las transfusiones contra los beneficios que se esperan. Este concepto no es nuevo, pero se ha hecho más apremiante, puesto que ya no se puede dar garantía al preocupado paciente de que él o ella no contraerá el SIDA debido a una transfusión”.
Los médicos no consideraron dicho riesgo con los Oneda en 1978; el SIDA no se conocía en aquel entonces. Pero ahora sabemos que existe. ¿No debería este conocimiento de que las transfusiones implican mayores riesgos hacer que la decisión de los Oneda esté menos sujeta a la crítica?
Los padres tienen que pesar los riesgos y los beneficios
Como adulto, usted tiene el derecho de pesar los riesgos y los beneficios de las transfusiones de sangre o de cualquier otro tratamiento. “Se considera que todo adulto competente es amo de su propio cuerpo. Puede tratarlo sabia o tontamente. Hasta puede rehusar tratamiento que salve la vida, y nadie tiene que intervenir en este asunto. Ciertamente no incumbe al estado” (Dr. Willard Gaylin, presidente del Centro Hastings). Pero ¿quién pesará los riesgos y los beneficios en el caso de un niño?
La experiencia general demuestra que los padres amorosos deben hacerlo. Por ejemplo, supongamos que su hijo tuviera problemas con las amígdalas y se sugiriera una intervención quirúrgica. ¿No quisiera usted enterarse de las ventajas y los riesgos que están envueltos en una tonsilectomía? Luego usted pudiera comparar esto con información sobre los riesgos/beneficios de someterlo a un tratamiento con antibióticos. Así usted podría llegar a una conclusión basada en la información que haya considerado, tal como lo han hecho muchos padres.
Considere una situación aún más seria. Los médicos le dan la triste noticia de que su amado hijo tiene una forma de cáncer que es virtualmente incurable. Le dicen que se podría emplear la quimioterapia, pero que las sustancias químicas podrían enfermar muchísimo a su hijo, y que las probabilidades de detener la enfermedad en esta etapa serían casi nulas. ¿No tendría usted el derecho de tomar la decisión final?
Si usted se basara en un artículo escrito por el Dr. Terrence F. Ackermana, su contestación sería positiva. Él admitió que muchas de las órdenes judiciales se han obtenido sobre la base de que el Estado debe proteger a los menores de edad. Sin embargo, en una serie de casos, el afamado Hospital M.D. Anderson e Instituto de Tumores ha seguido ‘la norma de no procurar órdenes judiciales para hacer transfusiones’. ¿Por qué? En parte se debe a que “cada uno de estos niños tenía una enfermedad potencialmente mortífera y no podíamos predecir que tendríamos éxito”. ¿No resultó ser así también en el caso de Isabella?
Ackerman recalcó el valor de “respetar la autoridad que tienen los padres de criar a sus hijos de la manera que ellos consideren apropiada”. Él razonó: “Es axiomático en la pediatría el que el médico tiene el deber moral de apoyar a los padres y a la familia. El que se diagnostique alguna enfermedad potencialmente mortífera en su hijo ejerce una enorme presión sobre los padres. Además, si los padres tienen que luchar con lo que ellos consideran una transgresión de la ley de Dios, esto podría causar aun mayor daño a su capacidad de desempeñar su función. Más importante aún, el bienestar de la familia influye directamente en el bienestar del niño enfermo”.
Otros métodos
Para evitar los muchos peligros de las transfusiones, los investigadores han desarrollado técnicas quirúrgicas que limitan la necesidad de administrar sangre. De hecho, la posición de los Testigos respecto a la sangre ha contribuido a efectuar dichas investigaciones. A fines de 1983, los periódicos estadounidenses hablaron acerca de un informe que se presentó en un congreso de la Asociación Norteamericana del Corazón: No se empleó sangre en las intervenciones quirúrgicas efectuadas en 48 niños entre las edades de tres meses y ocho años. Se hizo bajar la temperatura corporal del paciente y se diluyó la sangre con agua que contenía minerales y nutrimentos. ¡Pero no se administró nada de sangre! Al principio se utilizaba esta técnica solamente en hijos de testigos de Jehová. Cuando los cirujanos notaron que los hijos de los Testigos sobrevivían dichas operaciones mucho mejor que los niños que habían sido sometidos a métodos convencionales, decidieron extender esta técnica a todos sus pacientes.
Se entiende que hay casos en que los médicos consideran indispensable una transfusión de sangre. Sin embargo, se puede sostener objetivamente que: 1) Aun muchos médicos admiten que son muy raros los casos en que están convencidos de que son verdaderamente vitales las transfusiones; 2) por largo tiempo ha habido la perjudicial costumbre de administrar sangre innecesariamente; 3) los graves riesgos que presentan las transfusiones imposibilitan el ser dogmático respecto a la razón riesgo/beneficio.
Hay esperanza
Felizmente, se está dando cada vez más atención a la dignidad de la persona y a sus derechos. Países bien informados, como Italia, se están esforzando por asegurar la más amplia libertad posible, incluso la libertad de tomar decisiones sobre asuntos médicos basadas en información que la persona haya considerado. Un folleto publicado por la Asociación Médica Norteamericana explica: “Es preciso que el paciente sea el árbitro final respecto a si se arriesgará a aceptar el tratamiento o la intervención quirúrgica que el médico recomiende, o si tomará el riesgo de seguir viviendo sin dicho tratamiento. Éste es el derecho natural de la persona, derecho que la ley reconoce”.
Además, esto aplica en el caso de los menores de edad. Si usted es padre o madre, debe tomar parte activamente en tomar decisiones sobre tratamientos médicos que afecten a sus hijos. Un consejo de jueces de los Estados Unidos escribió lo siguiente en “Guía para los jueces respecto a órdenes médicas que afectan a los niños”:
“Si se puede seleccionar entre dos o más procedimientos —si, por ejemplo, el médico recomienda algún procedimiento en que la probabilidad de éxito sea de 80 por 100, pero que los padres desaprueban, y los padres no tienen objeción a que se emplee algún procedimiento en que la probabilidad de éxito sea de 40 por 100— el médico tiene que tomar el proceder que sea más arriesgado desde el punto de vista médico pero contra el cual los padres no levanten ninguna objeción”.
Tal consejo puede ser muy significativo si usted reconoce su derecho —sí, su obligación— de obtener información médica exacta. En muchos casos es sabio pedir una segunda opinión. Pregunte en cuanto a los diversos métodos de tratar cierto problema médico, y los posibles riesgos y beneficios de cada tratamiento. Entonces, con conocimiento de la razón riesgo/beneficio, usted puede decidir respecto al tratamiento médico, basándose en la información que haya obtenido. La ley establece que usted tiene este derecho. Dios y la conciencia de usted dicen que usted tiene esta obligación.
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