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¿Se le hace difícil a su hijo aprender?¡Despertad! 1983 | 8 de agosto
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“¿No puede usted hacer algo con ese niño?”
¿Es de extrañar que un niño en esas condiciones sea propenso a la ira, la frustración y las rabietas? Después de todo, tal vez solo llegue a “oír” y “ver” parte de la información que se le quiere comunicar. Quizás carezca de coordinación, y sus compañeros de clase lo llamen estúpido. Lo peor de todo es que tal vez no lo comprendan ni sus propios padres ni sus profesores.
Es cierto que no es fácil vivir con un niño al que muy a menudo le falta el debido grado de percepción y sentido del tiempo. Puede que los padres de tal niño experimenten ansiedad y frustración con mayor frecuencia que otros padres. Es triste decirlo, pero frecuentemente la situación difícil en que se encuentran dichos padres provoca censura. “¿No puede usted hacer algo con ese niño?”, tal vez pregunte un observador con espíritu de crítica.
A los padres quizás les parezca que algo está mal con su hijo, pero no pueden darse cuenta de qué pudiera ser. Sin embargo, es importante detectar el problema durante las primeras etapas. Si no recibe tratamiento, el niño afligido por tal condición puede hacerse retraído, alejarse de los demás, y nunca alcanzar su desarrollo pleno.
“Doctor, mi hijo tiene todos los síntomas”
Así tal vez se exprese un padre preocupado, mientras empuña un artículo de revista acerca de las incapacidades para aprender. A literalmente centenares de miles de niños se les está clasificando como ‘incapacitados para aprender’. Claro, algunos niños realmente lo están. Pero ¿pudiera ser que se esté clasificando indistintamente así a demasiados niños?
“A muchos niños se les está calificando de LD [siglas en inglés para learning disabled, que significa incapacitado para aprender] sin que realmente lo estén”, dice el siquiatra Thomas P. Millar. ¿A qué se debe que se les califique erróneamente? Una razón es “la paternidad libre de culpa”, explica Millar. El padre, ansioso, dice: “Si mi hijo no está aprendiendo de la manera debida, no es porque yo, como padre, no haya efectuado buena labor. Más bien, se debe a que tiene una incapacidad en cuanto a aprender”. Pero ¿tiene el hijo tal incapacidad? ¿No pudiera tratarse de una “incapacidad del padre (o la madre)”?
¿O acaso se trata de una ‘incapacidad de comunicar enseñanza’? La Dra. Barbara Bateman, reconocida como autoridad en el campo de las incapacidades respecto a aprender, dice: “La incapacidad para aprender ha llegado a ser un pretexto, de éxito increíble, para el fracaso de las escuelas públicas en cuanto a enseñar adecuadamente a los niños que verdaderamente necesitan buena instrucción”.
Otro término que se utiliza comúnmente es hiperactividad (o hipercinesia), que frecuentemente se asocia con el que los niños no puedan aprendera. ¿Qué es la hiperactividad? De acuerdo con un informe publicado por la Academia de Siquiatría Ortomolecular, es la “actividad física que parece resultar de algún impulso —a semejanza de un ‘huracán interno’— de modo que la actividad está más allá del control del niño, en comparación con el caso de otros niños”. ¿Qué síntomas tiene esto? El no poder dar atención a algo por largo rato, el distraerse fácilmente, el moverse impulsivamente de un lugar a otro, el hallar que se le hace difícil concentrarse en una sola cosa, el no poder estarse quieto.
“Esas palabras parecen describir a mi hijo”, tal vez diga un padre o una madre. Pero no se apresure a diagnosticar la condición de su hijo. El hecho de que él sea intranquilo, enérgico o nervioso no significa necesariamente que sea hiperactivo. Puede que haya otra causa... alergia a ciertos alimentos, falta de sueño, o dificultades auditivas o visuales.
Por supuesto, hay niños que realmente tienen incapacidades respecto a la adquisición de la enseñanza y que también sufren de hiperactividad, aunque tal vez se haya exagerado en cuanto a la cantidad de niños así afectados. ¿Qué debería hacer usted si sospecha que su hijo tiene alguna incapacidad de la índole que se ha tratado aquí? Pida consejo a un profesional en tal campo. No debe calificarse a un niño de “incapacitado para aprender” sin que se le haya sometido a pruebas cuidadosas.
Considere el asunto francamente con el profesor de su hijo. No tenga miedo de hacer preguntas. Asegúrese de que se trata de una incapacidad en lo que tiene que ver con aprender, y no de una incapacidad respecto a la enseñanza, por deficiencia en ésta. Entérese de qué es, y qué se puede hacer al respecto. A veces el simplemente entender el problema puede ser útil. Una vez que se haya hecho la diagnosis, ¿qué sigue?
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Padres... ¿qué pueden hacer ustedes?¡Despertad! 1983 | 8 de agosto
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Padres... ¿qué pueden hacer ustedes?
“¡NADA surte efecto!” “¡Él simplemente no comprende!” Así se expresa el progenitor que se siente frustrado. ¿Cómo pueden ustedes hacer que su hijo, que tiene alguna incapacidad para aprender, comprenda algo? ¿Y qué pueden hacer si el problema del niño es la hiperactividad?
Al niño que experimenta dificultad en aprender le hace falta lo que todo niño necesita... que sus padres lo amen, lo comprendan y lo acepten. Pero, en comparación con otros niños, él tal vez requiera más tiempo y atención. Puede que perciba que le pasa algo. Necesita que se le asegure vez tras vez que es inteligente, y que no es un atrasado mental. A él simplemente le toma más tiempo aprender que a otras personas.
En muchos lugares hay programas educativos especializados. Se requieren aptitudes especiales de enseñanza para educar a un niño que no puede aprender de la manera normal. A menudo esto es difícil para los padres; las emociones se lo impiden. En ciertos lugares hay organizaciones que se dedican a ayudar a los padres de tales niños.
Además, usted como padre o madre puede contribuir mucho a mejorar la situación en el hogar. Al grado que usted contribuya a que el ambiente del hogar sea ordenado, lleno de amor y firmeza con relación a lo que es correcto, su hijo se sentirá seguro y feliz. Al mismo tiempo, no olvide que el comportamiento problemático de su hijo tal vez esté directamente relacionado con la incapacidad de él respecto a aprender; puede que él esté expresando las frustraciones que siente. He aquí unas cuantas sugerencias para ayudarle a controlar, no curar, a su hijo afligido por incapacidades de este tipo.
Si el niño tiene dificultades de percepción auditiva, asegúrese de que, antes de hablarle, él le esté prestando atención. Entonces hable lentamente, sin dar demasiadas instrucciones a la vez. Pídale que repita lo que usted haya dicho. Recuerde que él no siempre le “oye”. De hecho, los niños así afectados suelen oír un sonido por otro: “¡Oh, yo creí que habías dicho caballo!”, pero en realidad la palabra fue “cabello”. También puede que sea útil escribirle las instrucciones y ponérselas en el bolsillo. Quizás él tenga que ir de un sitio a otro con el bolsillo lleno de papeles con instrucciones, ¡pero por lo menos recordará lo que tiene que hacer!
No es nada fácil disciplinar a un niño que tiene alguna incapacidad para aprender y que quizás sufra de hiperactividad. La madre de Martín recuerda: “Llegué a la conclusión de que Martín no podía aprender a distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Empecé a excusar su conducta. Pero para fines de aquel año tuve problemas más serios, y él no me respetaba”.
Por eso, ¡no se dé por vencido! En Proverbios 29:15 se da el siguiente consejo sabio: “La vara y la censura son lo que da sabiduría; pero el muchacho que se deja a rienda suelta le estará causando vergüenza a su madre”. Pero ¿cómo puede hacer uno que un niño en la condición que describimos comprenda las cosas?
“En lo que tiene que ver con el comportamiento, me esfuerzo por conocer bastante bien a mi hija como para poder distinguir cuándo su reacción significa no puedo y cuándo significa no quiero,” dice Sandra, cuya hija está afectada por incapacidad para aprender. “Entonces sé si tengo que desplegar comprensión o firmeza al tratar con el problema.”
El que usted tenga tal perspicacia muestra al niño que usted es justo y está resuelto a hacer lo que es correcto. Ésta puede ser una manera extremadamente eficaz de hacer que él le comprenda.
¿Qué hay en cuanto a administrarle algún castigo? Un castigo que dure largo tiempo, como el privarle de ver la televisión por un mes, generalmente es ineficaz. ¿Por qué? Porque para mediados del mes él no recuerda por qué se le está castigando. Pero, por lo general, es más eficaz advertirle que un viaje al parque zoológico (u otra cosa que él haya estado anhelando) se cancelará, si él sigue comportándose mal. Claro, él tiene que saber que usted está hablando en serio. Usted tiene que obrar de manera consecuente con lo que dice. “Simplemente signifique su palabra Sí, Sí, su No, No”, recomienda la Biblia (Mateo 5:37). ¿Realmente surte efecto esto?
He aquí el informe de la madre de Martín: “Cada vez que se portaba mal, lo sentábamos en el mismo lugar aislado por cuatro minutos. Si dentro de una cantidad de tiempo razonable él no llevaba a cabo las instrucciones que se le daban, si les quitaba los juguetes a otros niños o si le daba una rabieta, lo mandábamos a aquel lugar. Ésta fue una medida sumamente eficaz”.
Hay otra cosa que es muy importante: tener rutina y organización. Éstas proporcionan la estructura que necesitan los niños incapacitados del modo descrito. La rutina y la organización disminuyen la confusión. El que haya una hora fija para las comidas, las tareas escolares, el levantarse, el acostarse, y así por el estilo, ayudará al niño a formar buenos hábitos. Además, una vez que usted haya establecido un horario, trate de adherirse a él.
Debe decirse algo acerca del bienestar emocional de su hijo. Como se mencionó en el artículo anterior, el niño que tiene alguna incapacidad para aprender suele experimentar mayor frustración y desilusión que otros niños. ¿Qué puede hacer usted? Los niños aprenden mucho mediante el ejemplo. Por eso, si su hijo ve que usted puede reírse de los errores que usted mismo comete, esto lo ayudará a él a hacer lo mismo cuando cometa errores. El animar a su hijo a expresar sus sentimientos verbalmente puede ser provechoso también. Si usted comparte sus propios sentimientos con él, a él se le hará más fácil compartir los de él con usted.
¿Qué hay en cuanto a controlar la hiperactividad?
Aunque no todos los niños que tienen alguna incapacidad para aprender son hiperactivos, un gran porcentaje de ellos sí lo son. Por supuesto, esto hace más complicada una situación que en sí ya es difícil. Tal como sucede con la incapacidad respecto a aprender, la hiperactividad puede variar desde leve hasta grave. A veces, si el niño se pone intranquilo, esto se puede controlar por medio de introducir variedad, es decir, simplemente cambiar de actividad. Más allá de esto, ¿qué buenos métodos de controlar la hiperactividad hay?
Control mediante drogas: En ciertos casos se recetan anfetaminas (estimulantes). ¿Estimulantes? Sí. Aunque parezca paradójico, parece que éstos tienen un efecto calmante en el caso de los niños hiperactivos, y restauran a un grado normal la actividad, además de mejorar la concentración. Si acaso usted pensara someter a su hijo a esta forma de tratamiento, sería bueno que tomara en cuenta los posibles efectos secundarios de éste: nerviosidad, insomnio, hipersensibilidad, mareos, palpitaciones, pérdida de apetito e interrupción del desarrollo. Algunas autoridades recomiendan que tales drogas se usen cuidadosamente bajo supervisión médica. En cambio, otras autoridades ejercen aún mayor cautela, pues señalan que no se sabe mucho acerca de cuán libres de peligro y cuán eficaces son los estimulantes si se usan por largo tiempo como tratamiento para la hiperactividad. Por lo tanto, a usted le toca decidir.
Evite los alimentos con aditivos: A partir de 1973 el Dr. Ben Feingold, especialista en alergias de niños, del Centro Médico Kaiser-Permanente, de San Francisco, California (E.U.A.), sugirió que un régimen alimentario libre de alimentos que contengan aditivos y colorantes artificiales podría mejorar dramáticamente el comportamiento de por lo menos 50 por 100 de los niños hiperactivos. Se creía que tales niños sufrían reacciones alérgicas a los aditivos y los colorantes artificiales, lo cual afectaba adversamente su comportamiento.
Pero desde 1973 ha habido una controversia ardiente en la que los expertos han oscilado de un extremo al otro del asunto. Los comentarios del Dr. Stanford Miller, de la Administración para Alimentos y Medicamentos, resumen la controversia: “Los estudios sugieren que hay alguna relación entre el comportamiento de ciertos grupos de niños y los componentes de los alimentos, pero, basándome en las pruebas que tenemos, tengo que concluir que el jurado todavía está considerando la cuestión”.
Tratamiento megavitamínico: Se ha usado el tratamiento megavitamínico al tratar a algunos niños que sufren de hiperactividad. Este tratamiento consiste en suministrar grandes dosis de vitaminas, eliminar los azúcares y mantener con cuidado una nutrición apropiada. En algunos casos, esto ha resultado en una disminución considerable de la hiperactividad.
Pero, nuevamente, no todos los expertos están de acuerdo. Algunos afirman que las megavitaminas no parecen tener ningún efecto en la incapacidad para aprender ni en la hiperactividad, y advierten que los efectos secundarios de altas dosis de vitaminas pueden causar problemas de salud. ¿Cómo explican el hecho de que haya una mejora en algunos de los niños a quienes se administra el tratamiento megavitamínico? Afirman que la mejora se debe a que la familia ha dado mayor atención a los problemas del niño y se ha mostrado más resuelta a ayudarle.
En cambio, los defensores del tratamiento megavitamínico arguyen que los efectos secundarios que a veces se manifiestan están relacionados con las dosis de las vitaminas, y desaparecen si se disminuyen las dosis.
Sería aconsejable consultar con un médico, especialmente con un pediatra, tanto para que diagnostique la condición como para que lleve a cabo cualquiera de las terapias mencionadas antes.
Claro, no hay ningún remedio fácil. Pero una cosa parece segura: Tanto las incapacidades respecto a la adquisición de la enseñanza como la hiperactividad realmente son enfermedades que resultan de un factor, o más, aparte de que el niño simplemente no quiera quedarse “quieto” o que rehúse aprender. El niño que se halla en cualquiera de esas condiciones necesita ayuda especial para satisfacer sus necesidades especiales. Sobre todo, necesita que sus padres comprendan por qué es “diferente” de los demás. Esto presenta un verdadero desafío para los padres, como lo muestra el artículo siguiente.
¿Qué hay del futuro? Si reciben el entrenamiento debido, muchos de esos niños pueden llevar una vida normal y productiva. Leonardo da Vinci, Tomás Edison y Alberto Einstein figuran entre las personas que tuvieron éxito en resolver dificultades en cuanto a aprender.
Pero hay aún mayor razón para tener esperanza. El cumplimiento de las profecías bíblicas indica claramente que estamos viviendo en “los últimos días” (2 Timoteo 3:1-5). Nos estamos acercando rápidamente al fin de este inicuo sistema de cosas. ¿Qué seguirá a éste? El justo Nuevo Orden de Dios en que limitaciones como las incapacidades respecto a aprender no existirán más. ¡Imagínese! Ya no habrá una diferencia entre lo que una persona pudiera lograr y lo que logre. Niños como Martín ya no tendrán que sentirse como un pez fuera del agua. (2 Pedro 3:13; Revelación 21:1-4.)
[Comentario en la página 8]
¡Su hijo quiere aprender! [...] La mala conducta de él es una reacción normal a la frustración. [...] La mala conducta es su modo de decir: ‘¡Préstenme atención! Se me hace difícil aprender. ¡Necesito ayuda!’.” (Dr. Robert D. Carpenter)
[Ilustración en la página 9]
Trate de distinguir entre la reacción que significa no puedo y la que significa no quiero
[Ilustración en la página 10]
Él necesita apoyo
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Lo que cuenta una madre¡Despertad! 1983 | 8 de agosto
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Lo que cuenta una madre
TENÍAMOS veintitantos años de edad y estábamos a punto de convertirnos en padres. ¡Oh, cuánto deseábamos aquel hijo! Yo había seguido cuidadosamente mi dieta, había recibido buen cuido en preparación para el alumbramiento, y había hecho todo lo que podía para asegurarme de tener un bebé normal y saludable.
Cuando comenzaron los dolores del parto, partimos con entusiasmo hacia el hospital. Pero ¡cuánto tuvimos que esperar! Después de más de 24 horas, el médico, temiendo que la criatura manifestara señales de tensión, dio órdenes de provocar el parto mediante el uso de drogas.
Desperté varias horas después y supe que teníamos una niña. Cuando vimos a Jessica por primera vez, ¡cuánto nos emocionamos! Notamos, sin embargo, que parecía demasiado roja... diferente de los demás bebés recién nacidos. El médico nos aseguró que era normal y estaba bien de salud; aquello era una condición temporal, causada por la dificultad que había habido durante el alumbramiento.
Los primeros tres meses del cuido de cualquier bebé pueden ser sumamente agotadores. Pero parecía que Jessica siempre gritaba por largos períodos. El médico no dio más consideración al asunto, y dijo: “Ya le pasará con el tiempo”. Cuando tenía unos seis meses de edad, Jessica comenzó a gatear. Parecía que estaba llena de energía, y rápidamente pasaba de hacer una cosa a hacer otra. Todo el que la observaba decía: “Mirarla me da dolor de cabeza”.
Las cosas empeoraron a medida que se fue acercando el tiempo en que Jessica había de cumplir dos años de edad. Siempre estaba cayéndose y golpeándose. Lloraba por cualquier cosa y, a menudo, sin razón patente. La hora de la comida era generalmente una escena lastimera. Lo peor de todo eran las rabietas que le daban. “¿Por qué? nos preguntábamos— ¿fue solo porque le dijimos: ‘No puedes comerte otra galletita’?”
Desde el punto de vista humorístico, su comportamiento sí tenía sus aspectos graciosos. ¡Pues, en cierta ocasión se metió en la vitrina de una tienda por departamentos, desvistió el maniquí y estuvo a punto de llevárselo! ‘Pero ¿cómo se le ocurren esas cosas?’, nos preguntábamos.
También había desastres en casa, tremendos revoltijos constantemente. Aquello me estaba desgastando. ¿Cómo podía ir al mismo paso que la niña, que solo tenía dos años de edad, pero que no se dormía antes de la medianoche, y despertaba al amanecer? Hasta los que la observaban decían: “¡Esa niña es un fuego!”. Tratábamos de ser firmes, pero ¿por qué no había nada que surtiera efecto?
¿Era hiperactiva?
Para aquel tiempo vino a visitarnos una amiga que, al ver nuestra situación difícil, nos dijo que su hijo era hiperactivo y nos preguntó si alguna vez habíamos pensado en visitar a un médico que se especializara en tratar casos de hiperactividad. Estaba convencida de que su hijo había recibido ayuda, y nos instó a que hiciéramos algo.
¿Era hiperactiva nuestra hija?, nos preguntamos. No queríamos llegar precipitadamente a una conclusión errónea. Pero después de una consulta prolongada con el médico, y de haber estado Jessica bajo observación por algún tiempo, se diagnosticó que, efectivamente, era hiperactiva. El médico recomendó que elimináramos de su régimen el azúcar y que le diéramos a tomar ciertas vitaminas; sugirió que la falta de varias sustancias nutritivas en el cuerpo de ella estaba causando un desequilibrio químico, lo cual producía hiperactividad.
Al reflexionar sobre el asunto, hacía tiempo que veníamos observando que, después de comer ciertos alimentos, especialmente alimentos de poco valor nutritivo, Jessica parecía sobrecargarse de actividad. Ahora creíamos que por fin teníamos algo con lo cual trabajar. Comenzamos a llevar un registro de los alimentos que consumía y de cómo se comportaba. No parecía que pudiera echarse toda la culpa al azúcar; aparentemente ciertos alimentos que contenían azúcar no le hacían daño.
Poco después dimos con un artículo de periódico que hablaba acerca de un especialista en alergias, y del libro que éste había publicado poco tiempo antes sobre cómo se había vinculado la hiperactividad con la coloración y los sabores artificiales que se añaden a los alimentos. Aquello parecía información más específica, pensamos. Después de leer el libro, quedamos con la impresión de que la información tenía mucho sentido. ¿Pudiera ser éste el problema de Jessica?
Evidentemente nuestras sospechas resultaron correctas. El eliminar de su régimen todos los sabores y colores artificiales produjo resultados dramáticos. Jessica se aquietó muchísimo. Parecía como si hubiera tenido un motor demasiado acelerado, y ahora se hubiera reducido a lo normal la aceleración del motor.
Pensábamos que sería bastante fácil eliminar los colores y sabores artificiales... ¡hasta que comenzamos a leer las etiquetas de los productos alimenticios! ¡Esos aditivos están dondequiera! Sume a eso el comer en restaurantes y en casa de amigos... no es tarea fácil. No obstante, había ocasiones en que Jessica comía algún producto que contenía una sustancia artificial y no le ocurría nada. Por lo tanto, no era alérgica a todo colorante y sabor artificial.
Problemas en la escuela
Siguió pasando el tiempo. Cuando Jessica tenía cuatro años y medio de edad, nació su hermano Christopher. Pensamos que finalmente nuestra vida se normalizaría. La gente había notado el cambio en el comportamiento de Jessica. Por primera vez veíamos que se manifestaba su verdadera personalidad.
Ahora estaba saliendo a la superficie un nuevo aspecto. Ya sabíamos que Jessica era muy torpe, pues se caía a menudo y acostumbraba derramar las cosas; siempre estaba llena de rasguños y magulladuras. Pero pronto empezaría a ir a la escuela. Aquello nos preocupaba. ¿Por qué se le hacía tan difícil, a la edad de cinco años, sujetar una barrita de color para colorear un papel? ¿Se le haría difícil aprender?
Comenzaron las clases en la escuela. Jessica, entusiasmada y feliz, estaba muy deseosa de aprender. Y así empezó el colorear, el empastar y el cortar, actividades que corresponden a la escuela de párvulos. Pero pronto se notó que obviamente experimentaba dificultades en dominar aquellas destrezas.
Trabajamos muy detenidamente con ella en casa. Las horas que dedicábamos a ayudarle a hacer las tareas escolares eran a menudo penosas tanto para ella como para nosotros. A fines de aquel año nos pusimos a pensar: ¿Por qué se le hacía tan difícil dominar la escritura del alfabeto en letra de imprenta a una niña que en otros sentidos era brillante? Otras cosas también nos desconcertaban: ¿Por qué escribía siempre su nombre Jesscia? ¿Y por qué cambiaba frecuentemente la dirección de escritura de las letras, como la b por la d?
En primer grado Jessica progresó muy rápidamente en algunos campos. Parecía que se le hacía bastante fácil leer, pero era muy deficiente en las matemáticas y la ortografía. Parecía extraño que las calificaciones que obtenía fueran o excelentes o muy deficientes. “No lo entendí”, o: “No podía ver la pizarra”, solía explicar ella.
Prontamente la llevamos a someterse a pruebas visuales y auditivas, las cuales, para sorpresa nuestra, revelaron que sus sentidos de la vista y del oído estaban bien. La situación, no obstante, continuó empeorando. La niña experimentaba demasiados dolores de cabeza y de estómago con relación a la escuela, así como repetidos ataques de llanto en el salón de clases, y de nuevo cuando regresaba a casa.
Aun en casa nosotros empezamos a notar que teníamos una niña de casi siete años de edad a quien había que decirle una y otra vez que hiciera algo, como si no nos oyera. ¡Parecía tan distraída! Siempre se ponía al revés los zapatos y los vestidos. Los días de la semana no tenían ningún sentido para ella, y no sabía la diferencia entre ayer, hoy y mañana.
Los problemas escolares de Jessica empeoraron más cuando pasó a segundo grado. ¿Cómo era posible que un día conociera las palabras y que después, cuando le daban el examen de ortografía, invirtiera el orden de las letras, como bolo en vez de lobo? Lo mismo sucedía con las matemáticas. Conceptos sencillos como 2 2 4 tenían poco sentido para ella, o ninguno. La maestra se pasaba enviándome notas: “Deben ayudar a Jessica en casa”. ¡Ya no sabíamos qué hacer!
¿También incapacidad respecto a aprender?
Finalmente, en una de nuestras muchas visitas a la escuela, pedimos ver al especialista que trataba los casos de niños que tenían incapacidades con relación a aprender. Le dimos una descripción de Jessica y las dificultades que experimentaba al aprender. El especialista mandó que se le hiciera una evaluación sicológica. Esperamos nerviosamente los resultados.
Los resultados fueron concluyentes. En efecto, Jessica tenía incapacidades respecto a aprender. Tenía problemas de percepción visual y auditiva. Su memoria, tanto en el aspecto visual como en el auditivo, estaba muy por debajo del nivel promedio, y había problemas significativos con la coordinación muscular.
Fue doloroso afrontar aquellos hechos, pero los aceptamos. El sicólogo nos explicó lo que significaban aquellos hallazgos en el caso de Jessica. Con la ayuda debida, ella podría, mediante técnicas de enseñanza especiales, aprender las cosas que no había podido captar, y, con el tiempo, ponerse al nivel de los demás niños de su clase.
Aquello ciertamente nos comunicó alivio. ¡Ella en realidad había estado prestando atención siempre! No era culpa de ella que su cerebro estuviera interpretando mal las señales que recibía de los ojos y oídos. Por primera vez entendíamos en realidad a nuestra hija.
Ya han pasado varios años desde que se determinó que Jessica tenía incapacidades respecto a aprender. Lo único que lamentamos es que perdimos años valiosos mientras averiguábamos el origen de sus problemas. Además de la ayuda especial que se le da en la escuela, hemos descubierto que ha sido muy útil tenerle un maestro particular. Ha progresado más de lo que esperábamos. Ha recobrado su propio sentido de dignidad. En vez de ser una niña frustrada, rechazada, encaminada a tener graves problemas emocionales, ahora sabe que puede aprender. Se siente feliz con mucha más frecuencia, y el vínculo de amor que existe entre nosotros se ha estrechado.
En cuanto al futuro, nos damos cuenta de que a Jessica pudiera tomarle más tiempo que a otros niños el alcanzar la madurez de la edad adulta. Pero, después de haber determinado el problema y aprendido a trabajar con él, haremos todo lo que podamos para ayudarla a desarrollarse hasta la plenitud de su potencial.—Contribuido.
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