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  • El granjero y la escasez mundial de alimentos
    ¡Despertad! 1975 | 22 de septiembre
    • El granjero y la escasez mundial de alimentos

      LA MAYORÍA de la gente que trabaja en el mundo —sí, tres personas de cada cuatro— viven en granjas y a menudo son desesperadamente pobres. La gran mayoría de estos pobres están en África, Asia y la América Latina. En años buenos, logran reunir suficiente alimento para ellos mismos y sus familias. En los años malos, muchos pasan hambre.

      En los sectores más industrializados del mundo un porcentaje pequeño de la gente produce los alimentos para la mayoría de la población. En un país muy productivo, los Estados Unidos, aunque hay granjas pequeñas, predominan las grandes.

      En aproximadamente los cuarenta años desde la Gran Depresión, casi se ha cuadruplicado el aumento de maíz por hectárea en los Estados Unidos, subiendo de un promedio de 19 hectolitros a 73. El trigo aumentó de 11 hectolitros a 27; y el arroz, de 2.350 kilos por hectárea a 5.150, como promedio.

      En 1974, con más tierra bajo cultivo que nunca antes, el granjero estadounidense produjo casi 634.300.000 hectolitros de trigo, superado solo por la Unión Soviética. En 1974 la cosecha de maíz de los Estados Unidos fue de 1.621.000.000 de hectolitros, la mayor del mundo. Y se carnearon 36 millones de cabezas de ganado, un aumento del 7 por ciento sobre 1973.

      Esta colosal abundancia de alimentos se produce por solo 2.800.000 granjeros en una nación de 208.000.000 de habitantes. Eso significa que cada granjero alimenta aproximadamente a 74 norteamericanos.

      Aunque este alimento se produce a un precio bastante moderado cuando se compara al de muchos otros países, las personas con ingresos fijos y las que están en los grupos económicos más bajos han estado pagando un creciente porcentaje de su dinero por el alimento. Aunque los granjeros pueden comprender las penurias de otras personas, ellos también se enfrentan a problemas económicos.

      Lo que los granjeros tienen que hacer

      Al granjero estadounidense le gustaría ayudar a alimentar a los pobres de todo el mundo, y ha suministrado alimento considerable para millones de personas hambrientas en otros países. Los Estados Unidos dicen que entre los años 1965 y 1972 proveyeron el 84 por ciento de las llamadas “ayudas alimenticias” del mundo. Sin embargo, solo el 20 por ciento de lo que es asignado para “ayuda alimenticia” por los Estados Unidos va a las naciones hambrientas; el resto se vende a compradores.

      La ganancia se considera vital, dado que el modo en que opera la agricultura estadounidense requiere que el granjero gane dinero si quiere seguir en el negocio. Y para dar a saber que les es necesario sacar ganancias, algunos granjeros han recurrido a medidas drásticas. En varios estados mataron a cientos de becerros y los arrojaron en zanjas para que se pudrieran.

      Por supuesto los granjeros quizás confiesen que esa matanza es un vergonzoso desperdicio de alimento, pero un ganadero de Motley, Minnesota, agrega: “También es una vergüenza el que un granjero trabaje un año y descubra que ha perdido 20.000 ó 30.000 dólares. . . . Pienso que ésa es una vergüenza mucho mayor que el arrojar parte de esta carne al hoyo.”

      Los desenvolvimientos económicos recientes han perjudicado a muchos granjeros. Por ejemplo, a veces sucede que para criar un becerro al punto en que se puede vender como ternero, le cuesta más al granjero en grano que lo que recibe por el animal en el mercado. De igual modo, el alimento que se usa para producir cien litros de leche puede costar más que la leche misma. Como resultado, en Wisconsin recientemente se informó que cada día cierran unas diez vaquerías.

      Por otra parte, a algunos granjeros les está yendo bien económicamente. Pero hasta los que han tenido un año excelente saben que su condición puede cambiar casi de la noche a la mañana. Así es que, en 1974 los cultivadores de cereales en general ganaron mucho dinero, puesto que los cereales se vendieron a precios altos. Pero muchos ganaderos que necesitaban los cereales caros quebraron.

      ¿Por qué esta incertidumbre y estos desequilibrios?

      Problemas básicos de las granjas

      Muchos granjeros consideran el tiempo como el problema número uno, y los meteorólogos expertos confirman que los recientes patrones de tiempo raro están perjudicando a los granjeros. Para considerar solo un caso: En Iowa el año pasado, lluvias fuertes, devastadoras, arrastraron mucho suelo, impidiendo plantar temprano. Entonces un julio abrasador con temperaturas de hasta 37,8 grados centígrados arruinó vastos sectores de cosechas, solo para ser seguido el 2 de septiembre por una helada temprana que batió marcas.

      Un problema nuevo e importante es el enorme aumento del precio del petróleo, del cual depende la agricultura moderna. Se ha calculado que se usa el equivalente de 750 litros de gasolina para producir tan solo una hectárea de maíz. La operación del equipo de la granja así como la producción de los abonos requieren petróleo. En 1972 los abonos derivados del petróleo estaban a 65,50 dólares la tonelada; para 1974 los granjeros pagaban 175 dólares.

      Además, el costo de la maquinaria agrícola ha subido por las nubes. En algunos casos un tractor que hace unos dos años costaba 7.800 dólares, ahora cuesta el doble. Y eso no es todo, a veces los fabricantes no han producido al mismo paso que la demanda y los granjeros han tenido que esperar de tres a seis meses para recibir el nuevo equipo. A veces les costó más trabajo conseguir piezas de repuesto que comprar un tractor nuevo, así es que algunos granjeros compran dos tractores o cosechadoras, aun a los precios elevados por la inflación, por si acaso se descompone uno en un momento crítico. A la larga, opinan, les cuesta menos que lo que les costaría la pérdida de las cosechas.

      Los precios de las semillas también han subido vertiginosamente. El precio medio de la semilla de maíz aumentó más del 30 por ciento entre 1974 y 1975. Además, el alambre de embalar, que se usa para embalar el heno, ha aumentado más del 400 por ciento en tres años.

      También está el problema relacionado con la mano de obra. Cuando el granjero se ve obligado a usar mano de obra sin experiencia para manejar su equipo, a menudo es necesario hacer muchas reparaciones. Un granjero del medio oeste, al alistar las razones por las que abandonó el negocio de granja, puso como primer punto: “La dificultad de contratar mano de obra honrada y confiable.”

      Hay docenas —posiblemente cientos— de “cosas pequeñas” que parecen haber ocurrido simultáneamente para perjudicar al granjero. Sin embargo, al mismo tiempo, ha habido presión para mayor producción debido a la escasez de alimentos. Pero los costos crecientes a menudo dificultan la expansión.

      Las tierras de labranza, para otro ejemplo, están aumentando de precio constantemente. En el estado de Nueva Jersey, ahora la hectárea cuesta, como término medio, ¡unos 5.000 dólares! Y, dice la revista Review de Denison, Iowa: “El alza del 31 por ciento en el valor de las tierras de labranza en todo el estado este año [1974] le está pisando los talones a un aumento del 32 por ciento en 1973.”

      Por éstas y otras razones los granjeros dicen que tienen que tener precios más altos para sus productos.

      Sin embargo, los granjeros dicen que están encerrados dentro de un sistema económico que no les permite fijar los precios de sus propios productos. Los granjeros alegan que tienen que aceptar el precio que les ofrecen por sus productos, el cual puede ser menos de lo que cuesta producirlos. Pero, suponga que los granjeros pudieran establecer sus propios precios. ¿Se hallaría el mundo en mejor situación?

      Considere francamente: ¿Cuántos agricultores de cereales, a quienes les fue bastante bien el año pasado, compartieron sus riquezas con los no tan prósperos ganaderos? El Times de Seattle, Washington, al informar acerca de la reciente reunión de la Asociación de Cultivadores de Trigo en Spokane, dice: “Los agricultores . . . obviamente disfrutan de su prosperidad . . . Si los que cultivan trigo finalmente parecen dominar la situación, no están por disculparse por ello.”

      El granjero, de hecho, es solo una parte de un sistema económico que, en realidad, exige que cada persona cuide de sí misma. Se basa en el llamado aliciente de las ganancias. Considere los efectos que este aliciente ha tenido en una época en que el mundo está clamando por más alimentos.

  • El aliciente de las ganancias... enemigo sutil del mundo hambriento
    ¡Despertad! 1975 | 22 de septiembre
    • El aliciente de las ganancias... enemigo sutil del mundo hambriento

      LAS exportaciones de los Estados Unidos dan cuenta de una de cada cinco hectáreas cosechadas en el país durante 1973. Si se cierra ese enorme mercado exportador o si lo restringen demasiado estrechamente, se amontonan los productos en los EE. UU. y esto resulta en una baja de los precios. ¿Qué sucede entonces?

      Puede que el granjero expresamente cultive menos alimentos. Porque el continuar inundando el mercado con alimentos haría que los precios bajaran aun más.

      Por lo tanto, no sorprende el hecho de que, cuando la revista Farm Chemicals le preguntó a Earl Butz, Secretario de Agricultura de los Estados Unidos, qué sucedería si bajaran los precios de los productos agrícolas, él contestó: “También disminuiría la producción agrícola.” Sí, los granjeros han llegado a la conclusión de que ‘el nombre del juego es ganancias,’ dice un observador en Iowa.

      Por otra parte, el mismo aliciente de las ganancias ha producido una euforia entre muchos granjeros. Antes que los acontecimientos de los pasados dos años hicieran añicos la perspectiva serena de muchos granjeros, ellos pensaban que no había fin al dinero que podían ganar. Pero algunos que invirtieron más y más dinero en su deseo de grandes ganancias ahora están sumamente endeudados.

      El aliciente de las ganancias también ha hecho que muchos granjeros se opongan a la reserva mundial de alimentos. Al que no es granjero, la idea de apartar una gran cantidad de grano durante los años de abundancia para los años de escasez probablemente le parezca razonable. La Biblia registra cómo se hizo esto en el antiguo Egipto en los días de José, un hecho que señalan muchos defensores de la reserva mundial de alimentos.—Vea Génesis capítulos 41 al 47.

      Pero, a muchos granjeros norteamericanos esto no les parece una buena idea. ¿Por qué? Nos llega una respuesta del anterior asistente del Secretario de Agricultura de los Estados Unidos, quien les dijo a los granjeros que de haber una reserva mundial de alimentos ellos tendrían que llenarla y costearla. Habría menos necesidad de las exportaciones, y una importante fuente de ingresos se le escaparía al granjero. Farm Journal preguntó a los expertos si se podría establecer la reserva sin afectar adversamente los precios para el granjero. Dijeron ¡No!

      El aliciente de las ganancias por lo tanto podría producir resultados desastrosos por todo el mundo.

      ¿Se beneficia el intermediario?

      Si el granjero no está enriqueciéndose por el alza de precios, ¿quién lo está? Muchos granjeros y consumidores señalan hacia “El Intermediario.” ¿Quién es éste?

      El término se usa para describir a todos los que tienen que ver con el asunto de los alimentos desde el momento en que el alimento sale de la granja hasta que uno lo compra en la tienda de comestibles. Los granjeros culpan a los empacadores, transportistas, gerentes de supermercados y otros por los precios más elevados de los alimentos. Sin embargo, los de cada grupo afirman que ellos, lo mismo que el granjero, son víctimas de la inflación y que tienen que subir los precios a medida que suben sus propios gastos. Lo único que quieren, dicen ellos, es una ganancia honrada para poder mantenerse y permanecer en el negocio. En otras palabras, solo son parte del sistema.

      Los granjeros también atribuyen la culpa de los precios más altos a los especuladores del mercado y a las grandes empresas de artículos alimenticios. ¿Cuán válidas son esas acusaciones?

      Cuando un granjero tiene algún importante artículo alimenticio para vender, tal como los cereales, por lo general no lo vende directamente a una panadería o a algún otro que realmente lo use. Más bien lo lleva a un depósito de granos local con elevador donde se lo compran y almacenan por lo menos temporariamente. El precio que se le paga al granjero en el depósito se determina por el ‘mercado de consumo.’

      La Cámara de Comercio lleva un registro de la cantidad de cereales (y otros artículos) que llegan a los depósitos por todo el país, haciendo saber a los compradores en perspectiva lo que hay de venta. Entonces acepta pedidos de los compradores. Los suministros disponibles en los depósitos en todas partes de los Estados Unidos pesados contra la demanda de esos suministros por los compradores, determina el precio que recibe el granjero por su cereal.

      Los especuladores compran los artículos por cierto precio, parecido a la manera en que se compran acciones en la bolsa de valores. El especulador en realidad no compra el cereal; no tiene ninguna intención de jamás recibirlo y llevárselo, sino que meramente espera que suba su precio en el mercado. Entonces lo vende y logra una ganancia. Estos hombres, argumentan los granjeros, aunque no tienen ninguna conexión directa con el cultivo de los alimentos, contribuyen en gran manera a los precios más altos de los alimentos.

      Pero los especuladores recuerdan a los granjeros que ellos, también, solo son parte del sistema, que solo están interesados en una ganancia honrada. Cada vez que invierten, corren un gran riesgo. Los precios no siempre suben, dicen ellos, y cuando bajan, pueden sufrir pérdidas devastadoras.

      En cualquier caso, dice el especulador, alguien tiene que poseer el cereal después que sale de las manos del granjero y antes de que llegue a su verdadero consumidor. Si el especulador no arriesgara su dinero para pagar por lo que representa “almacenar” ese cereal, entonces, señala, algún otro tendría que hacerlo; así es que a alguien se le tendría que pagar lo que obtiene el especulador.

      ¿Y qué hay de las grandes empresas de cereales? ¿Manipulan el mercado, es decir, se unen para conspirar a fin de lograr enormes ganancias? Por supuesto, siempre existe la posibilidad de que alguien de algún modo podría controlar el mercado para su propio provecho. Pero la posibilidad no es de ningún modo la prueba de ello. Igual que el granjero y el resto de los “intermediarios,” las empresas de cereales también afirman que lo único que ellas quieren es obtener una ganancia honrada. Y es por esto que venden la mayor parte del cereal que exportan los Estados Unidos no a los países “pobres,” ¡sino a los países “ricos”! Los pobres no lo pueden pagar.

      El colosal sistema agrícola norteamericano que se basa en las ganancias, aunque logra éxito parcial, no puede continuar funcionando indefinidamente. Es como un cachorro que corre tras su propia cola. Debido a que todos quieren, y necesariamente necesitan, ganar dinero según el actual sistema económico, el alimento no llega a los que no tienen con que comprarlo o que no tienen quien lo compre por ellos.

      El Globe-Democrat de Saint Louis por lo tanto declara: “El panorama de los alimentos incluye por un lado a los granjeros, y por el otro a los compradores en las tiendas y en el medio una desconcertante confusión que se conoce como el intermediario. El individualizar a un villano, si es que lo hay, es casi imposible.”

      “Ponga todo esto junto y, ¿qué es lo que uno tiene?” pregunta la revista Harper’s. Contesta: “La receta para un sistema que está al borde del derrumbe.”

      Obviamente, se necesita algún sistema mejor. ¿Cuál?

      Esperanza para los hambrientos

      ¿No sería mejor un sistema basado en el altruismo, en el amor y verdadero interés en otros, que el sistema actual estimulado por las ganancias? Pero ¿quién puede establecer y poner en funcionamiento un nuevo sistema de esa índole?

      El Creador de la Tierra y de la humanidad, puede. Y la Biblia revela que Su propósito es hacerlo. El gobierno del Reino por el cual Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar se encargará de que pronto se establezca un nuevo sistema terrenal. (Mat. 6:9, 10; 2 Ped. 3:13) La Biblia promete que en ese tiempo “la tierra misma ciertamente dará su producto; Dios, nuestro Dios, nos bendecirá.” (Sal. 67:6) La Tierra será un paraíso.

      ¿Por qué no deja que los testigos de Jehová le expliquen de la Biblia lo que el reino de Dios significará para toda la Tierra? Puede localizarlos por medio de escribir a los publicadores de esta revista.

      Pero bajo el sistema actual de cosas, ¿qué hay acerca de la agricultura? Muchos granjeros no quieren abandonarla. Aprecian que la vida que han escogido tiene muchos excelentes beneficios. Un granjero de Wisconsin señala: “Está la satisfacción de tener uno su propio negocio. Es gozoso trabajar con los animales y observarlos crecer, a medida que pasan por sus distintas etapas juguetonas de la vida. Es gozoso, también, ver crecer los cultivos de grano y heno y cosecharlos cada año. El granjero puede establecer su propio horario de trabajo y estar con su familia muchas veces cada día. Así es que la agricultura también tiene su parte agradable. A muchos granjeros les parece que su ocupación los acerca a Dios.”

      Aman la agricultura. Pero detestan el sistema mundial opresivo que hace trabajar a hombres honrados —granjeros, empacadores, vendedores, transportistas, distribuidores— día y noche, les da mínimos ingresos por sus labores y entonces de algún modo nunca logra hacer que el alimento llegue a la gente que realmente lo necesita. Con verdadero fervor, esas personas oran a Dios por la realización de su promesa: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.”—Mat. 6:9, 10.

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