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Una esperanza maravillosa¡Despertad! 1976 | 22 de enero
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el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo.” (Mat. 10:28) Es verdad que los hombres pueden quitar la vida, haciendo que el cuerpo quede inanimado. Pero no pueden quitar de una persona el derecho dado por Dios de ser un alma viviente. No pueden borrar a nadie de la provisión de Dios para ellos de ser despertados del sueño de la muerte. Solo Dios puede cancelar la oportunidad de una persona de vivir de nuevo como un alma. Cuando eso sucede, la persona está totalmente destruida. Aun si las mismas moléculas que componen el cuerpo de una persona se pudieran juntar, estas no tendrían ningún valor sin el derecho dado por Dios de volver a vivir. Solo Dios puede suministrar esa fuerza vital necesaria.
Por lo tanto, la resurrección de los muertos solo es posible porque Dios existe. Aunque la Biblia no suministra los detalles, provee suficiente información como para que uno tenga una base sólida para su fe en la resurrección. Uno puede beneficiarse personalmente de esta esperanza maravillosa tanto ahora como en el futuro. ¿Cómo?
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¿Cómo puede uno beneficiarse de esta esperanza?¡Despertad! 1976 | 22 de enero
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¿Cómo puede uno beneficiarse de esta esperanza?
¿QUIÉN diría usted que está en mejor situación... la persona que considera que la muerte lo termina todo, o la que tiene la firme convicción de que los muertos serán resucitados?
El individuo sin esperanza no tiene nada que le sirva de ayuda. A lo más puede tener la perspectiva de unos setenta u ochenta años de vida. Cuando alguien de su familia muere, no tiene nada que lo consuele. Para él, la pérdida es permanente. Quizás pueda expresarles condolencia a otras personas que estén de duelo, pero no puede señalarles alguna esperanza estimuladora. Puesto que él mismo cree que no hay esperanza para los muertos, tal vez se sienta tentado a hacer todo lo que está a su alcance para mantenerse vivo aunque el hacerlo resultara en daño para sus semejantes.
Es completamente diferente la situación de los que creen lo que la Biblia enseña acerca de la muerte y que tienen fe en la promesa de resurrección que esta presenta. Saben con seguridad que todos los que están en las tumbas serán despertados del sueño de la muerte. Este conocimiento también los ha librado de los temores a que instan las enseñanzas falsas acerca de la muerte. Sabiendo que los muertos están inconscientes y no tienen memoria, los que creen en la Palabra de Dios no tienen temor alguno acerca de que los muertos amados de ellos estén sufriendo en un lugar de tormento temporáneo o permanente. Comprenden que los muertos no pueden ni ayudarlos ni causarles daño y, por lo tanto, están libres de cualquier temor a los muertos.
Ciertamente, si uno abraza la esperanza de la resurrección como propia, puede beneficiarse de ella aun ahora. Si la muerte despoja a uno de un amigo o pariente amado, su convicción de que él o ella será levantado a la vida le impedirá el abandonarse a la clase de angustia que sufren los que no tienen esta esperanza. También podrá dar consuelo verdadero a los apesadumbrados por la pérdida de sus familiares amados.
La convicción de que hay una resurrección protege a uno de vivir solo para el presente. En vez de que viva solo según el precepto “comamos y bebamos, porque mañana hemos de morir,” la esperanza de la resurrección le sirve de incentivo para que viva de un modo que le agrade a Dios.—1 Cor. 15:32.
El tener fe en que Dios tiene el poder para resucitar a los muertos también libra a uno del temor de perder la vida por medios violentos. La Palabra de Dios señala que Jesucristo fue el medio para emancipar “a todos los que por temor de la muerte estaban sujetos a la esclavitud durante toda su vida.” (Heb. 2:15) Por temor de que los ejecutaran si no cumplían con las demandas de los superiores, a través de los siglos muchas personas han sacrificado principios y han convenido en hacer cosas que sabían eran incorrectas. Sin embargo, la persona que tiene fe firme en la promesa de la Biblia de una resurrección no daña su conciencia de este modo. ¿No es el conservar una conciencia limpia otro excelente beneficio que reciben los que creen en la resurrección?
Además de obtener beneficios ahora, el tener fe en la capacidad de Dios para levantar a los muertos pone ante uno la perspectiva de dar la bienvenida a los muertos que vuelvan o de estar uno mismo entre los que sean levantados a la vida. Pero para estar entre los que verán el cumplimiento de la esperanza de la resurrección uno tendrá que llenar ciertos requisitos.
No todos los que hayan muerto obtendrán una resurrección de entre los muertos. Jesucristo indicó que no había esperanza para los que pecaran contra el espíritu de Dios. Él dijo: “Toda suerte de pecado y blasfemia será perdonada a los hombres, pero la blasfemia contra el espíritu no será perdonada. Por ejemplo, a cualquiera que hable una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el espíritu santo, no le será perdonado, no, ni en este sistema de cosas ni en el venidero.” (Mat. 12:31, 32) Puesto que no hay ninguna posibilidad de perdón para el pecado en contra del espíritu de Dios, todos los que se hacen culpables de tal pecado pagan la entera pena de ello por medio de quedar muertos para siempre.
Comparados con los miles de millones que han muerto, pocos de la humanidad se han hecho culpables de una deliberada práctica del pecado que Dios considera imperdonable. No obstante, el hecho de que es posible cometer ese pecado debería alertar a uno contra la insensatez de arriesgarse por medio de deliberadamente desatender los mandamientos de Dios. La fe en la promesa de Dios de una resurrección de los muertos impide que uno cometa el pecado imperdonable, por lo cual perdería la vida por toda la eternidad.
Comenzando de antemano
Todavía hay otro beneficio que proviene de vivir de un modo que refleja la fe en la esperanza de la resurrección. Tiene que ver con comenzar de antemano en el camino de la justicia. ¿Cómo puede ser esto?
La resurrección “así de justos como de injustos” a la vida sobre la Tierra brindará a ambos grupos la oportunidad de obtener perfección como hijos de Dios. (Hech. 24:15) Todos pueden aprovecharse de la ayuda que suministrará el gobierno celestial en manos de Jesucristo y sus gobernantes
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