Cómo me encaro a la pobreza
¿ES USTED viuda? Yo también lo soy. Quizás, al igual que yo, usted quedó con varios hijos que cuidar y sin ninguna fuente directa de ingresos. Mi esposo murió en 1973 y me dejó con tres hijos, cuyas edades eran 20, 16 y 14 años respectivamente. Su muerte fue un golpe duro y una gran pérdida en mi vida. Luego, poco después de su muerte, sufrí otro golpe... dos de mis hijos, el mayor y el menor, decidieron irse de casa. ¿Por qué? Permítame explicarle.
La religión de mi esposo y la mía había sido el hinduismo, y habíamos criado a nuestros hijos para que también rindieran adoración como hindúes. No obstante, unos 10 años antes de la muerte de mi esposo, los testigos de Jehová se habían comunicado conmigo mediante su actividad sistemática de predicar. Su mensaje bíblico de salvación por medio del Reino de Dios me llamó la atención. Después de estudiar y considerar en serio la Biblia por varios meses, quedé convencida de que Jehová es el Dios verdadero y que Jesucristo es el Salvador de la humanidad nombrado por Dios (Salmo 83:18; Hechos 4:12). Así que, muy en contra de los deseos de mi familia, y a pesar del desagrado manifiesto de mi esposo, llegué a ser testigo cristiana de Jehová y me bauticé.
En la comunidad hindú, el cristianismo tiene un estigma imperdonable, lo cual mi esposo no podía tolerar. Él se opuso a mi adoración cristiana hasta el día de su muerte. Tanto mi hijo mayor como el menor hicieron la voluntad de su padre y siguieron el modo de vida hindú. Tomaron la muerte de su padre como una oportunidad para irse de la casa, y así librarse del estigma de tener una madre cristiana. Sin embargo, había podido convencer a mi segundo hijo, Jayasimman, de la veracidad y sensatez de la Biblia y su contenido salvavidas. Entonces quedé sola con Jayasimman. ¿Cómo nos encararíamos a la pobreza en que nos encontrábamos?
Ser prácticos y económicos
Al recobrarme de las primeras etapas de la fuerte conmoción que recibí y darme cuenta de que ya había muerto el que nos mantenía, tuve que sentarme a examinar mi situación. No tenía disponible ninguna subvención estatal o provisión gubernamental relacionada con la seguridad social. Tenía que valerme por mí misma. De hecho, hasta hace poco, en mi comunidad se consideraba que las viudas estaban en el nivel más bajo de la escala social. El modo de vivir de una viuda era tan malo que en ocasiones la viuda prefería arrojarse a la hoguera donde incineraban a su difunto esposo, y así morir.
Pero nosotros sí tenemos una casa modesta de tres habitaciones que nos pertenece, en Madrás, India. Así que por lo menos tenemos un techo sobre nuestra cabeza. Decidí alquilar una de las habitaciones, y poco tiempo después recibía mensualmente un ingreso pequeño pero regular de 60 rupias (unos 7 dólares, E.U.A.). También tengo una máquina de coser de pedal; por lo tanto, me dediqué a coser prendas de vestir femeninas, particularmente las enaguas que usan debajo del sari las hindúes. Con el tiempo me hice de unas cuantas clientas regulares, y el total de mis ingresos mensuales aumentó a 144 rupias (unos 16 dólares, E.U.A.).
Aun así, tenemos que vivir con sencillez. En mi casa hay electricidad y agua corriente; no obstante, casi no tenemos muebles. Pero eso no presenta ninguna dificultad; millones de mis coterráneos viven sin muebles. Estamos acostumbrados a dormir sobre un colchón delgado que se tiende en el piso. Mientras el piso esté limpio, nos sentimos cómodos al sentarnos en el piso con las piernas cruzadas a comer nuestras comidas. Para preparar la comida uso una cocina con mecha de queroseno, y eso tampoco presenta ningún problema, pues es más conveniente que usar leña en un fuego abierto. ¿Qué comemos?
Jayasimman y yo comemos bastante bien. Para el desayuno, uno de nuestros platos favoritos es lo que llamamos idli. Ésta es una torta pequeña de harina de arroz, mezclada con granos molidos, que se cuece al vapor y se sirve con salsa picante, la cual consiste en una mezcla de coco molido, hierbas y especias. Aquí en la India, dos o tres idlis, un plátano y una taza de café se considera un desayuno bastante sustancial.
A mediodía y por la tarde comemos arroz con un guisado, nuestro alimento básico. A fin de economizar, frecuentemente preparo guisados de hortalizas y, para variar, uso diferentes tipos de hortalizas de día en día.
Hubo un momento en que, para poder encarar nuestras dificultades económicas, convertí en un pequeño restaurante una de las habitaciones de nuestro hogar. Todos los días me levantaba a las 4 de la mañana, preparaba idlis, salsa picante y café, con lo cual daba de desayunar a los clientes regulares. Cosiendo algunas prendas de vestir en casa y cocinando comidas caseras, más el ingreso del alquiler de la habitación, pudimos ganar lo suficiente como para satisfacer nuestras necesidades diarias. Sin embargo, algo más que el ser práctica y económica ha sido de gran ayuda para encararme a la pobreza.
Una mayor fuente de ayuda
Es la ayuda que he recibido de la Palabra de Dios, la Biblia. ¿De qué manera me ha ayudado la Biblia a hacerle frente a la pobreza? Bueno, en primer lugar está el ejemplo excelente de hombres y mujeres fieles de tiempos bíblicos, como el patriarca Job, quien, por cierto tiempo, soportó una vida de pobre junto con humillaciones y vejación. El reflexionar sobre esos ejemplos me ha ayudado a aguantar mis pruebas. (Job 1:13-19; 2:7-9; 21:7.)
Además, la fe que he adquirido de la Biblia me ha dado mucho ánimo. Aunque vivo casi en total pobreza, no estoy ni resentida ni amargada. La verdad bíblica me llena de un punto de vista positivo. He aprendido que si pongo en primer lugar en mi vida los intereses del Reino de Dios, y estoy dispuesta a trabajar y a ganar dinero de manera honrada, Jehová Dios me proveerá lo indispensable, tal como Jesucristo aseguró: “Por eso, nunca se inquieten y digan: ‘¿Qué hemos de comer?’ o ‘¿qué hemos de beber?’ o ‘¿qué hemos de ponernos?’ Porque todas éstas son las cosas en pos de las cuales las naciones van con empeño. Pues su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Sigan, pues, buscando primero el reino y Su justicia, y todas estas otras cosas les serán añadidas” (Mateo 6:31-33). ¡Qué agradecida estoy de haber experimentado eso en mi vida!
Mi fe en promesas bíblicas como ésa me ha ayudado a estar satisfecha con la situación que me ha tocado en la vida, y a menudo medito en el texto de 1 Timoteo 6:8, el cual dice: “Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas”.
La verdad bíblica me ha ayudado de otras maneras también. Cuando yo era una hindú que vivía en una sociedad hindú, estaba acostumbrada a una vida de mucha protección y amparo al lado de mi esposo. Por eso había adoptado una actitud tímida y reservada respecto a estar entre otras personas en público. Ahora, no obstante, lo que he aprendido de la Biblia me ha movido a visitar y conocer a personas en sus respectivas casas para hablarles acerca de los propósitos de Dios, incluso de Su promesa de establecer un justo Nuevo Orden, donde la pobreza será cosa del pasado (Salmo 72:12-14). Atribuyo a la sabiduría divina que contiene la Biblia ese maravilloso cambio en mi disposición. Como dice Salmo 19:7: “La ley de Jehová es perfecta, hace volver el alma. El recordatorio de Jehová es fidedigno, hace sabio al inexperto”.
En agradecimiento, he hecho ajustes en mi vida hasta el punto de que ahora soy evangelizadora de tiempo completo del mensaje del Reino de Dios. Eso quiere decir que ya no tengo tiempo para llevar el pequeño restaurante que tenía en casa. Pero ahora tengo arrendadas dos de las habitaciones de mi casa por un alquiler total de 120 rupias mensuales (unos 13 dólares, E.U.A.), y sigo cosiendo en casa, según el tiempo lo permite. Jayasimman también gana un poco de dinero cada mes haciendo varios trabajitos, y de buena gana contribuye para los gastos de mantenimiento 75 por 100 de sus ingresos. Ajustamos nuestras necesidades y gastos al total de nuestro ingreso mensual. Eso me permite dedicar diariamente algún tiempo a visitar en su hogar a la gente y consolar a los que gimen, tal como yo he sido consolada por la Palabra de Dios, la Biblia. (Mateo 5:4; 2 Corintios 1:3, 4.)
¡Oh, ha habido ocasiones en que he tenido que enfrentarme a dificultades económicas —gastos súbitos e inesperados— y me he preguntado cómo precisamente me las iba a arreglar. Sin embargo, he percibido que Jehová ha provisto de algún modo. Siempre ha sucedido oportunamente algo que me ha ayudado a hacerle frente a la situación. Quizás recibía dinero por correo de uno de mis otros hijos, quienes no se han olvidado completamente de mí. O recibía algún encargo inesperado para coser una prenda de vestir femenina. Así, aunque durante el transcurso de los años me he encontrado a veces en necesidad, porque de buena gana he estado dispuesta a trabajar duro y ser ingeniosa al utilizar los escasos recursos que tenía al alcance de mi mano, cualesquiera que hayan sido, nunca he quedado sin ayuda.—Contribuido.