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¡Vanidad! ¡Vanidad! ¿Es todo esto vanidad?¡Despertad! 1977 | 22 de diciembre
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Porque el esforzarse por tener devoción piadosa ayuda a la persona a evitar los efectos físicos y sicosomáticos de los vicios de las drogas y del juego, del alcoholismo, de la promiscuidad sexual, y de la búsqueda ávida de riquezas, fama o poder. Sí, “es un medio de gran ganancia, esta devoción piadosa junto con el bastarse con lo que uno tiene,” o el estar satisfechos.—1 Tim. 4:8; 6:6-8.
Jesucristo, el Hijo de Dios, dio un testimonio parecido al decir: “Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas.” (Mat. 11:29) Al hacerse seguidor de Jesucristo, e imitar su ejemplo de ser apacible y humilde de corazón, hallará que su vida, lejos de ser vana, un esforzarse tras viento, será completamente recompensadora.
De modo que ¡Vanidad! ¡Vanidad! ¿Es todo vanidad? Parece que lo es para muchos, en realidad, para la gran mayoría de la humanidad, ya sea debido a codicia o las circunstancias. Pero no tiene que ser así. La vida puede ser satisfaciente, recompensadora, hacer feliz a uno... SI se permite que Dios entre en el cuadro.
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¿Abarata la vida la pena capital?¡Despertad! 1977 | 22 de diciembre
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¿Abarata la vida la pena capital?
SI HAY algo que avaluamos mucho, por lo general estamos dispuestos a pagar un precio elevado por ello. Pero si lo tenemos por barato, no pagaremos nada, o pagaremos poco por él. Eso es razonable.
Por lo general se ha adoptado este mismo punto de vista respecto al castigo que se les impone a los reos. Se entiende que lo que el criminal “pague” por su crimen debe guardar proporción con la gravedad de la ofensa, por lo general, una multa o prisión. Se aplicaba este principio aún más estrechamente en la ley bíblica. Esta exigía que el criminal pagara compensación por cualquier pérdida real que causara, además de indemnización punitiva. El principio de igual por igual se extendía hasta al asesinato. La ley de Dios exigía “vida por vida.”—Deu. 19:21, Versión Moderna.
Debido al modo de pensar humano, a menudo se pasa por alto esta relación entre cosas de igual valor cuando está implicado el quitarle la vida a alguien. La atención se aparta de la vida de la víctima a la del asesino. También se pasa por alto la vida de posibles víctimas inocentes en el futuro, mientras que la vida del asesino culpable llega a tener gran valor. Individuos bien intencionados que se oponen a la pena de muerte dicen que el terminar esta vida es abaratar toda vida, que es una violación de la “santidad de la vida.” ¿Es razonable este punto de vista?
Bueno, como ya se hizo notar, el precio que estamos dispuestos a pagar por algo por lo general indica cuánto valor le atribuimos. ¿Debería reducirse el valor de la vida de una víctima inocente de asesinato al nivel de una simple propiedad hurtada o dañada, que ha de compensarse simplemente por encarcelamiento? Evidentemente eso es lo que muchos opinan. Pero el Originador de la vida fija el valor de una vida inocente al precio máximo que el asesino puede pagar... su propia vida. “Cualquiera que derrame la sangre del hombre, por el hombre será derramada su propia sangre.” Lejos de abaratar la vida o restarle valor, esta ley dada por Dios le atribuye el mayor valor posible, un precio que muchos no quieren que se pague.—Gén. 9:6.
En realidad, ¿no son aquellos que les imponen penas débiles a los que le quitan la vida a otro quienes realmente abaratan la vida? Su modo desequilibrado de pensar respecto a este asunto resalta cuando consideramos cómo ven otros asuntos en que está implicada la vida. ¿Es mostrar consistencia el protestar contra el quitar la vida a unos centenares de asesinos culpables, y al mismo tiempo defender, y hasta legalizar, la matanza por aborto de una cantidad anual que se calcula en 50 millones de fetos humanos inocentes por todo el mundo?
O, ¿qué hay de razonable en el oponerse a la pena de muerte para criminales asesinos y al mismo tiempo justificar el degüello de la nata y flor de los congéneres de uno en guerras sobre disputas políticas? Por ejemplo, el Comité Central del Concilio Mundial de Iglesias declaró que la pena capital era una violación de la “santidad de la vida.” ¡Sin embargo, al mismísimo tiempo, el Concilio estaba distribuyendo muchos miles de dólares a grupos de guerrillas del África que estaban matando a otros en el interés de sus fines políticos!
Resalta el hecho de que la “santidad de la vida” no es la cuestión de verdadera importancia para muchos de los que se oponen a la pena capital. ¿Sería prudente dar más importancia al modo de pensar de estos que se atienen a valores tan contradictorios, prescindiendo de lo bien intencionados que sean, que a los juicios de Dios en este asunto?
¿Es asesinato?
El emplear descripciones cargadas de emoción como “asesinato legalizado” también es eludir la cuestión verdadera. “Asesinato” en sí mismo es un término legal para la acción ilegal de matar, así como “hurto” denota la acción ilegal de tomar. Por eso, si un policía le confisca la pistola a un criminal, esa acción no se puede llamar “hurto.” Tampoco, según la definición, puede llamarse “asesinato” una ejecución legal. La Biblia aclara esta diferencia entre asesinar y matar.
La ley de Dios tenía arreglos para proteger a cualquiera que matara a otro accidentalmente. Puesto que estas personas no eran culpables de asesinato, podían eludir la pena de muerte después de probar su inocencia ante los jueces. No obstante, aun éstos que mataran a otro accidentalmente tenían que pagar un precio, lo cual enfatiza el alto valor que Dios coloca sobre la pérdida de una vida inocente. Se exigía que la persona que matara a otra accidentalmente viviera en una ciudad apartada como lugar de refugio hasta que muriera el que entonces ocupaba el puesto de sumo sacerdote. No podía salir de la ciudad antes de eso, porque el hacerlo pondría en peligro su vida.—Núm. 35:6-32.
Pero ¿dónde obtiene el Estado autoridad hoy día para quitarles la vida a los criminales? La Biblia muestra que el Legislador Supremo, Jehová, ha autorizado a las “autoridades superiores” gubernamentales a hacer las veces de “ministro de Dios, vengador para expresar ira sobre el que practica lo que es malo.” Por lo tanto, “no es sin propósito que [la autoridad] lleva la espada.”—Rom. 13:1, 4; 1 Ped. 2:13, 14.
El apóstol Pablo mostró que reconocía esta “espada” del Estado, aun cuando su propia vida estaba en peligro. Cuando tuvo que comparecer ante el gobernador Festo en respuesta a acusaciones falsas que pudieran haberle acarreado la pena de muerte, no disputó el derecho del gobierno de tomar acción. Al contrario, Pablo dijo: “Si, por una parte, realmente soy delincuente y he cometido algo que merece la muerte, no ruego que se me exima de la muerte.”—Hech. 25:11.
¿Una fuerza disuasiva?
¿Sirve la pena de muerte para disuadir a las personas de cometer asesinatos? El Hacedor del hombre, que conoce bien el modo de pensar de las criaturas humanas, dice que sí. Refiriéndose a un testigo falso cuyo testimonio pudiera hasta acarrearle muerte a su víctima, la ley de Dios dijo: “Harás con él lo mismo que él pensaba hacer contra su hermano . . . No le compadecerá tu ojo.” La pena había de ser “vida por vida.” Notamos que se reconoció el efecto disuasivo de esta justicia segura puesto que la Ley declara: “Los demás oirán, y temerán.”—Deu. 19:16-21, Mod.; Deu. 13:6-11.
Puede que algunos respondan que no se ha probado el valor disuasivo del castigo capital. Pero considere: Si la pena capital pudiera disuadir a tan solo unos cuantos posibles asesinos, y no se impone, ¿quién ha de responder por las vidas de sus víctimas inocentes? Por otra parte, si se lleva a cabo la pena de muerte, solo se pierde la vida de los asesinos. ¿Las vidas de quiénes considera usted de más valor?
Muy a menudo sucede que los asesinos vuelven a matar, tanto dentro como fuera de la prisión. “El precio que actualmente se paga por un asesinato [dentro de la prisión] es dos cajas de cajetillas de cigarrillos,” testificó un anterior recluso de la Penitenciaría Federal de los EE. UU. en Lewisburg, Pensilvania. Se habían cometido varios asesinatos en esa prisión y en algunas otras. ¿Por qué es tan barata la vida allí? Este ex-preso dijo que los asesinos que están cumpliendo condenas largas “no tienen nada que perder.”
También los asesinos “rehabilitados” siguen dando muerte a personas inocentes. El Times de Nueva York informa un caso típico que ocurrió recientemente en el cual el asesino, “que había estado encarcelado por más de cinco años por haber asesinado a una joven y que más tarde había sido puesto en libertad bajo palabra de honor en 1973 porque era un ‘recluso modelo,’ recibió la condena de cadena perpetua por el asesinato casi idéntico [de una joven] que aspiraba a ser actriz.” ¡Claro está que no es la pena de muerte, sino la falta de ella lo que abarata las vidas inocentes!
¿Puede decirse que la aplicación desigual de la ley a favor de ciertos grupos hace inválida la pena capital? De acuerdo con este modo de razonar, ya que los diferentes jueces a menudo dan sentencias desiguales por los mismos crímenes, ¡todos los criminales deberían ser puestos en libertad! Sin embargo, en 1971 un senador de la raza negra, que representa el estado de Illinois, declaró lo siguiente en apoyo de la pena capital: “Reconozco que la mayoría de los que se encararían a la pena de muerte son individuos pobres y negros y desamparados. También reconozco que la mayoría de sus víctimas son individuos pobres y negros y desamparados y que están muertas.”
La discriminación que existe al imponer castigos bajo el actual sistema judicial de los hombres simplemente ilustra la sabiduría de la ley bíblica que exige, “sin falta,” la misma pena por asesinato en todo caso. Bajo esa ley el criminal sabía exactamente lo que le aguardaba si consideraba cometer un asesinato, y no esperaba un castigo aminorado gracias a un “juez condescendiente” o por medio de “defensa negociada.”—Núm. 35:16-21.
Por supuesto, los cristianos no están bajo la ley que fue dada a Moisés. Y lo antedicho no quiere decir que los beneficios del sacrificio de rescate de Cristo se les negarán ni siquiera a los asesinos arrepentidos. Puede que estén incluidos entre los “injustos” a quienes la esperanza de la resurrección beneficie.—Hech. 24:15; 1 Tim. 2:5, 6.
Efecto en la sociedad
Cuando el Estado, por su proceder rutinario de librar a los asesinos después de servir sentencias relativamente cortas virtualmente declara que el asesinato no es un crimen más grave que el robo u otros crímenes, ¿qué efecto tiene este abaratamiento de la vida humana en la estructura misma de la sociedad humana? Lo que ha sucedido en cuanto a crímenes de todas clases cometidos en los Estados Unidos desde que se puso fin a la pena capital a mediados de los años sesenta nos suministra una indicación clara.
Note, en el diagrama de esta página que durante por lo menos tres décadas el número de asesinatos en los EE. UU. se mantuvo relativamente constante. Pero, ¿qué sucedió cuando se suspendieron las ejecuciones? ¡De repente la proporción de asesinatos (junto con casi todo otro crimen) aumentó a casi tres veces el promedio anterior en tan solo una década! Sin duda otros factores están envueltos, pero ¿puede alguien decir con certeza que no hay relación entre el aumento en los crímenes y la ausencia de la pena de muerte?
Si la pena capital “hace brutal a la sociedad,” como muchos insisten, entonces el eliminarla ciertamente debiera hacer que la sociedad humana tendiera a ser más humana. Entonces, ¿a qué se debe que en los Estados Unidos la brutalidad (medida según la proporción de crímenes violentos) de repente aumentó con mayor rapidez precisamente al tiempo en que cesaron las ejecuciones? En verdad, ¿qué “hace brutal a la sociedad”?... ¿la pena capital? o ¿el abaratar la vida de los inocentes para que se la quiten los criminales?
En este asunto, como en todo otro, la humanidad paga las consecuencias de pasar por alto los principios y la sabiduría que se hallan en la Palabra de Dios. Ciertamente la norma de justicia sencilla y práctica que se nos da en la Biblia ‘hace necedad la sabiduría del mundo’ y ‘avergüenza a los sabios.’—1 Cor. 1:20, 27.
¿Podemos esperar que algún día haya justicia segura bajo los actuales sistemas de gobierno? La Biblia indica que solo la habrá bajo el reino de Dios por medio de su justo administrador, Jesucristo. Cuando él libre a la humanidad del presente sistema injusto, obrará con verdadera justicia: “Con justicia tiene que juzgar a los de condición humilde, y con rectitud tiene que administrar censura a favor de los mansos de la tierra. . . . dará muerte al inicuo.”—Isa. 11:4.
[Gráfico de la página 8]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
COMPARACIÓN DE EJECUCIONES Y ASESINATOS EN LOS ESTADOS UNIDOS
EJECUCIONES POR AÑO
200
175
150
125
100
75
50
25
ASESINATOS POR AÑO
22.000
20.000
18.000
16.000
14.000
12.000
10.000
8.000
6.000
1935 40 45 50 55 60 65 70 1975
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