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Cosas preconocidas por DiosLa Atalaya 1971 | 1 de julio
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Abrahán echó semen humano abajo para engendrar un hijo y a que Sara recibió este semen para ser fecundada. Aunque hubo la “fundación” de un mundo de la humanidad cuando Dios creó a la primera pareja humana, como se muestra en Hebreos 4:3, 4, esa pareja después perdió por desobediencia la posición que tenían como hijos de Dios. (Gén. 3:22-24; Rom. 5:12) No obstante, por la bondad inmerecida de Dios, se les permitió el echar (sembrar) semen abajo y concebir descendencia y producir hijos, uno de los cuales la Biblia muestra específicamente que consiguió el favor de Dios y se colocó en situación de recibir redención y salvación, a saber, Abel. (Gén. 4:1, 2; Heb. 11:4) Es digno de notarse que en Lucas 11:49-51 Jesús hace referencia a “la sangre de todos los profetas derramada desde la fundación del mundo,” y pone en paralelo esto con las palabras, “desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías.” Así Jesús relaciona a Abel con la “fundación del mundo,” con aquel período de tiempo general.
El Mesías o Cristo habría de ser la Descendencia prometida por medio de quien todas las personas justas de todas las familias de la Tierra se bendecirían. (Gál. 3:8, 14) La primera mención de una “descendencia” de esa índole vino después que la rebelión en Edén ya se había iniciado, pero antes del nacimiento de Abel. (Gén. 3:15) Esto fue más de cuatro mil años antes que se hiciera la revelación del “secreto sagrado” de la administración que vendría por medio del Mesías; por consiguiente, verdaderamente fue “guardado en silencio por tiempos de larga duración.”—Rom. 16:25-27; Efe. 1:8-10; 3:4-11.
A su debido tiempo Jehová Dios asignó a su propio Hijo primogénito para que cumpliera el papel profetizado de la “descendencia” y llegara a ser el Mesías. No hay nada que muestre que ese Hijo fue “predestinado” a semejante papel aun antes de su creación o antes que la rebelión estallara en Edén. La selección que con el tiempo Dios hizo de él como el encargado de cumplir las profecías tampoco se hizo sin base previa. El período de asociación íntima entre Dios y su Hijo antes que el Hijo fuera enviado a la Tierra sin duda resultó en que Jehová ‘conociera’ a su Hijo a tal grado que podía estar seguro de que su Hijo cumpliría fielmente las promesas y cuadros proféticos.—Compare con Romanos 15:5; Filipenses 2:5-8; Mateo 11:27; Juan 10:14, 15.
LOS ‘LLAMADOS Y ESCOGIDOS’
Quedan aquellos textos que tratan de los cristianos “llamados” o “escogidos.” (Jud. 1; Mat. 24:24) Se les describe como “escogidos según la presciencia de Dios” (1 Ped. 1:1, 2), ‘escogidos antes de la fundación del mundo,’ ‘predeterminados a la adopción como hijos de Dios’ (Efe. 1:3-5, 11), ‘elegidos desde el principio para salvación y llamados a este mismísimo destino.’ (2 Tes. 2:13, 14) El entendimiento de estos textos depende de si se refieren a la predeterminación de ciertas personas individuales, o si describen la predeterminación de una clase de personas, a saber, la congregación cristiana, el “un solo cuerpo” (1 Cor. 10:17) de los que serán coherederos con Cristo Jesús en su reino celestial.—Efe. 1:22, 23; 2:19-22; Heb. 3:1, 5, 6.
Si estas palabras aplican a individuos específicos como predeterminados a salvación eterna, entonces se desprende que esos individuos jamás podrían resultar infieles ni fallar en su llamada, porque el que Dios los preconociera no podría resultar inexacto y el que él los predeterminara a cierto destino jamás podría ser frustrado o desbaratado. No obstante, los mismos apóstoles que fueron inspirados a escribir las palabras ya citadas mostraron que algunos que fueron ‘comprados’ y ‘santificados’ por la sangre del sacrificio de rescate de Cristo y que habían “gustado el don gratuito celestial” y “han llegado a ser participantes de espíritu santo . . . y los poderes del sistema de cosas venidero” apostatarían de modo que les sería imposible arrepentirse y se acarrearían destrucción.—2 Ped. 2:1, 2, 20-22; Heb. 6:4-6; 10:26-29.
Por otra parte, si se considera que aplican a una clase, a la congregación cristiana o “nación santa” de llamados en conjunto (1 Ped. 2:9), los textos previamente citados significarían que Dios preconoció y predeterminó que se produciría una clase de esta índole (pero no específicamente a los individuos que la formarían). También, estos textos significarían que él prescribió o predeterminó el ‘modelo’ al cual tendrían que conformarse todos los que al debido tiempo fueran llamados para ser miembros de ella, todo esto según su propósito. (Rom. 8:28-30; Efe. 1:3-12; 2 Tim. 1:9, 10) Él también predeterminó las obras que se esperaría que éstos llevaran a cabo y el que fueran probados debido a los sufrimientos que el mundo les causaría.—Efe. 2:10; 1 Tes. 3:3, 4.
Por consiguiente, el ejercicio de la presciencia de Dios no nos libra de la responsabilidad de esforzarnos por cumplir con su voluntad justa.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1971 | 1 de julio
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Preguntas de los lectores
● ¿Cuál debe ser el punto de vista del cristiano tocante a pagar sus cuentas?—L. D., EE. UU.
Aunque esta pregunta puede abarcar un sinnúmero de situaciones, la respuesta básica es bastante sencilla. El siguiente consejo de Romanos 13:8 definitivamente aplica a este asunto: “No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse los unos a los otros.” Ciertamente sería desamoroso el que una persona evitara el pagar dinero que debiera a otro, sea que lo deba debido a haber tomado dinero prestado o debido a haber recibido mercancías o servicios. En armonía con esto el inspirado salmista escribió: “El inicuo está pidiendo prestado y no devuelve, pero el justo está mostrando favor y está haciendo regalos.”—Sal. 37:21.
¡También está relacionado con el asunto el hecho de que los cristianos son honrados! El apóstol Pablo expresó muy bien el punto al decir: “Confiamos en que tenemos conciencia honrada, puesto que deseamos comportarnos honradamente en todas las cosas.” (Heb. 13:18) Cuando una persona efectúa una compra, de hecho dice que conviene en pagar la mercancía recibida. Por varias razones casi siempre es prudente pagar en efectivo y no acumular cuentas.a Sin embargo, puede darse el caso en que al cristiano se le cargue a su cuenta una compra. En casi todo lugar la persona que está en esa posición está obligada a pagar por lo que ha comprado, o enfrentarse a acción jurídica. Pero más bien que por cualquier temor de una consecuencia de esa índole, el cristiano es impelido por un deseo personal de cumplir con el acuerdo implícito que hizo cuando compró la mercancía. Acepta y sigue el consejo de Jesús: “Signifique su palabra Sí, Sí, su No, No.”—Mat. 5:37.
Es bastante común que las personas mundanas a quienes poco les importa tener la aprobación de Dios sean voluntariosamente negligentes en cuanto a pagar sus cuentas. Quizás a muchas de estas personas les repugne la idea de forzar una tienda y hurtar mercancía de los anaqueles. Pero consideran poco importante el tomar la misma mercancía por la puerta de enfrente y luego deliberadamente rehusar pagar por ella. ¿Difiere esto mucho de hurtar?
A veces uno recibe una cuenta por algún servicio que se le ha prestado, como de una persona que efectúa reparaciones, de un doctor u hospital. El hecho de que uno no haya recibido mercancías o artículos no cambia de ninguna manera la realidad de su obligación. Típico del punto de vista legal en muchos lugares es la siguiente declaración de American Jurisprudence (tomo 58, pág. 512): “Cuando no hay circunstancias que indiquen lo contrario, se infiere que la persona que solicita que otra le rinda servicios conviene mediante ello en pagar por los servicios que se le prestan.” Un proceder prudente que puede impedir que surjan dificultades es determinar tan aproximadamente como sea posible con anticipación cuánto costará el servicio. Esto aplica sea que uno trate con un profesional como un dentista, abogado o doctor, o con un artesano como un carpintero, pintor o electricista. Jesús recomendó
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