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  • Cuando el estómago no funciona bien
  • ¡Despertad! 1970
¡Despertad! 1970
g70 22/12 págs. 3-4

Cuando el estómago no funciona bien

TODOS los días millones de personas se quejan de acedías o indigestión con acidez. En los Estados Unidos, las personas que padecen del estómago pagan aproximadamente 100 millones de dólares cada año tan solo por antiácidos y alcalizantes. ¿Le da problemas a veces su estómago? ¿Qué hace usted cuando su estómago se subleva? ¿Recurre usted a una píldora para aliviarse aprisa, o trata de buscar la causa?

Nuestro estómago es un órgano sumamente confiable y agradable si lo tratamos bien. Rara vez nos será un problema serio si llevamos una vida feliz y pacífica. Pero nos puede causar dificultad seria si estamos emocionalmente trastornados y tensos; entonces puede convertirse en un perturbador inclinado a la acidez.

Un estómago sano es un órgano excepcionalmente resistente. Dentro de él hay un ácido tan poderoso que una gota le ampollaría la mano a uno. También hay en él sustancias protectoras tan eficaces que muy pocas cosas pueden pasar a través de las paredes estomacales, ni siquiera el ácido. Pero las emociones como el temor, la inquietud, la cólera o la tensión constante pueden perturbar el sistema digestivo de uno. Estas emociones pueden producir una secreción excesiva de jugos estomacales aunque no haya ningún alimento en el estómago. Esto puede irritar mucho el estómago y la parte del intestino delgado que se llama duodeno, situada directamente debajo de la válvula de salida del estómago. Si esta condición empeora debido a que se coma apresuradamente alimento no refinado o se coman alimentos cargados de especias o alimentos sumamente picantes o debido a fumar y tomar en exceso bebidas que contengan alcohol o cafeína, se puede desarrollar, no solo una condición sumamente ácida, sino úlceras.

Pero no todo el malestar estomacal es emocional. Un virus o bacteria puede hacer que el estómago expulse su contenido. Cuando un virus de la gripe entra en la pared intestinal, pueden producirse diarreas y vómitos. El cuerpo automáticamente trata de desechar la materia infectada.

Pero quizás al estómago no se le pueda echar la culpa. Por ejemplo, muchas personas han confundido la angina de pecho con indigestión, o la trombosis coronaria con un fuerte trastorno estomacal. Un ataque de apendicitis al principio se puede confundir con un dolor de estómago. Un hígado, páncreas, vesícula o riñón que esté funcionando mal puede enviar señales de peligro telegrafiando el dolor al estómago. En estos casos el culpar al estómago podría resultar peligroso, porque el estómago no tendría la culpa.

Hoy la persona de término medio que se queja de acidez estomacal simplemente mastica unas cuantas tablillas antiácidas para obtener pronto alivio. Los médicos por lo general dicen que lo más probable es que unas cuantas tablillas antiácidas no le causen verdadero daño al paciente. Sin embargo, ahora casi todos los médicos evitan el bicarbonato de sodio. La revista Time del 28 de agosto de 1964 declaró:

“El bicarbonato de sodio es a la vez el antiácido más común, el más barato, el peor usado y el más peligroso. En la gente normal, media cucharadita de vez en cuando en medio vaso de agua probablemente no haga daño. Pero una cucharadita de bicarbonato en medio vaso de agua basta para neutralizar el contenido estomacal sumamente ácido, y sobra un poco de bicarbonato. Lo que queda puede ser peligroso, en particular para una persona que tenga una enfermedad de los riñones sin sospecharlo. El exceso de bicarbonato se absorbe en la corriente sanguínea a través de las paredes del intestino delgado, produciendo excesiva alcalinidad en la sangre. El trabajo de los riñones es remover este exceso, pero quizás los riñones enfermos no puedan hacerlo, y se introduzca el peligro de muerte por alcalosis.”

Los médicos todavía recetan antiácidos, pero por lo general no son de los que se absorben en la corriente sanguínea. Una forma conocida que a menudo se sugiere es la leche de magnesia.

Cuando el estómago tiende a no funcionar bien, algunas personas comen alimentos preparados sencillamente... por ejemplo, papas al horno en vez de papas fritas. Preparan comidas sencillas en vez de comer una gran variedad de diferentes alimentos y postres ricos. Consumen cantidades pequeñas y evitan servirse por segunda vez de lo mismo. Otros reducen los alimentos ácidos o frutas cítricas levemente ácidas y esto parece ayudarles. Otros más, en vez de tomar café negro, lo cual realmente estimula a un estómago vacío a producir más ácido, y puede ser irritante, añaden crema a su café, pues la crema sirve de amortiguador. Ahora muchos médicos dicen que el mejor neutralizante del exceso de ácido estomacal es el alimento. Se dice que comidas aproximadamente cada tres horas surten los mejores efectos.

Muchos europeos usan licores de raíces amargas de diversas clases. “Tuvimos buen éxito con licores de raíces amargas para el estómago cuando se nos presentaron problemas,” dijo un norteamericano que viajó por Europa. El apóstol Pablo le aconsejó a Timoteo: “Usa un poco de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes casos de enfermedad.”—1 Tim. 5:23.

A veces se puede evitar una condición ácida si uno descansa antes de comer. De hecho, una condición ácida a menudo mejora si el paciente come lentamente, bebe con moderación y evita tirantez y tensiones durante las comidas. El Dr. Richard Doll, médico-estadístico británico, dijo que la tranquilidad de ánimo, el descansar en la cama y el no fumar producen algún provecho cuando se padece de úlceras estomacales. Science Digest de abril de 1965 dijo algo semejante, con estas palabras: “El meramente ajustar los problemas personales en casa o en el trabajo puede efectuar la curación de una úlcera difícil.”

Por lo tanto, ¡qué sabios son los principios bíblicos que animan a los cristianos a desechar las emociones que producen tensión, como la ira y la cólera, y estimular en cambio el practicar cualidades como el amor, la compasión, la bondad, la humildad de mente y la apacibilidad, que producen curación en el cuerpo humano! ¡Qué tranquilizadores los mandatos inspirados que nos dicen que siempre ‘nos regocijemos en el Señor,’ que seamos moderados y razonables en nuestros hábitos, que no nos inquietemos acerca de ninguna cosa, ‘sino que por oración y ruego demos a conocer nuestras peticiones a Dios y la paz de Dios nos salvaguardará’!—Fili. 4:4-7.

El vivir de acuerdo con estos principios elevados puede resultar en bien para el cuerpo. Por eso, ¿por qué no prestar atención a este consejo bíblico sano?

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