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    La Atalaya 1981 | 15 de marzo
    • Preguntas de los lectores

      ● Según Hebreos 12:22, 23 (Versión Valera) el apóstol Pablo habla de “los espíritus de los justos hechos perfectos.” ¿Pudieran estos “justos” ser los hombres fieles acerca de quienes Pablo escribió en el capítulo 11 de Hebreos?

      No es nueva la indicación de que quizás estas palabras apliquen a los hombres de fe y fidelidad que vivieron en tiempos precristianos hasta Juan el Bautizante. Ya en su número del 15 de agosto de 1913, páginas 248 y 249, la Watchtower había indicado eso cautelosamente, y se siguió teniendo ese punto de vista por muchos años.

      En Hebreos 11:8-10 se hizo referencia a Abrahán, Isaac y Jacob y se mostró que Abrahán dejó la ciudad de Ur de los caldeos y que él e Isaac y Jacob vivieron como nómadas hasta que Jacob se trasladó a la tierra de Egipto en los días de su hijo José. De modo que durante aquel período de tiempo estos hombres no vivieron en un lugar poblado y establecido como ciudad. No hay nada en las Escrituras Hebreas que diga que Dios prometió a estos tres hombres una “ciudad que tiene fundamentos verdaderos, cuyo edificador y hacedor es Dios.” Estas son las palabras que Pablo ofrece como comentario sobre el asunto. Sin duda esa expresión se refiere al gobierno establecido de Dios mediante la ‘descendencia de Abrahán,’ bajo cual gobierno aquellos tres patriarcas vivirán en la Tierra y alcanzarán la perfección humana para el fin de los mil años.—Gál. 3:16.

      Cuando Dios sacó de la tierra de Egipto a los descendientes de Abrahán, Isaac y Jacob y los introdujo en la tierra que Él había prometido a Abrahán, ellos se establecieron en las ciudades de los cananeos, de las cuales Jericó fue la única destruida por el poder de Dios. De allí en adelante todos los profetas fieles y las mujeres fieles de la antigüedad tuvieron residencia fija en las ciudades. Por consiguiente, no podía decirse de aquellos fieles, como se dijo de Abrahán, Isaac y Jacob, que ellos buscaban una ciudad futura en la Tierra. Jerusalén fue destruida en el año 70 E.C., 39 años después que Juan el Bautizante fue decapitado. Así que aun cristianos judíos vivieron en aquella ciudad visible terrestre hasta después que el general Galo se retiró de Jerusalén, ocasión en que los cristianos obedecieron el mandato profético de Jesús de salirse de ella.—Mat. 24:15-22.

      En Hebreos 13:12-14 se hace referencia al hecho de que Jesús fue fijado al madero fuera de los muros de la Jerusalén terrestre, o “fuera de la puerta.” Ante esta circunstancia, Pablo pasa a decir: “Salgamos, pues, a él fuera del campamento [como la víctima propiciatoria o “el macho cabrío . . . para Azazel” que se enviaba al desierto en el día de la expiación, (Lev. 16:10)], soportando el vituperio que él soportó, porque no tenemos aquí una ciudad que continúe, sino que buscamos encarecidamente la que ha de venir.” Esta “ciudad” se refiere al Reino celestial, la Nueva Jerusalén, que Pablo menciona en Hebreos 12:22.

      Los hombres fieles de la antigüedad, especialmente desde Abrahán hasta Juan el Bautizante, no esperaban ir al cielo y entrar en aquella Jerusalén celestial. No tenían concepto alguno de cosa semejante. (Mat. 11:11) No podían abrigar esa esperanza porque no habían sido engendrados por el espíritu santo de Dios. Juan 7:39 prueba esto, pues dice: “Sin embargo, dijo esto respecto al espíritu que estaban para recibir los que ponían fe en él; porque aún no había espíritu, por cuanto Jesús todavía no había sido glorificado.” El engendramiento espiritual de hombres y mujeres cristianos no empezó sino hasta el Pentecostés de 33 E.C. Desde entonces en adelante los que eran engendrados por espíritu santo esperaban con anhelo el vivir en la ciudad celestial prefigurada por la Jerusalén terrestre.

      Por eso, al escribir a los cristianos hebreos Pablo pudo decirles correctamente en Hebreos 12:22: “Mas ustedes se han acercado a un monte Sión [no el monte Sinaí en Arabia] y a una ciudad del Dios vivo, a Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles.” En el tiempo de Pablo “la congregación de los primogénitos que han sido matriculados en los cielos” no había cumplido 30 años de edad, de modo que no había pasado mucho tiempo desde que ésta había empezado, y contaba con mucho menos de 144.000 miembros. Se logra completar el número de 144.000 “primogénitos que han sido matriculados en los cielos” para fines de la llamada Era Cristiana, la cual termina con la “grande tribulación” de Revelación 7:14 y Mateo 24:21, 22. Se ve, pues, que Pablo y los cristianos hebreos a quienes él escribió sólo estaban acercándose a aquella “congregación” en lo que tiene que ver con su número cabal de 144.000 miembros.

      Luego, Hebreos 12:23, 24 dice “y a Dios el Juez de todos, y a las vidas espirituales [“espíritus,” nota al pie de la NW] de justos que han sido hechos perfectos, y a Jesús el mediador de un nuevo pacto, y a la sangre de la rociadura, que habla de una manera mejor que la sangre de Abel.” Así que Dios es el juez de todos, incluso los 144.000 matriculados. Por lo tanto, es preciso que los miembros en perspectiva de la “congregación” glorificada pasen por un período de juicio antes de que sean aprobados por Jehová el Juez Supremo. Eso explica por qué, inmediatamente después de mencionar a Jehová, el versículo pasa a decir: “y a las vidas espirituales de justos que han sido hechos perfectos.” Los miembros de la “congregación” cristiana engendrada por espíritu son quienes han sido justificados por fe. (Rom. 5:1; 8:1-4) Por eso se hace referencia a ellos como “justos que han sido hechos perfectos.”

      Por consiguiente, se les exhorta a que “presenten sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio.” (Rom. 12:1) Así ‘salen a él fuera del campamento, soportando el vituperio que él soportó.’ (Heb. 13:13) Estos cristianos engendrados por espíritu realmente tienen “vidas espirituales” ahora en la Tierra y reciben la exhortación de andar en conformidad con el espíritu por el cual fueron engendrados.

      El apóstol Pablo se refiere a las “vidas espirituales” de estos cristianos justificados en el mismo capítulo, en Hebreos 12:9, donde dice: “¿No hemos de sujetarnos mucho más al Padre de nuestra vida espiritual y vivir?” El texto en griego dice literalmente: “El Padre de los espíritus.” Él es el padre de la congregación engendrada por espíritu a la cual Pablo estaba escribiendo y por eso la Traducción del Nuevo Mundo parafrasea la expresión aquí dándole una nota personal, al decir “Padre de nuestra vida espiritual.” Esta expresión antecede a Hebreos 12:23 por 14 versículos, de modo que está en el contexto inmediato.

      En Hebreos 12:1 el apóstol Pablo aparta la atención de sobre los hombres y mujeres fieles de tiempos precristianos a quienes había estado considerando y la dirige a la congregación cristiana engendrada por espíritu y al derrotero de servicio divino que se extendía ante estos cristianos engendrados por espíritu. Por eso, en Hebreos 12:23 no está volviendo a lo que había estado considerando en el Heb capítulo 11. En vista de estos hechos la expresión “las vidas espirituales de justos que han sido hechos perfectos” presenta a la “congregación de los primogénitos que han sido matriculados en los cielos” desde un punto de vista diferente y por lo tanto no es una repetición innecesaria de lo que se ha dicho en el Heb 12 versículo 22. Por eso, no es necesario tratar de aplicar esa expresión a otra clase de personas temerosas de Dios como los hombres y mujeres fieles de tiempos pasados desde Abel hasta Juan el Bautizante.

      Se ve más claramente que Pablo limita la aplicación de todo el contenido de Hebreos 12:22, 23 a la congregación cristiana engendrada por espíritu cuando pasa a decir: “Y a Jesús el mediador de un nuevo pacto, y a la sangre de la rociadura, que habla de una manera mejor que la sangre de Abel.” (Heb. 12:24) La congregación engendrada por espíritu está en ese nuevo pacto y por consiguiente Jesús es el mediador de ellos. Los de esa congregación son aquellos sobre quienes la “sangre” de Jesucristo se ha rociado en sentido espiritual de modo que produce mejores efectos en el caso de ellos que los que produciría la sangre del Abel martirizado. (Heb. 11:4) Es decir: realmente se les ha justificado o declarado justos actualmente por la fe que tienen en esa sangre.—Rom. 5:9.

      En armonía con todo esto, Pablo pasa a dirigirse en Hebreos 12:25-28 a los de la congregación engendrada por espíritu y los exhorta a demostrar que son dignos de su reino celestial, el cual es la “ciudad del Dios vivo, . . . Jerusalén celestial,” a la cual se han acercado. Actualmente el resto de la congregación engendrada por espíritu compuesta de 144.000 miembros está mucho más cerca de las cosas que Pablo enumera en los Heb 12 versículos 22 y 23 de lo que lo estuvieron los cristianos hebreos del primer siglo. Y una grande muchedumbre de “otras ovejas” se regocija con los del resto de que esto sea así. Realmente, esta “grande muchedumbre” hoy anda por fe justamente de la misma manera en que lo hicieron los hombres y mujeres fieles de tiempos precristianos.

  • ¿Cómo debe disciplinarse a los hijos?
    La Atalaya 1981 | 15 de marzo
    • ¿Cómo debe disciplinarse a los hijos?

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