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  • ¿Por qué continuar predicando?
    La Atalaya 1966 | 1 de febrero
    • en una Tierra paradisíaca, los últimos días, la destrucción por Jehová de los inicuos en el Armagedón, el fin de los tiempos señalados de las naciones y la segunda presencia de Jesucristo que comenzó en 1914. Piensa en un pueblo que se adhiere firmemente a las normas morales de la Biblia en cuanto al matrimonio y el divorcio, la vida de familia y los negocios; un pueblo que mantiene neutralidad en los asuntos políticos y militares de este mundo; un pueblo que practica el amor cristiano en todo el mundo; un pueblo que se esfuerza por mantener adoración limpia, pura, y que se adhiere firmemente a su religión a riesgo de su libertad o su mismísima vida; un pueblo que se adhiere firmemente a los requisitos de Dios en cuanto al uso de la sangre. Esto prueba que la conducta así como la predicación de los testigos de Jehová hacen responsables a los hombres de conocer la voluntad del Todopoderoso Dios. Es exactamente como sucedió con Noé, cuya conducta piadosa y obras de fe y predicación ‘condenaron al mundo.’—Heb. 11:7.

      Pero hoy en día la gente está bombardeada constantemente con propaganda de toda suerte, política, comercial y de otra índole. Si el nombre de Jehová no se mantuviera constantemente delante de ella pronto lo olvidaría, prefiriendo los nombres de personalidades bien conocidas en el campo político, en el campo de los deportes o en el campo de la diversión. Si se detuviera la predicación, pronto el mensaje del reino de Dios sería olvidado por la gente sujeta a ola tras ola de propaganda, que va desde generalidades políticas vacías hasta drama trivial y anuncios comerciales de pastas dentífricas. Pero que continúe la predicación, y siempre que haya un toque inesperado a la puerta, quizás la gente piense que son los testigos de Jehová. Cuando piensa en el nombre de Jehová piensa en su propósito y en los juicios venideros, aun si solo sea para mofarse.

      Una parte de la provisión misericordiosa de Jehová para la salvación es el mantener una campaña de predicación continua. Aun a los que no creen se les tiene que hablar de la ejecución inminente de juicio divino. Y es privilegio de los testigos de Jehová el llevar a cabo esta predicación. Sí, por eso los testigos de Jehová tienen que continuar predicando hasta que Jehová mismo termine esta obra en el Armagedón. “¿Por cuánto tiempo, oh Jehová?” Como se expresa en Isaías 6:11, 12: “Hasta que las ciudades realmente caigan estrepitosamente en ruinas, para estar sin habitante, y las casas estén sin hombre terrestre, y el suelo mismo sea arruinado hasta ser una desolación.”

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    La Atalaya 1966 | 1 de febrero
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      MINISTERIO DEL CAMPO

      Los testigos de Jehová Dios tienen gran regocijo debido a su relación con él y con Su rey ungido, Jesucristo. Altruistamente se esfuerzan por ayudar a otros a participar de ese gozo, y lo hacen por medio de llevarles el mensaje inspirador de fe de la Biblia. Durante febrero, mientras participan en esta obra cristiana, ofrecerán a todas las personas la sobresaliente ayuda para el estudio de la Biblia que es la revista La Atalaya, con tres folletos, por una contribución de un dólar.

      ESTUDIOS DE “LA ATALAYA” PARA LAS SEMANAS

      20 de febrero: El matrimonio en la sociedad del nuevo mundo. Página 73.

      27 de febrero: Pesando el matrimonio en estos últimos días. Página 79.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1966 | 1 de febrero
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Fue resultado de un eclipse solar la oscuridad que se informa en Marcos 15:33 que ocurrió mientras Jesús estaba en el madero de tormento?—B. A., EE. UU.

      La narración sobre ese período de oscuridad es breve en la Biblia. Dice: “Cuando llegó a ser la hora sexta una oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la hora nona.” (Mar. 15:33) Los registros de Mateo 27:45 y Lucas 23:44, 45 proveen básicamente la misma información, añadiendo Lucas la observación de que “falló la luz del sol.”

      Los escritores inspirados de las narraciones del Evangelio presentaron los asuntos de tal manera que atribuyeron a Dios esta oscuridad extraordinaria. A través de los años, sin embargo, ciertos comentadores han tratado de suministrar una explicación científica de ella diciendo que aconteció un eclipse solar que coincidió con el tiempo en que fijaron a Jesús en el madero. No obstante, Jesús murió en el día de la pascua de 33 E.C., y se reconoce extensamente que al tiempo de una Luna llena de la pascua un eclipse solar normal es astronómicamente imposible, pues la Luna no está entre el Sol y la Tierra, sino que está al otro lado de la Tierra, alejada del Sol. Además, la oscuridad duró tres horas, desde las 12 del mediodía hasta las 3 p.m., pero un eclipse solar total rara vez dura, en un solo lugar, más de dos o tres minutos. Se calcula que bajo las más favorables condiciones la duración máxima de tal eclipse sería de 7,5 minutos. Por lo tanto la oscuridad asociada con el fijar a Jesús en el madero no se puede explicar como el resultado de un eclipse natural del Sol, causado cuando la Luna se coloca entre la Tierra y el Sol de tal manera que oculta al Sol de la vista humana.

      Algunos se han esforzado por enlazar este suceso con un eclipse que menciona Flegón de Tralles, un liberto del siglo segundo E.C. Él escribió en cuanto a un notable eclipse que causó tan grande oscuridad que se vieron las estrellas en los cielos. La fecha que se asigna a esto, el año cuarto de la Olimpíada (períodos de cuatro años contando desde el 776 a. de la E.C.) número 202, parece coincidir con el año en que Jesús murió. Aunque es posible que una persona que tuviera conocimiento limitado de astronomía pudiera incorrectamente atribuir a un eclipse la oscuridad asociada con la muerte de Jesús, no podemos estar seguros de que éste fue el acontecimiento al cual hizo referencia Flegón, porque él no da detalles en cuanto al tiempo del año en que sucedió.

      El que fallara la luz del Sol, de modo que hubiera horas de oscuridad desde el mediodía hasta las 3 p.m., cuando Jesús fue fijado en el madero tiene que atribuirse a un acto directo de Dios. Lo mismo es cierto del terremoto y el que se rasgara la cortina del templo cuando Jesús murió. (Mat. 27:51; Mar. 15:38) Los argumentos con los cuales se trata de despedir de la mente estos acontecimientos como nada más que coincidencias con explicaciones tomadas de lo natural no se basan en evidencia sólida.

      Testigos oculares de estos acontecimientos, un oficial del ejército y otros que estaban con él y que observaban cuando se fijó a Jesús en el madero, al ver el terremoto y las cosas que sucedían, reconocieron que lo que sucedía era de origen sobrenatural, y “tuvieron muchísimo miedo, diciendo: ‘Ciertamente éste era Hijo de Dios.’”—Mat. 27:54.

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