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¿Será éste un buen día?¡Despertad! 1971 | 22 de noviembre
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¿Será éste un buen día?
UN AGRADABLE saludo de “Buenos días” quizás sea el más común de los saludos. Pero cuando uno da o recibe ese saludo, ¿cuánto significa para uno el pensamiento que hay detrás de él? Para la mayoría, es de importancia leve. Después de todo, ¿qué es un día cuando se compara con toda una vida?
Es cierto, el promedio de vida de setenta años (del que se disfruta en algunos países) promete unos 25.567 días en total. Pero para la persona que tiene cincuenta años de edad los 18.262 días gastados para entonces parecen haber pasado velozmente, y los 7.305 días esperados que quedan en realidad parecen pocos. Quizás ahora usted comience a apreciar por qué el profeta Moisés hace mucho oró a Dios de este modo: “Muéstranos precisamente cómo contar nuestros días de tal manera que hagamos entrar un corazón de sabiduría.”—Sal. 90:12.
¿Qué quiso decir Moisés? Ciertamente no quiso decir que Dios revelaría el número exacto de días que habría en la vida de cada israelita. Al contrario, la Biblia frecuentemente nos recuerda que no debemos contar con vivir un supuesto período de tiempo, sino darnos cuenta en cambio de que “no saben lo que será su vida mañana. Porque son una neblina que aparece por un poco de tiempo y luego desaparece.” (Sant. 4:13-15) Jesús dio una parábola de un agricultor rico y egocéntrico que pensaba que tenía una buena idea del número de sus días. Ensanchó sus almacenes y entonces se dijo: “Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años; pásalo tranquila, come, bebe, goza.” Pero en realidad para él ni siquiera había un mañana, pues Dios le dijo: “Irrazonable, esta noche exigen de ti tu alma. ¿Quién, pues, ha de tener las cosas que almacenaste?”—Luc. 12:19, 20.
En realidad, las propias palabras de Moisés en el Salmo 90 muestran que él también reconoció la brevedad, la transitoriedad, la incertidumbre, de la vida humana. (Vea los Sal. 90 versículos 9 y 10.) De modo que su oración obviamente expresó el deseo de tener la guía de Dios como ayuda a Moisés y su pueblo en cuanto a evaluar, estimar y justipreciar sabiamente los ‘días de sus años,’ usándolos, no en vanidad, sino para conseguir el favor de Dios.
¿Qué hay de nosotros? ¿Cuánto significa un día para nosotros? ¿Pasaremos los “días de nuestros años” como si tuviésemos un abastecimiento garantizado de ellos sin peligro de que jamás se acaben? ¿Cuándo comenzamos a ‘contarlos’... solo cuando el abastecimiento normal está muy acabado en la vejez? ¿O comenzaremos temprano a reconocer el valor y preciosidad verdaderos de cada día, ‘haciendo entrar un corazón de sabiduría’ como dijo Moisés, tratando de emplear cada día de manera que valga la pena?
Lo que puede traer un día
La próxima vez que usted dé o reciba el amigable saludo de “Buenos días,” ¿por qué no pausa por un instante y medita en lo que puede traer un día, en cuán trascendentales cosas, y hasta cosas que modelan la vida, han ocurrido en un solo día? En un día Adán y Eva desobedecieron a su Creador, perdiendo su hogar y con el tiempo la vida. Todavía sufrimos a causa del mal uso de aquel día. (Rom. 5:12) Una tarde el rey David miró con codicia a la bella esposa de otro hombre mientras ella se bañaba, y entonces procedió a violar dos más de los mandamientos de Dios. Aunque se arrepintió, su vida fue afectada seriamente para siempre.—2 Sam. 12:9-12.
El saludo del ángel Gabriel a María de la tribu de Judá fue afectuoso y genuino: “Buenos días, altamente favorecida, Jehová está contigo.” Aquél resultó un ‘día muy bueno’ de veras para esta virgen de Galilea, uno que ella atesoró por mucho tiempo en su memoria. Respondió humilde y reverentemente a la oportunidad que fue puesta ante ella. Nueve meses después llegó a ser la madre del Mesías prometido.—Luc. 1:28-38.
En contraste notable, cuando los soldados romanos le dijeron a Cristo Jesús: “¡Buenos días [literalmente: Regocíjate], rey de los judíos!” fue en son de mofa. Se proponían hacer aquel día tan malo como fuese posible para su víctima. A pesar de los esfuerzos de ellos, Jesús terminó con éxito aquel día, habiendo retenido integridad a su Padre celestial. (Mat. 27:29) Debemos toda nuestra esperanza de vida eterna a lo que el Hijo de Dios hizo en aquel día crucial. Lo hizo el día más excelente de la historia humana.
Este día y usted
¿Qué hay acerca de hoy... será éste un buen día para usted? Cada día tiene sus oportunidades, sus responsabilidades, su trabajo. La mayoría de los días trae determinadas cuestiones, ciertas decisiones que tenemos que afrontar. Algunos días son cruciales... nuestra esperanza de vida en el favor de Dios puede estar pendiente de un hilo. Pero puede estar seguro de una cosa... cada día trae su propio amoldamiento y formación de su vida.
¿Qué ha hecho usted con este día hasta ahora? ¿Disfrutó usted de buenas relaciones con otros, mostrando amor a Dios y al prójimo, sí, aun a un enemigo? ¿Ayudó usted a alguien, quizás perdonando a alguien? ¿Oró usted más de una vez, como lo hacía Daniel? (Dan. 6:10) ¿Resolvió usted algún problema o venció algún obstáculo? ¿Efectuó usted algo de valor?
¿O hizo usted algunas de las cosas contrarias? ¿Cometió un error grave? ¿Tuvo pensamientos malos que le impelieron a decir cosas que ahora le pesan? ¿Planeó algo malo, no sano, no edificante? Si es así, el día todavía no se ha perdido. Los malos pensamientos pueden ser despedidos, el habla mala puede ser detenida. (Fili. 4:8) Usted puede rehusar dejar que se ponga el Sol mientras está en estado provocado. (Efe. 4:26) Sí, uno puede empezar a mejorar inmediatamente, y eso todavía puede hacer que este día sea uno que acabe bien.
Aunque algunos días serán más agradables, más libres de dificultades que otros, para el cristiano cada día puede ser bueno. Diariamente puede estar contento con su sustento y abrigo, y expresar gracias al Proveedor celestial por las cosas que tiene. (1 Tim. 6:8) Hasta puede ser feliz en tiempo de persecución, considerando un privilegio el sufrir como sufrió Jesús por hacer lo correcto. Los errores que cometa pueden ser lecciones de la vida, escalones en el camino a éxitos futuros. Pérdidas pudieran a menudo recuperarse, las desilusiones pudieran echarse al olvido con comprensión, las preocupaciones pudieran ser disipadas al venir a la memoria este consejo de Jesús: “Nunca se inquieten acerca del día siguiente, porque el día siguiente tendrá sus propias inquietudes”; pero el cuidado de Dios es lo suficientemente amplio como para resolverlas todas.—Mat. 6:25-34.
¡Qué excelente sería poder ver cada día como lo ve nuestro Creador! En el capítulo de apertura de la Biblia se puede leer acerca de la preparación de este globo terráqueo en seis días o períodos creativos durante los cuales estuvo activo el espíritu santo dinámico de Jehová. Note cómo, al fin de cada día, Dios pudo pronunciar bueno su trabajo. Miles de años después todavía disfrutamos de los muchos dones buenos y dádivas perfectas que el Creador suministró para el uso presente (y futuro) de la humanidad obediente... sí, debido a lo que hizo en aquellos ‘buenos días.’ ¿Se beneficiará alguien permanentemente por lo que hagamos nosotros hoy?
Por supuesto, para poder mirar adelante con confianza hacia días genuinamente buenos, uno tiene que saber acerca de la voluntad de Dios para los hombres y amoldar su vida a esa voluntad. Eso significará un cambio de pensamiento y un cambio de proceder, porque todos hemos nacido con tendencias pecaminosas... con actitud egoísta, obstinada e independiente. ¿Puede efectuarse ese cambio? ¿Es posible? Sí, porque el Dios razonable lo espera de nosotros, y hasta señala claramente el método que se ha de seguir para lograrlo. “Transfórmense rehaciendo su mente” es el consejo que ofrece. (Rom. 12:2) Esto significa llenar nuestra mente de los pensamientos de Dios según se registran en la Biblia, removiendo y arrojando así de allí el pensamiento inmaturo e inexacto de simples hombres.
Nuestro deseo sincero es que usted obtenga tanto disfrute como beneficio de los artículos que se presentan en la revista que está leyendo ahora. Que este día realmente sea bueno para usted a medida que ‘hace entrar un corazón de sabiduría,’ contando sus días desde el punto de vista de su Creador, el Rey de la Eternidad.
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Toque de queda... ¡a las dos!¡Despertad! 1971 | 22 de noviembre
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Toque de queda... ¡a las dos!
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Colombia
EL VIERNES por la mañana principia como cualquier otro día normal en Cali, Colombia.
Uno se baja del autobús en el centro de Cali. Camina hacia su oficina, medio consciente del asedio de vendedores de billetes de lotería. Hay la acostumbrada corriente de gente por la Plaza de Cayzedo en el centro comercial de la ciudad.
Pero uno nota que todos los letreros que se habían colocado ayer en la plaza han desaparecido. ¿Cuáles? Los que habían puesto allí los estudiantes universitarios que efectuaron una manifestación exigiendo la renuncia del rector y el fin de la intervención exterior en la universidad.
La mañana pasa normalmente. Al mediodía uno se dirige a casa, esperando con deleite las dos horas que tiene para almorzar y disfrutar de una siesta. ¿Por qué molestarse en prender la radio?
Al terminar la siesta, es la 1:30 de la tarde y uno está listo para volver al trabajo. Suena el teléfono. Un amigo, con la voz aguda por la tensión, grita: “¡Quédate en casa esta tarde! ¡Un estudiante ha sido muerto! ¡Va a haber un toque de queda a las dos!” “¿A las dos de la mañana?” uno pregunta cándidamente. “¡No, no! a las dos de la tarde. De aquí a media hora. ¡Mejor quédate en casa!”
Uno todavía no queda muy impresionado, porque no ha visto que haya sucedido nada. Pero mira por la ventana de su apartamiento, que domina una arteria principal del tránsito que va a dar al centro. ¡Efectivamente, todo el tránsito va en una sola dirección... fuera de la ciudad!
Ahora prendemos la radio. Es cierto. Un toque de queda en toda la ciudad a las dos de la tarde. Habiéndosele desvanecido finalmente su satisfacción serena, uno entra plenamente en la condición de alerta y empieza a planear su futuro inmediato.
Uno sabe que durante el toque de queda no puede salir de la casa. Examina el abastecimiento de alimento, corre a la tienda del vecindario y compra unas baterías para la radio y la lámpara eléctrica portátil, unas velas y unos víveres. Ahora empieza a pensar en lo que les está sucediendo a más de 800.000 personas de la ciudad.
Según opera ahora el sistema mundial, un número relativamente pequeño de personas puede producir un impacto profundo
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