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“Arroja tu carga sobre Jehová”La Atalaya 1971 | 15 de enero
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Pablo. Comprendo. No pido más de ti de lo que puedas hacer en medio de las circunstancias.’ O, como Pablo mismo lo expresó: “Él realmente me dijo: ‘Mi bondad inmerecida es suficiente para ti; porque mi poder se está haciendo perfecto en debilidad.’ Por eso muy gustosamente prefiero jactarme respecto de mis debilidades, para que el poder del Cristo cual tienda permanezca sobre mí.” El ver estos impedimentos o incapacidades desde el punto de vista de Dios alivia a uno de la carga que de otro modo causaría frustración y le permite a uno tener tranquilidad de ánimo y felicidad.—2 Cor. 12:9.
Sin embargo, hay algunas otras cargas además de inquietudes, preocupaciones, temores, frustraciones y otras emociones negativas que le vienen al cristiano y que él mismo tiene que llevar. Por ejemplo, el cuerpo gobernante de la congregación cristiana de Jerusalén escribió a los cristianos primitivos que estaban esparcidos en el extranjero: “Al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que se abstengan de cosas sacrificadas a ídolos y de sangre y de cosas estranguladas y de fornicación.” Los cristianos tienen ciertas responsabilidades que tienen que llevar.—Hech. 15:28, 29.
Y también hay ciertas cargas o ‘cosas pesadas’ que podemos ayudar a otros a llevar, tal como Pablo les dijo a los cristianos que hicieran: “Sigan llevando las cargas los unos de los otros, y así cumplan la ley del Cristo.” Sí, “nosotros, pues, que somos fuertes debemos soportar las debilidades de los que no son fuertes.” ¿Cómo pueden hacer esto los cristianos? Siendo pacientes con ellos, sufridos, ayudando a compensar sus faltas y deficiencias, no esperando demasiado de ellos. Jesús nos puso un excelente ejemplo en este respecto por la manera paciente con que trató a sus apóstoles.—Gál. 6:2; Rom. 15:1.
Hay cargas que tenemos que llevar nosotros mismos... con la ayuda de Jehová. Y otros tienen cargas que nosotros podemos ayudarles a llevar. Pero en cuanto a cargas como preocupaciones, inquietudes, temores y frustraciones no hay por qué las llevemos y no debemos llevarlas. Estas son algunas de las cargas que el salmista nos dice que arrojemos sobre Jehová. Se da a entender, por supuesto, que uno hará cuanto pueda, y, habiendo hecho eso, puede dejar los resultados y el futuro en manos de Dios.
Por eso no permita que las injusticias o la persecución lo amarguen o lo desanimen; no se acalore debido a la prosperidad de los malhechores; no se irrite debido a debilidades físicas o de otra clase o condiciones sobre las cuales no tenga control alguno. Haga cuanto pueda y deje todas estas cosas perturbadoras en las manos de Jehová Dios por medio de fe y oración. El proceder así le ayudará a conocer la felicidad del pueblo cuyo Dios es Jehová.—Sal. 144:15.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1971 | 15 de enero
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Preguntas de los lectores
● ¿De qué manera es cierto, según se declara en 1 Corintios 6:18, que “todo otro pecado que el hombre cometa está fuera de su cuerpo, mas el que practica la fornicación está pecando contra su propio cuerpo”?—EE. UU.
El apóstol Pablo empezó la cita anterior con este mandato: “Huyan de la fornicación.” Es evidente que veía como asunto muy grave este tema, porque pasó de sus comentarios previos a este mandato de “Huyan de la fornicación” sin frase conectiva alguna. Y lo expresó en el tiempo presente, como se puede ver en la lectura interlineal de The Kingdom Interlinear Translation: “Estén ustedes huyendo de la fornicación.” Él nos dice que en ninguna ocasión en que se presente la tentación o la oportunidad de cometer fornicación, debemos temporizar o debatir en cuanto a ello, sino huir inmediatamente. José, el hijo del patriarca Jacob, nos puso un ejemplo excelente respecto a esto. Huyó cuando lo importunó la esposa de su amo Potifar.—Gén. 39:12.
¿Por qué le preocupaba tanto este asunto al apóstol Pablo al escribir a los cristianos de Corinto? Porque aquélla era una ciudad muy licenciosa en la cual abundaban las tentaciones que atraían hacia la inmoralidad. Era centro de la adoración de Venus, la diosa de la complacencia sexual. Con razón a Corinto se le consideraba la ciudad más inmoral de la Grecia antigua. De esta adoración de Venus proviene el nombre para las enfermedades que son causadas por las relaciones sexuales ilegítimas, a saber, las enfermedades venéreas. En cuanto a éstas se nos dice que la gonorrea se encuentra entre las más antiguas y más diseminadas de todas las enfermedades que afligen a la raza humana, mientras que a la sífilis se le describe entre las aflicciones más serias de la humanidad.
¡Qué terribles son los efectos de estas enfermedades venéreas! Pueden causar esterilidad en las mujeres, ceguera a la prole del individuo y senilidad en la vejez, para mencionar solo unos cuantos de los efectos más trágicos. A pesar de estos efectos horrendos, los casos de enfermedades venéreas están aumentando; hasta se dice que esas enfermedades están alcanzando proporciones epidémicas. No hay duda acerca de ello, aunque algunos otros pecados, como la borrachera, pueden causar daño al cuerpo a cierto grado si se persiste en ellos, al cometer fornicación el individuo peca más crasamente contra su propio cuerpo.
El sabio rey Salomón de la antigüedad comprendió que el fornicar es pecar contra el propio cuerpo de uno en este sentido. Comentando sobre los efectos posteriores de las relaciones con una ramera, él dice: “El efecto que de ella viene después es tan amargo como el ajenjo; es tan agudo como una espada de dos filos. Sus pies van descendiendo a la muerte.” “Una flecha le abre [a él] el hígado, tal como un pájaro se mete apresuradamente en la trampa, y él no ha sabido que en ello está envuelta su mismísima alma.” Sí, a menudo las enfermedades venéreas hieren al hígado, el órgano más grande del cuerpo, y causan estragos en él.—Pro. 5:3-11; 7:23.
En ciertos respectos se pudiera asemejar la fornicación a romper una hermosa pieza de porcelana. Esta puede ser reparada, pero la evidencia del rompimiento siempre estará allí. Por otra parte, la fornicación se pudiera asemejar a una grave quemadura de tercer grado. Pudiera decirse que el arrepentimiento hace que sane la herida, pero no sin dejar tejido cicatrizal que siempre le recordaría a uno el pecado. Sí, la fornicación es pecar singularmente contra el cuerpo, porque todo el cuerpo y toda la personalidad están envueltos en ello.
Esto también aplica al adulterio, que estaría incluido si el apóstol Pablo usó la palabra porneia, traducida aquí “fornicación,” en su sentido más amplio como a veces se usa en las Escrituras Griegas Cristianas. Así, Jesucristo habló de un hombre que se divorciaba de su esposa sobre una base que no era fornicación, porneia, queriendo decir una base que no fuera adulterio. La palabra española pornografía, con su significado amplio, proviene de esta raíz griega.—Mat. 19:9.
Un texto paralelo que esclarece este tema es el de Romanos 1:26, 27, donde Pablo muestra que los homosexuales pecan contra sus propios cuerpos: “Por eso es que Dios los entregó a apetitos sexuales vergonzosos, porque sus hembras cambiaron el uso natural de sí mismas a uno que es contrario a la naturaleza; y así mismo hasta los varones dejaron el uso natural de la hembra y se encendieron violentamente en su lascivia unos para con otros, varones con varones, obrando lo que es obsceno y recibiendo en sí mismos la recompensa completa, que se les debía por su error.” De hecho, las palabras de Pablo en 1 Corintios 6:18 podrían incluir homosexualidad, porque los escritores griegos también usaban porneia para referirse a la homosexualidad.
Sin embargo, el apóstol Pablo también dice que no solo es porneia un acto de pecar contra el propio cuerpo de uno, sino que, en contraste, ‘todo otro pecado está fuera del cuerpo.’ ¿Cómo puede ser esto? Este aspecto en particular ha dejado perplejos a los comentadores bíblicos por siglos y éstos han ofrecido diversas explicaciones. Por lo general sus comentarios han estado en armonía con lo que ya hemos dicho, a saber, que el apóstol hablaba en un sentido relativo. Pero al examinar el contenido podemos ver que sus palabras también se pueden tomar en el sentido absoluto. Note lo que él dice:
“Ahora bien, el cuerpo no es para fornicación, sino para el Señor; y el Señor es para el cuerpo. ¿No saben ustedes que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré yo, pues, los miembros del Cristo y los haré miembros de una ramera? ¡Jamás suceda eso! ¡Qué! ¿No saben ustedes que el que se une a una ramera es un solo cuerpo? Porque, ‘Los dos,’ dice él, ‘serán una sola carne.’ Pero el que se une al Señor es un solo espíritu.”—1 Cor. 6:13, 15-17.
Sí, los cristianos ungidos a quienes Pablo escribió estaban prometidos en matrimonio a Jesucristo, tal como él hizo notar al decir: “Yo personalmente los prometí en matrimonio a un solo esposo para presentarlos cual virgen casta al Cristo.” (2 Cor. 11:2) En el caso de los antiguos esponsales hebreos, la infidelidad se castigaba de la misma manera que el adulterio. Pero como Pablo nota, “el Señor es para el cuerpo.”
De modo que el cristiano que practica fornicación peca contra su cuerpo de manera singular en que quita su cuerpo de Cristo y lo hace uno con una ramera. Ningún otro pecado en sí puede separar el cuerpo de un cristiano de la unión con Jesucristo, haciéndolo uno con otra persona, una ramera. En este sentido verdaderamente puede decirse que ‘todo otro pecado está fuera del cuerpo.’ Y aunque las palabras de Pablo tienen aplicación principal a los cristianos ungidos que están prometidos en matrimonio a Cristo su Señor, el principio también aplica a sus “otras ovejas” hoy.—Juan 10:16.
¡Qué sabio y qué potente el mandato del apóstol Pablo: ‘Estén ustedes huyendo de la fornicación’! Esta puede tener los efectos más terribles en el cuerpo físico. Como ningún otro pecado, deja inmundos a los que lo practican. Realmente es pecar singularmente contra el propio cuerpo de uno, porque, de semejante a todo otro pecado, quita el cuerpo del cristiano de ser uno con su Señor Jesucristo y lo hace uno con una ramera.
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