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  • Valores por los cuales vivir
    ¡Despertad! 1979 | 22 de enero
    • que los más preciosos perfumes; mejor es el día de la muerte que el día del nacimiento.”—Editorial Herder.

      ¿Cómo puede ser eso? ¿Cómo puede el día en que uno muere ser mejor que el día en que empieza a vivir? Solo es cierto si en el día de morir uno tiene un buen nombre con Dios, un nombre que él recuerde cuando sea tiempo de resucitarlo. Esto querrá decir que saldrá a una vida que puede ser eterna, si la valora correctamente. Tendemos a dar por sentado las muchas bendiciones que poseemos... el poder ver, oír, nuestra salud general, la vida misma. Solo cuando estas bendiciones empiezan a decaer reconocemos su valor. Cuando uno está a punto de morir, puede que otros digan: ‘Bueno, vivió una buena y larga vida,’ como si eso hiciera más aceptable el morir. No le parece así al moribundo. El pasado no cuenta. El presente y el futuro es lo que cuenta, lo que llega a ser la verdadera necesidad. Por eso lo de más valor es satisfacer esa necesidad por medio de hacerse un buen nombre con Dios.

      ¿Se da cuenta usted de esto? ¿Necesita hacer una revaluación de los valores por los cuales vive? El siguiente artículo nos relata cuán feliz se sintió una persona que lo hizo.

  • Nuestro hijo me ayudó a corregir mis valores
    ¡Despertad! 1979 | 22 de enero
    • Nuestro hijo me ayudó a corregir mis valores

      El día en que nació nuestro primer hijo fue un día muy feliz. El gozo de mi esposo y el anuncio del médico de que el bebé era un varoncito normal y sano significó mucho en ese momento. Pero esa felicidad fue de corta duración. Pronto nuestros amigos trataban de convencerme de que Craig tenía dificultades para controlar los ojos. Después de un examen, el médico nos aseguró que no había nada importante que estuviera mal. Pero una semana después de la visita al médico, Craig desarrolló una catarata gruesa en un ojo. ¡Nuestro hijito de tres meses de edad estaba medio ciego!

      Un especialista de los ojos nos informó que desgraciadamente nos habíamos casado con un individuo con quien no debiéramos habernos casado, puesto que el defecto de nuestro hijo era hereditario. El pensar que tenía un hijo medio ciego me causó suficiente dolor sin mencionar el que se me dijera que me había casado con una persona con quien no debiera haberme casado. Entonces la semana siguiente se formó otra catarata que cerró por completo el otro cristalino de Craig. ¡Solo habían pasado cuatro meses desde que nació y estaba enteramente ciego!

      Después de muchas lágrimas y serias consideraciones con mi esposo, consultamos a un perito en nutrición. Él opinó que cierta droga que se me había aconsejado tomar por unos tres meses durante la preñez había causado el problema. Su veredicto fue que si Craig no respondía al tratamiento en tres meses, se podría hacer poco para ayudarlo. ¡Cómo se angustió mi corazón por nuestro hijito, y qué futuro horrendo preví para mí como madre!

      Tal fue la conmoción que esto me causó que empecé a dudar de la justicia de Dios. Si Dios permitía que Craig perdiera uno de sus ojos, sentí que pudiera ajustarme a ello. Pero dos ojos me parecía un golpe inhumano. ¿Por qué debiera sufrir así un niñito inofensivo? Yo había cuidado de mi salud durante la preñez y después de ella. Yo sabía de otras madres que abusaban de sí mismas —hasta tratando de causarse abortos— y no obstante sus hijos nacían sanos. ¿Por qué me había sucedido esto a mí cuando tenía tantos deseos de amar y acariciar a un niño?

      Aprendiendo nuevos valores

      Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes que me diera cuenta de que de muchas maneras mi hijo se estaba tornando en una bendición para mí. Su salud deterioró a tal grado que lo que más me preocupaba era su vida, no el que no pudiera ver. Empecé a apreciar que hay otras dádivas preciosas, la mayor de las cuales es la vida misma. ¡Qué bueno tenerlo vivo!

      Mi esposo me recordaba que la imperfección de nuestros cuerpos, los efectos secundarios imprevistos de la droga y las condiciones en deterioro bajo las cuales vivimos eran factores que yo debiera seguir considerando. Nuestros amigos señalaban a muchos ejemplos de otros niños en condiciones igualmente desfavorables que aprendieron a habérselas con problemas graves.

      Además, al pasar los años, mi esposo y amigos constantemente me recordaban el propósito de Dios de quitar todos los impedimentos para todos los que vivan en esta Tierra en Su justo nuevo sistema de cosas. (2 Ped. 3:13; Rev. 21:3, 4) Me señalaban muchas de las cualidades positivas que Craig estaba desarrollando... su disposición feliz, el amor que obviamente le tenía a Jehová en su corazoncito. Estas eran verdaderas bendiciones. También meditaba frecuentemente en la cuestión que Satanás hizo surgir con Dios respecto a Job: ¿Serviríamos a Jehová únicamente cuando tuviéramos todo lo que deseábamos?—Job caps. 1 y 2.

      Respondí dedicando más tiempo a hablar con mis vecinos acerca de estas cosas que se hallan en la Biblia. Esto me ayudó a mantener mi propia mente ocupada con las promesas más positivas y edificantes contenidas en la Palabra de Dios. Exigió verdadero esfuerzo de parte mía, pero mi relación con Dios mejoró.

      La paciencia es esencial

      Hasta este día nuestro hijo ha permanecido un niño delicado y sensible. Todavía no puede andar sin ayuda, aunque tiene más de cinco años de edad. Puesto que la vista desempeña un papel vital en el establecimiento del sentido del equilibrio, él tiene una desventaja. Aunque tiene las fuerzas físicas para andar, prefiere estar sentado y arrastrarse en esa posición. Esto le da un sentido de seguridad.

      Hemos pasado horas animando a Craig a dar unos cuantos pasos, asegurándole que tenemos los brazos extendidos listos para cogerlo. Se le alaba calurosamente cuando hace el esfuerzo, pero casi siempre vuelve a tomar su posición sentada y a valerse de los muebles como una ayuda para ir de un lugar a otro. No podemos castigarlo ni apresurarlo; de otro modo, retrocede rápidamente. La lentitud con que responde nos ha enseñado a ser pacientes.

      Otra zona difícil es la comprensión del habla. Al principio Craig parecía especialmente inteligente. Se le hizo fácil repetir las palabras y respuestas a modo de loro. Pero al pasar el tiempo notamos que no podía formar oraciones que tuvieran significado. Entonces se asomó ante nosotros la posibilidad de tener un hijo que también era mentalmente retardado.

      La correspondencia que tuvimos con una escuela para ciegos fomentada por el gobierno nos ayudó a entender la situación. Puede que la persona con vista crea que entiende la situación del ciego por medio de simplemente cerrar los ojos. Pero todavía tiene su memoria de lo que vio en el pasado a lo cual recurrir. Es imposible que una persona con vista simplemente cierre los ojos y entienda lo que es ser ciego desde nacimiento. De esto nos dimos cuenta de que la falta no era de parte de Craig, sino más bien de nosotros por no siempre describirle verbalmente las cosas que normalmente hubiese aprendido mediante la observación visual.

      Los niños que tienen vista son grandes imitadores. Pero ¿cómo puede un niño falto de vista imitar la acción de levantar una cuchara al tiempo de comer, por ejemplo, o de cerrar una puerta o de volver la página de un libro? No puede ver ni el objeto ni el movimiento. ¿Cómo explica uno lo que es ver a un pájaro volar o a un caballo galopar?

      Entonces el asunto se me hizo claro. Tendría que hablar con Craig con mucha más frecuencia y decirle lo que estaba haciendo a medida que iba de un lugar a otro de la casa haciendo mis quehaceres. Ahora siempre que sea posible, le dejo palpar el objeto que estoy usando, o gustar u olerlo y luego sentir el movimiento.

      Si cierro una puerta, le explico lo que estoy haciendo. Entonces lo animo a palpar la puerta, escuchar el sonido ligero que hace al moverse por el aire y finalmente el golpecito que da cuando cierra. A medida que repito el movimiento, sin que él palpe la puerta, pido que me diga lo que estoy haciendo. Es preciso proceder de esta manera para ayudarlo a comprender el movimiento en relación con los objetos y personas. Como resultado, tanto su comprensión como su habla han mejorado muchísimo. La paciencia y la perseverancia nos están trayendo muchos galardones.

      Sensibilidad intensificada

      La sensibilidad de Craig nos ha hecho conscientes de lo necesarias que son la bondad y la empatía en el entrenamiento. Él es asombrosamente sensible al ambiente en un hogar. Aun de bebé podía percibir si una familia era bondadosa y se sentía sosegada o no. Si el ambiente no estaba pacífico y calmado, no podíamos dejarlo con la gente, aunque fueran nuestros amigos. Por otra parte, hemos notado que Craig se siente muy cómodo con personas cuyo porte es tranquilo y quieto. Naturalmente mi esposo y yo hemos tenido que estar más conscientes de nuestra propia relación. Palabras airadas entre nosotros inquietan a Craig. A la inversa, medra cuando estamos sosegados y en paz.

      Puesto que nuestra vista está relacionada con nuestras papilas del gusto, los gustos de Craig son muy moderados. Hubo tiempo en que todos los vegetales le repugnaban. Hemos tenido que emplear perseverancia e ingeniosidad para hacerlo aceptar alimentos nuevos.

      El olfato es otra zona que es especialmente sensible. Craig no tiene dificultad en percibir el olor de alimentos que a nosotros nos parecen bastante inodoros. Estimulamos este sentido del olfato. El tocar ligeramente cualquier alimento con las puntas de los dedos y luego su nariz le dice lo que es.

      Lo mismo que muchos niños faltos de vista, Craig también es muy sensible a la música. Este medio lo tranquiliza cuando está cansado e irritable. Sin embargo, demasiada música anima la pasividad, muy parecido a la manera en que el ver demasiada televisión lo hace en el caso de niños con vista.

      Disciplina

      Aunque sufre de un impedimento no queremos un niño mimado. Por eso cuando Craig llora en un berrinche, le comunicamos por el tono de nuestra voz que sus acciones nos disgustan. Puesto que no puede ver nuestra expresión facial, la modulación de la voz es imprescindible.

      En cuanto al entrenamiento, hasta ahora nos hemos concentrado en solo asociar con Dios las cosas que a Craig le gustan. Actualmente le gustan las uvas. De modo que decimos: “¿Sabes quién hizo las uvas? Jehová las hizo.” Empleamos este método en conexión con todo lo que le agrada a nuestro hijo. Si estamos con nuestros amigos disfrutando de una barbacoa y él está comiendo con gran gusto una chuleta o una salchicha, le explicamos quién hizo posible estas cosas buenas.

      A veces Craig reposa en el suelo y se ríe del sonido de las aves, especialmente de la cacatúa o la cucaburra, o martín cazador, que tenemos aquí en Australia. Los pavos también captan su interés. Cuando notamos su disfrute, le explicamos que Jehová hizo estas criaturas, y también hacemos que él repita esto. En cuanto le toca a nuestro hijo, Jehová hace todo lo que es bueno. Lo animamos a palpar la yerba, el gato, el perro, nuestra cabra y las rosas del jardín, y luego le pedimos que nos diga quién los hizo. Su risita sesgada indica que ha disfrutado de una nueva dimensión en el aprendizaje. Procediendo así, esperamos que asocie, de su propia manerita, las cosas gratas con el Creador.

      Juguetes

      Al principio el mantener a Craig ocupado fue un desafío. Aunque no pensamos mucho en ello, el observar a la gente moverse estimula la mente. Craig no tiene ese estímulo; de modo que le es fácil retirarse dentro de sí. Los juguetes ayudan a evitar esto.

      El ayudar a Craig a percibir el tamaño y forma de cosas también ha sido difícil. ¿Cómo puede uno ayudar a un niño ciego a comprender cómo se ve un edificio grande, un árbol alto, o un tren largo? Mucho de esto se puede aprender de un modo agradable si se le varía el tamaño y la forma de sus juguetes. Los mejores juguetes son objetos comunes a la vida, cosas como cucharas, ollas, cajas de cartón, pelotas de caucho, zapatos, carteras, sogas, agua en un cubo y cosas que se pueden empujar, para mencionar unas cuantas.

      Aumenta mi aprecio

      Craig me ha enseñado a apreciar muchas cosas que se dan por sentadas. Yo pensaba que apreciaba mi vista. Ahora no estoy tan segura de que tal fuera el caso. Un ave en vuelo, una puesta de sol dorada, una sonrisa en un rostro feliz, las palabras impresas de un buen libro, el color de las flores, un vestido lindo, un sinnúmero de cosas de todos los días... todas encierran tanto más significado para mí ahora.

      El llegar a apreciar cuánto depende Craig de la dádiva del oído ha hecho que los sonidos tengan mucho más significado para mí. Hay tanto que se da por sentado, como el ruidito ligero de una puerta que se cierra o una luz que se prende, los pasos de la gente, los tonos de las voces, el tic tac de un reloj, el susurro de las páginas que se vuelven, el glu glu que hace el agua al llenar un vaso o el chapaleteo de las gotas de lluvia. Los sonidos que a veces nos parecen innecesarios o molestos, significan vida, seguridad y placer para Craig, pues agregan color a su mundo.

      Se puede decir lo mismo acerca de los muchos aromas agradables, la variedad interminable de sabores, el conjunto de cosas fascinantes que tocamos cada día. He llegado a apreciar profundamente las cualidades de hermosura que no se ven, ni se palpan o prueban, pero en las cuales todos, no obstante, nos saboreamos calurosamente, especialmente los ciegos. Estas son cosas como la bondad y la paciencia; un ambiente seguro y tranquilo; el amor, la confianza y la empatía genuina y altruista. Craig ha contribuido mucho al enriquecimiento de nuestra vida de todas las maneras que se han mencionado y, sobre todo, nos la ha enriquecido el simplemente tener con nosotros a este chico amoroso todos los días.

      Desde el tiempo en que Craig tenía unos nueve meses de edad, empezó a tararear tonadas apegado al compás correcto. Su repertorio incluye muchas canciones, especialmente las que se oyen en las reuniones cristianas. Sea que estemos en casa, de compras, paseando en el automóvil o visitando a vecinos, este chiquilín feliz a menudo está cantando. Es sorprendente lo refrescante y animador que esto le puede ser hasta a un extraño junto a quien por casualidad pasamos cuando estamos de compras en el mercado.

      La buena atención que Craig presta lo hace responder bien a la instrucción, aunque, como mencionamos antes, su comprensión de los movimientos en relación con la gente y objetos es más lenta. Para cuando tenía dos años y medio de edad podía repetir los primeros 13 libros de la Biblia en su debido orden. Podía contestar muchas preguntas respecto a los personajes bíblicos. Es tan atento a la oración que tiene fama en las reuniones cristianas por decir “¡Amén!” en una voz alta antes que todos los demás. Todavía lo hace al tiempo de comer después de nuestra oración de gracias. Su disposición y el amor que le tiene a Dios a esta edad tierna han sido para nosotros una fuente de verdadero ánimo.

      En una ocasión cuando quería quedarme en casa y no ir a nuestra reunión cristiana porque me sentía un poco deprimida, Craig pasó toda la tarde yendo de un lugar a otro en la casa diciendo: “Vamos al Salón del Reino para reunirnos con los hermanos y cantar canciones a Jehová.”

      En otras ocasiones cuando hemos estado cansados, nos ha animado diciéndonos: “¡Canten!” “Cantemos una canción a Jehová,” dice él. O, pregunta: “¿Quién hizo la naranja? ¿Quién hizo el Sol?” No tarda en obtener resultados.

      Al principio solo podía considerar el impedimento de nuestro hijo como una tragedia. Pero está lejos de ser insoportable. En vez de lamentarme por la pérdida de un don, el de la vista, otros dones han asumido mucho más valor para mí. Ya que Craig tiene cinco años de edad y está más robusto, hemos dado otros pasos con un cirujano oftálmico. Se le ha restaurado vista parcial a un ojo con el uso de lentes de aumento muy intensificado.

      Nosotros, a la par con Craig, esperamos con anhelo el día en que nos pueda ver claramente. Y también lo anhela su hermano infantil que tiene vista normal y que ya muestra grandes deseos de jugar con él.—Contribuido.

  • Cuando la Luna parece al revés
    ¡Despertad! 1979 | 22 de enero
    • Cuando la Luna parece al revés

      ¿HA VISTO usted la Luna alguna vez cuando le parecía que estaba al revés? Es muy probable que la experiencia le sea familiar si ha viajado alguna vez del hemisferio boreal al austral, o viceversa. El que viaja por primera vez de un hemisferio al otro posiblemente exclame con sorpresa: “¡La Luna está al revés!” Realmente el cruzar el ecuador al ir de un hemisferio al otro simplemente resulta en que uno esté en una posición de observación diferente. Aun el Sol que sigue viajando en la misma dirección en que uno está acostumbrado a verlo viajar, ahora parece estar más cerca del horizonte opuesto. Lo único que ha cambiado es el punto de vista del observador.

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