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¿Dónde sucedió?La Atalaya 1962 | 1 de agosto
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¿DÓNDE SUCEDIÓ?
1.Belén (Mat. 2:1);
2. Egipto (Mat. 2:13-15);
3. Nazaret (Luc. 4:16);
4. el río Jordán (Mat. 3:13);
5. Caná (Juan 2:1-11);
6. el mar de Galilea (Juan 6:1, 16-21);
7. Jericó (Luc. 19:1-10);
8. Cafarnaúm (Mat. 9:1; Mar. 2:1);
9. Naín (Luc. 7:11-17);
10. Tiro (Mar. 7:24-30);
11. Jerusalén (Mat. 21:1, 18; 23:1-39; Mar. 11:27; 12:38-41);
12. Sicar (Juan 4:5-42);
13. Betania (Juan 11:1-44);
14. el monte de los Olivos (Mat. 24:3-51);
15. Gólgota o Lugar del Cráneo (Juan 19:17, 18).
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1962 | 1 de agosto
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cuando fue probado, puede decirse que ofreció a Isaac, . . . Pero él juzgó que Dios podía levantarlo hasta de entre los muertos; y de allí lo recibió también a manera de ilustración.”
¿Cómo esperaba Abrahán que se le devolviera a Isaac de entre los muertos? ¿En el cielo como espíritu? No, sino aquí en la Tierra como criatura humana. A manera de ilustración recibió a Isaac de entre los muertos aquí en la Tierra. De modo que Abrahán no esperaba una resurrección espiritual o celestial que lo colocara entre los ángeles celestiales, así como no esperaba que Isaac tuviera tal resurrección y se reuniera a él en el cielo.
Abrahán había salido de Ur de los caldeos, y ya no quería esa ciudad. Él y su hijo Isaac y su nieto Jacob deseaban un lugar mejor, es decir, uno que perteneciera al cielo, un gobierno ciudad, a saber, el gobierno o ciudad que Dios ha preparado y en el cual la prometida Simiente o Prole de Abrahán será el Rey de Dios. Este es el “reino de Dios,” o “el reino de los cielos,” puesto que estas dos expresiones son intercambiables, refiriéndose la expresión “los cielos” a Dios. Bajo ese reino de los cielos o reino de Dios Abrahán, Isaac y Jacob esperaban vivir en la Tierra.
En el año 30 (d. de J.C.) Jesús le dijo a Nicodemo que Abrahán, Isaac y Jacob no estaban en el cielo. (Juan 3:13) Tres años después, en el día del Pentecostés del año 33, el apóstol Pedro dijo que el descendiente de Abrahán, Isaac y Jacob, a saber, el rey David, no había ascendido al cielo y por lo tanto no estaba en ningún reino de los cielos o reino de Dios. (Hech. 2:34) Pedro dijo eso después que Jesús hizo la declaración acerca de Abrahán, Isaac y Jacob en Mateo 8:11 al tiempo que sanó al siervo de un centurión romano.
Por lo tanto esos tres patriarcas no podían estar en la clase del reino como coherederos del Señor Jesucristo. Eran sus antepasados, que lo antecedieron por más de mil setecientos años.
De esto se hace patente que en Mateo 8:11 Jesús se refirió a Abrahán, Isaac y Jacob figuradamente. En la ocasión en que Abrahán ofreció a su hijo Isaac, Abrahán representó a Jehová Dios e Isaac representó a Jesucristo el Hijo unigénito de Dios, a quien se ofreció en sacrificio. Por consiguiente, Jacob representó a la congregación cristiana espiritual, la clase del “reino de los cielos”; porque, así como la congregación consigue la vida mediante Jesucristo, así Jacob consiguió la vida de Abrahán mediante Isaac. Desde este punto de vista Abrahán, Isaac y Jacob mencionados juntos en la ilustración de Jesús representarían al gran gobierno teocrático, en el cual Jehová es el Gran Teócrata, Jesucristo es su Rey representativo ungido, y la fiel y victoriosa congregación cristiana de 144,000 miembros es el cuerpo de coherederos de Cristo en el Reino.
Cuando la congregación cristiana fue fundada en el día del Pentecostés, sus miembros ungidos por espíritu fueron hechos coherederos de Cristo y se les encausó en el camino al reino celestial, para reclinarse allá en la mesa espiritual con el Abrahán Mayor y el Isaac Mayor. Los judíos naturales o según la carne de la nación de Israel afirmaban ser los “hijos del reino” o los miembros presuntos del reino de Dios. Desde el día del Pentecostés en adelante presenciaron el principio y el desarrollo gradual de este arreglo teocrático, pero porque no tenían fe en Cristo no se hallaron en él. Por eso, tal como dijo Jesús (Mat. 8:12): “Los hijos del reino serán echados a la oscuridad de afuera. Allí es donde será su llanto y el crujir de sus dientes.”
Por esta razón muchos gentiles (no judíos), como el centurión romano cuya fe produjo una curación milagrosa efectuada por Jesús, deberían venir “de las partes del oriente y del occidente,” de toda parte de la Tierra, para llegar a ser cristianos dedicados y bautizados. Así ayudarían a completar el número cabal de la clase del Reino. Por ser fieles hasta la
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